Gabriel Ángel - FARC Ejército del pueblo.- Se ha cumplido un año desde la muerte de los Camaradas Raúl Reyes e Iván Ríos. Sus responsabilidades dentro del Secretariado Nacional de las FARC son ocupadas por otros curtidos y probados cuadros revolucionarios.


Nuestra organización sigue adelante, como si Raúl e Iván aún vivieran. Claro, nunca dejaremos de extrañarlos. Pero si el enemigo pensó que al golpearlos a ellos íbamos a resquebrajarnos, se equivocó por completo. Los aires de omnipotencia que quiso darse tras sus muertes, se desvanecieron tan deprisa como los días y semanas que siguieron a ellas.

Raúl e Iván viven en los frutos que nacieron de cada una de las semillas sembradas con su trabajo. Y en el recuerdo de todos aquellos que tuvimos el privilegio de conocerlos y tratarlos. Fueron hombres íntegros, revolucionarios convencidos hasta el último instante de sus vidas. Dueños de una inquietud intelectual profunda, leían y estudiaban con juiciosa aplicación todos los asuntos que tuvieran alguna relación con la política. Era realmente difícil sorprenderlos con temas sobre los cuales no estuvieran enterados. Eso, además de sus posiciones en las FARC, los identificaba y hacía parecidos, hombres del mismo perfil, de talante semejante.

Por eso mismo fueron ellos dos los encargados de las principales responsabilidades de las FARC durante el proceso de conversaciones de paz que tuvo lugar en el Caguán. Hombres sabios, hombres cultos, diplomáticos por excelencia, poseedores de un extraordinario aplomo y de la más cálida sencillez. Esa clase de personas que de entrada logran hacerse al afecto y el cariño de quien los trata. Raúl ocupó la jefatura dentro de los voceros de las FARC en la Mesa Nacional de Diálogos, mientras que Iván se batió con formidable desempeño al frente de la Comisión Temática Nacional encargada de las audiencias públicas.

Aquellos años de permanente contacto con decenas de miles de colombianos y extranjeros que viajaron plenos de expectativas hasta San Vicente, implicaron para ellos un ajetreo constante de todos los días con gran parte de sus noches. Reuniones por centenares, innumerables conversaciones, miríadas de acuerdos que terminaron por forjar en ellos mentalidades e inclinaciones supremamente abiertas, dispuestas todo el tiempo al diálogo, afectas de manera apasionada al ejercicio libre de la política. Siendo hombres de principios, jamás dejaron por ello mellar sus convicciones. Ganaron en cambio a muchos para la lucha.

No fue casual entonces que precisamente hubieran sido ellos dos los inmolados en aquel marzo trágico. Eran dos hombres especializados en el trabajo por la paz. Lo cual, sin que ellos ni otros lo advirtieran a tiempo, terminó quizás por generarles, muy en el fondo de su espíritu, un nivel de optimismo más alto del apropiado, un grado de confianza superior al requerido para una situación de guerra. Las FARC no echamos en cara al enemigo las muertes de los nuestros. Somos conscientes de que estamos en medio de un despiadado conflicto en el que el mínimo error se paga con la vida. Pero estas muertes… ¡Qué bajeza enorgullecerse por ellas!

El Camarada Raúl prohibía abrir trincheras en sus campamentos para no arruinarles la finca a los propietarios de la montaña. Así era él. Recibía sonriente y atendía hasta por varios días a personas provenientes de todo el mundo incluyendo Colombia. Esas personas terminaban enteradas de las seguridades del lugar, las posibles vías de escape y demás. El Camarada Manuel Marulanda Vélez manifestó sorprendido al conocer la noticia, que nunca había sido informado por Raúl acerca de que tuviera campamento en Ecuador. Mientras el Secretariado Nacional de las FARC desconocía su paradero y lo hacía en el Putumayo, un número inmenso de personas conocía hasta la ubicación exacta de su cama.

El relato que hizo a la prensa Rojas sobre la muerte de Iván no se correspondió con la verdad. Él sí era en efecto el mando de la compañía que tenía a cargo su seguridad y gozaba de toda su confianza. Sencillamente se arrimó a la medianoche al lecho donde dormía éste con su compañera y les propinó a cada uno un tiro en la cabeza. No fue de día, ni mientras se producía comunicación radial alguna. Inmediatamente ordenó al personal bajo su mando apostarse como seguridad alrededor del campamento. Mientras eso ocurría saqueó los bienes a cargo de Iván, ocultó los cuerpos y corrió con sus dos compinches al Ejército.

Con Raúl murió una veintena de guerrilleros. Despedazados como él por las bombas. Y ultimados con tiros de gracia varios de ellos. Tenemos entendido que Raúl, a quien vimos en las fotografías de la prensa ensangrentado entre una bolsa negra a medio abrir, fue horriblemente mutilado de su pierna derecha. Detalle que llenó de alegría a Uribe y los suyos. Como los llenó de franco regocijo la mano derecha de Iván Ríos, que su asesino llevó consigo para acreditar su hecho y obtener la millonaria recompensa. Cuyo pago todo el alto gobierno salió a defender como un ineludible imperativo moral.

Recuerdo a un taxista de Barrancabermeja que con esa lógica silvestre y sabia nacida de la lucha diaria por la vida, refutó a algunos pasajeros suyos que criticaban la ausencia de Manuel Marulanda en San Vicente el día de la inauguración de los diálogos, llamándolos a no ser ingenuos. ¿Cómo se les ocurría que un hombre con su experiencia iba a ir a exponerse así frente a miles de personas? Por eso mismo era que no habían podido matarlo, porque no se confiaba nunca. Algo que desafortunadamente olvidaron Raúl e Iván. Lo cual en nada disminuye su tamaño moral, su dimensión política, su talla guerrera, su obra de toda la vida.

Pero lo cual en cambio deja muy mal parados a los autores de sus muertes. Tuvieron que transcurrir seis años de trabajo intenso para que el Pentágono, la CIA y el Ministerio de Defensa Colombiano, pudieran asestar golpes mortales a los dos mandos de las FARC que se habían dado a conocer ante el mundo entero como los más devotos apóstoles de la paz. Y vaya, qué grado de vileza tuvieron que exhibir para cumplir su propósito. Pago de recompensas, mutilaciones, traiciones, sangre y crueldad sin límites. Muy al estilo paramilitar del Presidente Uribe. La actual dirección de las FARC sabe muy bien cómo sobrevivir a esta y otras guerras.

La maldad del enemigo enseña. ¿Alguien duda todavía el daño qué son capaces de causar los informantes y delatores pagos? ¿Los infiltrados y traidores animados por jugosas recompensas? ¿Los intocables servicios de inteligencia enemigos? El prestigioso Ejército de los falsos positivos y demás es el primero en brincar a negar iracundo sus hechos. Qué pena.

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