Luis Antonio Gómez Pérez - Prensa Latina.- Aunque el conflicto entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Ejecutivo de ese país suramericano pudiera concluir muy pronto con la firma de la paz, aún hoy las negociaciones enfrentan riesgos.


 


Tal es el criterio de Tom Koenigs, diputado del Parlamento de Alemania y enviado especial del Gobierno de esa nación para el apoyo al proceso colombiano, que busca finalizar una confrontación causante de unas 300 mil muertes, el desplazamiento de casi siete millones de individuos y la desaparición de al menos otros 45 mil.

Koenigs, quien estuvo en Cuba del 8 al 12 de agosto para reunirse con representantes de ambas partes en la mesa de La Habana, dialogó en exclusiva con Prensa Latina a propósito de la "recta final" de las conversaciones y las expectativas que estas despiertan.

Al decir del visitante, quien fue delegado de derechos humanos del Gobierno alemán y trabajó para la ONU en Afganistán, Guatemala y Kosovo, son varios los peligros que pesan sobre la paz de Colombia.

"Hay un riesgo político enorme: que fracase el plebiscito acerca del convenio final, que por la oposición de círculos reaccionarios o la falta de participación la iniciativa no triunfe. Eso representaría un golpe para los que apostamos por la vía pacífica. Qué pasará a raíz de esa situación, no lo sé".

Lo segundo -continuó- sería que la institucionalidad estatal de Colombia sea incapaz de organizar un esfuerzo a largo plazo para la implementación del acuerdo de paz. En otros procesos la ejecución de lo pactado resultó muy débil y la situación no mejoró.

"Existe el riesgo también de que se reorganicen las fuerzas políticas en la región y en Colombia de una forma en la cual resurja la confrontación". Sin embargo, subrayó que la solución por vías violentas cuenta cada vez con menos apoyo.

-¿Pudiera alcanzarse un acuerdo con sectores opuestos al diálogo con las FARC-EP como el dirigido por el exmandatario Álvaro Uribe?

-Pensaba que era posible, sobre todo hace unos meses cuando la administración estadounidense hizo un acto para promover un cambio de la esencia militar del Plan Colombia hacia la inversión para la etapa posterior al conflicto. En esa oportunidad se hizo una ceremonia a la cual fueron invitados Santos y los expresidentes del país, pero Uribe no quiso asistir.

Él tiene un plan diferente, la ilusión de que se puede aplastar a la guerrilla por medio de las armas. Eso, además de más muertes y desplazados, acentuaría una situación general de inseguridad en la que sufriría la economía colombiana.

-Sin embargo, la opción del enfrentamiento no solo cuenta con seguidores en las esferas políticas, sino también en la población, ¿cómo se manifiesta ese apoyo?

-Hay una división dentro de las ciudades, allí la gente no nota la guerra en estos momentos. Entonces tienen pensamientos al estilo "¿para qué dejar espacio a la guerrilla?" y otros parecidos.

En ese sentido, Uribe tiene seguidores no solo dentro de los terratenientes como él mismo, sino también individuos en el pueblo que consideran la vía de las armas como la adecuada. No obstante, se sabe que no es posible barrer a la guerrilla.

Durante mi estancia en La Habana hablé con el general Óscar Naranjo, exjefe de la Policía Nacional de Colombia y miembro del equipo negociador del Gobierno. Él me dijo que ellos debieron reconocer la imposibilidad de aplastar a los insurgentes, y menos mediante barbaridades.

Ahora el camino es otro. Se trata de involucrar al pueblo entero en un proceso de reformas en el que la futura exguerrilla tendrá un rol importante y sobre el cual me mantengo optimista.

Según Koenigs, "ojalá que pronto las FARC se conviertan en una organización democrática que compita por el poder, porque no solamente quieren reivindicaciones y poseen programas y planes políticos merecedores de atención, sino que tienen líderes con temas a tratar a nivel nacional".

"Por eso lo que lograron en los convenios me parece un patrón de políticas públicas valiosas y hasta ejemplares", consideró.

En los tiempos venideros -prosiguió- el Estado colombiano debe garantizar la seguridad de los desmovilizados, y eso es algo dificilísimo, al igual que transformar a la guerrilla en una organización política sin armas.

