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teleSUR.- Miles de personas partidarios de la oposición salieron a las calles de Honduras para exigir al Tribunal Supremo Electoral (TSE), entregue resultados transparentes, y con ello reconozca el triunfo en la elección presidencial de su abanderado Salvador Nasralla.


Honduras: el “golpe blando preventivo”

Atilio A. Boron - Resumen Latinoamericano, 3 de diciembre 2017.- La interminable epidemia de “golpes blandos” propiciada por la Casa Blanca se ha ensañado una vez más con Honduras. Fue allí, en el año 2009, donde por vez primera se aplicó esta metodología una vez que fracasara el golpe militar tradicional ensayado un año antes en Bolivia. A partir de ese momento los gobiernos indeseables de la región serían barridos por un letal tridente conformado por la oligarquía mediática, el poder judicial y los legisladores, cuyo “poder de fuego” combinado supera el de cualquier ejército de la región. José Manuel “Mel” Zelaya fue su primera víctima, a quien seguirían en el 2012 Fernando Lugo en Paraguay y en 2016 Dilma Rousseff en Brasil. Bajo ataque se encuentran los gobiernos de Bolivia, Venezuela y, va de suyo, Cuba, mientras que en Ecuador el viejo recurso del soborno y la traición unidos a la técnica del “golpe blando” parecen haber detenido el rumbo de la Revolución Ciudadana de Rafael Correa. El objetivo estratégico de Washington con sus “golpes blancos” es regresar América Latina a la condición neocolonial imperante en la noche del 31 de diciembre de 1958, un día antes del triunfo de la Revolución Cubana.

En el caso hondureño el golpe funciona preventivamente, a través de un escandaloso fraude electoral que sólo ha suscitado la crítica de algunos pocos observadores enviados por la Unión Europea. En cambio, la misión de la OEA, presidida por un demócrata de credenciales tan impecables como el boliviano Jorge “Tuto” Quiroga, ha consentido todas y cada una de las violaciones de la legislación electoral y las normas constitucionales del gobierno de Juan Orlando Hernández, heredero del golpe del 2009. Claro que Quiroga no las tiene todas consigo porque el Tribunal Constitucional de Honduras ha declarado que la re-elección es un derecho constitucional que no puede ser conculcado por ninguna norma de rango inferior lo que, aplicado al caso de Bolivia, consagra la legitimidad de la aspiración del presidente Evo Morales de presentarse a una nueva contienda presidencial.

Pero regresando al meollo de nuestra argumentación, el fraude perpetrado en Honduras remeda al que inaugurara en 1988 el PRI mexicano para birlar a Cuauhtémoc Cárdenas de la victoria que estaba claramente obteniendo en las urnas. En medio del recuento de votos se produjo un apagón que afectó a gran parte de la Ciudad de México y cuando finalmente el fluido eléctrico regresó se verificó un verdadero milagro, equivalente moderno al de la multiplicación de los panes y los peces de nuestro señor Jesucristo. En este caso los que se multiplicaron en medio del apagón fueron los votos de Salinas de Gortari, el candidato priísta, mientras que Cárdenas era relegado a un triste segundo lugar. En Honduras acaba de ocurrir exactamente lo mismo, lo que prueba que a la Santa Madre Iglesia le asiste la razón cuando afirma que los milagros existen y se producen casi a diario. Salvador Nasralla, el candidato del frente opositor llevaba cinco puntos porcentuales de ventaja al escrutarse algo más de la mitad de los sufragios y las tendencias eran muy claras.

En ese momento el Presidente del Tribunal Superior Electoral declara que no se puede anunciar ningún resultado porque falta escrutar el resto de las actas, pese a que el candidato del tercer partido, Luis Zelaya, reconoce el triunfo de Nasralla. El TSE retoma el conteo selectivo de las actas en distritos en donde se presume que el candidato oficialista tiene alguna ventaja al paso que, simultáneamente, aparecen recurrentes desperfectos en el centro de cómputos del TSE y los consabidos apagones. Una vez subsanados los guarismos van ofreciendo una pequeña ventaja al presidente Juan Orlando Hernández, aunque las sospechas aumentan porque el Ministerio Público allanó una oficina del partido gobernante sorprendiendo a sus ocupantes en la preparación de actas comiciales falsas. Lo interesante del caso es que este fraude es tan rudimentario que dio pie a otro milagro sin precedentes en la historia política mundial: después de los desperfectos y los apagones subían los votos de Hernández en la candidatura presidencial, pero no así los de los alcaldes y diputados del oficialismo que se mantenían en sus registros anteriores. Todo esto, repetimos, ante el cómplice mutismo de la misión de la OEA encabezada por Quiroga, cuyo adn político reaccionario hacía que mirase con buenos ojos esta burla a la voluntad popular. No es de sorprenderse entonces que las bases sociales de los partidos de la oposición hayan ganado las calles exigiendo el respeto a la voluntad de la ciudadanía.

