Mesa Redonda.- En esta Mesa Redonda el análisis del golpe de la derecha brasileña contra el gobierno de Dilma Rousseff.


Protestas y descontento dentro y fuera de Brasil por el proceso de 'impeachment' a Dilma Rousseff

"La comunidad internacional ha sido coherente, claramente ha definido una política en relación a este golpe de facto". 

RT.- Brasil se encuentra sumergido en un aluvión de protestas contra el 'impechment' de Dilma Rousseff y el Gobierno interino de Michel Temer.

En Sao Paulo, miles de partidarios de la mandataria suspendida se enfrentaron con sus detractores y la Policía.

"La comunidad internacional ha sido coherente, claramente ha definido una política en relación a este golpe de facto, y por lo tanto ellos tendrán que pagar las consecuencias también políticas internacionales de haber sacado de esta manera espuria al Gobierno de Dilma Rousseff", señala el analista Sandino Asturias, en declaraciones a RT.

Este domingo, el presidente de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, ha tomado la decisión de no reconocer al Gobierno provisional de Brasil, comandado por Michel Temer, ni su investidura como presidente interino. Por este motivo, ha ordenado el retorno de Brasilia de su embajadora, Diana Vanegas, informa el periódico 'La Prensa Gráfica'. El pasado viernes, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, había hecho lo propio al retirar a su embajador.

El 12 de mayo el Senado brasileño votó a favor del 'impeachement' de Dilma Rousseff. La presidenta ha sido suspendida de su cargo por un periodo de 180 días, durante los cuales los senadores deberán investigar las acusaciones contra Rousseff presentadas por los iniciadores del proceso.

Un incipiente movimiento juvenil lidera la protesta contra Temer en Brasil

Andy Robinson, Río de Janeiro - La Vanguardia (Barcelona)

Lo más sorprendente en Río de Janeiro tres días después de la polémica destitución de Dilma Rousseff es que los ganadores, los que participaron en las grandes protestas en Copacabana vestidos de amarillo y verde, han desaparecido sin apenas celebrar su victoria. En un condominio en el agradable distrito de Jardim Botânico, que había escenificado caceroladas ensordecedoras contra Dilma, la noticia del impeachment se recibió con un silencio que podría calificarse como culpable. El único vecino que salió al balcón a protestar el jueves era una mujer de unos 40 años que gritó con los aspavientos típicos de Brasil de estos días. “¡Golpistas! Yo trabajé con Temer. Vais a ver”.

Ya lo están viendo. Con siete de los ministros nombrados bajo investigación en el caso Lava Jato y un creacionista evangélico en el ministerio de Desarrollo, es difícil creer que este es el Gobierno que va a traer la transparencia y el buen gobierno a Brasil. No ayuda que a Temer le investiguen también. Tampoco ayuda la presencia del llamado rey de la soja como ministro de Agricultura, Blairo Maggi, responsable de la desforestación de inmensas áreas del estado de Mato Grosso y lobbista contra las medidas de prohibición de mano de obra esclava legisladas por Lula.

En la ciudad olímpica se palpan ya los recelos de verse identificado con el nuevo poder en Brasilia. O Globo, animador mediático del impeachment, que pretendía ser el diario de las clases creativas y la diversidad, se ha visto forzado a defender un Gobierno cuya composición demográfica parece más Qatar 2020 que Río 2016. “Orden y progreso” la consigna de la bandera nacional que Temer ha elegido para su Gobierno, suena al positivismo de una élite blanca y autoritaria que muchos pensaban ya caduca. Por si el virus del Zika no fuese suficiente para quitar el sueño a los responsables del marketing olímpico, The New York Times cuestiona la legitimidad del Gobierno y califica al Congreso que lo puso en poder como un “circo”. “No hay ganadores en este impeachment; las clases medias querían sacar a Dilma pero no pensaron ni un momento en quién vendría después”, dijo Silviu Barros, que acaba de ver tocar a un arpista catalán en el centro de Río.

La paradoja puede ser que el ganador sea el incipiente movimiento de protesta juvenil contra lo que se considera un golpe de estado institucional. Unos 10.000 manifestantes, la gran mayoría muy jóvenes, llenaron la plaza delante del ayuntamiento de Río de Janeiro el viernes. Coreaban eslóganes como “¡Golpistas, no pasarán!” y portaban pancartas que rezaban: “Desenchufar la red Globo” o “Esta es la víspera de la batalla”. Esta última la sujetaba un joven con máscara de Anonymous, quizás advirtiendo sobre posibles ataques de piratas informáticos contra los Juegos Olímpicos, un riesgo que ya preocupa a las fuerzas de seguridad, según el Instituto Igape, especializado en seguridad olímpica.

No pudo ser más fuerte el contraste entre la diversidad de la protesta y las imágenes proyectadas en las pantallas de los bares de la plaza del Gobierno monocromático en la aislada capital política de Brasilia. “Este Gobierno ni tiene mujeres, ni negros ni jóvenes pero no os preocupéis, aquí los tenemos de sobra y no daremos ni un día de paz a este Gobierno ilegítimo”, anunció Marcelo Freixo, nueva estrella de la izquierda carioca y posible candidato en las elecciones a la alcaldía de Río este año por el Partido Socialismo y Libertad.

Quizás gracias al sistema de cuotas universitarias implementadas bajo los gobiernos de Lula y Dilma existe ya una generación de jóvenes afrobrasileños presente en el nuevo movimiento anti golpe. “Este es un Gobierno de la élite blanca, yo como mujer negra veo la aristocracia rural de 1890 o anterior”, dijo Taiana Machías, de 22 años, estudiante de derecho. Hubo manifestaciones en todas las grandes ciudades y grupos de jóvenes interrumpieron los primeros actos de los flamantes ministros a gritos de “¡Fora Golpista!”.

