Un grupo de opositores festejan la jornada electoral con banderas de EE.UU por las calles de Caracas este 6 de diciembre de 2015. Foto: Carlos Becerra/ Bloomberg

Fidel Díaz Castro - Blog "La pupila insomne".- Venezuela demostró ayer –contrario a lo que se ha canonizado- que la democracia con economía y medios de comunicación en manos privadas no existe. Es lamentable, pero no puede avanzar una revolución social con el poder real en las manos de la oligarquía.


Con los medios y los poderes económicos en contra es imposible sacar adelante un gobierno que favorezca al pueblo. Ya pasaron los tiempos en que logramos sorprender a la derecha, y en especial al imperio yanqui, que tenía a su traspatio latinoamericano medio al garete; obviamente ya están reforzando su cerco contra el Sur.

Lo peor del revés de la Revolución bolivariana ayer, no está ni siquiera en la derrota en las urnas, tan aplastante, lo cual venía casi cantado, si no en el discurso de la izquierda, que le sigue el juego a los conceptos que nos imponen los grandes circuitos globales, entre ellos el cacareo de la democracia tal como la entiende el imperio.

Cacareamos que ganó la democracia, cuando en realidad lo que quedó demostrado es que se hace imposible ejercer la democracia; la democracia electoralista solo sirve a la derecha, la izquierda no puede gobernar con ella en medio de un mar de poderes fácticos económicos y mediáticos en manos de una minoría antidemocrática.

En nuestro noticiario en la mañana, nuestro reportero en Caracas dijo que el pueblo había hecho voto de castigo contra la gestión económica de Maduro; incluso el propio Maduro se ve presionado por esas ideas que imponen reconocer que no se fue efectivo, cuando la realidad es que no se puede ser efectivo cuando los poderes económicos lanzan una guerra abierta y la culpa la pagan los atacados. ¿Cómo gobernar en contra de la oligarquía nacional e internacional (unida, como soñó Marx para los proletarios del mundo)?

El voto no fue de castigo contra una deficiente gestión, sino un voto de supuesta salvación, de alivio, ante una prolongada angustia en la vida cotidiana del venezolano; Maduro no tuvo una gestión deficiente, sino imposible.

La maquinaria mediática internacional echa las culpas sobre Maduro, sobre este gobierno, incluso lo contrapone al de Chávez; tratando de hacernos creer que esto es otra cosa, y que Maduro es o villano, o incapaz; cuando en realidad la pelea ha sido titánica. No estoy seguro siguiera que, con Chávez, los resultados hubieran sido distintos; de no ser mucho más radical en las medidas, lo cual se hace difícil con las reglas de juego impuestas, ¿cómo impedir unos medios feroces tergiversando, desinformando, calumniando, sin piedad ni ética? ¿Cómo controlar una economía que está en poder de las oligarquías? ¿Cómo poder hacerle frente a esa situación económica si por otra parte los organismos económicos internacionales son parte de ese juego?

Queríamos alegrarnos de que las elecciones transcurrieran en plena calma, sin violencia, y para mí no era más que –lamentablemente- muy mal síntoma. Las elecciones se desarrollaban en paz, porque la oposición se sabía con grandes posibilidades de ganar. La campaña de no reconocer los resultados, y de salir a armar güarimbas en las calles, imperó para cumplir su objetivo, el miedo. Salvo los de mayor conciencia, cualquier ciudadano que lleva meses haciendo colas infinitas, viendo como los precios se disparan astronómicamente, y como se desaparecen incluso los alimentos y encima le auguran días de alta violencia si gana el chavismo, pues vota en su contra, a ver si llega un poco de paz a su vida.

¿Eso es la democracia? ¿Tener que votar no por un proyecto si no por miedo a lo que se viene desatando desde la guerra de la oposición? En Telesur en plena incertidumbre de la espera de los resultados, una socióloga ecuatoriana, comenzó a cuestionar las revoluciones que estamos haciendo en el continente, como desgastadas, obligadas al replanteo, lo cual me parece bien como principio; lo que cuando escuchaba sus argumentos no aparecía por ningún lado la ingobernabilidad a que están sometiendo a las izquierdas, con una campaña mucho mejor orquestada a nivel continental; y esa sinfonía ya sabemos quién la dirige, los amos del Norte.

Todo pareciera que es que los gobiernos de izquierda están anquilosados, que supuestamente tienen que plantearse nuevas metas, y una viabilidad económica; no excluyo los errores, ni los planes aplazados, o la necesidad de buscar nuevas vías, pero la esencia del problema no está en los defectos de la izquierda sino en aceptar las reglas del juego de las derechas –nacionales y globales- que han cerrado cerco, lo cual no permite avanzar en los proyectos y tener que dedicar la mayor parte del tiempo a apagar los fuegos que imponen en su alianza con Estados Unidos.

Rusia today denunciaba el presupuesto de 18 millones de dólares de financiamiento de los Estados Unidos para la guerra contra Venezuela, 3 de ellos específicamente para las elecciones, junto al sabotaje económico y la guerra mediática, y nosotros llamamos al efecto de todo eso democracia…

Elecciones en Venezuela: La trampa

Atilio Borón

Las elecciones parlamentarias en Venezuela arrojan varias enseñanzas que creo necesario subrayar. En primer lugar que, contrariamente a todas las predicciones de los lenguaraces de la derecha, el comicio se realizó, al igual que todos los anteriores, de una manera impecable. No hubo denuncias de ningún tipo, salvo el exabrupto de tres ex presidentes latinoamericanos, que a las cuatro de la tarde (dos horas antes de la conclusión del acto electoral) ya anunciaban al ganador de la contienda.

