teleSUR.- El comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán dijo que solicitó su retiro de las fuerzas militares al Gobierno nacional, tras su retención que generó la paralización del proceso de paz. Reconoció que no respetó los protocolos de seguridad al momento de desplazarse en la zona y que “daño el honor de la institución”.


El general Rubén Darío Alzate, anunció su retiro de la Fuerzas Militares de Colombia tras reconocer que evadió las medidas de seguridad requeridas para su desplazamiento en el departamento del Chocó (noreste), donde desde hace 11 meses estaba realizando operaciones en el corregimiento Las Mercedes. Su errada actuación dió al traste con sus 33 años en la milicia por lo que literalmente salió por la puerta de atrás.

“Visité el corregimiento de Las Mercedes por once meses, donde pretendía iniciar un plan seguridad en las inmediaciones del río Atrato (...) opté por patrullar con medidas que incluían no disponer de mi seguridad, razón por la iba vestido de civil", admitió Alzate en rueda de prensa.

Alzate no dejó claro cómo y por qué fue su retención, y sin dar oportunidad a los periodistas de hacer preguntas el oficial dejó mas dudas que aclaraciones sobre la obligación de cumplir estrictos protocolos de seguridad correspondientes. El general Alzate no explicó cómo un oficial experimentado con más 33 años en el ejército colombiano con conocimientos en antisecuestro cayó fácilmente en manos de la insurgencia. El corresponsal de teleSUR en Colombia, refirió que los medios de comunicación no tuvieron acceso a la rueda de prensa. El comunicado leído por el general Alzate no ahondó en las preguntas que no solamente se hizo el presidente Santos sino todo el país a raíz de su retención. En su alocución no se despejaron las dudas sobre el porqué un alto oficial se movió en zona de guerra permitiendo que fuera capturado por la insurgencia.

“El general lo que ha dicho es que quiso hacer el recorrido sin sus escoltas de seguridad, y bajo perfil para evitar ser identificado por la insurgencia, porque venían realizado desde hace once meses labores para construir una presa hidroeléctrica”, precisó Henao.

El periodista informó que los mediadores del Gobierno y los representantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo (FARC-EP), buscarán fijar una tregua navideña hasta que se den las condiciones para reanudar los Diálogos de Paz en La Habana (capital cubana).

Recordó que el general Alzate está citado en el Congreso para que explique cómo se desarrollaron los hechos antes, durante y después de la liberación por las FARC-EP.

El también comandante de la Fuerza de Tarea Titán solo resaltó que como resultado de su actuación causó daño al honor las Fuerzas Armadas y por lo tanto solicitó su retiro de la institución, lo cual es el desenlace más conveniente en estos casos.

Luego de llegar al corregimiento Las Mercedes, "realicé un recorrido (por el río Atrato) que duró aproximadamente 15 minutos (...) de momento un perro que nos acompañaba saltó de la lancha y asustó a unos niños que estaban cerca, de pronto fuimos abordados por cuatro hombres armados con fusil del frente 34 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP) que posteriormente nos secuestraron. Este hecho se considera una violación de los derechos humanos (...) durante los días que estuve secuestrado fui esposado" acotó Alzate.

Además insinuó que la operación humanitaria para su liberación encabezada por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y delegados de Cuba y Noruega, países garantes del proceso paz, fue montaje al referir que: "Fui forzado a participar en un montaje de fotos y vídeos cuando fui liberado".

Cabe destacar que delegados de las FARC-EP y habitantes del Chóco aclaron que la retención de Alzate se llevó a cabo sin armas. Tras su liberación y de sus dos compañeros no fueron maltratados, y la CIRC confirmó las buenas condiciones de salud.

Comunicado de las FARC-EP

Señor Brigadier General Rubén Darío Alzate:

La gran prensa y el anecdotario colombiano, cada día más asimilables por obra del monopolio en la propiedad de los grandes medios, suelen construir frases altisonantes con relación al conflicto colombiano. Ahora han puesto de moda aquella que, haciendo relación a su caso, habla del primer general en servicio activo que cae en manos de las FARC en cincuenta años de guerra.

Se trata de un caso excepcional y rarísimo, aunque también podría indicar que la agudeza de la confrontación empieza a afectar las más altas jerarquías del mando militar, algo impensable hasta ahora. Desde luego esta última interpretación no resulta del agrado del Establecimiento, que prefiere adjudicar el hecho al azar o incluso a su negligencia personal.

El primero en hacerlo fue curiosamente el Presidente Santos, quizás afectado por el hecho de que hubiera sido el senador Uribe el encargado de publicar la noticia. Antes que expresar algún tipo de preocupación por la vida o la libertad de un general de la República, había que salir a exigir explicaciones sobre sus motivos para estar exponiéndose de tal modo.

Sin reparar en que dicho cuestionamiento ponía en evidencia una verdad inocultable. Nadie que baje la guardia un segundo, ni siquiera el comandante de una fuerza multidisciplinaria de combate, aun en medio de su área de operaciones, se encuentra a salvo de una acción de la guerrilla en Colombia. Desalentador mensaje a la confianza inversionista.

Se dice que el senador Uribe puede moverse con libertad gracias a más de 300 integrantes de los cuerpos de seguridad del Estado que trabajan las veinticuatro horas para protegerlo. Una radiografía exacta de su seguridad democrática. Algo muy serio debe pasar en un país en el que sólo se siente seguro quien está rodeado por decenas de escoltas fuertemente armados.

Días atrás, en zona rural de Tame, una patrulla de la Fuerza de Tarea Quiron también había sido sorprendida por las FARC, que se había llevado consigo a dos soldados profesionales. El teniente y cuatro policías más del puesto de policía de la isla Gorgona en el Pacífico perecieron dos semanas después, en una acción relámpago de las FARC que sorprendió por su audacia.

