Luis Rafael Sánchez – El Nuevo Día.- 1. Lo pregunto por pura formalidad, sé cómo estás. Lo sé porque te camino, día a día, con preferencia a las primeras horas de la mañana o las últimas de la tarde, ésas cuando el sol se muestra considerado y uno puede mirar el paisaje con cierta calma. Se vende. Se alquila. Se arrienda. Se traspasa. Se permuta. Don Fiao se murió, Mala Paga lo mató.
A la par de mirar el paisaje procede oír el paisanaje, cosa de balancear el esplendor y la miseria de ambas percepciones sensoriales. Vuelvo donde papi y mami a causa de la Ley Siete. Le tijeretearon dos días de trabajo a mi mujer. Nos vamos a Texas o nos divorciamos.2. No vayas a pensar que desconozco el sol de tus mediodías, picante como ají bravo, solamente amansado por el vaso de agua fresca. Si bien a mediodía son apresurados el mirarte y el oírte, la mirada y los oídos proveen unas informaciones oportunas y sorpresivas de cuanto tú eres, país mío. Ni el diablo se molesta en saludarme. No aceptan solicitudes de trabajo. Ni dios se arriesga a darte la firma para un préstamo.
Las informaciones trazan un aceptable retrato de tus valentías y debilidades. Así como de tu tendencia a la pelea monga. Haré lo que nunca he hecho por cien pesos. Voy a colgarme un letrerito que diga “alquilo mi marido”. Venderé una pinta de mi sangre. Pediré a Jennifer González que me amadrine un hijo.
3. De noche te camino poco. Y apenas si te recorro en automóvil o guagua bajo la luz serena de la luna. Para mi desdicha, fiel amante de la noche, las tuyas se han vuelto ajenas. ¿Noches ajenas? Sí, de un tiempo acá son propiedad de la nueva clase dominante, la narcocracia. Arrestan a Junito Pestecita viviendo en mansión superlujosa. Arrestan al sanguinario hampón Cuajo Good Looking guiando un Mercedes Benz último modelo. Absueltos de todos los cargos los acusados de la Masacre de Pájaros.
Precavido, uno se recluye en el hogar, cosa de sacarle el cuerpo a otra balacera, otro robo a mano armada, otro secuestro, otro “car-jacking”. En resumen, a otro abuso contra el ciudadano común y corriente. Ciudadano que ni cachetea, ni mangonea, ni legislaturea. Ciudadano que acostumbra pagar las contribuciones, las facturas de la luz y el agua, la comida que se come. Ciudadano cuya decencia se ha devaluado en tus límites territoriales. Aumenta el peaje del Puente Moscoso. Aumenta el precio de la gasolina. A siete la libra de gandules frescos. A quince la docena de pasteles. Aumentan los pasajes aéreos. Aumenta el precio de la matrícula en la Universidad de Puerto Rico. Aumentan los contratos por asesoría legal en la Universidad de Puerto Rico.
4. País mío, no vayas a creer que la medida cautelar de recogerse temprano, como las gallinas, y de privarse los agrados naturales de tus noches, garantizan seguridad. Corteses, los amos de la noche visitan los hogares a cualquier hora. Visitan, amordazan, violan. De hecho, opera, con impunidad, un trío desquiciado: el gordo viola, los flacos se masturban. Bandidos violan a esposa delante del marido. Bandidos secuestran a estudiante. Hampones irrumpen en urbanización de acceso controlado y violan a madre e hijas.
5. ¿Qué edad tienes, Puerto Rico? ¿Los quinientos diecisiete años pasados tras llegar los españoles? ¿Los ciento doce años pasados tras llegar los norteamericanos? ¿Los cincuenta y ocho años pasados tras crearse el Estado Libre Asociado? Cuantos tengas, ya estás un poco grandecito para curar los mismos problemas con la misma aspirina y el mismo esparadrapo. Y validar las mismas excusas ante los mismos fracasos. Y de seguir gozándote el complejo de paisito Peter Pan, a quien las hadas gringas cuidarán forever. Obama activará el “task force” del status. Hillary Clinton ama a Puerto Rico. ¿Le gustará nuestro mofongo a Sarah Palin?
6. Sé cómo estás, Puerto Rico. Conozco tus malestares terribles, y deterioros progresivos, al igual que tus bienestares precarios. ¿Bienestares precarios? Sí, que no todo en ti acaba en hecatombe, naufragio, el gentuzal político. Menos aún acaba en la ofensiva contra el chupacabras vil y la cacería de la escurridiza gárgola.
Por eso, amado y engreído paisito borinqueño, a decirle adiós al histórico mojoneo colonial y a enfrentar la adultez y sus consecuencias. Las que sean. Así de elemental y silvestre. Así de saludable y necesario.
