Foto Virgilio PONCE

Lorenzo Gonzalo* - Cubainformación.- La unidad es un elemento tan esencial a la existencia que ocurre en todos los ámbitos de la vida. La economía misma ha consistido en un proceso unificador de los elementos productivos. Las grandes concentraciones no son más que un proceso unitario.

Si reflexionamos sobre la naturaleza y los diversos desarrollos sociales, veremos que en todos está presente esa tendencia.

Debían establecerse estudios, desprejuiciados de ciertos paradigmas impuestos por el tiempo, para hacer un análisis sistemático de los procesos unitarios. Uno de los paradigmas más socorridos consiste en atribuirle a todos los avances territoriales, acaecidos a través de la historia, un criterio de conquista del cual, por ejemplo, es objeto el imperio romano.


Tanto los romanos, como los movimientos cristianos de la época feudal, tenían una dosis de dominación, pero como tendencia respondían a criterios unitarios adquiridos a través de la práctica humana, los cuales aplicaron por razones de supervivencia y crecimiento. La necesidad de agruparse fue un requerimiento impuesto por las limitaciones individuales.

La Trece Colonias del Norte del Continente Americano, cuando avanzaron hacia el Oeste, al otro lado de los montes Apalaches, forzando más tarde a franceses y españoles a vender sus dominios en el territorio continental, ampliando luego sus territorios hacia el sur con la incorporación de Texas y California, no estaban haciendo otra cosa, que garantizar la unidad sobre la base de un propósito común.

El planteamiento bolivariano estaba dirigido a obtener los mismos resultados, excepto que los forjadores de las naciones latinoamericanas, no contaban con un sistema infraestructural, nacido a través de un proceso natural. Esto impidió la formación de un propósito común.

Al retirarse España, sólo quedaron territorios dispersos que pronto se vieron sujetos a la riña entre representantes de ideales con extraordinarios valores éticos, pero que no contaban con la sujeción a una base material desde el ángulo productivo, capaz de crear un tipo estable de relaciones sociales. Esto dificultó la unidad. Sin embargo la prédica de Bolívar estaba perfectamente encaminada dentro de los parámetros necesarios a la supervivencia y el progreso de aquellos países en cierne.

A partir de la estabilización relativa de las democracias representativas en Latinoamérica, surgen nuevos criterios de desarrollo nacional. La agricultura adquiere su importancia primaria y se asume como elemento básico de un devenir económico dialécticamente funcional. En países como Brasil, México, Chile, Argentina y otros en menor escala, esa actividad primaria se convierte en punto de partida para la agroindustria y sirve de soporte para forzar la creación de industrias, importando tecnologías de los países desarrollados. Ese mismo proceso ratifica y profundiza las razones para adquirir la necesaria independencia de Estados Unidos y supedita los planes de desarrollo a las necesidades nacionales. Impulsa también el criterio de diversificar el comercio y las inversiones.

Cuando el Presidente Chávez plantea la creación del ALBA, Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, no pedía algo nuevo. Previamente habían surgido organismos regionales, como los mencionados en otros trabajos. En la medida que se estabilizaron los mecanismos políticos y la alternancia del poder de las democracias representativas, aun sin que variase la esencia del mismo, fue posible pensar en las necesidades del conjunto. En ese momento surgen distintas instituciones de carácter regional.

El ALBA, sin embargo, tenía un ingrediente que hubiese sido imposible de aplicar a alguna de ellas: el político. Ninguna contemplaba la posibilidad de que cada uno de los integrantes podía ser parte de un todo. La unidad existente hasta ese momento estaba representada en la preponderancia de Estados Unidos, materializada a través de la OEA, donde el poderoso país podía dictar normas que mantuviesen la necesaria adhesión.

La OEA fue el medio orgánico imprescindible para la defensa de los intereses del Poder Fáctico del Norte.

Pasada esta etapa, las fuerzas nuevas, carentes de la rutina y los paradigmas generados en las conciencias ciudadanas de los países desarrollados, han comenzado a participar del Poder.

El ALBA, o un órgano parecido, es necesario no sólo para garantizar la unidad integral de un propósito, sino para asegurar el desarrollo de las nuevas tendencias. La experiencia nos dice, y durante la primera década del Siglo XXI lo hemos comprobado, que todo proceso de esta naturaleza peligra por la amenaza de sectores que no se adaptan a los mismos. Frente a ellos es necesario crear mecanismos de fuerza idóneos que impidan las agresiones.

Un organismo que, junto con los propósitos de asegurar los cambios, sin sujeción a normas impuestas por terceros, establezca mecanismos militares de defensa, constituye una verdadera necesidad que no debe ser pasada por alto.

No podría ser un organismo sustituto de los existentes, sino que tendría que convertirse en un nuevo bloque, que por naturaleza, no podrá ser copiado de experiencias anteriores.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami (www.radio-miami.com)

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