Videos Cuba Hoy.- “Seguramente, la unión es lo que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración”, anunciaba Simón Bolívar en La Carta de Jamaica. Doscientos años más tarde, esta idea sigue siendo la estrategia necesaria para la integración de los pueblos de América Latina y el Caribe. 


Para el Doctor en Ciencias Históricas Elier Ramírez Cañedo, los procesos integracionistas en nuestra región, han constituido siempre un obstáculo para la política exterior norteamericana.

La Batalla diplomática y política en torno a la Crisis de Octubre. El papel de la ONU (I)

Elier Ramírez Cañedo - Cubadebate 

Sin duda, la llamada Crisis de los Misiles o Crisis de Octubre es dentro de la confrontación histórica entre Cuba y los Estados Unidos, el incidente más peligroso por el que atravesaron ambos países y el mundo durante el período de la Guerra Fría. Este hecho ha sido ampliamente abordado por la historiografía cubana y extranjera. Sin embargo, en este trabajo, además de ir llevando el hilo de los acontecimientos de aquellos días cargados de tensión, abordaremos un aspecto de la crisis que fue de extraordinaria importancia y que influyó indiscutiblemente en sus derroteros: la batalla diplomática y política y el papel de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Limitada en sus posibilidades de manifestación militar a la toma de algunas medidas que dieran cierta capacidad de respuesta a los planes agresivos de Washington y mantenida al margen del proceso de negociación entre la URSS y los Estados Unidos, el papel protagónico de Cuba durante la crisis de octubre se centró en el terreno político y diplomático.

Es conocido, que para aquel tiempo, los artífices de la agresividad contra la Isla en la política norteamericana estaban deseosos de cobrarse el fiasco de Girón, por lo que ya tenían diseñado un plan –conocido como Plan Mangosta¹ – que contemplaba en su última fase la invasión a Cuba en gran escala para octubre de 1962, utilizando las fuerzas armadas de los Estados Unidos². Este peligro eminente, conocido por las autoridades de la Isla y de la URSS influyó en el paso dado por los soviéticos en mayo de 1962 de proponer la instalación de cohetes nucleares de corto y mediano alcance en Cuba, pero al parecer, los motivos más profundos del premier soviético, Nikita Jruschov, al dar ese paso tan arriesgado, estuvieron relacionados con la intención de disminuir la brecha nuclear existente entre la URSS y Estados Unidos, con amplia ventaja para esta última nación, aspecto que desconocía la máxima dirección de la Isla en aquellos momentos. El secretario de Defensa de la administración Kennedy, Robert McNamara, reveló en la Conferencia Tripartita sobre la Crisis de Octubre, celebrada en Moscú en enero de 1989, que en el momento que estalla la crisis ellos poseían 5000 ovijas nucleares, mientras los soviéticos apenas contaban con 300, para una correlación aproximada de 17 a 1. En cuanto a los bombarderos B-47 y B-52, la correlación era de casi 10 a 1 favorable a los Estados Unidos. También se afirma que en 1962 el Pentágono poseía 377 cohetes estratégicos –en tierra y mar- y estaba en marcha la construcción de otros 1 000 más avanzados del tipo Minuteman, mientras que la URSS el primero de enero de ese año solo contaba con 44 cohetes intercontinentales, 373 de alcance medio y 17 de alcance intermedio³. Pero el balance estratégico favorecía también a los estadounidenses en su capacidad de realizar un primer golpe nuclear a la URRS, debido a los misiles nucleares que habían desplegado en Turquía e Italia. Sobre estos emplazamientos tan peligrosos para la URSS le señaló Jruschov a Alexander Alexeev, nombrado embajador en la Isla: “…tenemos que pagarle con la misma moneda –a los Estados Unidos-, darles a probar su propio remedio, y obligarlos a sentir en su propio cuerpo lo que significa vivir colimados por armas nucleares”4. Evidentemente se estaba refiriendo a la colocación de armas nucleares estratégicas en la isla de Cuba.

La manera en que Jruschov actuó después, al producirse la crisis, cuando sin contar con la dirección cubana negoció con Kennedy la salida de los cohetes nucleares de la Isla, y peor aún, de manera subrepticia negoció esa salida a cambio de la retirada de los misiles nucleares estadounidenses ubicados en Turquía e Italia, dejan mucho que desear sobre las verdaderas o fundamentales motivaciones que tuvo Jruschov a la hora de proponer a los cubanos la instalación de los cohetes en Cuba. ¿Qué tenían que ver los cohetes de Turquía e Italia con la defensa de Cuba? ¿Por qué no exigió se devolviera a la Mayor de las Antillas el usurpado territorio de la Base Naval de Guantánamo, se eliminara el bloqueo económico, u otros aspectos que sí se ajustaban a los intereses de la Isla?

A pesar de que en las concepciones defensivas ya elaboradas para entonces por parte de la máxima dirección cubana, los misiles nucleares no estaban comprendidos, y de la conciencia de los líderes cubanos de que su presencia en el territorio insular podía afectar el prestigio de la Revolución, se aceptó la instalación de los cohetes, a partir de que se cumplía con un principio ineludible de apoyo internacionalista con el Campo Socialista y la URSS en particular, sobre cuya amistad no existía la menor duda, porque la había demostrado muchas veces. Se trataba entonces, de que si la URSS había estado siempre dispuesta a ayudar a Cuba en los momentos más críticos, no se podían esgrimir intereses nacionales estrechos, cuando los que estaban en juego eran los intereses del Campo Socialista como un todo y por supuesto, vistos en un sentido más estratégico, los de la capacidad para defender a Cuba también.

