Inti Kokone.- Este 2 de abril se elige el presidente de Ecuador en segunda vuelta. Hay demasiados rumores de acciones violentas de la derecha para no aceptar el triunfo de Lenin Moreno yJorge Gals por lo que se hace necesario un triunfo aplastante que no de chance a la eterna acusación de fraude cada vez que pierde la derecha. Una videocolumna del analista internacional ecuatoriano Carlos Fiallos, miembro de Inti Kokone y de Cubainformación TV, así como director de la revista sobre inmigración "Encuentros".


Embarrar la cancha

Alejandro Fierro y Gisela Brito - CELAG

Quedan pocos días para las elecciones presidenciales en Ecuador. Las estrategias de campaña apenas van a variar. Por tanto, y con independencia del resultado final, ya se pueden extraer algunas conclusiones sobre la primera y la segunda vuelta en términos de análisis de estrategia electoral. Conclusiones que, además, pueden ser extrapolables a los procesos electorales latinoamericanos que se vislumbran en el corto y mediano plazo.

La agenda electoral del candidato neoliberal, Guillermo Lasso, se basó en la apelación al “cambio” para capitalizar el desgaste del oficialismo y la promesa-slogan de “1 millón de empleos”, en tanto en los sondeos de opinión, el desempleo encabeza las preocupaciones de los ecuatorianos. Pero, sin duda, lo más definitorio de su campaña ha sido la decisión estratégica de embarrar el terreno de juego. Combinando medias verdades con completas mentiras difundidas por su enorme potencia de fuego mediático, la derecha ha dibujado la imagen de un país carcomido por la corrupción y ha querido convencer al votante de que ésta debería ser su mayor preocupación.

Tanto el resultado de la primera vuelta como los diversos estudios cualitativos y cuantitativos que se vienen publicando en los últimos días, evidencian que se trata de una estrategia fallida. Las acusaciones masivas de corrupción pueden causar un efecto de desencanto con la clase política, pero apenas logran un tránsito de votos de un bloque a otro. A diferencia de lo que ocurre en Europa, el subcontinente latinoamericano tiene memoria histórica de los años del neoliberalismo. Conoce sus efectos devastadores y saben quiénes fueron los responsables. El candidato opositor, Guillermo Lasso, estará siempre asociado al feriado bancario de 1999, una quiebra en cadena del sistema financiero que fue la antesala de la salida del país de dos millones de migrantes.

Sería ingenuo pensar que la derecha ecuatoriana comete un error de cálculo. Es consciente de la insuficiencia de su estrategia. Sucede que no tiene mucho más que ofrecer. La trayectoria política de Lasso y sus escasas cualidades personales (carisma, cercanía, don de gente) explican el nivel de rechazo que genera en alrededor de dos tercios del electorado. En el plano programático, la agenda neoliberal ya no es un misterio para nadie, máxime tras los ejemplos de Argentina y Brasil, donde Mauricio Macri y Michel Temer están desmantelando en pocos meses todo lo construido en la última década. Pero, aunque su recetario sea completamente previsible, no se puede permitir el lujo de explicitarlo. Sería perder la batalla antes de comenzar. Por eso recurre a la máquina del fango.

Lo peor que hubiera podido hacer Lenín Moreno habría sido sumarse a esa ceremonia de la confusión. Pero el candidato de Alianza PAIS se ha mantenido al margen de los intentos de arrastrarle a la ciénaga. Ha hecho bien. En términos electorales, el argumento de la corrupción resultó efectivo para instalar en los últimos meses un clima de opinión adverso al oficialismo. Pero su efecto se amortizó en la primera vuelta. Ya no va a cambiar el sentido de ningún voto.

Para Moreno, en cambio, el objetivo primordial en esta elección es llegar a esa franja “blanda” del electorado que supone aproximadamente un 10% y que demanda soluciones concretas a problemas muy cotidianos relacionados con la economía doméstica, el empleo, la salud o la educación. Es un voto poco o nada ideologizado y que viene de respaldar en anteriores comicios a Alianza PAIS por la incuestionable mejora de su calidad de vida. Sin embargo, la percepción de que ese bienestar está amenazado como consecuencia de la crisis le hace replantearse su apoyo. Atrayendo a este sector, la victoria del candidato aliancista estaría asegurada.

A este grupo no se llega con campañas de desprestigio ni removiendo los peores estereotipos sobre la clase política. De hecho, las encuestas revelan su creciente fatiga ante la pugna partidaria. Demanda propuestas concretas y eficaces. Y esta realidad ecuatoriana es trasladable a otros países latinoamericanos, donde en contextos económicos regresivos la población reclama soluciones para no perder lo logrado en estos años. El pasado neoliberal les suena demasiado lejano.

Los procesos progresistas latinoamericanos han demostrado su eficacia a la hora de mejorar la vida de las mayorías populares. Nada hace pensar que no tengan la misma capacidad de hacer propuestas de futuro sólidas y factibles. Por eso es importante tener claros cuáles son los objetivos de una campaña y no caer en el lodazal que promueve la derecha.