Y que el gobierno fascista de Hernández, el mismo que ha prohijado junto a la “Embajada” el baño de sangre que se produjo en Honduras desde el golpe de 2009 y que el caso de Berta Cáceres es apenas el más conocido, haya declarado toque de queda entre las 6 de la tarde y las 6 de la mañana y estado de sitio. Ya suman unos diez los muertos por las protestas en Honduras pero el gobierno continúa su marcha impertérrito, con la abierta complicidad del “Canalla Mayor” de las Américas, Luis Almagro y sus enviados y el tácito aval de la “Embajada” que jamás consentiría que un opositor llegara al palacio presidencial.

Es que Honduras es una pieza de gran valor estratégico en el diseño geopolítico de Washington. Limita con dos países como El Salvador y Nicaragua que tienen gobiernos considerados como “enemigos” de los intereses norteamericanos y la base aérea Soto Cano, ubicada en Palmerola, tiene una de las tres mejores pistas de aviación de toda Centroamérica y, además, es escala obligada para el desplazamiento del Comando Sur hacia Sudamérica. Además, la base Soto Cano es la que alberga a la Fuerza de Tarea Conjunta “Bravo” compuesta por unos quinientos militares de EEUU dispuestos a entrar en combate en cuestión de horas. Hay que recordar que el ejército hondureño fue refundado por el embajador estadounidense John Negroponte y que, en los hechos, es un comando especial de las fuerzas armadas de Estados Unidos más que un ejército nacional hondureño. Todo esto es lo que está en juego en la elección presidencial de Honduras. Por ello Washington alentó el golpe contra “Mel” Zelaya y, en la actualidad, convalida la maniobra fraudulenta del presidente Hernández. La oposición jamás reconocerá la legalidad y la legitimidad de este proceso electoral, viciado desde sus raíces. La última aberración fue hace instantes comunicada por el TSE: procederá a contar los votos de las actas faltantes sin la presencia de los representantes de los partidos opositores. Es decir, el gobierno contará los votos y proclamará su fraudulenta victoria al margen de cualquier instancia de control independiente. Ante la monstruosidad de esta farsa electoral la oposición deberá exigir el llamado a nuevas elecciones pero bajo supervisión internacional porque está visto que el TSE es un apéndice del gobierno y que ni siquiera garantiza el correcto recuento de los votos, para ni hablar del entero proceso electoral. Y los gobiernos democráticos de Nuestra América deberán encolumnarse sin hesitar detrás de los reclamos de las fuerzas de la oposición para impedir la consumación de un “golpe blando preventivo” como el que está actualmente en curso hundiendo aún más a Honduras en una tremenda crisis nacional general. Por último, habrá que notificar al “Canalla Mayor” de las Américas que algunas anomalías están ocurriendo en el proceso electoral hondureño, sacándolo de su bien pagada obsesión por monitorear y desprestigiar al gobierno de Maduro y las elecciones venezolanas.

 

El pueblo hondureño desafía en las calles a JOH y al Imperio

Carlos Aznárez - Resumen Latinoamericano, 2 diciembre 2017

Desde aquel nefasto día de junio de 2009 en que el ejército y la policía hondureña, cumpliendo órdenes de Washington, capturaron al presidente Mel Zelaya y se hicieron con el gobierno, la democracia dejó de existir en todos sus aspectos. Uno tras otro, los presidentes que sucedieron a Zelaya (Micheletti, Lobo y el actual Hernández) pueden considerarse como legítimos herederos de esa acción violenta e ilegal contra un gobierno al que el pueblo había votado. Por eso es que no puede extrañar lo que sucede por estas horas en que a través de un golpe electoral se pretende imponer la reelección del actual mandatario Juan Orlando Hernández, al que la gran mayoría de los hondureños y hondureñas nombran despectivamente como JOH.