Mucho se perdió en el terreno moral, político y diplomático cuando los soviéticos decidieron que la instalación de los cohetes nucleares en Cuba se hiciera de manera secreta, y solo hacerla pública cuando fuera un hecho consumado, al que Estados Unidos supuestamente tendría que resignarse. El líder de la Revolución Cubana defendió en todo momento que la operación se hiciera pública bajo el respaldo del derecho internacional, pues no había nada ilegal en ello. Aunque mantuvo el criterio de que los soviéticos eran los que debían tomar la decisión final, por consideración a su gran experiencia internacional y militar.5 

Coincidiendo con Fidel, en un interesante testimonio ha señalado Georgi Bolshakov, -quien fuera funcionario de prensa de la embajada soviética en Washington y que actuó en aquel momento como enlace secreto en las comunicaciones entre Kennedy y Jruschov: “(…) Los norteamericanos habían instalado ya hacía tiempo sus misiles en nuestras narices, en Turquía. No era secreto alguno. Lo sabía el mundo entero, incluida la Unión Soviética. Pero nuestro secretismo intencionado ponía trabas a la diplomacia soviética, pues cada vez que se tocaba el tema de Cuba surgía necesariamente esta interrogante: ¿hay misiles soviéticos en Cuba? El hecho de negarlo fue utilizado de la única manera: mentira. Ello prendía fácilmente en las mentes de la población norteamericana. Cundía la desconfianza hacia nuestra actitud. Quizás por esa razón, el presidente Kennedy logró, antes de la planificada invasión a Cuba, asegurarse el apoyo de la Organización de Estados Americanos y de varios países de Europa como Gran Bretaña, la RFA y Francia”.6

Muy interesante es conocer, para respaldar los sabios criterios que tenía en aquella coyuntura el Comandante en Jefe Fidel Castro, que Abram Chayes, consejero legal del Departamento de Estado durante la administración Kennedy, declaró posteriormente que su oficina, consultada sobre la legalidad de las instalaciones de los cohetes nucleares, siempre mantuvo que era legal. “En realidad –expresó- nuestro problema legal era que la acción soviética no era ilegal”. Asimismo, dos de los colaboradores más íntimos de Kennedy, Theodore Sorensen, consejero especial y McGeorge Bundy, Asistente Especial del Presidente para asuntos de Seguridad Nacional, manifestaron que si se hubiera anunciado en septiembre en las Naciones Unidas que, la Unión Soviética defendería a Cuba con proyectiles nucleares, “hubiera habido una situación totalmente diferente” (Bundy) y “ciertamente hubiera sido más difícil para nosotros” (Sorensen)7. Pero finalmente fue fácil para Kennedy presentar el asunto a la opinión pública, haciendo énfasis en lo repentino, secreto y engañoso del despliegue de los cohetes nucleares, “legitimando” con ello las acciones agresivas contra la Isla que se implementarían, así como las adulteraciones y violaciones del derecho internacional que las mismas implicaban.

Otro elemento que dio ventaja política y diplomática a la administración Kennedy fue la errada táctica soviética de responder a todos los ataques sobre el envío de armas a Cuba asegurando que éstas eran de carácter defensivo, cuando para los estadounidenses la cuestión no estaba dada en el propósito de su empleo, sino en su capacidad para alcanzar el territorio continental de los Estados Unidos. Por eso, cuando estalló la crisis Kennedy se presentó exitosamente a la opinión pública como un hombre engañado.8  Sobre este particular ha destacado Fidel: “Nosotros nos negamos a entrar en ese juego y las declaraciones públicas que hizo el gobierno y en las declaraciones en Naciones Unidas, siempre dijimos que Cuba consideraba un derecho soberano disponer del tipo de armas que considerara convenientes y nadie tenía derecho a establecer qué tipo de armas podía o no podía tener nuestro país. Nunca entramos en la negación del carácter estratégico de las armas, nunca. No estábamos de acuerdo con ese juego (…)”9.

En los preludios de la crisis la batalla diplomática y política se fue haciendo cada vez más encarnizada. Cuba condenaba en todos los foros internacionales los planes de agresión militar que se tejían desde Washington contra la Isla, mientras que los Estados Unidos presionaban cada vez más para aislar a la Revolución Cubana y presentarla como un terrible cáncer para el hemisferio, plateando que su régimen marxista-leninista era incompatible con el sistema interamericano y que Cuba era un satélite de la URSS, por lo tanto, un peligro para la seguridad nacional de los Estados Unidos y para todo el continente. Toda esta campaña diplomática del gobierno de los Estados Unidos contra la Revolución Cubana, había devenido ya desde enero de 1962 en la suspensión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA), en la VIII Reunión de Consulta de Cancilleres celebrada en Punta del Este, Uruguay.

Entre los días 20 y 21 de septiembre de 1962, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se produjo un enconado enfrentamiento diplomático entre los Estados Unidos y Cuba, esta última respaldada por la URSS, en el marco de la XVII Asamblea General. El secretario interino de la ONU, el birmano U Thant, sugirió la inclusión del llamado “caso de Cuba” en el orden del día de la reunión, pues la cuestión gravitaba demasiado sobre el panorama internacional, máxime, cuando estaba aún fresca la tinta de un comunicado soviético (11 de septiembre), reiterado posteriormente por Jrushchov, que advertía que una agresión a Cuba significaba la guerra con la URSS. A pesar de que los representantes de los Estados Unidos no eran proclives a que el tema se discutiera en la ONU, pues en su criterio este caso entraba en la jurisdicción de la OEA -donde ellos eran acusadores, fiscales, jueces y jurados-, tuvieron que ceder ante el consenso existente de que fuera tratado el tema.

