Mario Silva García* - Aporrea.- En los eventos terroristas que se suscitaron en el país desde el 12 de febrero pasado, los sectores representativos de la clase media dispararon todos los códigos de racismo, intolerancia y violencia que se vinieron inyectando desde los medios de comunicación privados. Los lugares comunes se repiten: de nuevo los medios de comunicación, de nuevo el anticomunismo como mecha explosiva, de nuevo la injerencia del Departamento de Estado Norteamericano.


Guarimbas y clase media: qué podemos aprender de Cuba en Venezuela

Mario Silva García* - Aporrea.- El pasado 15 de marzo, el diario Últimas Noticias publica un artículo de  Reinaldo Quijada, en el que hace un análisis extraordinario de los valores que han ido degenerando en la clase media. Describe allí una diferencia fundamental enmarcada en la lucha de clases, dominantes y dominados, que patentiza el carácter alienante de un sector que es víctima de los códigos semióticos que bombardean a diario por los medios de comunicación en manos de la oligarquía y el comportamiento combativo en las clases populares en donde predomina la solidaridad y la convivencia. En la primera, el vacío, el aburrimiento, la soberbia y la banalidad en lo cotidiano, proclive a servir de cobayas a favor de los intereses de las clases dominantes; en la segunda, una marcada conciencia de clases producto de la explotación que los marginó.

Lamentando que este análisis de Reinaldo Quijada haya sido tan corto, tomo de ese artículo la siguiente frase del escritor mexicano Octavio Paz, describiendo a la clase media. Cito:

“Esta clase media sin mucha cultura y sin un gran sentido de las tradiciones es, como en todo el mundo, adoradora de la técnica y de los valores del individualismo, especialmente en su versión norteamericana”

Y agrega:

“Es una clase destinada a tener más y más influencia en la sociedad. Extraña situación: las clases medias desdeñan la vida pública, cultivan la esfera privada —el negocio, la familia, los placeres egoístas—, y no obstante, determinan más y más el curso de la historia. Son los hijos de la televisión”

Si bien es cierto que Octavio Paz hace una descripción descarnada de lo que ha ocasionado el capitalismo en la clase media, no es menos cierto que estamos obligados a considerar muy seriamente el peligro que representa para la Revolución Bolivariana que sea la que más influencia tenga para la sociedad. Un ejemplo de esto se ve revelado en los eventos terroristas que se suscitaron en el país desde el 12 de febrero pasado, cuando en los sectores representativos de esta clase se dispararon todos los códigos de racismo, intolerancia y violencia que se vinieron inyectando desde los medios de comunicación privados; activados a su vez, por los mismos protagonistas que participaron en eventos golpistas similares en los últimos 15 años.

Los lugares comunes se repiten: de nuevo los medios de comunicación, de nuevo el anticomunismo como mecha explosiva, de nuevo la injerencia del Departamento de Estado Norteamericano, mismo guión, mismos mercenarios, mismo objetivo, derrocamiento y exterminio del proceso revolucionario.

¿Por qué se repiten los lugares comunes? ¿En qué hemos fallado?

Si algo debemos aprender de la Revolución Cubana, con nuestras diferencias, particularidades, incluso en medio del debate que se origina dentro de las tendencias ideológicas de los factores que han apoyado el proceso bolivariano, es el nivel de conciencia adquirido por el pueblo cubano que les llevó a enfrentar por más de 52 años el bloqueo criminal impuesto por los Estados Unidos y el período especial que se originó a raíz del colapso de la Unión Soviética en 1992 y una caída de más del 30% en el PIB. Solo el alto nivel de conciencia del heroico pueblo cubano fue capaz de resistir tamaño descalabro económico.

El primer factor que determina la fortaleza moral y el nivel de conciencia actual del pueblo cubano, nace de la sinergia con su dirigencia y la efectiva radicalización que lo llevaría a participar de los cambios profundos que se producen en Cuba. El pueblo cubano no solo presenció que había voluntad política para ejecutar los cambios, sino que participó directamente en la transformación del sistema.

