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`El escenario de guerra está cruzando el océano´, confiesa a Cubainformación TV, desde La Habana, Miguel Fernández Martínez, periodista cubano y corresponsal de guerra en Siria para Prensa Latina durante años, al referirse al intento de asfixia y ocupación de Venezuela.


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Fernández, que durante años fue el único corresponsal de un país occidental en Siria, pasó más tarde a Venezuela, donde -le decían en broma- viviría "unas vacaciones". Sin embargo, nada más llegar a Caracas se desencadenó la violencia de las llamadas guarimbas de la oposición, que no ha cesado en su apuesta por entregar el país a la élite de EEUU.

Hoy es el corresponsal acreditado de la agencia rusa Sputnik en La Habana, de la que nos habla.

En una profunda entrevista nos relata pasajes de su vivencia en la guerra de Siria, las atrocidades de los supuestos "rebeldes" apadrinados por EEUU y la Unión Europea, y reflexiona sobre las mentiras y el papel de los medios de comunicación en la justificación de las guerras y las intervenciones.

Equipo de grabación y fotografías en La Habana: José Manzaneda, Miguel Ángel Díaz Catalá, Patricia Moncada. Apoyo logístico: ICAP. Edición: Endika Alonso.

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Miguel Fernández Martínez, periodista de Prensa Latina y Sputnik: “Como corresponsal en Siria y Venezuela fui testigo de hechos muy similares”

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Transcripción: José Mª ALFAYA / Cubainformación.- Cubainformación TV conversó en La Habana con Miguel Fernández Martínez, periodista cubano, corresponsal en Siria y Venezuela para Prensa Latina. Hoy trabaja, además, para el medio ruso Sputnik.

¿Cómo fue tu experiencia como corresponsal de Prensa Latina en Siria?
- Hasta el 2016, Prensa Latina fue la única agencia occidental acreditada de manera permanente en Siria. Esta decisión del gobierno sirio no fue por capricho. Siria no solo enfrentaba en aquel momento una guerra militar, económica y diplomática y política, sino también la guerra informativa de más de 1 200 medios de comunicación. Esto convertía al corresponsal de Prensa Latina –yo fui el sexto– más que en informador, en referente. A mí me llamaban de agencias de todos los sitios del mundo. Yo tenía un compromiso profesional con Prensa Latina y con Cuba, pero de pronto descubrí que tenía un compromiso con la verdad, tenía que esmerarme en contar la verdad, lo que yo estaba viendo, lo que yo estaba tocando con las manos, que no se limitó a Damasco.
    Estuve en frentes de combate, compartí trincheras, presencié actos de guerra y destrucción, compartí con personas dañadas por el terrorismo. Y me obligaba a hacerlo cada día mejor porque sabía que, frente a las mentiras de la prensa occidental, detrás de cada despacho de Prensa Latina había un mensaje de verdad.
Recuerdo mis días en Damasco. Vivía en un apartamento, entre familias sirias, de hecho era el único extranjero, iba a su mismo mercado y tomaba los mismos buses, y vivía la misma situación de riesgo. Pero abría Internet –cuando tenía luz eléctrica– y me impresionaba lo que leía: bombardeos en tal lugar... Y yo me decía: pero si yo acabo de regresar de ese lugar y allí no pasó nada. Que si el ejército reprimió... Pero si he estado allí y allí no ha sucedido nada... Veía cómo manipulaban toda la información. De ese modo me convertí en testigo presencial, de primera mano. Porque me di cuenta de que la gente estaba esperando leer algo diferente.
    Y, aunque en 30 años de profesión, he estado en otros escenarios complicados, sin duda la mirada de Siria ha sido la más estremecedora. Es lo más lindo de esta profesión: tocas la vida, las vivencias, la sensibilidad del ser humano, la vives, la palpas y, además, después tienes la opción de contarla, de dar tu visión, tu mirada. No diría nunca que va a ser La Verdad. La verdad nunca es absoluta.
    Siria me permitió vivir una experiencia diferente a la que había vivido antes, hasta el  punto de que yo no me sentía un extranjero. Su dolor, su lamento, su necesidad, su necesidad de defenderse... los asumí también, y fue el resultado de tocar con las manos la realidad de aquel pueblo. Por eso no se puede entender que en un país donde el pueblo está armado hasta los dientes sobreviva una “dictadura”. Allí había una contradicción: ¿una dictadura oprime a ese pueblo y ese pueblo está armado? Veías la milicia, personas con el pantalón de camuflaje de un color, la camisa de otro, unos zapatos tenis, una gorra... y un AK-47 a la espalda. Ibas a los pequeños negocios y veías el AK-47 recostado en la pared. Era el pueblo, eran las milicias populares quiénes cuidaban la ciudad. Había una lealtad. Definitivamente todos estos años de guerra lo han demostrado, y nos queda la esperanza de que ese país vuelva a ser libre y en paz.