El representante de los Estados Unidos, Adlai Stevenson, al hacer uso de la palabra en la sección del 20 de septiembre, lanzó todo tipo de improperios contra Cuba, describiendo a la Isla como un grave peligro para la paz de América. La réplica relampagueante del embajador cubano en la ONU, Mario García Inchaústegui, vino luego, planteando que Stevenson era el mismo que otrora había negado en las Naciones Unidas la participación yanqui en la aventura de Playa Girón, al mismo tiempo que denunciaba las agresiones de los Estados Unidos y la invasión a gran escala que se maquinaba en esos días en la Casa Blanca contra la Mayor de las Antillas:

“El presidente de la delegación norteamericana acusa a nuestro gobierno de llevar a cabo una campaña de difamación, vituperación y subversión contra sus vecinos. Estas palabras las pronuncia ante esta augusta asamblea quien desde esta misma tribuna encubrió la agresión de su gobierno contra nuestro pueblo, negando una agresión que días después confesaba el propio presidente de los Estados Unidos.(…) Ahora el presidente de la delegación norteamericana vuelve a sus andadas, y en el instante en que su gobierno, bajo una histeria general guerrerista amenaza a un pequeño, pero valeroso pueblo, viola su espacio aéreo y marítimo, infiltra grupos de sabotaje y envía a sus mercenarios a atacar nuestras costas, este señor delegado de este gobierno acusa a nuestro gobierno de ataques verbales a nuestros vecinos y de subversión”10.

Al día siguiente, también resonaron las palabras de apoyo a la posición cubana del canciller soviético Andrei Gromyko:

“Los delegados que asisten a la Asamblea General indudablemente han tenido tiempo de darse cuenta de la histeria de guerra creada en torno a Cuba, que aumenta cada día que pasa en los Estados Unidos, y de la campaña de odio contra los cubanos que se observa en los periódicos, la radio y la televisión norteamericana. Se ha llegado al extremo de publicar una lista de pretextos que podían utilizarse para una invasión a Cuba. Esta lista incluye todo lo que existe bajo el sol (…).
¿Pueden las Naciones Unidas reconciliarse con un sistema en que uno de sus miembros declara en alta voz tener el derecho de atacar a otro país que también es miembro de la organización? Y todo esto se hace porque el orden interno de ese país no está de acuerdo con la manera de pensar del Gobierno de Estados Unidos y no es de su gusto. No; estas declaraciones no pueden desatenderse. Esto equivale, verdaderamente a minar los cimientos sobre los cuales pueden descansar las Naciones Unidas”.11

Gromyko terminó su intervención advirtiendo que un ataque contra la Isla desde territorio norteamericano tendría consecuencias funestas contra la paz mundial, ratificando el comunicado soviético del 11 de septiembre de 1962.

Por otro lado, los representantes de Guatemala y Panamá, apoyaron la posición norteamericana, mostrando su servilismo a Washington. El enviado panameño llegó incluso a presentar una iniciativa a la asamblea sugiriendo la creación de un frente unido con participación de las platanocracias de Haití, Santo Domingo, Colombia y Venezuela, para “resistir la amenaza cubana”.

El 29 de septiembre, el Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario publicó en la prensa su respuesta a una Resolución Conjunta del Congreso de los Estados Unidos, mediante la cual se concedía al presidente Kennedy la facultad del uso de las armas contra Cuba, si esta extendía sus actividades subversivas o agresivas a cualquier parte del hemisferio y creaba una capacidad militar de apoyo externo que pusiera en peligro la seguridad de los Estados Unidos. La declaración del Gobierno Revolucionario hacía historia de todas las agresiones de los Estados Unidos contra Cuba y desmontaba los falsos ataques de subversión en el hemisferio. También enfatizaba:

“Si el Gobierno de Estados Unidos no albergara intenciones agresivas contra nuestra patria, no le interesaría la cantidad, calidad, o clase de nuestras armas.
“Si Estados Unidos fuese capaz de dar a Cuba garantías efectivas y satisfactorias con respecto a la integridad de nuestro territorio y cesara en sus actividades subversivas y contrarrevolucionarias contra nuestro pueblo, Cuba no necesitaría fortalecer su defensa, no necesitaría siquiera ejército, y todos esos recursos que ello implica los invertiríamos gustosamente en el desarrollo económico y cultural de la nación.
“Cuba ha estado siempre dispuesta a discutir con el gobierno de Estados Unidos y hacer lo que estuviese de su parte si encontrara en el gobierno de Estados Unidos una actitud recíproca para disminuir la tirantez y mejorar las relaciones”.12

Ya a inicios del mes de octubre, Dean Rusk, secretario de Estado de los Estados Unidos, quiso aprovechar el marco de la XVII Asamblea de la ONU, para realizar una reunión a puertas cerradas con sus fieles peones de América Latina con el objetivo de aumentar el cerco diplomático y económico a la Isla y preparar el terreno para una agresión directa. En ese encuentro que se realizó en Washington, Rusk presentó un memoradum de 5 puntos:

1-Revisión de las relaciones comerciales entre los países Latinoamericanos y Cuba.
2-Medidas para impedir que los buques mercantes latinoamericanos transporten armas o materiales estratégicos a Cuba.
3-Un llamamiento conjunto a los países miembros de la OTAN para que sus embarcaciones no transporten mercancías de ningún género a Cuba.
4-Intensificación de las medidas de represión en América Latina.
5-Organización de una comisión del caribe para acciones de vigilancia en torno a Cuba.

Participaron en la reunión 16 cancilleres de la región y 3 representantes de menor jerarquía oficial: los de México, Brasil y Argentina. Se planteó en el encuentro que el problema de mayor emergencia era la intromisión chino-soviética en Cuba, pues esto no era más que un ensayo dirigido a convertir a la Isla en base armada para la penetración del comunismo en América y de acción subversiva contra las instituciones democráticas del continente. 