Citemos a Aurelio Alonso, sociólogo y escritor cubano:

En Cuba la referencia marxista fue incorporada después que el pueblo descubriera que sus reclamos habían llegado al poder; que la nación, que el régimen republicano nacido a la sombra de la intervención pionera del imperio americano no había podido darle, no solo era una posibilidad sino que el pueblo mismo había comenzado a hacerla real.

Los líderes acudieron a las masas desde el principio para que sus iniciativas no quedaran en la esfera de las decisiones elitistas. Aunque la simplicidad de la estructura de gobierno se valiera del decreto, el cambio social no se decidía sin acudir al consenso popular más amplio. La sociedad cubana tuvo rápidamente pruebas inconfundibles del alcance social del proyecto puesto en marcha. La reforma agraria, que expropiaba el latifundio, se firmó a cuatro meses de la victoria, y pocos meses después se hacía efectivo el reparto de las tierras. Una movilización masiva de campesinos a la Habana en la primera celebración del aniversario del asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1959, barrería con las esperanzas de la oligarquía terrateniente de oponer resistencia a la decisión de repartir la tierra entre el campesinado explotado, dedicado a trabajarla.

Desde aquel momento el recurso a la movilización de las masas en torno a los dirigentes se convirtió en el más persistente para la manifestación del consenso. De esta manera, un nuevo tipo de relaciones sociales comenzó a imponerse, y a cobrar una incidencia en la transformación de la estructura de clases de la sociedad cubana.”

El segundo factor, quizás el más importante, fue la disposición urgente del Comandante Fidel Castro en convertir la Educación en tarea fundamental de la Revolución. El 1ro. de enero de 1961 se inicia formalmente la campaña de alfabetización y el 22 de diciembre de ese mismo año, Cuba es declarada territorio libre de analfabetismo. Más de 700.000 cubanos alfabetizados en poco menos de un año que redujo del 23.6 % al 3.9 % el índice de analfabetismo. Es importante señalar que este titánico esfuerzo se da en medio del asedio de fuerzas contrarrevolucionarias y la invasión en abril de 1961 de mercenarios financiados por la CIA en Playa Girón.

Solo un pueblo convencido de ser protagonista de su propia historia es capaz de ir tras su propia gloria y, en consecuencia, era inevitable que el Comandante Fidel junto a su pueblo proclamara el 16 de abril de 1961 el carácter socialista de la Revolución Cubana.

El Comandante Chávez entendió perfectamente la importancia estratégica de estas dos circunstancias históricas que, repito, llevadas a la práctica dentro de nuestras particularidades políticas, alcanzarían un nivel de madurez revolucionaria sin precedentes durante el golpe de estado de 2002 y el paro petrolero de 2002-2003. En primer término, la movilización de todo el pueblo venezolano para abortar el golpe de la oligarquía dirigido por los medios de comunicación fascistas y, en segundo lugar, la experiencia maravillosa de resistencia y compromiso revolucionario que se experimentó desde diciembre de 2002 hasta mediados de marzo 2003. El espíritu de combate y la comunión mágica entre el líder y la masa, sería el escenario perfecto para impulsar dos misiones que serían claves en la derrota aplastante que sufrirían los fascistas en el referendo revocatorio de 2004: Misión Barrio Adentro y Misión Robinson, salud y erradicación del analfabetismo; ambas creadas en 2003.

¿Fue suficiente esta experiencia de movilización popular, participativa y protagónica, para exorcizar el fascismo?

