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"Habla de la complicidad de la iglesia con la última dictadura militar y eso deja asentado lo que desde hace muchísimos años los organismos de derechos humanos venimos planteando: que la iglesia sabía, que la iglesia callaba, que la iglesia era cómplice", dijo la abogada de hijos de desaparecidos, Valeria Canal.
Es la primera vez que la Justicia Argentina da cuenta de esa estrecha relación entre la curia local y los militares. Es por eso que los fundamentos de la sentencia contra tres represores por el crimen de los curas tercermundistas -Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville-, en la provincia de la Rioja todavía causan conmoción.
Las propias víctimas, sin embargo, son la mejor muestra de que solo se trató de los cargos jerárquicos y no de todos aquellos que profesaban la fe católica. "Muchísimos sacerdotes, no todos del movimiento tercermundista, que acompañaron a las madres, a la lucha de los organismos de derechos humanos, por eso me parece que generalizar no está bueno, sí hay que hablar de la cúpula de la iglesia, que era amiga de los dictadores", opina Canal.
Los sacerdotes asesinados en 1976 por soldados formaban parte de la diócesis que encabezaba el obispo Enrique Angeleli. Apenas dos semanas después, él también fue asesinado. El prelado había denunciado estos hechos en reiteradas oportunidades a los altos cargos de la Iglesia, pero no fue escuchado. Los jueces remarcan hoy lo que definen como "indiferencia, cuando no complicidad" ante las violaciones de los derechos humanos.