Uno de los momentos más álgidos dentro de la controversia diplomática antes del estallido de la crisis, se produjo el 8 de octubre de 1962 cuando el presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado, subió al podio de las Naciones Unidas para acusar una vez más a los Estados Unidos por las agresiones realizadas y por los planes de invasión que se perpetraban en la Casa Blanca contra el archipiélago cubano. En esa ocasión, Dorticós también recalcó con firmeza el derecho de Cuba a armarse como lo estimase necesario para defender su territorio de las agresiones de los Estados Unidos. Reafirmando las ideas contenidas en la declaración del Consejo de Ministros del 29 de septiembre, señaló:

“…el Congreso norteamericano legitima previamente el uso de las armas, la agresión armada a nuestro país, para impedir en nuestro territorio la creación o el uso de una capacidad militar que ponga en peligro la seguridad de los Estados Unidos.
¡Cuba, poniendo en peligro la seguridad de una gran potencia! ¡Cuba, la agredida, Cuba la invadida, llena de pánico a los señores dirigentes de esta gran potencia!
Yo creo que no es necesario subrayar la fuerza de ridículo y el carácter absurdo de esta declaración, ante los señores Delegados. (…) Frente a esto ¿qué tenemos que decir? Diremos, señores delegados, ¡que Cuba sí se ha armado!; ¡tiene el derecho de armarse y defenderse! Y la pregunta que importa es esta: ¿Por qué Cuba se ha armado? Es innegable que hubiésemos querido destinar todos esos recursos humanos y materiales, todas esas energías que hemos tenido que emplear en el fortalecimiento de nuestra defensa militar, para el desarrollo de nuestra economía y de nuestra cultura.(…) ¿qué hubiese ocurrido, si no hubiésemos fortalecido nuestra defensa militar, cuando una división, armada y entrenada por el gobierno de Estados Unidos invadió nuestro país por Playa Girón? (…)Si Estados Unidos fuese capaz de dar garantías de palabras y garantías en los hechos, de no realizar agresiones contra nuestro país, declaramos aquí solemnemente, que sobrarían nuestras armas y nuestro ejército, porque queremos la paz y crear en la paz”.

“Por otra parte (…), no estamos obligados por nada a dar cuenta al Congreso norteamericano respecto a los que hacemos para defender nuestra integridad territorial. Nos armamos en la forma que creamos conveniente para defender nuestra nación, no para agredir a nadie. Y no tenemos –repito-que rendir cuentas para ello a ninguna potencia, ni algún Congreso extranjero. Seguiremos, mientras las circunstancias dramáticas lo exijan, fortaleciendo nuestra defensa militar para defendernos, y no para agredir a nadie. Si nos atacan, encontrarán la resistencia de nuestras armas, y también la resistencia de nuestro patriotismo”.13

Y dirigiéndose a la delegación estadounidense a cuyo frente estaba el embajador Stevenson, exclamó: “…en esta misma asamblea instamos al señor Presidente de la delegación de los Estados Unidos para que ofrezca aquí garantías cabales de que su gobierno no tiene el propósito de agredir a Cuba. Pero lo instamos a que ofrezca esas garantías no solo de palabra sino sobre todo con los hechos. El gobierno y el pueblo de Cuba están plenamente convencidos de que se hallan bajo la inminencia de una agresión militar del gobierno de los Estados Unidos. Las pruebas sobran. Cuando un país pequeño como el mío de 6 000 000 de habitantes, a 90 millas de los Estados Unidos, se siente realmente amenazado, no tiene por qué rechazar la ayuda espontánea que se le ofrezca, ya venga de la reina Isabel de Inglaterra, del Emperador de Japón, del presidente Kubistchek (del Brasil) o de quien quiera que venga, porque por encima de toda consideración está el derecho irrestricto a la vida que tienen los pueblos. Y nuestro país está absolutamente desamparado en el hemisferio. Esto lo digo henchido de hondo dolor, porque Cuba pertenece a América, porque Cuba es un país esencialmente americano, porque el vientre de Cuba parió a José Martí, que es el único par legítimo que tiene Simón Bolívar en nuestra América…”.14

Mientras Dorticós hablaba en Naciones Unidas, el Congreso de los Estados Unidos votaba otra ley por la cual se retiraba toda asistencia económica y militar a cualquier país que “vendiera, suministrara, o permitiera que cualquier buque con su registro comerciara con Cuba” mientras estuviera gobernada “por el régimen de Castro”.15

Notas

1. El Plan Mangosta constituyó el programa de guerra encubierta más vasto que hasta entonces había emprendido Estados Unidos para derrocar a un gobierno extranjero.
2. Las actividades agresivas contra Cuba después del fracaso de la invasión de Playa Girón estaban comprendidas en el llamado Plan Mangosta, donde se fijó el mes de octubre de 1962 para la realización de la invasión directa, en caso de que fracasara la oleada de actividades de desestabilización que se realizarían en la Isla.
3. Véase Tomás Diez Acosta, Octubre de 1962, A un paso del Holocausto, Editora Política, La Habana, pp.93-94. (Segunda Edición)
4. Citado por Tomás Diéz Acosta, Ob.Cit, p.92.
5. Ibídem, p.100.
6. Véase Tomás Diez Acosta, Ob.Cit, pp.136-137.
7. Citado por Carlos Lechuga en: En el ojo de la Tormenta, Ocean Press, Ciudad de La Habana, 1995, pp.58-59.
8. Ibídem, p.137.
9. Citado por Tomás Diéz Acosta, Ob.Cit, p.137.
10. Los fragmentos de esta intervención fueron publicados en Bohemia, La Habana, 28 de septiembre de 1962.
11. Ibídem.
12. Véase Noticias de Hoy, 30 de septiembre de 1962, p.1.
13. Fragmentos publicados en Bohemia, La Habana, 12 de octubre de 1962.
14. Citado por Carlos Lechuga en: Ob.Cit, p.77.
15. Ibídem, p.78

La Batalla diplomática y política en torno a la Crisis de Octubre. El papel de la ONU (II)

El 14 de octubre de 1962 un avión U-2 de los Estados Unidos, violando el espacio aéreo de Cuba obtuvo las fotografías que mostraban la presencia de cohetes nucleares de alcance medio. Al día siguiente se confirmó la existencia de los cohetes con nuevos vuelos de reconocimiento por aviones U-2 de la fuerza aérea estadounidense. El 16 de octubre de 1962, McGeorge Bundy, asistente especial del Presidente para Asuntos de Seguridad Nacional, informaba a Kennedy sobre la presencia de los misiles en Cuba.

