Justo Cruz, cubano residente en Alemania y Coordinador de Cuba Si / Fotografía de Virgilio PONCE - Cubainformación.- Culpable somos todos. El 28 de junio del 2009 las fuerzas armadas de Hondura allanaron el domicilio del presidente constitucional Manuel Zelaya, lo expulsaron del país y nombraron como nuevo presidente interino al golpista Roberto Micheletti.


América Latina se volvía a sacudir cuando ya todos pensábamos que la época de los golpes de estados y la barbarie política a punta de bayonetas había pasado a ser parte del pasado negro de nuestro continente.

El golpe de estado en Honduras fue un mal presagio, fue una advertencia a nosotros los latinoamericanos con aires de progreso social. Los países ricos en su afán de seguir disponiendo de nuestras riquezas a sus antojos nos advirtieron que no se iban a quedar con los brazos cruzados y se decidieron a darnos un escarmiento.

Micheletti y su banda de generales y políticos corruptos no se hubieran atrevido a tanta fechoría política sin contar con la aprobación del gobierno de Obama y el beneplácito de sus vasallos europeos.

El presidente constitucional Manuel Zelaya había llegado muy lejos cuando decidió formar parte de la Alianza Bolivariana para las Américas y “poner en peligro” las bases militares de Norteamérica. Honduras tenía el “privilegio” de contar con la base militar más grande de los Estados Unidos en nuestro continente. Era demasiado para los monigotes políticos de la Casa Blanca:

La CIA y el pentágono no se hacen esperar y disfrazados de organizaciones caritativas como la USAID (United States Agency for International Development) y la Friedrich Neumann Stiftung siguen manipulando y contaminando la cultura política de nuestro continente y en el afán de lograr sus objetivos no se miden a la hora de sembrar el caos y el terror.

La comunidad latinoamericana da la impresión de que se está durmiendo en los laureles. El golpe militar en Honduras fue un mal precedente que no debíamos haber permitido. Los militares hondureños dan un golpe de estado al estilo de Pinochet y la comunidad internacional mira y calla. La organizaciones internacionales como la UNO, la Unión Europea y la OEA nos complacen con comunicados y declaraciones de rechazo y condena pero detrás del telón piensan y actúan de otra manera. ¿Cuándo nos daremos cuentas que estas organizaciones no están diseñadas para salvaguardar nuestros derechos e intereses? Estas organizaciones están al servicio de los que abusan del poder en este mundo que agoniza.

Ahí están los militares hondureños y su oligarquía masacrando a sus periodistas y sindicalistas y ahogando a Honduras con la sangre de sus verdaderos patriotas y no pasa nada.

Hoy, cuando miramos al sufrido pueblo de Ecuador debemos llegar a la conclusión de que culpables somos todos por haber permitido tanta falacia e ignominia en pleno siglo XXI. En Honduras estos delincuentes internacionales se vistieron de monjes caritativos, hoy en Ecuador salen vestidos de policías que aparentemente luchan por sus derechos. ¿De qué se vestirán mañana? ¿Cuál será el próximo país?

Si queremos evitar que nuestros militares y policías sigan dando golpes de estado y sembrando el terror cada vez que les venga en ganas, tenemos que salvar a Honduras, tenemos que luchar por sacar al Lobo hondureño y a sus militares de sus guaridas presidenciales. Tenemos que presionar a nuestros gobiernos de que desistan de tener relaciones con ese gobierno de criminales y golpistas. Tenemos que presionar a las organizaciones internacionales para que hagan realmente lo que deben hacer para salvaguardar la soberanía de los pueblos y evitar estos actos terroristas. Tenemos que limpiar nuestros territorios de organizaciones caritativas, de diplomáticos y de monjas y curas que solo actúan al servicio del imperio. Tenemos que salvar al pueblo hondureño de sus matones si queremos salvar a Latinoamérica de esas oligarquías que nos corrompen y maltratan.

Es hora de salir a la calle y demostrarles a estas sanguijuelas del infortunio que con América no se puede. No debemos quedarnos callados, es hora de gritar para que nuestros antepasados se sientan orgullosos de nosotros y de esa América con la que soñó Bolívar, la que va desde el Río Bravo hasta la Patagonia. Nuestra América.

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