Todo indica que este movimiento de protesta juvenil, liderado por algunos de los grupos que organizaron las protestas contra los deficientes servicios públicos en junio del 2013, puede complicar la vida de Temer. Tal vez, por eso, el nuevo presidente ha nombrado como ministro de Justicia al halcón Alexandre de Moraes, notorio como secretario de seguridad pública de São Paulo por utilizar tanquetas de fabricación israelí para aplastar las manifestaciones del Movimiento de Trabajadores sin Techo, así como para desalojar violentamente las escuelas ocupadas en la inmensa megalópolis paulista.

Sin embargo, existe una brecha generacional abismal en las reacciones a la destitución de Rousseff. “Mis padres de 50 y 60 años vivieron los años de la dictadura, hasta tienen amigos que sufrieron violencia a manos de los militares, pero están totalmente a favor de la destitución de Dilma”, se lamentó otro estudiante de derecho Daniel Araujo, que llevaba una camiseta que rezaba “ It is not ok” (no está bien).

El futuro del Gobierno de Michel Temer dependerá de si los jóvenes brasileños logran convencer a sus padres de que lo ocurrido en los último días no está ok.

La crisis brasileña era estrategia golpista

Emir Sader - La Jornada

La larga crisis brasileña, que algunos dicen que ha empezado con las manifestaciones callejeras de junio de 2013, otros que recién concluidas las elecciones de 2016, gana contornos definidos, conforme desemboca en un golpe blanco. No se puede decir que todo ha sido meticulosa y fríamente calculado, pero es cierto que han terminado siendo piedras de la arquitectura de una estrategia golpista con el objetivo, a como sea, con quien sea, de sacar al PT del gobierno.

Ese es el objetivo de la derecha brasileña, así como es la de los otros países con gobiernos progresistas de la región: cerrar el ciclo de gobiernos populares, sacar a esas fuerzas del gobierno, de la forma que sea posible, restablecer el modelo neoliberal. Es lo que ha pasado y está pasando en Brasil ahora.

Hubo quienes creyeron que las manifestaciones de 2013 eran democráticas, que criticabam al gobierno y al PT desde un punto de vista de izquierda. Ledo engaño: era el comienzo de la onda de descalificación de la política, primer paso para la ofensiva de la derecha.

Hubo quienes desde la ultraizquierda saludaban el final de los gobiernos del PT, su fracaso, el final del ciclo de gobiernos progresistas en América Latina, como si hubiera llegado la oportunidad para la ultraizquierda. Enorme engaño: la alternativa al PT y a los gobiernos progresistas está en la derecha. La misma crisis demostró que el único gran liderazgo popular en Brasil es el de Lula. Que las grandes manifestaciones populares tienen en la CUT –Central Única de Trabajadores, cercana al PT– su más grande puntal.

Hubo quienes se han dejado llevar por los medios brasileños y creyeron que el tema central de la crisis era un tema de corrupción del PT. Cuando la crisis se ha profundizado y los medios internacionales mandaron sus corresponsales, todos, unánimemente, se dieron cuenta de que los corruptos están del otro lado, son exactamente los golpistas. Que no nay ninguna prueba concreta en contra de Dilma o de Lula, mientras los dirigentes del golpe y más de 200 parlamentarios que lo han votado son reos de procesos de corrupción en el Supremo Tribunal Federal.

Total, la larga y profunda crisis brasileña es la estrategia de la derecha para recuperar el gobierno y desde ahí atacar los avances de los últimos casi 13 años en Brasil. Atacar la destinación constitucional de recursos a la educación y la salud, atacar los derechos de los trabajadores, atacar los patrimonios públicos, imponer un durísimo ajuste fiscal, desatar la represión en contra de los movimientos populares, establecer una política internacional de subordinación a los intereses de Estados Unidos; ese es el objetivo del golpe blanco que se fue gestando a lo largo de los últimos años en Brasil.

Sacar al PT y restablecer el modelo neoliberal, el Estado mínimo y la política externa subordinada a Estados Unidos, así como los gobiernos del PT fueron los de prioridad de la lucha contra la desigualdad, rescate del rol activo del Estado y política externa soberana. Ese es el objetivo de la larga crisis de desestabilización en Brasil.

La izquierda en su conjunto y todos los movimientos sociales lo han comprendido muy bien, se han unido en defensa de la democracia, en contra del golpe, a sabiendas de que lo que viene, como en Argentina, es una venganza en contra del pueblo y de sus derechos.

Pero a diferencia de un golpe militar o de una victoria electoral, la derecha brasileña tiene que enfrentarse al más grande movimiento de masas que el país ha conocido, con su falta absoluta de propuestas que pudieran darle legitimidad y apoyo popular, con el liderazgo de Lula, el único con enorme respaldo popular.

Son tiempos de lucha, de disputa, de inestabilidad, de crisis hegemónica profunda. El juego no ha terminado; al contrario, se ha profundizado, los enfrentamientos de clase han quedado mucho más visibles, Brasil ya no será el mismo despueés de esta crisis. La derecha ya no se disfrazará de civilizada, de democrática, de reformista, para aparecer como es: neoliberal, corrupta, golpista. (El gobierno de Temer, por primera vez, desde la dictadura, tendrá sólo hombres, blancos, desde luego, adultos, reaccionarios y corruptos.)

Mientras, la izquierda está comprometida con volver al gobierno para desatar los nudos que han bloqueado sus gobiernos y han llevado al golpe, principalmente la democratización de los medios, el quiebre de la hegemonía del capital especulativo, la reforma del sistema electoral, entre tantas otras reformas. Esa disputa es la que caracteriza al nuevo periodo político abierto hoy en Brasil.

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