Por aquellos días, fuerzas militares estadounidenses se concentraban en las cercanías de la Isla, bajo el pretexto de la realización de varios ejercicios y maniobras, como el Unitas III y el Sweep Clear, pero el propio lunes 15 de octubre comenzó el ejercicio Phibrilex 62, uno de los más importantes y peligrosos para el archipiélago cubano. Este se desarrollaría hasta el 30 de octubre con la participación de más de cuarenta buques, veinte mil marinos y cuarenta mil infantes de marina, e incluía la realización del asalto anfibio a la isla de Vieques, en Puerto Rico, convertida a los fines del ejercicio en la ficticia “República de Vieques”, para derrocar a un tirano imaginario, Ortsac, que es el apellido Castro deletreado al revés. No había que hacer gran esfuerzo para interpretar el objetivo de la maniobra. Cuando este ejercicio fue planificado no habían pruebas aún de la existencia de los cohetes de alcance medio en Cuba. Este ejercicio constituía un ensayo de la última fase de la Operación Mangosta, prevista para fines del mes de octubre de 1962. De cualquier forma, la maniobra sirvió a los Estados Unidos para encubrir la movilización de las tropas necesarias en la nueva situación.

Después de 6 días de análisis de la situación con un grupo asesor de alto nivel, John F. Kennedy decidió dar a conocer la presencia de los misiles en Cuba y exponer las acciones de repuesta que adoptaría el gobierno norteamericano. Durante todos esos días, después del descubrimiento de los cohetes en Cuba hasta la declaración de Kennedy, quedó en manos del gobierno de los Estados Unidos, como ha dicho Fidel, la iniciativa diplomática, política y militar.

Cuando en las horas de la mañana del 22 de octubre de 1962, se anunció que el presidente Kennedy hablaría a las siete de la tarde para dar a conocer acontecimientos extraordinarios a la población de los Estados Unidos, y al tenerse en cuenta una serie de movimientos militares que se habían detectado en La Florida y en el sur de los Estados Unidos en general, el Comandante en Jefe Fidel Castro apreció que este hecho estaba relacionado directamente con Cuba y con la presencia de los cohetes soviéticos. Dadas esas circunstancias, ordenó poner en situación de alerta a las Fuerzas Armadas Cubanas a las 3:50pm, y a las 5:35pm decretó la alarma de combate para toda la nación.
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En su declaración, Kennedy informó que en Cuba existían bases de proyectiles ofensivos con capacidad para un ataque nuclear contra el hemisferio, que peligraban el Canal de Panamá, Washington, Cabo Cañaveral, Ciudad México y otras ciudades del sector sureste de los Estados Unidos, Centroamérica y la zona del Caribe, que además, se estaban construyendo bases adicionales que ponían en peligro ciudades del hemisferio occidental, desde puntos tan al norte como la Bahía de Hudson, en Canadá, y tan al sur como Lima, Perú, así como que bombarderos a chorro capaces de transportar armas nucleares estaban siendo desembarcados y armados en Cuba. También planteaba que Cuba constituía una amenaza a la paz y seguridad de América, en deliberado reto al Pacto de Río de Janeiro, la Resolución Conjunta del Congreso de los Estados Unidos, la Carta de las Naciones Unidas y las propias advertencias públicas del presidente Kennedy a la Unión Soviética formuladas los días 4 y 13 de septiembre.

A partir de esa situación Kennedy da a conocer las medidas tomadas por su gobierno: primero, se decretaba una cuarentena estricta contra todo equipo militar de ofensiva embarcado con destino a Cuba y que todos los buques de cualquiera clase destinado a la Isla, procedente de cualquier nación o puerto, serían obligados a regresar si se descubría que llevaban armamentos de carácter ofensivo, y que esta cuarentena se extendería si hacía falta a otras clases de cargamentos y transportes, segundo; que continuaría y se incrementaría la estricta vigilancia a Cuba y a su refuerzo militar, y que las fuerzas armadas norteamericanas estuviesen preparadas para cualquier eventualidad, tercero; que sería política de los Estados Unidos considerar a cualquier proyectil nuclear lanzado desde Cuba contra cualquier país del hemisferio occidental, como un ataque de la Unión Soviética contra los Estados Unidos, merecedor de plena respuesta de represalia contra la URSS, cuarto; que se reforzaba la base de Guantánamo y se evacuaba al personal no militar y se ponía en estado de alerta a las unidades militares adicionales, quinto; que se convocaba inmediatamente una reunión de consulta de la OEA para que estudiara esa amenaza contra la seguridad del hemisferio a tenor de los artículos 6 y 8 del tratado de Río de Janeiro, y se advertía de la situación a los aliados de los Estados Unidos en todo el mundo, sexto; que según la Carta de las Naciones Unidas se solicitaría una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad para tomar medidas contra la amenaza soviética a la paz en el mundo y que los Estados Unidos pedirían el pronto desmantelamiento y retirada de todos los armamentos de ofensiva que había en Cuba, bajo la supervisión de observadores para que la cuarentena pudiera ser levantada. 

Esa misma noche, Adlai Stevenson, embajador de los Estados Unidos en las Naciones Unidas, solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad presentando un proyecto de resolución que planteaba los siguientes puntos:

a) Inmediato desmantelamiento y retirada de Cuba de todos los proyectiles dirigidos y otras armas ofensivas.
b) Autorización al Secretario General interino para enviar a Cuba un observador de las Naciones Unidas para que garantizara e informara respecto a la aplicación de esa resolución.
c) Terminación de las medidas de cuarentena dirigidas contra los embarques militares a Cuba, una vez que las Naciones Unidas hubiera certificado la aplicación del primer punto.
d) Necesidad de urgente diálogo entre los Estados Unidos y la URSS sobre las medidas tendientes a eliminar la amenaza existente para la seguridad del Hemisferio Occidental y la paz del mundo, y se informara en consecuencia al Consejo de Seguridad.

Kennedy envió además una carta personal a Jruschov mediante un canal de comunicación especial. Con esta carta comenzó la correspondencia secreta entre ambos, que se extendió durante todo el período de la crisis.

