Artículo escrito en Febrero de 2007

Josu Montalban.- La salud de Cuba no coincide con la salud de Fidel Castro. No tiene por qué. Cuando los periódicos amanecieron en nuestras ciudades con la noticia de la enfermedad de Fidel Castro, se abrió la caja de las especulaciones. Cáncer irreversible, suma gravedad e, incluso, está agonizando, fueron frases repetidas. Los cubanos de Miami organizaron fiestas paseando muñecos yacentes que simulaban al Presidente cubano. 
La derecha más recalcitrante se pronunció a favor de todos los dioses que, según ellos, habían decidido que Fidel desapareciera. Algunos comentaristas escribieron artículos en los que ponían mucho énfasis en subrayar los rasgos dictatoriales del líder cubano, olvidándose de la Revolución cubana que él puso en marcha. Pocos analizaron el relevo del gobierno a manos de Raúl Castro como una señal inequívoca de que el régimen socialista perdurará y resistirá tras la muerte de Fidel que, dada su edad avanzada, tendrá que producirse. Por eso cobraban importancia las palabras de Fidel cuando, en alguna otra ocasión, guardó silencio y ocultó su estado de salud porque era “un asunto de Estado”.
 
Coincidiendo con la Navidad, las palabras del eminente doctor español García Sabrido cayeron como un jarro de agua helada: “Hasta donde yo sé desmiento absolutamente que tenga cáncer. No tiene ningún tumor maligno”. Quienes escuchaban estas sentencias pensaban del doctor que, tratándose de un profesional de tan probada solvencia, no sería capaz de debilitar su reputación haciendo afirmaciones falsas. Por otra parte, nadie hizo hincapié en ningún tipo de admiración ni simpatía del Doctor hacia el régimen cubano porque él mismo se encargó de hacer sus declaraciones sin aspavientos, con la máxima discreción.
 
El Mundo entero ha vivido pendiente de la salud de Fidel Castro. Puede ser que haya muchos ciudadanos que vean en Fidel Castro a un dictador cruel, un cercenador de las libertades y un irrespetuoso con los derechos humanos. Al fin y al cabo, en Cuba hay presos de los llamados políticos, por razón de haber expresado opiniones contrarias al Gobierno. En Cuba se ha ejecutado a personas acusadas de conspirar contra el Gobierno. Es lógico que, en  un análisis superficial, se abomine de ese régimen pero caben otras interpretaciones y caben otras actitudes ante estos hechos consumados. El pensador alemán Dieterich no duda en afirmar que “los fusilamientos en Cuba hay que interpretarlos como acciones de guerra frente a una agresión no declarada de  EEUU”. Otros, como Saramago o Galeano, se muestran profundamente críticos con ese aspecto del régimen que utiliza la pena de muerte. Benedetti se pregunta “qué autoridad tiene Bush para pronunciarse sobre eso (las ejecuciones de tres cubanos), dado que cuando era gobernador de Texas ordenó 156 ejecuciones... Hace unos años había en un determinado momento más de dos mil condenados a muerte en EEUU. En EEUU hay ejecuciones casi todas las semanas, a veces de menores, por supuesto de hispanos y de negros, que siempre tienen la preferencia. Me parece que gobernantes que han apoyado a EEUU en su invasión asesina a Irak, que ahora se golpeen el pecho “democrático”, indignados porque en Cuba se haya ejecutado a tres secuestradores, resulta de una hipocresía asquerosa”.
 
Del régimen cubano siempre se subrayan estos aspectos mientras se ignoran u olvidan otras consecuciones sociales, por cierto, alcanzadas en condiciones muy adversas: casi cincuenta años de agresión y bloqueo económico ejercidos por su vecino imperialista, EEUU, empeñado en amenazar con invadir la isla. Pero Cuba es mucho más que la patria de un personaje de la talla de Fidel Castro. Es un símbolo de que el socialismo es posible. Y más aún, es un modelo que está calando en el continente americano. Muchos gobiernos de América Central y del Sur han devenido democráticamente, en las urnas, a ser socialistas. Ahora ejercen un socialismo  fuerte que lucha contra el imperialismo económico de EEUU y de las grandes multinacionales. A nadie le debe caber ninguna duda de que Cuba llegará a ser lo mismo que todos esos países en el mismo momento que deje de ser agredido por los EEUU. Si hasta hace bien poco “el único líder que desafiaba al poder imperialista era Fidel en Cuba, ahora Latinoamérica se une en un clamor general y la amarga noche neoliberal se apaga por fin”, así lo ha expresado Hugo Chávez. “Antes teníamos democracias subordinadas al Imperio, ahora tenemos democracias que van a liberar a todo el pueblo latinoamericano”, ha completado Evo Morales. Es en esta bonanza de la salud de los latinoamericanos donde se fundamenta la fortaleza de Cuba y del régimen cubano.
 