Después de Siria fuiste a Venezuela, ¿qué ocurrió?
- Cuando el vicepresidente de Información de Prensa Latina me otorgó la cobertura de Venezuela eran principios de 2017 y justo había regresado de la guerra en Siria. Medio en broma, medio en serio, le dije: “me vas a mandar a un lugar complicado”. “No, –respondió–, Venezuela está muy tranquila”. Efectivamente, en enero de 2017 encuentro una Caracas en total normalidad... que duró 40 días. Porque tuve la desgracia –o la oportunidad, como periodista– de ver con mis propios ojos cómo explotaban las famosas “guarimbas” en abril del 2017. Y en un correo le dije a mi colega: “¿éstas eran las vacaciones de las que me hablabas?”
    En Venezuela, año y medio después, estaba viendo hechos muy similares a los que había visto en Siria, y que habían sido los detonantes de la guerra en 2008. Vi quemar personas vivas, apedrear personas, fuertes golpizas por una diferencia política. A escasa distancia de donde vivía lanzaban botellas de agua congelada contra las marchas chavistas desde edificios altos. Así murió una persona. Vi el desgarramiento ideológico provocado exactamente por las mismas fuerzas que habían provocado el conflicto en Siria. El haber estado en Venezuela después de Siria me ayudó a entender mucho mejor estos procesos, hasta dónde llega la mano de la élite de poder que no acepta, que no tolera que las masas populares ni los grupos de izquierda lleguen al poder. Y hay una suerte de código, un “abc”, que van repitiendo. Tomas un libro de historia y ves qué pasó en Cuba hace 60 años y es exactamente el mismo cronograma, con los mismos métodos, por supuesto refinados. Pero los propósitos son exactamente los mismos. Eso, para un periodista cubano, es muy interesante, porque te permite, desde una visión mucho más global, entender tu propia realidad.
    Yo nací en el mismo año que triunfó la Revolución. El año que empezaron las agresiones, y mi vida se ha desarrollado y crecido, me he educado, he estudiado, me he preparado y sobrevivido en medio de todas esas agresiones, que las asumimos como algo normal en nuestras vidas, que quizás no concebimos ya de otra manera.

Ahora ¿dónde desarrollas tu trabajo?
- Trabajo, desde La Habana, para la agencia rusa de noticias Sputnik. Hago crónicas de nuestra realidad, de cómo transcurre la vida del pueblo cubano, de cómo lucha esta Cuba cambiante.
    Sputnik fue fundada en 2014 y difunde noticias en 16 idiomas, con presencia en más de 60 países. En el mundo hay cinco o seis megaconsorcios que dominan la información. Y ni siquiera diría que el enfrentamiento es ideológico o político, es una batalla por la verdad y desde la honestidad.

Pero ¿sigues formando parte del equipo de Prensa Latina?
- Sí, claro. Prensa Latina no es una agencia con capital o grandes recursos, pero tiene el más importante: la honestidad en la difusión de noticias contrastables, y en ser voz de los que no la tienen, la voz que le quitan a nuestros pueblos. Prensa Latina es una suerte de caja de resonancia del espíritu de nuestra América Latina. De ahí su definición: agencia informativa latinoamericana. Aún cuando insisten en presentarla como una agencia cubana, Prensa Latina va mucho más allá. Tiene un espíritu integrador, continental, que dirige su mirada a nuestros pueblos y a nuestra gente.

 

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