Simultáneamente, Cuba y la URSS también dirigieron al Consejo de Seguridad sus quejas sobre las acciones agresivas y violaciones del derecho internacional de los Estados Unidos, y solicitaron una reunión urgente. En la carta del gobierno cubano al Presidente del Consejo de Seguridad Nacional, se señalaba que el bloqueo naval decretado por el gobierno de los Estados Unidos constituía una acción unilateral y un acto de guerra establecido a espaldas de los organismos internacionales.16

El 23 de octubre la agencia TASS emitió una declaración del gobierno soviético, en la cual se denunciaba el serio peligro que para la paz significaba el bloqueo naval, calificándolo como un paso en el camino del desencadenamiento de la guerra termonuclear. Además señalaba en una de sus partes:

“Atropellando desvergonzadamente las normas internacionales de conducta de los estados y los principios de la Carta de la Organización de Naciones Unidas, los Estados Unidos se han adjudicado el derecho, y lo han anunciado, de atacar los barcos de otros estados en alta mar, o sea, dedicarse a la piratería.

Los círculos de poder imperialistas de los Estados Unidos intentan dictar a Cuba la política que ella debe practicar, el orden que debe establecer dentro de su casa y las armas que debe disponer para su defensa.

¿Quién ha dado derecho a los Estados Unidos a tomar para sí el papel de juez supremo de otros países y otros pueblos?
(…)
Según la Carta de la ONU, todos los países, grandes o pequeños, tienen derecho a edificar su vida según su gusto, a adoptar aquellas medidas que ellos consideren necesarias para garantizar su seguridad, dar respuesta a las fuerzas agresivas que atentan contra su libertad e independencia. El no tener en cuenta esto, significa socavar las mismas bases de la existencia de la ONU, introducir en la práctica internacional las leyes de la jungla, engendrar conflictos y guerras indefinidamente”.17

Al mismo tiempo, la cancillería soviética entregó al embajador Foy D.Kohler una copia de dicha declaración y un mensaje de Jruschov al presidente Kennedy, donde reiteraba que los armamentos en Cuba eran defensivos y calificaba las medidas proclamadas el día anterior de insólita injerencia en los asuntos internos de la Isla, así como un acto provocativo contra la Unión Soviética. También Jruschov envío una misiva a Fidel, en la cual calificaba las acciones de Estados Unidos de piratescas, pérfidas y agresivas, informando además que había dado órdenes a los militares soviéticos en la Isla de estar en completa disposición combativa. Esta carta fue interpretada por la dirección cubana como una clara voluntad de la URSS de no ceder ante las amenazas y exigencias de los Estados Unidos.18

El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió el propio 23 de octubre para escuchar los planteamientos de los representantes de las tres naciones involucradas. El representante cubano fue invitado a participar en el debate ya que no era miembro del Consejo de Seguridad.

El primero en hacer uso de la palabra fue el representante norteamericano. Adlai Stevenson pronunció un largo discurso tratando de presentar el bloqueo como una medida de autodefensa. Acusó a Cuba por recibir armas estratégicas en su territorio y a la Unión Soviética por no hacer pública su decisión de enviarlas. Presentó un proyecto que demandaba el desmantelamiento y la retirada inmediata de las armas “ofensivas”, el envío de un cuerpo de observadores de la ONU a la Isla y la realización de negociaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética para eliminar la amenaza presente.

Acto seguido el representante cubano, García Incháustegui, afirmó que la Isla se había visto precisada a armarse ante las agresiones reiteradas de los norteamericanos y negó que las armas de Cuba fueran una amenaza para sus vecinos, pues eran puramente defensivas. Criticó fuertemente a los Estados Unidos por enviar sus barcos y aviones a la Isla para después recurrir a la ONU:

“… los Estados Unidos han hecho una cosa muy curiosa: Han enviado sus barcos a Cuba, han enviado también sus naves aéreas a Cuba y a sus alrededores, y después han consultado a sus aliados y a los organismos internacionales.
De ahora en adelante la guerra a la paz, la terrible guerra nuclear, dependerá de lo que al Servicio de Inteligencia de los Estados Unidos le convenga afirmar.
¡Como si los organismos internacionales y el Consejo de Seguridad no tuvieran una razón de existir!”19

Incháustegui también dejó claro los reclamos de Cuba:

“Pedimos al Consejo de Seguridad, en nombre de la Carta, en nombre de la moral internacional, en nombre de los principios del derecho, el inmediato retiro de las fuerzas agresoras de los Estados Unidos alrededor de nuestras costas y la cesación del bloqueo ilegal adoptado unilateralmente por el gobierno de Estados Unidos con desprecio absoluto de la Carta. Pedimos el inmediato retiro de todas las tropas, naves y aeronaves enviadas a nuestras costas, la cesación de las acciones provocativas en Guantánamo y de los ataques piratas organizados por agentes al servicio del gobierno de los Estados Unidos. Pedimos la cesación de todas las medidas intervencionistas del gobierno de los Estados Unidos en los asuntos internos de Cuba, y la cesación de las violaciones de nuestro espacio aéreo y marítimo”.20

Al concluir su discurso, el representante cubano sentó la posición de principio de la Isla de no dejarse inspeccionar, pues lo primero que había que hacer era inspeccionar las bases norteamericanas de donde salían las invasiones y que no se aceptaría observadores de ningún tipo en asuntos que competían a la jurisdicción interna de Cuba. Ese mismo día Incháustegui presentó a las Naciones Unidas un documento en el que se relacionaban los sabotajes, ataques piratas, atentados terroristas y demás fechorías realizadas ese año contra Cuba, ya fuera con la participación directa o indirecta del gobierno de los Estados Unidos, y solicitó que se distribuyera como un documento oficial de la Asamblea General.