 

"Flashforward" o cómo sería el futuro con Lasso

Luis Salas Rodríguez - CELAG

En una serie televisada hace algunos años con el nombre "Flashforward", se desarrolla la siguiente trama: en el transcurso de un día cualquiera, toda la población mundial se desmaya durante 2 minutos, tiempo durante el cual cada persona tiene una especie de sueño. Sin embargo, en medio de la investigación de lo sucedido, se descubre que lo que parecía un sueño en realidad no era tal, sino que se trataba de una visión de sus propias vidas dentro de seis meses. Es decir, las personas que habían logrado sobrevivir a los accidentes causados por el desmayo colectivo (caída de aviones, choque de autos, etc.), de alguna forma lograron viajar en el tiempo y ver cómo serían sus vidas en un futuro próximo. De modo que cuando despiertan, cada una cuenta con un “recuerdo de su futuro”, un flashforward.

Durante la investigación, se descubre que el día con el cual “soñaron” ocurrirá otro desmayo, desencadenándose otra serie de accidentes y catástrofes como los causados por el primero, por lo que las autoridades deciden evitar a toda costa que se repita. Una de las formas por la que se intenta evitar otra serie de acontecimientos catastróficos es el de procurar que cada quien deje de hacer las cosas y no tome las decisiones que saben lo llevarán a estar en la situación vivida en el “sueño”, pues incluso en los casos de a quienes les parezca una situación deseable, deben estar conscientes que será solo el preámbulo de una nueva catástrofe.

Pues bien, partiendo de este ejercicio tan elemental de la ciencia ficción, consistente en proyectar en un tiempo y espacio futuros las angustias, incertidumbres, temores y deseos del presente, podríamos afirmar que las electoras y electores ecuatorianos en esta coyuntura en la que deben enfrentarse a la posibilidad de elegir como presidente al banquero Guillermo Lasso, se encuentran en una situación similar a la de los protagonistas de Flashforward.

Y es que en el entendido de que todo proceso electoral por definición es una apuesta incierta por un futuro que se desea provocar o evitar, lo cierto es que al igual que los protagonistas de la serie, los ecuatorianos y ecuatorianas cuentan con un “recuerdo de su futuro” que los puede ayudar a elegir mejor. La ventaja es que no tienen que sufrir un catastrófico desmayo colectivo, sino que basta con mirar la televisión (incluso la más alienante) y leer la prensa con un poco de atención, para saber lo que les va a pasar de elegir a Lasso, contando para ello con lo que actualmente padecen en Argentina y Brasil donde gobiernan dos presidentes de los cuales el banquero Lasso resulta poco más o menos que una copia.

Claro que siempre podrá despacharse el ejercicio diciendo que se trata del viejo truco de asustar al electorado, del expediente del miedo del que hablaba Macri cuando se defendía de aquellos que decían que iba a hacer lo que en efecto está haciendo, pero que en campaña negó recurrente y públicamente. Sin embargo, es obvio que la campaña de la derecha consiste en amenazar a dicho electorado con que de ganar Lenín Moreno, Ecuador terminará convertido en otra Venezuela o en Cuba, hipótesis simplista entre otras razones porque Moreno viene de ser parte y es el candidato de un gobierno –el de Rafael Correa- que con más de diez años en ejercicio ha mantenido a Ecuador bastante alejado del caos hiperinflacionario y de inestabilidad económica encontrado por Correa cuando asumió. Caos no provocado por “regímenes castrochavistas”, sino por una serie de gobiernos dentro de los cuales Lasso fue, por cierto, protagonista en al menos dos, incluyendo uno en el que ejerció de “superministro” de economía.

En fin, el caso es que al igual que ocurrió en Brasil y sobre todo que en el caso argentino –pues como sabemos, el gobierno de Temer resultó no del voto popular sino de un golpe parlamentario- los ecuatorianos y las ecuatorianas tienen ante sí la posibilidad de elegir a un CEO como presidente, bajo la oferta de tener un gobierno eficiente, honesto, que elimine de raíz todos los problemas económicos y traiga el reino de la riqueza para todos por igual junto a una mayor y mejor democracia. Y a esto lo llaman “Cambio”. Pues bien, tras el “Cambio” de diciembre de 2015, nada de eso exactamente es lo que está pasando en Argentina con el CEO-Presidente Macri, siendo que, por el contrario, su gobierno de tecnócratas, de “eficientes y exitosos” gerentes del sector privado, tiene al país en la peor situación económica, política y social de las últimas dos décadas, sin hablar del tema corrupción. Es decir, no solo no mejoró aquellos problemas que dejó Cristina Fernández, sino que los agravó hasta el punto de hacer retroceder al país al período previo a los Kirchner.

Así las cosas, los ecuatorianos y ecuatorianas prestos a votar en esta segunda ronda, tienen en Argentina y Brasil –pero también en el México de Peña Nieto o en el Chile de Piñera- la certeza de lo que van a vivir en un futuro próximo si se dejan seducir por la oferta engañosa del banquero que utilizará el Estado para extender sus negocios y redistribuir la riqueza, pero de abajo hacia arriba, y que jamás gobernará en favor de las grandes mayorías sociales del Ecuador.

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