En condiciones adversas Cuba ha desarrollado los servicios básicos. La Educación y la Sanidad son modelos en eficacia. Resulta curioso que la expectativa media de vida en Cuba sea superior a la de EEUU. Los universitarios cubanos alcanzan ya la cifra de 600.000 estudiantes. La economía cubana está creciendo en porcentajes importantes, muy por encima de los del crecimiento USA. Este modelo se ha venido extendiendo a toda Latinoamérica que ha sido, durante bastante tiempo, el terreno de pruebas del neoliberalismo. Como revela Osvaldo Martínez con entusiasmo, “la crisis del neoliberalismo (en Latinoamérica) es ya inocultable”. Ya son casi diez los países que han elegido a líderes socialistas para que les gobiernen. El proceso no ofrece dudas porque se vienen consolidando en las urnas y no a base de intentonas golpistas como se implantaron hasta hace bien poco muchos gobiernos claramente impulsado por el imperialismo yanqui. Frente al rancio neoliberalismo puesto al servicio del Imperio, los nuevos dirigentes son aclamados por el pueblo liso y llano, sobre todo por las capas más humildes, los parias a los que no alcanzaron las promesas del neoliberalismo y fueron condenados al exilio de la miseria en favelas y suburbios marginales.
 
Estas gentes humildes han aprendido a no tener prisa y a creer solo a quienes se atreven a caminar entre ellos sin necesidad de llevar un ejército de guardaespaldas. Y bien, ha sido Cuba la inspiradora de este movimiento que tiene su base en las ansias de justicia e igualdad de los desiguales. Se especula demasiado con la salud de Cuba ahora que está seriamente resquebrajada la salud de Fidel. En el libro que recoge las largas conversaciones entre Fidel e Ignaico Ramonet, el presidente cubano puntualiza: “Mi relevo no supondrá ningún problema porque la revolución no se basa en ideas caudillistas”. Ha habido quienes han establecido comparaciones entre Fidel y Franco. Interesadamente han ignorado que Fidel se impuso al dictador Batista, mientras que Franco derrocó por las armas al gobierno democrático de la República. Más allá de eso, hacen comparaciones gratuitas en las que propugnan que el régimen cubano administrará la muerte de Fidel del mismo modo que fue administrada la muerte de Franco. Augusto Zamora les prevenía en un artículo reciente: “Dan por supuesto que la muerte de Fidel significará el fin del sistema por él dirigido. Quieren suponer que manejarán su enfermedad como lo hizo el gobierno franquista. Pueden esperar sentados a lo primero y dar por completamente errado lo segundo. La Revolución ha construido un Estado sólido con una población instruida y profundamente patriótica, que difícilmente se entregará al enemigo histórico”.
 
Tras el anuncio público de la enfermedad de Fidel, en dos días nada más, amplios sectores de Miami pedían ya un golpe militar con el objetivo de formar un gobierno cívico-militar de transición. La revista anticastrista Encuentro reprodujo la noticia de que “el gobernador de Florida pide prepararse para una eventual emigración masiva desde la isla”. El mismo día Bush, tras mostrar su disposición a intervenir en la política interna de Cuba, señaló que “estaremos listos y ansiosos para otorgar ayuda humanitaria, económica y de otra naturaleza al pueblo cubano”. Snow, el portavoz de la Casa Blanca, reiteró en el mismo sentido: “lo que estamos esperando es tener una Cuba libre y lista para una plena asistencia de EEUU tan pronto como sea posible”. Las especulaciones han sido muchas y variadas, las elucubraciones también. Hasta tal llegaron que el The Wall Street Jorunal especuló con que un gobierno encabezado por Raúl Castro podría imitar el modelo de China. “Si Raúl desea avanzar en esa dirección podría desear hacer algunos gestos conciliatorios a EEUU, dejando a un lado la retórica antiestadounidense de su hermano y ofreciendo cooperación en asuntos bilaterales”, informó el diario, insinuando incluso que EEUU podría revocar la ley Helms Burton de 1996, que constituyó una vuelta de tuerca en el brutal bloqueo.
 
La salud de Cuba es buena, aunque la de Fidel Castro se complique cada día. El régimen va a soportar serenamente la falta de su más certero impulsor. El socialismo cubano se ha convertido en una ideología de manual. El pajarillo ha derrotado al águila imperial estadounidense. El régimen cubano inició su andadura hace casi 50 años, está profundamente arraigado porque ha sido edificado por cerca de cuatro generaciones de cubanos, lo que le hace irreversible. Salim Lamrani, que es un investigador muy solvente de la Universidad Denis-Diderot de París lo apunta: “Si una eventual desaparición de Fidel Castro supondrá una fractura emocional y afectiva en la medida en que se trata de un líder político, moral y espiritual sumamente apreciado por la población, no pondrá en tela de juicio la estructura política, económica y social del país. Washington puede seguir engañándose con dulces ilusiones”.

La disyuntiva cubana no tiene que ver con la salud de Fidel sino con la propia transformación del socialismo actual en un socialismo nuevo basado en dar una mayor participación a quienes más necesitan de su acción. Ha de morir Fidel, -ojalá tarde en hacerlo-, pero no morirá Cuba con él. El régimen goza aún de buena salud como para frenar la voracidad neoliberal.
América Latina
Alberto Mas, corresponsal de Cubainformación en Buenos Aires, con información propia y de PL.- El movimiento estudiantil, universidades públicas y privadas, movimientos sociales, sindicales, políticos, de Derechos Humanos ...
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