Por su parte, Valerian Zorin, el representante permanente soviético y presidente además en ese momento del Consejo de Seguridad, señaló que los Estados Unidos habían realizado un acto sin precedentes en las relaciones entre países que no estaban en guerra y habían puesto en peligro la navegación de numerosos de estos, violando abiertamente las prerrogativas del Consejo de Seguridad, único que podía autorizar la realización de cualquier clase de actos coercitivos. Zorin declaró que no entraría en polémicas con Stevenson, porque la declaración de Estados Unidos no era más que una cortina de humo para distraer la atención de las violaciones flagrantes de la carta de las Naciones Unidas. Agregó que confirmaba oficialmente la declaración del gobierno de la URSS de que no había enviado ni estaba enviando armamentos ofensivos a Cuba, que las armas enviadas a Cuba estaban destinadas solamente a fines defensivos, pues la URSS poseía cohetes tan poderosos que no necesitaba buscar territorio alguno fuera de la Unión Soviética para lanzarlos. Al finalizar su intervención, pidió la condena a las acciones emprendidas por los norteamericanos, que los Estados Unidos revocaran su decisión de inspeccionar los buques de otros países en aguas internacionales, que cesara toda interferencia en los asuntos internos de Cuba, y que los tres países establecieran contactos para normalizar la situación y eliminar la amenaza de guerra.

Simultáneamente con los debates en el Consejo de Seguridad del 23 de octubre, 43 países se reunieron extraoficialmente para discutir las medidas agresivas de los Estados Unidos contra Cuba así como la crisis en las relaciones entre los Estados Unidos y la URSS, y llegaron a la conclusión de designar un comité integrado por Ghana, República Árabe Unida (RAU) y Chipre; que debía entrar en contacto con el Secretario General Interino de la ONU, U Thant, para persuadirlo en el sentido de que se hiciera una apelación, lo más auspiciosa posible, a todas las partes interesadas, con el fin de que se abstuvieran de toda acción que pudiese poner en peligro la paz. Los reunidos, todos ellos países no alineados, entre los que se encontraban representantes de cinco países latinoamericanos: Brasil, Chile, Bolivia, Venezuela y México, plantearon su deseo de que U Thant presentara su apelación a los Estados Unidos, la URSS y Cuba en la reanudación de la sesión urgente del Consejo de Seguridad que se realizaría al día siguiente. Los participantes abogaron por la idea de que U Thant desempeñara un papel mediador entre las tres partes. También propusieron que, en caso de que el Consejo de Seguridad no llegase a aprobar una resolución en ese sentido, se convocara una sesión urgente de la Asamblea General de la ONU, con el fin de buscar una solución.

Asimismo, el propio martes 23 de octubre se reunió el Órgano de Consulta de la OEA, ante la insistencia de los Estados Unidos, de discutir una resolución que respaldara el bloqueo naval a la Isla. Ese mismo día fue aprobada por 17 votos a favor, ninguno en contra y una abstención (Uruguay). La resolución exigía el desmantelamiento inmediato y la retirada de las armas con capacidad ofensiva de Cuba y recomendaba que los estados miembros, basándose en los artículos 6 y 8 del Tratado de Río de Janeiro, tomaran las medidas individuales y colectivas, incluido el uso de la fuerza armada, para evitar que Cuba pudiera continuar amenazando la paz y la seguridad del continente. 

En la comparecencia ante la Televisión y la Radio Nacional en la noche de ese día, Fidel refutó cada una de las imputaciones hechas contra Cuba por Kennedy el día anterior. El Primer Ministro cubano dejó claro que no tenía obligación de rendir cuentas al gobierno de los Estados Unidos y que éste no tenía derecho alguno de decidir el tipo de armas que Cuba debía o no tener. También rechazó categóricamente la pretensión estadounidense de inspeccionar el territorio cubano. Sobre como el gobierno de los Estados Unidos –a diferencia de Cuba- estaba haciendo añicos las normas más elementales del derecho internacional con sus medidas unilaterales y agresivas contra la Isla, señaló:

“Habla (Kennedy) de la Carta de las Naciones Unidas; precisamente en el momento en que van a violar la Carta de las Naciones Unidas, invocan la Carta de las Naciones Unidas, cuando nosotros no hemos cometido la menor violación de ninguno de los artículos de la Carta de las Naciones Unidas”.
(…)
Hay el hecho siguiente. La medida que toma, … es una violación inocultable por completo de la ley internacional; ningún Estado puede hacer eso, ningún estado puede parar a los barcos de otro Estado en altamar; ningún Estado puede bloquear a otro Estado. Es como si nosotros ahora mandáramos nuestros barcos, para decir: “no, Estados Unidos no puede mandar tales armas a Guatemala, ni a Venezuela”; que cualquier país pusiera sus barcos de guerra frente a otro país y bloqueara a ese país. Eso está contra toda ley internacional, y está además, contra la moral de las relaciones internacionales, contra el más elemental derecho de los pueblos.
Es decir que es, en primer lugar, una violación flagrante de la ley. Comete dos violaciones: una violación contra nuestra soberanía, por cuanto intenta bloquear nuestro país; y, en segundo lugar, comete una violación contra el derecho de todos los pueblos porque dice “cualquier barco de cualquier país puede ser registrado”. ¿Dónde? ¿En aguas norteamericanas? ¡No, en alta mar, es decir, en aguas internacionales¡ Comete una violación contra el derecho de todas las demás naciones no solo contra Cuba”.21

Al mismo tiempo, Fidel aseveró que Cuba era partidaria del desmantelamiento de todas las bases militares y de la no permanencia de tropas extranjeras en el territorio de otro país. “Si Estados Unidos –dijo- quiere el desarme, magnífico: vamos a desmantelar todas las bases que haya en todas las partes del mundo. (…) Pero con la política de desarmarnos nosotros frente a los agresores, no estamos de acuerdo”.22

Fidel además señaló que ante la nueva situación se podían dar dos alternativas, bloqueo total o agresión directa, y agregó: “Bloqueo total, lo resistiremos tomando las medidas necesarias, si se presenta el caso, podemos resistir bloqueo total (…) Si hay la otra alternativa, el ataque directo, ¡lo rechazaremos¡” 23

El Consejo de Seguridad de la ONU se reanudó el 24 de octubre a las nueve de la mañana, el mismo día en que entró en vigor el bloqueo naval impuesto por el gobierno norteamericano a Cuba. En la reunión, U Thant planteó que mediaría en el conflicto a petición de un grupo de gobiernos, por lo que envío un mensaje con textos idénticos a Kennedy y Jruschov, solicitándoles que se abstuvieran de emprender acciones que pudieran agravar la situación y propuso la suspensión voluntaria, por un período de dos a tres semanas de los envíos de armas y de la “cuarentena”, con el objetivo de que las partes se reunieran para solucionar la crisis.