Después del golpe de estado en abril de 2002, la clase media entiende de su carácter motorizador en el proceso bolivariano. Un sector importante manifiesta inquietud por la respuesta popular y trata, desde su visión pequeño-burguesa, incorporarse al llamado que hace el Comandante Chávez para construir un nuevo país más solidario, equilibrado y justo. Sin embargo, más de cuarenta años de alienación en aquellos que Octavio Paz llama “hijos de la televisión”, radicaliza el discurso anticomunista y se despierta el carácter racista que subyace en sus valores, producto de la transculturización norteamericana y los genes heredados de la colonia. Se produce el vehemente pronunciamiento antiimperialista del Comandante Chávez frente al jardín botánico de la Universidad Central de Venezuela y, nuevamente, en la clase media se disparan los códigos inoculados por el fascismo mediático y se originan los primeros pasos de la guarimba, sirviendo éstos de carne de cañón del poder económico. La devastación y autodestrucción de sus áreas de influencia, retratan en gran medida lo vacuo, lo pueril o frívolo de sus motivaciones; esto sin mencionar la significativa carencia de ideas dentro del marco mediático en que se desenvuelven estos hechos y el fenómeno que produce la disociación psicótica: negación absoluta de todo lo positivo que ha producido la Revolución Bolivariana.

La aplastante derrota del fascismo tras la victoria popular en agosto de 2004 con los resultados obtenidos en el referendo revocatorio, originó un repliegue táctico del fascismo que no supimos aprovechar. Ya habíamos dejado pasar una oportunidad de oro el 13 de abril de 2002 para sancionar ejemplarmente a los golpistas. Sin embargo, como siempre reactivos y ocupados en avanzar hacia la propuesta socialista que anunciaría el Comandante Chávez en el 2006, obviamos que el fascismo se replantearía nuevos escenarios de guerra más refinados, preparándose para una nueva etapa golpista, desde las universidades privadas la mayoría subsidiada por la Revolución Bolivariana y que, tendría de colofón la derrota que sufrimos en 2008. Lo curioso es que de nuevo, la clase media se presenta engañada y víctima de la campaña mediática. Es decir, de nuevo los mismos personajes, el mismo guión, la misma devastación y autodestrucción. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra ¿Aprendemos de las repeticiones históricas? Hasta ahora todo indica que, en buena medida, no hemos aprendido de nuestros errores históricos.

Para resumir aún más, nos encontramos con esas mismas repeticiones históricas en un escenario complicado y con la sensible ausencia del Comandante Chávez. Todo el esfuerzo del presidente Nicolás Maduro, debe girar en torno a la unidad de las fuerzas revolucionarias, los partidos, colectivos, organizaciones sociales, pues el pueblo está obligado a cerrar filas para preservar el legado del Comandante y, más allá de nuestras fronteras, combatir con nuestros aliados el terrorismo mediático y político impuesto por el imperialismo.

Con un saldo de 29 muertos hasta hoy, que pudo haberse comprometida la revolución en el marco de una guerra civil, podemos decir que nos vamos fortaleciendo y que, en gran medida, se lo debemos a 14 años de prédica pedagógica del Comandante Chávez; es inobjetable que estamos pasando por una prueba terrible y que sin la participación y paciencia del pueblo, quién sabe si los escenarios actuales fueran de muerte y destrucción, ¡peor aún!, de intervención imperialista, escenario que no ha desaparecido totalmente de los planes del Departamento de Estado Norteamericano.

Sin embargo, nos urge una revisión y reflexión profunda, sincera, desprendida de cualquier elemento personalista o grupal, para definir:

Primero: la importancia de la masa, del poder popular, en las tareas para parir el nuevo sistema socialista de justicia, igualdad concreta. La unidad popular de todas las tendencias revolucionarias no basta si no hay incorporación definitiva del todo el pueblo para organizarse desde las bases.

