Misión Verdad.- Para efectos de la hoja de ruta de desestabilización de Venezuela mediante las presiones externas y la proclamación de una figura paragubernamental que someta a un nuevo ciclo de inestabilidad de la institucionalidad venezolana, la presentación de la figura de Juan Guaidó y sus convocatorias a nuevas movilizaciones contra el chavismo tienen elementos indiscutidos de fabricación que son necesarios de analizar.


Desde una visión de conjunto, los elementos distinguibles de la narrativa sobre Guaidó pueden resumirse de la siguiente manera:

  • Es una figura joven, cooptada desde el partido Voluntad Popular (VP), para dirigir el parlamento venezolano. Los partidos que integran “el cuarteto” que dirige la Mesa de Unidad Democrática (MUD) decidieron hacer rotativa la presidencia de la Asamblea Nacional (AN) cada año entre sus representantes. Por esto, en 2019, año en que la presidencia de la AN queda bajo el timón de VP, Guaidó asume en la línea de sucesión del partido luego de Leopoldo López y Freddy Guevara, pasando por alto a Juan Andrés Mejía. Decisión que tiene que ver con proyectar un perfil “popular” de Guaidó en vez de uno de clase media alta sintetizado en Mejía.
  • Guaidó es presentado como un dirigente fresco, con orígenes en la clase media popular, oriundo del estado Vargas, ingeniero egresado de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Se contrasta su figura con la del presidente Maduro, quien proviene de la clase trabajadora como conductor de autobuses.
  • Sobre Guaidó señalan su background de dirigente estudiantil y perfil de “lucha de calle contra la dictadura del chavismo”. Su imagen, e incluso color de piel, que se sale un poco de la siempre caucásica apariencia de los líderes de VP, ha servido para que alrededor de su figura se construya una presentación que parezca “popular”.
  • Sobre este dirigente se han hecho también omisiones a su participación directa en actos de violencia destemplada en los años 2007, 2014 y 2017, así como sus apreciaciones en el canal Globovisión en las que declaró que el asesinato con guayas contra motorizados en los años 2014 y 2017 eran una farsa y un montaje del gobierno.
  • Desde diversos medios digitales se ha construido una narrativa sobre Guaidó, al punto de que su perfil en Wikipedia ha sido disputado y modificado por diversos wikipedistas y no sólo por su autobombramiento como “Presidente interino de Venezuela”, pues además se ha intentado colocar su nombre en la lucha pacífica e institucional, alejándolo de la violencia paramilitarizada y brutal que el ala dura antichavista protagonizó en Venezuela en estos años y en la que Guaidó participó.
  • Se omite su rol como operador del caos y la violencia en el terreno, pues a expensas de ella se ha decantado y producido una pérdida parcial del apoyo de opositores a movilizaciones y actos de calle contra el chavismo. Pero con el especial próposito de ubicarlo como una figura racional de centro que pudiera unir el extremismo opositor, reflejado en las guarimbas, con los militares que respondan a su llamado de reconocerlo como “presidente interino”. Tanto Guaidó, como su mujer, refritan el modelo Leopoldo López-Lilian Tintori para convocar al vacío a los uniformados que se presten para iniciar un conflicto civil del lado de quienes, en 2017, atacaron con especial saña a los guardias nacionales bolivarianos y policías que contuvieron sus protestas violentas.

Momento en el que Juan Guaidó se autoproclama presidente interino de Venezuela. Foto: AP.

Mientras que la metodología de convocatoria opositora de este 23 de enero se enfoca en que:

  • El antichavismo llamó a la movilización mediante la metodología de “cabildos abiertos”, dando nombre de instancia asamblearia de decisiones a lo que son de hecho actos proselitistas. Guaidó se erige sobre un relanzamiento remasterizado del esquema de lucha “pacífica” y popular contra el chavismo, pero esta vez presentado desde un enfoque “popular”, más “cercano al pueblo”, a diferencia de otras concentraciones y mítines antichavistas caracterizados por el protagonismo y divismo de los dirigentes. El desgaste de los liderazgos antichavistas impuso este “nuevo” esquema.
  • La convocatoria de movilización antichavista realizada el pasado 23 de enero, recordado por el ciclo puntofijista anterior al chavismo, es empleada como recurso discursivo por tratarse de la fecha de derrocamiento de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez en 1958. Esta fecha utilizada por la narrativa popular ahora intenta servir de modelo para la cacareada “restauración” de la democracia en Venezuela exigida por voceros de Estados Unidos como el vicepresidente Mike Pence. Este nuevo “Día D” del antichavismo fue convocado, además, una vez que el 10 de enero no hubo respuesta de calle por los seguidores de la oposición contra la juramentación del presidente Nicolás Maduro.
  • La metodología de convocatoria proyectó el inicio de otro ciclo prolongado de violencia en Venezuela mediante la propagación de focos, donde prevalezce la lógica de estados de excepción con los derechos y garantías suspendidos.

Recursos narrativos de la convocatoria y otros elementos


El chavismo se mantiene firme. Foto: AP.

Nuevamente el triunfalismo y las promesas de desplazamiento de Maduro vuelven al tapete para movilizar a los seguidores de la oposición. Es un ciclo que ya se reprodujo en los primeros meses de los años comprendidos entre 2014 y 2017.

La presentación del “motivo” a la movilización yace este año en el apoyo externo a una transición en Venezuela y el desplazamiento del presidente Maduro mediante presiones, sanciones, cerco y la amenaza de una intervención para acercarle el poder a Juan Guaidó como líder “representativo de la aspiración popular”.

El antichavismo convoca e instrumentaliza la situación de importantes capas sociales lidiando con el malestar económico y esto viene aupado por una aceleración dramática de los elementos inflacionarios que se dispararon al iniciar el año. Inflación mediante dólar paralelo y alza desproporcionada de precios precedieron el 10 de enero y fueron combustible para aupar la “salida a la calle” de la población el 23 de enero. Esto le da a la narrativa antichavista un carácter de “lucha popular” por la situación económica, aunque esta sea claramente inducida en el contexto de guerra.

En simultáneo, la oposición emplea otros recursos para convocar en consignas como: “sacar a Maduro para que los que migraron vuelvan”, “permitir el ingreso de ayuda humanitaria”, “la salida es mediante un golpe militar con apoyo popular”, “es necesaria la intervención de Venezuela”. De esa manera, amalgaman en un discurso aparentemente popular un “sentimiento de rechazo y necesaria respuesta” contra la institucionalidad venezolana. Un elemento de clara fabricación durante años de asedio de espectro total contra el país.

En redes sociales y medios digitales adquieren cada vez más una virulencia y consistencia las “palabras e imágenes símbolo” de violencia desbocada dirigida al chavismo. Como una preparación de la subjetividad para nuevas situaciones, esta vez, aupadas por la presión extranjera y la amenaza militar interna y externa. Este año la narrativa tiene el elemento distintivo de “defender la instalación del gobierno transitorio” y la proclamación de Guaidó como “presidente legítimo”.

América Latina
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