Lorenzo Gonzalo*/ Foto Virgilio PONCE - Cubainformación / Hermes / Martianos.- Cuando decíamos hace unos días que el cambio más importante en el escenario mundial es la existencia de muchas izquierdas, pensábamos en Latinoamérica.


En ese Continente, al cual pertenecemos alrededor  de 580 millones de personas, se están produciendo acontecimientos que podrán ser decisivos en el devenir de un nuevo estilo de vida y el surgimiento de relaciones sociales en concordancia con los modos de producir.

No nos vamos a remontar a sus luchas en pos de erradicar las injusticias, porque no es el propósito de este artículo. La idea principal es destacar que los acontecimientos de los últimos quince años, en la composición de los gobiernos nacionales y el desarrollo de las relaciones regionales, han logrado por vez primera, una variante sustancial en comparación con épocas anteriores. Dentro de ese contexto es importante observar la tendencia de las nuevas administraciones, comparándolas con los esquemas de gobernación de la URSS, los cuales eran impuestos de manera indirecta, por presiones y con el reclutamiento de dirigentes o personas importantes de otros países.

Aquella concepción que concebía a un mundo diverso con iguales criterios de organización económica y similares composiciones de Estado, se aleja cada día más, del discurso expresado por los dirigentes del nuevo poder que ocupan hoy las administraciones del Estado, en diversas naciones del Continente Suramericano.

En el Caribe, Cuba también asume una postura similar y parece comenzar una organización de Estado con otro criterio.

La dirección cubana, paso a paso, ha avanzado en la crítica de las estructuras soviéticas, sin descuidar al propio tiempo, su agradecimiento al espíritu de solidaridad practicado por la URSS. Sin aquel espíritu, la supervivencia del proceso revolucionario cubano hubiese sido imposible en aquellos primeros decenios de brutal agresión por parte de Estados Unidos. Lamentablemente los criterios de organización socioeconómica nacidos con la revolución bolchevique, al calor de grandes ideales redentoras, terminaron más tarde crucificando las magníficas oportunidades surgidas al terminar la Segunda Guerra Mundial.

Si algún hito histórico nos es dado señalar, es la llegada al poder de Hugo Chávez Frías. Venezuela rompe los esquemas de las “revoluciones por decreto”, consistente en aplicar el poder absoluto de un grupo llamado “vanguardia”, con todas las buenas intenciones de redimir la sociedad.

Ese esquema, inaugurado por los soviéticos y que fuera consecuencia de la fiebre de un grupo de gente que pensó haber ocupado el cielo por asalto, se quiebra con el derrumbe de la URSS y luego, con el proceso iniciado por Chávez el 2 de Febrero de 1999, se abren nuevos caminos.

Se suma a esto la continuidad en Cuba del poder revolucionario y el discurso de Fidel Castro abogando por rectificaciones y la adaptación de las políticas de cambio a las nuevas relaciones internacionales.

Cuba había logrado sostener el poder que estaba a favor del cambio, pero si el derrumbe hubiese abarcado todas las esperanzas, hubiera sido imposible sostener ese camino y Chávez no hubiese resultado electo a la gobernación de su país.

El movimiento liderado por Chávez logra consolidar esa esperanza por la cual luchaba Cuba con enormes sacrificios para su población. Quizás sea redundante, pero debo señalar que en los momentos más difíciles, en las múltiples visitas hechas a la Isla durante esos años, era obvio el espíritu de resistencia de la gente y su confianza en el buen tino de su gobierno.

A partir de Chávez y con las nuevas posiciones asumidas por el gobierno cubano, se han producido otros éxitos electores a favor de gobiernos que abogan por el cambio. El común denominador de la nueva dirigencia ha sido su ponderación, evitando las provocaciones de la mayoría del empresariado privado, del cual tampoco puede decirse que ha sido agresivo en bloque. Otro elemento que rompe con patrones anteriores ha sido respetar, hasta lo posible, la extrema militancia opositora asumida por la media, la cual mayoritariamente continúa al servicio de los antiguos intereses dominantes. Con estos últimos, la tarea ha consistido en convencerlos en aras de una mejor  a los intereses de la sociedad. Procedimientos similares han asumido respecto al empresariado que, en franca realidad, no es culpable de poseer o dirigir grandes negocios, porque los mismos han sido consecuencia de un devenir circunstancial del desarrollo y la evolución. La meta es convencerlos del destino social del Estado y eliminar lo que ha sido obra ilegítima del capital utilizando prácticas delictivas. Muchos capitales son resultado de la circunvalación de leyes aprobadas por ellos mismos y concebidas para ser usadas como pantalla que les permitan realizar sus fechorías impunemente.