Segundo: entender que los fascistas se repliegan para reorganizarse y atacar con más fuerza. Entender que las repeticiones históricas no sólo son odiosas, sino suicidas. Toda negociación con la derecha ha arrojado resultados fatales. No hay ni un solo llamado al diálogo que no haya sido respondido con mala intención. Puedo entender el diálogo como mecanismo disuasivo, incluso para desnudar su carácter fascista ante los pueblos del mundo. Pero, ante la lógica capitalista, debemos imponer la lógica revolucionaria. No vinimos a conciliar principios revolucionarios y mucho menos a hacerle concesiones al sistema del capital que estamos empeñados en erradicar.

Tercero: aquí hay leyes que deben aplicarse. La impunidad es la madre de los errores y es la principal culpable de las repeticiones históricas. No se trata de aplicarle la ley solo a los operadores terroristas que han ocasionado la devastación y autodestrucción en los sectores de clase media. También deben ser juzgados los autores intelectuales de esta anarquía que ha hecho de las suyas, destruyendo todo lo que encuentra a su paso. Es deber de la Revolución sancionar ejemplarmente a todos los culpables y empezar a hacerles entender que no hay posibilidad de cometer un delito sin que éste tenga consecuencias contundentes.

Cuarto: tiene que hacerse una revisión exhaustiva de nuestras debilidades comunicacionales. La permisividad impune de la manipulación, la alienación y la propaganda de guerra, subliminal y directa, de los medios de comunicación a la orden de la oligarquía, debe cesar. El MINCI y CONATEL tienen las herramientas y, si carecen de algunas de ellas, deben impulsarse para combatir y erradicar esos elementos perturbadores de una clase media que está obligada a recapacitar y entender que ha sido usada como carne de cañón por el fascismo. Suena feo hablar de reeducación, pero no podemos seguir complaciendo a la clase media con leyes que la favorecen y que su respuesta siga enmarcada en el revanchismo, el racismo, el anticomunismo visceral o los complejos pequeño-burgueses que la mantienen en un limbo de hipotecas e hipocresía; añorando desproporcionadamente escenarios cuarto republicanos que la empobrecieron y la permanencia cerebral de una Disneylandia alienante. Se trata de rescatar nuestros orígenes y el sentido de Patria. Se trata de rescatar los orígenes indigenistas de solidaridad, igualdad y justicia. Se trata de borrar la memoria colonial y esclavista que nos trajeron desde el otrora imperio español. Se trata de erradicar las alambradas que nos montaron hace quinientos años. Se trata de entender, si se trata de cristianismo, que todos somos iguales ante Dios y no castas impuestas desde la jerarquía religiosa. En definitiva, la clase media no puede seguir deambulando entre Dios y el diablo, poniendo a secar al sol sus miserias y entender que aquí hay un pueblo heredero de Bolívar, heredero del Comandante Chávez que no va a negociar sus principios.

La clase media, si es que debemos romper con la premisa de Octavio Paz, no puede seguir siendo “hija de la televisión”.

* Mario Silva García. Comunicador social. Ex-miembro y caricaturista de Aporrea.org. Revolucionó el periodismo de opinión y denuncia contra la derecha con la publicación de su columna "La Hojilla" en Aporrea a partir de 2004, para luego llevarla a mayores audiencias y con nuevo empuje, a través de VTV con "La Hojilla en TV".

Un mes después, un artículo de José Vicente Rangel

José Vicente Rangel - Cubadebate.- Transcurrido un mes -y unos días -desde que se iniciaran en Venezuela los acontecimientos que provocaron preocupación y molestia a la colectividad, conviene hacer ciertas precisiones.

