En la Cumbre de los Pueblos en Bruselas uno de los puntos centrales del debate transformador ha sido el papel de las corporaciones mediáticas y los caminos para democratizar la comunicación. El artículo quiere ilustrar cómo el proceso bolivariano en Venezuela representa una lección para conseguir este objetivo.

Davide Angelilli y Bruno Carvalho - Cubainformación.- A comienzos de este siglo, América Latina y especialmente Venezuela se han convertido en el eje central de una confrontación entre diferentes bloques de poder y diferentes proyectos políticos. Una confrontación que parece cada día más dura y violenta, en la que el papel de la información, de los aparatos mediáticos, juega un papel central y decisivo.


Sin ir más lejos, el pasado mes de febrero, el gobierno Bolivariano de Venezuela denunció un “plan golpista”. En dicha denuncia, el mandatario, Nicolás Maduro, reveló a la prensa los detalles de esta supuesta estrategia elaborada por “los sectores más fascistas de la oposición, vinculados al imperialismo norteamericano”. El presidente afirmó que estos sectores querían bombardear el palacio presidencial de Miraflores, el Ministerio de Defensa y Telesur.

Informar para transformar

Telesur es una herramienta mediática que se autodefine como “un multimedio de comunicación latinoamericano de vocación social orientado a liderar y promover los procesos de unión de los pueblos del SUR. Un espacio y una voz para la construcción de un nuevo orden comunicacional que busca darle un espacio a los que no son escuchados en las grandes cadenas de noticias.”

Solamente un año antes de la creación de Telesur, el gobierno de Venezuela y la República de Cuba habían ya formalizado la creación de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América: el ALBA, que hoy en día reúne doce países miembros en el área latinoamericana y caribeña, y tres países observadores. Los gobiernos del ALBA -especialmente Bolivia, Ecuador y Nicaragua además de los dos que dieron vida al proyecto- comparten la voluntad de alcanzar la soberanía a través de la integración regional en América Latina.

En la primera Cumbre de La Habana, los gobiernos ratifican la necesidad de defender: “la cultura latinoamericana y caribeña y (…) la identidad de los pueblos de la región, con particular respeto y fomento de las culturas autóctonas e indígenas.” Dentro del mismo punto, anuncian la “Creación de la Televisora del Sur (TELESUR) como instrumento alternativo al servicio de la difusión de nuestras realidades.

¿Pero, por qué vincular el proceso de integración regional con la creación de un medio de comunicación alternativa?

Diferentes estudios definen el sector de la comunicación latinoamericano cómo un “latifundio mediático”, poniendo el énfasis en la fuerte concentración de los medios de información en pocos conglomerados empresariales. El grupo mexicano Televisa, el grupo Cisneros de Venezuela, Globo de Brasil y, para terminar, el grupo Clarín de Argentina son los principales dueños de la industria de la comunicación latinoamericana.

Como consecuencia de los procesos económicos y políticos vinculados a la mundialización del modelo neoliberal, estos grupos –al igual que las principales corporaciones mediáticas mundiales- están caracterizados por la primacía de la lógica comercial sobre la ética y la política. Por otra parte, estas corporaciones mediáticas latinoamericanas son dependientes, como otros sectores económicos del continente, de poderosos agentes económicos de origen extranjero. Cómo escribe Ramírez en “América Latina, el gran latifundio mediático”: “concentración y dependencia, como tantas otras veces en la historia del continente, se encuentran aquí también para dibujar otra faceta de la globalización.” En otros términos, estos grupos dependen de latifundios más grandes, de monopolios extranjeros, principalmente basados en Norte América. Por ejemplo, el 18 % de las acciones del grupo Clarin de Argentina son propiedad del banco estadounidense Goldman Sachs.

Es por eso que el proyecto bolivariano de romper la dependencia regional a través de una integración entre los países latinoamericanos choca frontalmente con los intereses de las grandes corporaciones mediáticas, vinculadas a los poderosos actores económicos multinacionales con origen y dependencia fuera de la región.

Pero no se trata simplemente de geopolítica. Ya que en el fondo está la oposición de unas oligarquías a la emancipación de los pueblos.

La democratización de los medios en Venezuela

“Este es uno de los problemas más grandes de la revolución: no comunicamos, no sabemos comunicar”, afirmó el comandante Hugo Chávez hace años, pocas semanas antes del Golpe de Estado de 2002. Saber hacerlo es fundamental, decía, para neutralizar la campaña de los medios privados contra la revolución. Entonces, el monopolio mediático de la oligarquía era aplastante. Darle la voz al pueblo y democratizar la comunicación social fue uno de los logros del proceso bolivariano. Y si es verdad que parte de la campaña mediática de los medios internacionales se enfoca en hacer pasar la idea de que el gobierno bolivariano monopoliza y censura la comunicación, los datos contradicen esa falsa realidad.