Honduras no es un país más de Centroamérica, siempre, desde las aciagas épocas de la United Fruit Company hasta aquellos años de las bases paramilitares de la “contra” nicaragüense, el territorio siempre sirvió de sostén de las violentas políticas militaristas de Estados Unidos en la región. Palmerola y Mosquitia son nombres que significan mucho dentro de esa escena ya que en esos enclaves de la geografía hondureña se asientas dos poderosas bases militares norteamericanas, desde las que se sostiene la injerencia de ese país no solo en la política local sino que tiene influencia en todo el territorio centroamericano. La otra pata de la agresión es la propia embajada USA, que por estas horas es un hervidero de consultas entre dirigentes oficialistas y los jefes locales de la CIA. Avalando esa historia de intromisiones, el gobierno actual vuelve a mostrar su cara más impune pero también la más violenta. Todo vale para defender una reelección que es repudiada por las grandes mayorías.
Fueron muchos los que en plena campaña electoral del candidato Salvador Nasralla, de la Alianza de Oposición contra la Dictadura (nunca mejor el nombre elegido) comenzaron a vislumbrar que la tarea en la que estaban empeñados iba a ser más que difícil. Los futuros comicios olían a fraude por donde se los mirara, ya que el aparato oficialista no solo contaba con recursos económicos suficientes para imponer sus consignas mentirosas sino que muchos de los referentes de la oposición eran criminalizados, perseguidos y amenazados. Apoyado por el Partido Libre, al que seguramente no le alcanzaban los votos para ir en solitario, el periodista Nasralla debió radicalizar su discurso y ponerse a tono con la empresa en la que se había embarcado. Desde afuera de la coalición opositora, la sabiduría de los hombres y mujeres del Consejo de Organizaciones Populares e Indígenas (COPINH), la combativa organización a la que pertenecía Berta Cáceres hasta que fuera asesinada, denunciaba que acudir a las urnas en esas circunstancias no aseguraba nada bueno para los sectores populares. Y finalmente la advertencia se cumplió a rajatabla.

Nasralla gana la elección indiscutiblemente, pero el régimen manipula soezmente al Tribunal Supremo Electoral para que el recuento de votos prácticamente se paralice y una semana después de los comicios, utilizan la falta de resultados definitivos para vocear “la victoria” del actual presidente. De esta manera consolidan el fraude a la luz del día y ante una buena cantidad de observadores internacionales, algunos de ellos cómplices del robo, como son los de la OEA encabezados por el derechista y golpista boliviano Jorge “Tuto” Quiroga, y otros, un poco más “profesionales” en la tarea para la que habían sido convocados, atinan a protestar pero son arrollados por la ola mediática hegemónica y el silencio concesivo de los gobiernos de la región.

En esas circunstancias al pueblo hondureño, la verdadera víctima de estos reiterados atropellos, no le queda otra que insurreccionarse frente a un poder criminal, no solo por los muertos que ya suma a su cuenta en estas últimas horas, sino por las decenas de asesinados y asesinadas bajo el mandato de JOH, en que dirigentes sociales, estudiantes, campesinos, periodistas cayeron todos ellos bajo las balas asesinas de cuerpos policiales militarizados como los que en la noche del viernes ejecutaron a la joven Kimberly Dayana Fonseca, mientras repudiaba el fraude con sus vecinos.

No se trata de un pueblo más cuando se habla del hondureño, es el mismo que durante casi un año -desde el derrocamiento de Zelaya- no dejó de movilizarse un solo día, bloqueando carreteras y generando protestas gigantescas que asombraron al mundo, un pueblo que supo unirse en un Frente de Resistencia y que solo comenzó a perder fuerza cuando apareció en el horizonte la tentación del camino electoral. Ahora volvió a insistir en esa trayectoria y otra vez, el imperio -el auténtico gestor de lo que piensa y hace su títere JOH- demostró que ni siquiera está dispuesto a dejar pasar una instancia moderada de oposición, que Honduras es su colonia y que si tiene que volver a masacrar como en tiempos de la United Fruit no dudará en hacerlo.

Por eso es que quienes hoy están peleando en las calles contra la prepotencia policial-militar -todo ellos, el Partido Libre, los seguidores de Nasralla, el COPINH y hasta el Partido Liberal de Luis Zelaya- saben que ya no tienen nada que perder y que se juegan otra vez la vida en la pulseada. Pero además, están mostrando al continente que no es hora de retrocesos ni titubeos frente a una embestida derechista recolonizadora que golpea a cada puerta. Estados Unidos, su Comando Sur, sus multinacionales y sus avanzadas paramilitares “disciplinadoras” vienen por todo. Tratan de imponer una matriz que busca hondureñizar al continente, como bien sostuviera en las últimas horas un referente de Derechos Humanos de ese país. Que lo logren o no, dependerá de la resistencia que encuentren en el camino. El pueblo hondureño marca, en ese sentido, un ejemplo de lo que hay que hacer. Las calles son su mejor escenario para que el fraude no pase desapercibido, para visibilizar a nivel internacional de qué se trata la “democracia” de JOH y su mafia, y también para replantearse a la luz de lo sucedido el domingo de comicios, qué tipo de proyecto de poder hacen falta para que la Patria de Morazán renazca entre sus propias manos. Como en 2009, en los barrios y en las carreteras bloqueadas por miles de manifestantes se vuelve a escuchar aquella consigna que se hizo himno: “Nos tienen miedo porque no tenemos miedo”, seguido de otra más actual: “Fuera JOH, fuera JOH”. ¿Qué esperamos para hacer sentir el calor de la solidaridad pueblo a pueblo antes de que se demasiado tarde?

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