A partir del 12 de febrero, fecha cuando una manifestación convocada por sectores de oposición se apartó de la ruta pautada y atacó la sede de la Fiscalía General  -ubicada frente a Parque Carabobo-, causando graves daños materiales a las instalaciones de la institución, así como al parque, la violencia irrumpió con características especiales. Razón por la cual juzgo importante abordar aspectos del fenómeno. Voy por parte:

Ante todo, ¿qué origina la protesta? El discurso opositor lo atribuye a problemas económicos. A una reacción ante fallas del gobierno (desabastecimiento, alto costo de vida,  dólar, etc.). Sin embargo, la motivación de la protesta no es esa. Su origen es político. Tiene que ver con la percepción de la oposición de que podía acceder al gobierno con motivo del deceso del presidente Chávez y la realización de elecciones para escoger sucesor. Este acto comicial lo vio la oposición como la oportunidad de lograr la conquista del poder. Como el instante en que se jugaba el todo por el todo, y no como una oportunidad más para transitar el cauce democrático y legal que consagra la Constitución. Capriles y sus partidarios magnificaron su fuerza electoral y se prepararon para una victoria, nunca para una derrota. Por eso que el resultado favorable a Maduro en las urnas, 300 mil votos -ventaja suficiente en la práctica democrática de cualquier país-, los desestabilizó y disparó el resorte de la violencia que en el sector salta cada vez que surgen situaciones críticas. A partir de ese momento, la oposición lanzó la consigna ¡Maduro vete ya!, con claro propósito subversivo y movilizador de su gente. Los sucesos que comenzaron el 12 de febrero y se incrementaron a partir del 18,  con motivo de la marcha convocada por los radicales de la oposición, López, Machado, Ledezma, no fueron espontáneos. Su prolongación lo confirma, y lleva a la siguiente conclusión: detrás de esos hechos hay un aparato con autonomía, suficientes recursos y entrenamiento que garantiza la agitación promovida a través de la modalidad de la guarimba guerrillera.

Hay, sin duda, un plan elaborado en detalle y una estructura insurreccional encargada de ejecutarlo. Objetivo: derrocar al presidente Maduro e instaurar un gobierno de emergencia. Esa estructura cuenta con abundantes recursos económicos, logística y conexiones internacionales que permiten montar una campaña contra Venezuela como nunca antes se había visto; sólo comparable a la que funcionó contra la Guatemala de Arbenz, el Chile de Allende, Iraq, Libia, Siria y otros casos. Esta situación introduce un cambio insólito en la política del país. La ofensiva contra el actual gobierno venezolano excede la práctica democrática. Constituye una forma de lucha derivada del empleo de un modelo que hoy se aplica a nivel mundial con resultados bien conocidos. Equiparable, por sus efectos letales, a los que se dieron en la región latinoamericana en las décadas de los 60 y 70, cuando el imperio y la derecha que lo sirve,  reaccionaron contra los movimientos de liberación nacional. La continentalización del conflicto fue la respuesta. Ahora, el formato cuenta con sofisticados recursos y ensaya prácticas inéditas en nuestro medio, cuyo precedente está en los fracasados intentos subversivos de la derecha en los años 2002-2003: 11-A, paro petrolero, guarimba, terrorismo. Seguramente que el revés del sector, dirigido por los mismos que ahora actúan, fueron analizados en profundidad y corregidos con la finalidad de ajustarlos a la presente realidad nacional.

Por tanto, no hay que subestimar lo que ocurre. Considerar, por ejemplo, en el agotamiento de los focos guarimberos significa que el peligro pasó, es un error. Ya que si bien ésta despierta reacciones adversas en los vecinos, cuenta con recursos suficientes para persistir en su actividad terrorista. El propósito es mantener la presión de calle, provocar al gobierno, desgastarlo, estimular el clima internacional hostil para aislar al país. Para que la ciudadanía, neurotizada, reaccione. Provocar fisuras en la Fanb y que el país entre en una etapa en que las presiones internas y externas rebasen a la fuerza pública y hagan saltar a las instituciones. Esta reflexión no es producto del pesimismo. Es realismo puro, basado en el convencimiento de que los factores regresivos están dispuestos a todo. A no perder la oportunidad de alcanzar sus objetivos. Las derrotas no los disuaden. Esperan pegarla algún día. La sangre nunca los ha conmovido. Como se puede ver, el desafío es colosal para el orden constitucional y democrático vigente.

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