Al contrario, es verdad que la derecha trató de cerrar los medios estatales durante el Golpe para imponer al pueblo venezolano una sola versión de los hechos. También es verdad que el tratamiento mediático de los medios privados fue de tal forma escandaloso que llevó a la salida de Andrés Izarra, uno de los principales responsables de la estación de televisión RCTV. Y otra dura verdad es que a pesar de la radicalización del proceso como respuesta institucional y popular al intento de derrocar el legítimo presidente de Venezuela, el retrato actual de los medios sigue siendo desequilibrado en favor del sector privado. La mayoría de los venezolanos tiene televisión de pago y accede a cientos de canales privados. Es más, la audiencia indica que los canales privados son los más visionados. Aunque al largo de los años los canales públicos vayan ganando cada vez más televidentes.

En la prensa escrita y en la radio, no hay duda. Los medios nacionales más leídos y las emisoras más escuchadas están todos en manos de grupos privados.

En el ámbito televisivo nacional, en señal abierto, el Estado detiene cinco canales: TVes, Telesur, VTV, ANTV y Avila TV. Por su turno, los canales privados son seis, entre los cuales se destacan Globovisión, Televen y Venevisión, que representan otro “latifundio mediático” dentro los confines del mercado venezolano. Todas estas estaciones pertenecen a importantes actores empresariales que no solamente actúan en el ámbito de la comunicación. Por ejemplo, la empresa de comunicación Venevisión forma parte del ya mencionado Grupo Cisneros, con una importante participación, más allá del sector cultural, en el campo de la tecnología, bienes y servicios. Cómo recordó Geraldina Colotti en un artículo para el periódico italiano “Il Manifesto”, Gustavo Cisneros está entre los quinientos supermillonarios del mundo y muchos lo consideran además el actor principal detrás de la tentativa de Golpe de Estado contra Hugo Chávez en el 2002.

Estos grandes medios de comunicación privados están preocupados por la consolidación del horizonte socialista del chavismo. Para hacer frente a la oposición de estas oligarquías, la estrategia del gobierno bolivariano ha sido aquella de construir una hegemonía mediática. El gobierno ha actuado en dos líneas principales: la “reorientación” de los medios de propiedad pública y la creación de un sistema de información comunitario y alternativo, favorecido por el consenso popular.

Dentro de esta estrategia anti-oligárquica y emancipadora se sitúa Telesur, cuyo contenido le caracteriza para ir más allá de un noticiero. Además de lo informativo, se trasmite y publica contenido formativo: opiniones, análisis políticos y sociales, videos y material audiovisual en general producido por artistas, directores de cine, periodistas latinoamericanos. Todo esto según una visión de integración entre los pueblos del Sur. Sur que en la página oficial es definido como un “concepto geopolítico que promueve la lucha de los pueblos por la paz, autodeterminación, respeto por los Derechos Humanos y la Justicia Social”.

En términos Gramscianos, Telesur sería una herramienta para construir consenso alrededor del proyecto bolivariano de integración entre los países de la región, y alrededor del proceso de trasformación estatal. Según el pensamiento de Gramsci, en las sociedades modernas es central la cuestión de la hegemonía cultural. Si bien el pensador italiano compartía con Marx la primacía de las relaciones económicas, subrayaba el papel estratégico de la comunicación a la hora de conservar o revolucionar las relaciones sociales que derivan de un determinado modo de producción. Basándose la dominación de un bloque social sobre otro, no ya solamente en la coerción, sino que también en la “construcción del consentimiento” popular.

Para finalizar, tenemos que dar por sentado que Telesur es solo un ladrillo más de la estrategia mediática del gobierno bolivariano, especialmente en el campo nacional.

Los medios comunitarios y alternativos de Caracas

En los últimos años, ha sido cada vez más fuerte la apuesta por la creación y consolidación de una red de medios alternativos y comunitarios, muchos de ellos subvencionados por el Estado, que buscan crear un sistema de información autogestionado por los movimientos sociales. Es de suma importancia subrayar que el proceso de democratización de la información en Venezuela está siendo caracterizado por la redistribución del peso mediático en favor de las comunidades, y que esto se está llevando a cabo paralelamente con la consolidación del poder político popular.

En el año 2000, se ha reformado la Ley Orgánica de Telecomunicaciones, que fue un primer paso hacia la implementación de una red de medios alternativos y comunitarios. Desde entonces, se han multiplicado estas experiencias y se han muchos pasos hacia delante, a pesar de la fuerte oposición de las oligarquías. Lo que preocupa a la derecha venezolana e internacional no es solo que el Estado asuma en sus manos herramientas para comunicar. Le preocupa que, cada vez más, el pueblo se empodere de forma comunicativa. Cuando ya está encima de la mesa un proyecto de ley para abrir camino a los medios alternativos, populares y comunitarios, la oposición reclama.

¿Por qué protestan los representantes de los grandes grupos económicos y financieros ante la voluntad del gobierno de darle al pueblo herramientas mediáticas que le permitan hacer oír su voz? Es comprensible si pensamos que fue largo el silencio embrutecedor en que vivían los pobres en los barrios y en los pueblos marginados del interior de Venezuela.