Cada país ha asumido una postura diferente, comparables solamente en sus criterios de dirección económica. No constituye información nueva y es de Perogrullo decir, que el objetivo de la producción es la satisfacción de las necesidades humanas. La economía con sus leyes propias, para lograr ese objetivo requiere ser dirigida, fiscalizada, controlada y planificada. A este consenso se agrega una gran preocupación por asuntos colectivos tales como la educación, la salud, la cultura, el deporte y luchar denodadamente por garantizar la paz ciudadana. La selección educativa, debe darse en los centros escolares y no a priori, basada en los recursos económicos que cada cual posea. Sin bases como esa, las infraestructuras de la sociedad quedan chuecas.

El último gran acontecimiento es la posibilidad de que en Perú, se produzca un cambio a favor de una nueva tendencia que supone estar representada por Ollanta Humala.

Ollanta tiene en su contra un pensamiento que algunos catalogan de equívoco, razón por la cual no es percibido en blanco y negro. En su haber tiene la constancia de un discurso a favor del sector indígena y pobre del país.

La familia de Ollanta representa un movimiento pendular que va desde un padre bolchevique al estilo de la Rusia de 1917, un hermano que en ocasiones navega en aguas controvertidas y un discurso personal que ha variado de un nacionalismo inequívoco, a una preocupación social que mira al Perú como un todo y como parte del Continente.

Su origen nacionalista no lo descalifica, al contrario, confirma cualquier pensamiento social no exclusivista que haya concluido a lo largo de su lucha política. Dudas quedan mientras que las personas no se instalan en el poder y dan muestras de que los desvíos sociales que otrora los hizo temer, han sido superados. En oportunidades hizo confesiones  étnicas discriminatorias de contenido racista. Sabemos que las discriminaciones étnicas y raciales surgieron por el mal uso de la economía y por extrapolaciones sacadas de costumbres surgidas de circunstancias casuales. La solución no es profundizarlas sino erradicarlas.

El pensamiento social generalizado que aboga por el cambio, solo es genuino cuando sus objetivos son inclusivistas y tiene como mira, entre otras cosas, implementar reformas que permitan hacerlos realidad. Esperemos que Ollanta haya superado estas desviaciones que fueron alimentadas por su justa ira frente a los desmanes que lo inspiraron para las luchas sociales. Sería bueno también que su decisión de abrazar la política, no sea por amor al juego electoral, sino para erradicarla como profesión y luchar desde el poder, para sentar verdaderas bases de participación ciudadana que tengan un carácter universal.

Si la racionalidad predomina sobre los baches de su pasado,  podríamos manifestar que ha tenido una evolución coherente de su pensamiento social. Si resulta electo, será una raya más, para ese tigre suramericano que parece estar creciendo a velocidad incontenible.

La figura de Keiko Fujimori es la contrapartida. Pero en justa lid el discurso de ambos guarda ciertos criterios sociales parecidos. Las dudas sobre Keiko se centran en el compromiso que pueda tener con la maquinaria corrupta de su padre.

En el breve análisis que acabamos de hacer, Perú indica una acercamiento a Latinoamérica que se había perdido bajo el concepto de las elites de poder tradicionales, proclives a considerarse “gente del Pacífico”, más cercanos al Asia que al Continente Americano.

En bien de la integración, esperemos que ese tramo del camino quede superado en esta oportunidad.

Confiemos en que continuarán surgiendo nuevas izquierdas en Latinoamérica. En plural, sin sujeciones a romanticismos revolucionarios, de manera que el idealismo se vuelva pragmático, sin perder por supuesto, emotividad juvenil que sueña por un nuevo mundo, pero con la conciencia de que no está al doblar de la esquina, ni puede ser alcanzado en el curso de una generación.


Miami, 6 de Mayo del 2011

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami (www.radio-miami.com)  

 

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