Daniel Cubilledo y Manuel de la Fuente - Cubainformación.- El pasado 26 de septiembre el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se convirtió en el ganador de los comicios legislativos, obteniendo 98 diputados a la Asamblea Nacional, frente a los 65 obtenidos por la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), un conglomerado de grupos reaccionarios de todo tipo que contaron, además, con la melodía de la gran prensa internacional. Ésta presentó a la MUD como una “plataforma de la sociedad civil” por encima de ideologías e intereses, por la “reconciliación” y la “unidad” de Venezuela. Sin embargo, el voto de las masas colocó a los reaccionarios en la oposición, y las elecciones se saldaron con victoria del PSUV en la mayoría de los 87 circuitos electorales.

Texto publicado en el nº 15 de Cubainformación papel - Otoño de 2010

Estos resultados suponen que, a partir del próximo mes de enero, tras la posesión de cargos, la oposición tendrá una presencia en la Asamblea Nacional de la que carecía desde 2005 cuando, en medio de sus múltiples crisis y escaramuzas internas, fueron incapaces de presentarse a las urnas y, ante su incapacidad y en previsión de su derrota, decidieron boicotear los comicios mientras hablaban de fraude. Esta vez tampoco les faltó originalidad: pese a que las elecciones eran legislativas y existían 87 circunscripciones diferentes, la oposición sumó los votos de todo el país para asegurar que ellos habían ganado en número de votos. Tuvieron un pequeño problema: aún así perdían, pues el PSUV obtuvo 5.422.040 votos frente a sus 5.320.175 votos, pero en un alarde de creatividad electoral decidieron sumar entonces a los suyos el voto de otros partidos (entre los que se encontraban desde Patria Para Todos, escindido del chavismo hasta los mismos Tupamaros) para cuadrar las cuentas. Por televisión Chávez, irónicamente, les reconoció que era “la primera vez que deciden robar votos a la luz pública, otras veces lo hacían a escondidas y votaban hasta los muertos”. Por supuesto, la mayor parte de la prensa internacional (con la del Estado español a la cabeza) se hizo eco diligentemente de la propaganda falsa de la oposición, cuya estrategia parece haber cambiado. En 2005 aún no estaban muy lejos en el tiempo el golpe de estado de 2002, el paro petrolero y todos los actos de sabotaje que la oligarquía venezolana intentó contra la Revolución. Hoy, su estrategia es movilizar a sectores importantes de las clases medias, intentando disfrazar su discurso derechista y reaccionario con supuestos llamamientos vacíos a la “unidad de los venezolanos” que supere la división y la polarización social.

El 26-S muestra que las masas, a día de hoy, tienen muy claro que prefieren en el poder a los candidatos de la Revolución que a una oposición que acabará con todos los logros conquistados en los últimos 11 años. Pero no por eso hay que minimizar su resultado en las elecciones del pasado 26 de septiembre. Es evidente que la oposición y sus poderosos aliados dentro y fuera de Venezuela han intentado manipularlos con el intento claro de infundir desánimo en las filas de la Revolución. Hay que desmentir esto contundentemente: a día de hoy, la Revolución sigue galopando en Venezuela le pese a quien le pese. Sin embargo, dicho esto, el objetivo de 110 diputados que daría al PSUV la mayoría de 2/3 suficiente para evitar cualquier injerencia de los reaccionarios en el parlamento no se ha logrado. Los objetivos, bien es cierto, no siempre se logran, pero cuando esto ocurre hay que analizar por qué no se han logrado y cuál es la nueva situación para, de ahí, extraer cuáles han de ser los nuevos pasos a dar. Y después del 26-S, una vez superada la tensión del momento, las estupideces y las mentiras de los reaccionarios sobre su supuesto “éxito” electoral no han de impedirnos hacer un análisis sosegado con el único objetivo de fortalecer la Revolución y rearmarse ideológicamente para la próxima batalla de 2012, cuando se celebrarán las elecciones presidenciales.

Y la conclusión no puede ser otra: hay que profundizar el proceso revolucionario. Para ello, en primer lugar, parece necesario, más ahora que la crisis económica y la inflación está golpeando también a Venezuela, continuar con políticas socialistas que pongan los sectores estratégicos de la economía, muchos aún en manos privadas, en manos del pueblo, para poder consolidar y profundizar los éxitos sociales que han acompañado a la Revolución en estos 11 años. En segundo lugar, es urgente engrasar el músculo más importante, el partido, implicando a las comunidades, los barrios y las asociaciones en la vida interna del PSUV, dotándolo de una vida interior sana, democrática y participativa que permita tener a la organización siempre en tensión y dispuesta para responder ante cualquier ataque a la Revolución. Además, el PSUV debe ser una herramienta abierta a las bases, donde no se toleren arribistas ni burócratas con intereses ajenos a los del propio proceso revolucionario. Hoy el Presidente Chávez es visto como un líder indiscutible (incluso los datos de los enemigos del proceso le dan siempre tasas superiores al 55% de popularidad), y esto es porque el Presidente es percibido como un líder honesto, comprometido, cercano y, sobre todo, revolucionario, por dentro y por fuera. Todos los dirigentes del PSUV debieran responder a ese mismo patrón y no a ningún otro. En tercer lugar, es urgente reforzar la solidaridad internacional frente a la campaña antichavista en vigor que se profundizará, sin duda, de aquí a 2012. Es importante consolidar comités de apoyo y solidaridad internacionales, donde las organizaciones de izquierda en América Latina, en Europa y en el resto del mundo sean fieles aliadas del proceso y donde, además, se fije el objetivo de contrarrestar la campaña masiva de distorsiones, calumnias y mentiras a la que se prestan la mayoría de los medios de comunicación en todo el mundo.

El pasado 26-S la Revolución sumó una nueva victoria a su lista, pero también nos indicó que los viejos peligros siguen estando presentes. Dependerá de las medidas que se tomen de ahora en adelante que los peligros sean aplastados por nuevos éxitos.