Hoy, al mismo tiempo que se organizan, construyen proyectos comunicativos de televisión, radio, prensa escrita y digital. Una realidad tan lejana de aquella que viven los europeos y estadunidenses – cuyo modelo económico y político es seguido por la oposición venezolana – nos debería hacer pensar sobre quiénes viven de verdad en democracia mediática, y quienes viven en una dictadura en que no hay más prensa que aquella que transmite los intereses de una minoría privilegiada.

La emisora Al Son del 23, ubicada en la parroquia caraqueña 23 de Enero, es uno de los ejemplos de empoderamiento de un sector popular históricamente comprometido con las ideas de la revolución. Con todo el simbolismo que eso representa, la radio fue construida en un antiguo cuartel donde la policía disparaba contra los bloques del barrio. Ahí, donde cientos de activistas fueron detenidos y torturados, se emite la programación para dar voz a los que antes eran marginados. Información, política, deporte y cultura dominan la frecuencia hertziana que ocupan; el producto final daría envidia a muchas de las principales emisoras europeas, preocupadas más con los lucros que con los contenidos que emiten. Por ejemplo, Aló 23 -que es un programa dirigido por Gustavo Rodríguez, un viejo combatiente guerrillero y prestigioso vecino del barrio- es un importante espacio de análisis político. Así, las clases populares se acercan a los temas de la actualidad política con un enfoque alternativo y desde abajo. El hermano de Víctor Jara, la hija de Luis Carlos Prestes, entre otras y otros testigos históricos de la rebeldía latinoamericana, pasaron por este importante medio autogestionado. Pero también Rectores de Universidades, Directores de Institutos público pasan por Aló 23. Así, el conocimiento teórico de las y los intelectuales, se saca de la academia para que sea socializado en los barrios populares.

A veces, las ganas de armarse con herramientas que les permitan comunicar hacen que los pueblos utilicen su imaginación y creatividad. Este es el caso de la radio Favela. Inspirados por la película brasileña así titulada, un colectivo de la parroquia El Valle decidió montar bafles por todo el barrio. Rompiendo con la necesidad de un emisor, los jóvenes construyeron una emisora artesanal cuya programación no se escucha en las casas con los equipos de radio, sino en las calles.

Más allá de las emisoras de radio y televisión, diferentes colectivos diversifican las formas de combate a la que llaman la “guerra mediática”. Para contrarrestar los medios de la derecha, crean alternativas audiovisuales a través de internet como El Arañero. O llenan las paredes y muros del país de carteles y murales. Por ejemplo, Comando Creativo es un colectivo de artistas que se expandió por toda Venezuela. Su filosofía es llevar los mensajes del proceso bolivariano a las paredes de las ciudades venezolanas. En este momento, hay muchas instituciones públicas que piden el apoyo de este grupo de artistas revolucionarios, para difundir los valores socialistas, de paz con justicia social, en los barrios urbanos. Así, en la ciudad donde nació Alí Primera, apareció un mural gigante que recuerda al pueblo la historia del mágico cantante venezolano. En otra ocasión, justo un día después de la ratificación de las sanciones estadounidenses a Venezuela, aparecieron en distintas paredes del Estado dibujos de Obama. En la obra con el título ''la diplomacia del imperio” el presidente de Estados Unidos era caracterizado con un maletín lleno de misiles. Uno de los miembros de Comando Creativo contaba que un día organizaron un taller en Caracas y que vinieron participantes de distintas ciudades, uno de estos le llamó una semana después contando que había hablado con sus camaradas de la fábrica donde trabajaba; habían decidido crear otro núcleo de Comando Creativo. Todas las semanas, después del trabajo, recorrían las calles de su ciudad para darles voz. Y un día, abrieron un espacio dentro de la fábrica para apoyar las actividades del núcleo.

En otros casos, es el apoyo institucional lo que puso en marcha la comunicación popular. Un conocido rapero, Truko, es uno de los responsables de un estudio musical público, que el Instituto Municipal de Juventud de Caracas ofrece a todos aquellos que no tienen un sitio para grabar. Ahí mismo, hay talleres de serigrafía y se impulsan actividades para incorporar a la juventud en la participación democrática. Es decir, ejercer una ciudadanía que vaya más allá de votar cada cuatro años, que implique la transformación social y política de Venezuela, construyendo desde las bases una nueva forma de organización. Truko es parte de una nueva generación de raperos emergentes que entran dentro de la nueva estrategia comunicacional en Venezuela. En sus letras, cantan lo que los medios privados de comunicación han silenciado históricamente, y que siguen ocultando a la mayoría social. El hip hop, como toda la cultura underground de las nuevas generaciones venezolanas comprometidas con la Revolución, recuerda las corrientes del neorrealismo en Europa. A través de la expresión artística, se trasmite al pueblo una visión real de la sociedad, junto a los valores para transformarla.

Como nos explicó el director de Cubainformación, José Manzaneda, contar objetivamente -no neutralmente- la complejidad de la realidad y de los procesos, requiere un enfoque profundo más allá de los ámbitos gubernamentales. Requiere una participación protagónica en los movimientos y en las organizaciones populares, tanto de las comunidades urbanas como de las rurales. Justamente eso es lo que está haciendo el Poder Popular de la Revolución Bolivariana.

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