De igual forma, U Thant había apelado al gobierno de Cuba, exhortándolo a buscar algún terreno de interés común, como base para una discusión, por la cual se pudiera hallar una salida negociada a la crisis. Señaló que era posible contribuir grandemente a ese fin si la construcción de las instalaciones militares soviéticas en Cuba se suspendía durante el período de negociaciones. 24

Esa noche, en cumplimiento de indicaciones del Departamento de Estado, Stevenson se dirigió a U Thant e intentó que este hiciera una apelación a Jruschov para que mantuviera los barcos soviéticos fuera del área de la “cuarentena”; el diplomático birmano debía hacer la proposición como si fuera iniciativa propia con el objetivo de evitar una confrontación que podría producirse a corto plazo. U Thant estuvo de acuerdo con enviar un mensaje con la proposición a primera hora de la mañana, y hacerlo a nombre suyo. Le plantearía la necesidad de que mantuviera sus barcos alejados para evitar una confrontación, porque pensaba que había la posibilidad de que los norteamericanos estuviesen preparados para discutir las modalidades de una negociación.

En la mañana del 25 de octubre el Secretario General interino de la ONU, U Thant, recibió las respuestas de Jruschov y Kennedy a su mensaje del día anterior. El dirigente soviético dio una respuesta positiva, y aceptó la proposición para tratar de solucionar la crisis. Por su parte, la respuesta norteamericana era ambigua y no contenía ningún compromiso concreto.

El gobierno cubano, a través de su embajador García Incháustegui, reafirmó a U Thant la actitud pacífica de Cuba, pero señaló que Washington no había aportado ninguna prueba que demostrara que la Isla era una amenaza para el hemisferio occidental y que ésta tenía todo el derecho a defenderse de la agresividad del imperialismo estadounidense.

Poco después, U Thant se dirigía de nuevo a Jruschov y Kennedy. Con el objetivo de evitar un enfrentamiento en el mar pedía al primero mantener los barcos soviéticos fuera del de la zona de intercepción. Al menos por un tiempo limitado que permitiera la realización de las conversaciones para negociar una solución a la crisis. A Kennedy le solicitaba que las fuerzas de los Estados Unidos en el Caribe evitaran un enfrentamiento con los barcos soviéticos, con el objetivo de disminuir el riesgo de cualquier incidente enojoso.

En horas de la tarde de ese día 25 de octubre se efectuó una nueva sesión del Consejo de Seguridad Nacional. El embajador soviético, Valerian Zorin, fue interrumpido en medio de su intervención por Stevenson, quien en tono inquisitivo, le pidió que dijera si en Cuba había o no armas ofensivas. Mientas Zorin se negaba a dar una respuesta directa a ese pregunta, Stevenson introdujo en la sala las ampliaciones de las fotos tomadas por los U-2, en las que se veía claramente los bombarderos y las posiciones de lanzamiento que se construían para los cohetes. El efecto fue devastador y el lance constituyó un fracaso total para la diplomacia soviética.

Ante esas claras evidencias, el representante soviético, respondió señalando que si el presidente Kennedy poseía esas pruebas desde el día 16 de octubre, como había hecho referencia en su discurso del 22 de octubre, ¿por qué no le había dicho nada sobre ese aspecto al ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, Alexei Gromyko, en la prolongada entrevista que sostuvo con él el día 18 del propio mes? Zorin además hizo énfasis en que si el presidente Kennedy verdaderamente no tenía intenciones agresivas y quería defender la paz, ¿por qué se había callado y anunciado un bloqueo cuatro días después, colocando al mundo al borde de la guerra termonuclear? Posteriormente, Zorin mencionó la carta de Jruschov, destacando que ella se exponían claramente las intenciones de la Unión Soviética de buscar una salida negociada a la crisis, rechazando las interpretaciones que había dado Stevenson sobre la posición asumida por la URSS.25 La sesión del Consejo de Seguridad Nacional terminó con el anuncio de U Thant de que, en la mañana del siguiente día, iniciaría conversaciones con los representantes de Cuba, la Unión Soviética y Estados Unidos, para tratar de buscar una solución a la crisis y se acordó, en espera de esas negociaciones, posponer las discusiones en ese organismo. Realmente, después de esta sesión del 25, no hubo más ninguna otra reunión del Consejo de Seguridad donde se discutiera el tema de la Crisis.

El 26 de octubre U Thant recibió una carta de Jruschov comunicándole que aceptaba su proposición del día 25, por lo que en adelante los barcos soviéticos se mantendrían fuera del área de intercepción, aunque señalaba que esa situación no podría prolongarse.

Sin embargo, las horas que se vivían eran muy tensas, tanto para Cuba y la URSS, como para los Estados Unidos, y llegaron a su punto más álgido cuando el 27 de octubre fue derribado un avión U-2 de la fuerza área estadounidense por cohetes soviéticos, en el momento en que éste violaba el espacio aéreo cubano.

Notas:

16. Ibídem, p.107.
17. Bohemia, 26 de octubre de 1962.
18. Véase Tomás Diéz, Ob.Cit, pp.165-166.
19. Fragmentos en Hoy, La Habana, 24 de octubre de 1962.
20. Ibídem.
21. Bohemia, 26 de octubre de 1962.
22. Ibídem..
23. Ibídem.
24. Ibídem, p.173.
25. Ibídem, pp.175-176.

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