Jean-Guy Allard - Granma.- Estados Unidos, el país con el sistema electoral más incoherente y engañoso del planeta, espera comicios "justos y libres" en Venezuela, "como en cualquier otro país del mundo", afirmó el viernes el vocero del Departamento de Estado, Mike Hammer.


Las mismas palabras habían sido pronunciadas apenas minutos antes por Roberta Jacobson, subsecretaria estadounidense para el Hemisferio Occidental, según el diario derechista El Universal de Caracas.

"Nuestra posición es clara: esperamos que los venezolanos tengan la posibilidad de expresar sus preferencias de liderazgo de manera justa y libre", destacó Jacobson, poniendo implícitamente en duda el valor del sistema electoral venezolano.

Dicen que lo ridículo no mata. Hammer y Jacobson tal vez no se enteraron de que el expresidente norteamericano Jimmy Carter aseveró hace unos días que el sistema electoral venezolano es el de mayor calidad en el mundo y el de Estados Unidos, "uno de los peores".

Una vez más en noviembre próximo, con la confrontación Obama-Romney, el actual sistema electoral —cuyas reglas fundamentales fueron establecidas en 1787—, la corrupción generalizada a través de las contribuciones millonarias ahora ilimitadas de las corporaciones a los fondos de campaña y la enajenación político-cultural, hacen descartar toda esperanza de una elección presidencial realmente democrática.

Estados Unidos, el país que tanto pretende imponer su versión de la democracia en cada rincón del mundo, posee uno de los sistemas electorales más complejos, incomprensibles e incongruentes del planeta.

Bastan algunas observaciones. Caso único en el mundo, cada estado o municipio determina el método de votación: papel con lápiz, cartón con bolígrafo, tarjeta perforada, aunque cada vez más se favorece el voto computarizado, manejado por empresas dominadas por intereses republicanos. Los sistemas de votación dependen de cada estado y, dentro de este, de cada condado.

En cada elección, miles de votantes, aunque formalmente inscritos, son luego excluidos de las listas electorales mediante una serie de trucos como —entre muchos otros— el "caging", que permite eliminar a un elector si no contesta a una solicitud hecha por correo a su dirección.

La gran mayoría de las víctimas de tales procesos de exclusión son negros, latinos o miembros de minorías raciales, un sector de la población más propenso a votar por los demócratas. Un ejemplo: en la Florida, más del 30 % de los hombres negros no pueden votar por tener antecedentes penales.

El Washington Post calculó en más de seis millones, en todo el país, la cantidad de personas contabilizadas más de una vez.

De acuerdo con las quejas expresadas al terminarse el escrutinio del 2004, las irregularidades el día de la votación son innumerables: además de la supresión deliberada del voto en zonas cuyos electores apoyan a los demócratas, de las urnas electrónicas que cambian el voto, de la anulación arbitraria de sufragios, el cómputo del voto es deliberadamente manipulado en numerosos distritos. El voto por correo es constantemente objeto de fraude. En el condado miamense de Broward, en el 2002, se determinó que 104 mil votos fueron omitidos por las máquinas y hasta 55 mil boletas, perdidas en el correo.

El ciudadano norteamericano no vota por su candidato preferido, sino a favor de un partido que designará Grandes Electores, cuyo Colegio Electoral luego elegirá al presidente, sin obligación alguna de respetar el deseo del elector o a dar la presidencia al candidato con más votos. En el 2000, Al Gore tuvo la mayoría de los votos y George Bush recibió la Casa Blanca por el número de votos en el Colegio Electoral.

El diseño y el rediseño de las circunscripciones se hace periódicamente en función de los intereses de los elegidos, según la ubicación de su clientela electoral.

Las presidenciales tienen lugar siempre un martes, cuando la mayoría de los electores está en el trabajo.

Los medios de comunicación, que viven de la publicidad comercial de los grandes consorcios y se benefician de las campañas millonarias de los grandes partidos, ignoran sistemáticamente a los candidatos de los terceros partidos. Y evitan criticar al conjunto del sistema.

Según sondeos, una gran mayoría de los electores desea elegir al presidente en sufragio universal. De manera evidente, a pocos políticos les conviene cambiar un sistema que les asegura, en muchos casos, reelecciones casi automáticas.

Y aún así el vocero del Departamento de Estado, Mike Hammer, sigue repitiendo inepcias, sugiriendo que el sistema electoral de Estados Unidos es un modelo para la humanidad.

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