Fuera de esto, la “dictadura chavista” volvió a demostrar una transparencia y honestidad del acto electoral que más quisieran tener muchos países dentro y fuera de América Latina, comenzando por Estados Unidos. El reconocimiento hecho por el presidente Nicolás Maduro ni bien se dieron a conocer los resultados oficiales contrasta favorablemente con la actitud de la oposición, que en el pasado se empecinó en desconocer el veredicto de las urnas. Lo mismo cabe decir de Washington, que al día de hoy no reconoce el triunfo de Maduro en las presidenciales del 2013. Unos son demócratas de verdad, los otros grandes simuladores.

Segundo, resaltar lo importante de que luego de casi 17 años de gobiernos chavistas y en medio de las durísimas condiciones prevalecientes en Venezuela, el oficialismo siga contando con la adhesión del cuarenta por ciento del electorado en una elección parlamentaria. Tercero, el resultado desplaza a la oposición de su postura facilista y de su frenético denuncialismo porque ahora, al contar con una holgada mayoría parlamentaria, tendrá corresponsabilidades en la gestión de la cosa pública. Ya no será sólo el gobierno el responsable de las dificultades que agobian a la ciudadanía. Esa responsabilidad será de ahora en más compartida.

Cuarto y último, una reflexión más de fondo. ¿Hasta qué punto se pueden organizar “elecciones libres” en las condiciones existentes en Venezuela? En el Reino Unido debían celebrarse elecciones generales en 1940. Pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial obligó a postergarlas hasta 1945. El argumento utilizado fue que el desquicio ocasionado por la guerra impedía que el electorado pudiera ejercer su libertad de manera consciente y responsable.

Los continuos ataques de los alemanes y las enormes dificultades de la vida cotidiana, entre ellos el de la obtención de los elementos indispensables para la misma, afectaban de tal manera a la ciudadanía que impedían que esta ejerciera sus derechos en pleno goce de la libertad. ¿Fueron muy distintas las condiciones bajo las cuales se llevaron a cabo las elecciones en Venezuela? No del todo. Hubo importantes similitudes.

La Casa Blanca había declarado en Marzo que Venezuela era “una inusual y extraordinaria amenaza a la seguridad nacional y a la política exterior de Estados Unidos”, lo que equivalía a una declaración de guerra contra esa nación sudamericana. Por otra parte, desde hacía muchos años Washington había destinado ingentes recursos financieros para “empoderar la sociedad civil” en Venezuela y ayudar a la formación de nuevos liderazgos políticos, eufemismos que pretendían ocultar los planes injerencistas de la potencia hegemónica y sus afanes por derrocar al gobierno del presidente Maduro.

La pertinaz guerra económica lanzada por el imperio así como su incesante campaña diplomática y mediática acabaron por erosionar la lealtad de las bases sociales del chavismo, agotada y también enfurecida por años de desabastecimiento planificado, alza incontenible de los precios y auge de la inseguridad ciudadana.

Bajo estas condiciones, a las cuales sin duda hay que agregar los gruesos errores en la gestión macroeconómica del oficialismo y los estragos producidos por la corrupción, nunca combatida seriamente por el gobierno, era obvio que la elección del domingo pasado tenía que terminar como terminó.

Desgraciadamente, el “orden mundial” heredado de la Segunda Guerra Mundial, que un documento reciente de Washington reconoce que “ha servido muy bien” a los intereses de Estados Unidos, no ha sido igualmente útil para proteger a los países de la periferia de la prepotencia imperial, de su descarado intervencionismo y de sus siniestros proyectos autoritarios.

Venezuela ha sido la última víctima de esa escandalosa inmoralidad del “orden mundial” actual que asiste impertérrito a una agresión no convencional sobre un tercer país con el propósito de derrocar a un gobierno satanizado como enemigo. Si esto sigue siendo aceptado por la comunidad internacional y sus órganos de gobernanza global, ¿qué país podrá garantizar para sus ciudadanos “elecciones libres”? Por algo en los años setenta del siglo pasado los países del capitalismo avanzado bloquearon una iniciativa planteada en el seno de la ONU que pretendía definir la “agresión internacional” como algo que fuese más allá de la intervención armada.

Leyendo la reciente experiencia del Chile de Allende algunos países intentaron promover una definición que incluyese también la guerra económica y mediática como la que se descargó sobre la Venezuela bolivariana, y fueron derrotados. Es hora de revisar ese asunto, si queremos que la maltrecha democracia, arrasada hace unas semanas en Grecia y este domingo pasado en Venezuela, sobreviva a la contraofensiva del imperio.

Si esa práctica no puede ser removida del sistema internacional, si se sigue consintiendo que un país poderoso intervenga desvergonzada e impunemente sobre otro, las elecciones serán una trampa que sólo servirán para legitimar los proyectos reaccionarios de Estados Unidos y sus lugartenientes regionales. Y pudiera ocurrir que mucha gente comience a pensar que tal vez otras vías de acceso al -y mantenimiento del- poder puedan ser más efectivas y confiables que las elecciones.

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