Y sólo menciono acciones militares ampliamente registradas por los medios. Usted y yo sabemos que son muchas las que se presentan por todo el país, de cuya realización se evita dar cuenta. No se quiere ahuyentar capitales, ni dar protagonismo a unas FARC a las que se insiste en presentar vencidas. Su captura ha contribuido sin duda a poner las cosas en un lugar más justo.

En primer lugar en cuanto a nuestra reducción. No voy aquí a magnificar nuestras fuerzas, pero es innegable que son mayores que lo que predica a diario el señor ministro de defensa. Usted tuvo oportunidad de marchar con unidades nuestras en medio de la enorme persecución ordenada, y sabe bien que tampoco están integradas por los seres perversos descritos en los partes oficiales.

Conversó tranquila y largamente con varios de nuestros mandos y combatientes, después de ser detenido y conducido por ellos. Estoy seguro de que el tema de la paz y las conversaciones de La Habana hicieron parte de esos intercambios. Por lo que dicen nuestros muchachos al respecto, usted tampoco pareció un hombre intolerante y rudo, sino alguien con el que se podía hablar.

Un general de la República y su objetivo de alto valor sentados frente a frente, en medio del invierno implacable de la selva chocoana, quizás prefiguran lo que podía ser Colombia en un escenario de reconciliación. Si el capturado hubiera sido el nuestro, las cosas habrian sido muy distintas. Lo deseable, si queremos la paz, es que las cosas dejen de ocurrir de ese modo.

Por otra parte, su detención también brindó espacio a otras realidades. Es cierto que el Presidente Santos reaccionó precipitadamente al suspender los diálogos de paz, condicionando su reanudación a su pronta liberación. Pero también lo es que paralelamente envió en secreto un propio a plantear alternativas. Es claro que no se trata igual a un general que a unos soldados.

Ya lo habíamos constatado con los policías y militares que permanecieron largos años en condición de prisioneros de guerra a la espera de un canje por los nuestros. La opción entonces fue difamar de nuestras propuestas y acciones, sin reparar para nada en el drama de los detenidos, condenados a un prolongado cautiverio. Habría sido muy distinto con un diálogo al respecto.

En realidad todo en Colombia hubiera sido muy distinto si la oligarquía liberal conservadora dominante hubiera aceptado dialogar en busca de soluciones pacíficas y democráticas a los diversos problemas generados en la Colombia rural. Para la historia quedaron las múltiples peticiones elevadas en ese sentido por los campesinos de la colonia agrícola de Marquetalia.

Todavía seguimos destinados a suministrar recursos energéticos, mineros y de biodiversidad a los grandes centros de la economía mundial, a la vez que a ser receptores de las mercancías producidas en ellos, hasta el extremo de que los alimentos locales y la economía campesina que los produjo en el pasado, se hallan condenados a desaparecer en beneficio de la importación.

Intereses ajenos a nuestra realidad, como la guerra fría, impusieron la doctrina de seguridad nacional a las fuerzas armadas colombianas, con sus correspondientes secuelas de violaciones a los derechos humanos y el alzamiento armado, situación que se agravó aún más con la imposición de las llamadas guerras contra las drogas y el terrorismo, que no eran ni de cerca nuestras.

Es hecho comprobado que la noción de narco guerrillas ideada por el embajador norteamericano Lewis Tambs en 1984, cuando vinculó sin el menor respaldo probatorio a las FARC con el famoso complejo cocainero de Tranquilandia, no tenía otro propósito que disimular la alianza entre el Pentágono, la CIA y las mafias colombianas para dotar de armas a la contra de Nicaragua.

Pero aunque el propio Congreso estadounidense descubrió y publicó la trama que vinculaba al gobierno de Ronald Reagan y a Lewis Tambs con los carteles de Medellín y Cali, en un sucio negociado que enriqueció al extremo a personajes como Gonzalo Rodríguez Gacha y Pablo Escobar, fuimos las FARC quienes terminamos cargando el famoso sambenito.

Triste papel le ha correspondido desempeñar a las fuerzas armadas colombianas, convertidas en un simple apéndice de Norteamérica, en fenómenos criminales como la desaparición forzada, las ejecuciones extrajudiciales, el paramilitarismo, el desplazamiento y el destierro de centenares de miles de compatriotas, sólo para servir a intereses geopolíticos de los Estados Unidos.

Las FARC-EP estamos empeñadas desde siempre en la reconstrucción y reconciliación nacional, sobre bases de soberanía, independencia, desarrollo económico y justicia social. Fuimos obligados a hacer la guerra, por lo que estamos dispuestos a dejarla si realmente se garantiza en nuestro país el debate libre y abierto de ideas, sin odios ni persecuciones. Si se abre la democracia real.

Creemos, general Alzate, que alguna voz cuerda debe brotar del seno de las fuerzas armadas, tras medio siglo de fallidas operaciones para exterminar la oposición política. Las viejas concepciones de la guerra total deben ceder ante otras nociones de seguridad que enfaticen en los verdaderos intereses nacionales, los de las grandes mayorías, no los de unas élites adineradas y egoístas.

Nuestro comandante Manuel Marulanda Vélez siempre mostró interés por dialogar con los mandos militares sobre el tema de la paz, lo cual nunca se ha permitido bajo la excusa de que las fuerzas armadas no son deliberantes. Ustedes saben tan bien como nosotros que no es así. Su voz pesa y define muchas cosas. Es mucho lo que podríamos hablar sobre eso.

TIMOLEÓN JIMÉNEZ

COMANDANTE DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP

Montañas de Colombia, 30 de noviembre de 2014.

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