Se trata de un proceso arduo, por eso se creó una entidad de monitoreo con las dos partes y, en medio, Naciones Unidas. Es una misión difícil, pero necesaria, porque seguramente habrá tropiezos y provocaciones que resolver o evitar, agregó.

Existe otro reto enorme que es el control del paramilitarismo y las bandas criminales por parte de las autoridades, pero ahí tiene mucha influencia la colaboración popular. "Si la estrategia es de incrementar la confianza de la ciudadanía y la cooperación, entonces dominarán el problema", insistió.

UNA PAZ CON RASGOS TÍPICOS COLOMBIANOS (subtítulo)

La paz que discuten los insurgentes y su contraparte tiene rasgos típicos colombianos, aseveró el enviado especial alemán, quien valoró positivamente el proceso al analizar elementos como la importancia conferida a las víctimas, la justicia, la verdad, el enfoque de género y los derechos de la población rural y los afrodescendientes.

"La parte jurídica está muy elaborada, al igual que los planes de reforma agraria, y poner a las víctimas en el centro de la solución del conflicto es una cuestión novedosa que anima a naciones en las cuales todavía hay guerras", comentó.

Asimismo, realzó la importancia de la verdad y la justicia especial para la paz como elementos que en el pasado no tuvieron roles primordiales en procesos parecidos en el área geográfica.

Sin embargo, el diputado alemán por la fracción Alianza 90/Los Verdes consideró el alto al fuego bilateral como lo más difícil logrado hasta el momento por los negociadores.

De acuerdo con el parlamentario, Alemania simpatiza con el proceso de paz de Colombia y apuesta por su éxito, aun cuando no tiene marcados intereses económicos que defender allí.

Según el enviado especial, entre las principales acciones de su país para tributar al proceso colombiano figuran el apoyo a proyectos centrados en la educación sobre la paz, el fomento de la cultura de la memoria y la reinserción social de las víctimas.

Igualmente realzó la importancia del respaldo político a la paz, como el ofrecido a través de una moción aprobada en julio pasado en el Parlamento alemán para instar al Gobierno germano a continuar en el futuro su ayuda económica al proceso y a acompañar venideras conversaciones con el insurgente Ejército de Liberación Nacional.

LA PAZ ABRE OPORTUNIDADES (subtítulo)

Para Koenigs, América Latina cambió mucho a lo largo de las últimas décadas. "En la región ascendieron fuerzas democráticas y de izquierda que demostraron cómo se llega al poder mediante los votos, esos son los casos de Evo Morales y Hugo Chávez, entre otros".

Se trata de elementos con un importante peso que, junto a la inexistencia en el área desde hace mucho tiempo de guerras de fronteras, representan un punto para el aprendizaje, dijo.

A lo anterior -comentó- sumamos que por lo menos se ha enseñado al mundo la posibilidad real de terminar con un conflicto interno por caminos pacíficos. "La paz colocará a Colombia en una posición de prestigio, así como a los países garantes y acompañantes por facilitar los diálogos".

Aunque el enviado especial no considera que desde fuera el proceso se vea como un éxito general de Latinoamérica, sí da fe del impacto internacional de los esfuerzos de los contribuyentes individuales.

"Cuba, por ejemplo, tiene el mérito de acoger e impulsar las negociaciones. El rol del Gobierno cubano como pacificador en ese conflicto no se puede subestimar", precisó.

También están los casos de Venezuela y Noruega -continuó-: el país europeo tiene trayectoria como pacificador y por eso es admirado; mientras que el suramericano, fronterizo con Colombia, aporta mucho al proceso.

"Ahora estamos en un momento en el cual la coyuntura para la paz es frágil, porque no se sabe cómo se comportaran muchas variables, entre ellas el nivel de acercamiento a Latinoamérica de la futura administración estadounidense, el ámbito político de los vecinos de Colombia y hasta dónde logren avanzar fenómenos como el narcotráfico".

Pero a pesar de incógnitas de ese tipo -dijo-, existe un reto fundamental: la implementación. "Sin ella el acuerdo será un fracaso y, por tanto, el pueblo colombiano, las autoridades, instituciones, la sociedad civil y las futuras exguerrillas tienen que emplearse a fondo en honrar la letra del convenio final".

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