Marco Teruggi - Página 12.- Uno de los ejes del Foro fue la caracterización de la “multifacética ofensiva reaccionaria del imperialismo estadounidense y de la derecha oligárquica aliada” en curso en el continente. La culminación del Foro de San Pablo coincidió con el natalicio de Chávez.


Desde Caracas

El sábado a la medianoche sonaron fuegos artificiales, estruendos y disparos en el oeste caraqueño. Es costumbre ya, es una de las formas en que las barriadas celebran el día en que nació Hugo Chávez. Hubiera cumplido 65 años. Lo escucharon los cerros, el centro de la ciudad, y los invitados internacionales que asistieron al Foro de San Pablo que se realizó entre el jueves y el domingo en la capital venezolana.

Fueron 190 organizaciones, entre partidos políticos, movimientos sociales, organizaciones de trabajadores, intelectuales, artistas, eurodiputados, personalidades como el nieto de Nelson Mandela, de Salvador Allende, y el presidente de Cuba, Miguel Diaz Canel. El encuentro fue duramente atacado por las derechas continentales desde antes de su realización por una razón principal: su desarrollo en Venezuela y el consecuente apoyo al proceso liderado por Nicolás Maduro.

La última reunión de Foro había sido el año anterior en La Habana, lugar de génesis política del espacio que se mantiene en pie desde hace 25 años. La iniciativa de construir el Foro de San Pablo provino de la voluntad de dos hombres claves: Fidel Castro y Lula da Silva. Era el tiempo de la caída de la Unión Soviética, el arrastre neoliberal, pérdidas de puntos de referencias de izquierdas y progresismos, emergencia de nuevas experiencias políticas y ensayos electorales.

La agenda del Foro en Caracas estuvo marcada por varios ejes centrales. Uno de ellos fue la caracterización de la “multifacética ofensiva reaccionaria del imperialismo estadounidense y de la derecha oligárquica aliada” en curso en el continente. Dentro de ese escenario fueron debatidos puntos centrales como, por ejemplo, la persecución a líderes populares a través del poder judicial en alianza con los medios de comunicación hegemónicos. La consigna “Lula libre” fue repetida en cada una de las jornadas.

Un punto central de lo abordado durante el encuentro fue la necesidad de fortalecer la unidad entre fuerzas de izquierda y progresistas para enfrentar esa avanzada, con puntos de agenda común, como la exigencia del fin del bloqueo contra Cuba y del asesinato de líderes sociales y de derechos humanos en Colombia.

Parte del debate y las conclusiones abordaron los próximos escenarios electorales que tendrán lugar en el mes de octubre en Argentina, Uruguay y Bolivia. Allí se dejó por escrito el apoyo a lo que serán las candidaturas de Alberto Fernández-Cristina Fernández, Daniel Martínez-Graciela Villar, y Evo Morales-Álvaro García Linera.

Durante los días del Foro tuvieron lugar acontecimientos ilustrativos de los tiempos actuales en el continente, como la renuncia del gobernador de Puerto Rico, nuevas sanciones por parte de Estados Unidos a la economía venezolana para bloquear canales de importación de alimentos, así como una movilización en Colombia en contra de los asesinatos sistemáticos de dirigentes que se han dado en los últimos años.

El acto de clausura tuvo lugar luego de un recorrido en el Cuartel de la Montaña, en el barrio 23 de Enero, donde reposan los restos de Hugo Chávez. En el cierre estuvieron presentes los presidentes Maduro, Díaz-Canel, el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, y Mónica Valente, del Partido de los Trabajadores, de Brasil, representante del Foro.

Allí nuevamente fue señalado el apoyo al gobierno venezolano como legítimamente electo el 20 de mayo del 2018, al proyecto de la revolución bolivariana, el rechazo a la política de agresión unilateral norteamericana, así como la necesidad de los diálogos para lograr una solución pacífica y acordada al conflicto.

De esta manera Caracas volvió a ser sede de un evento internacional que manifestó su respaldo a Maduro. El anterior había tenido lugar pocos días antes con la reunión del Movimiento de Países No Alineados, donde 120 gobiernos también expresaron su reconocimiento a las autoridades electas, y no a la construcción ficcional en el país, pero real diplomáticamente, de Juan Guaidó.

La finalización del Foro deja así marcado un apoyo necesario en tiempos de incertidumbres y asalto. Las noticias sobre los diálogos de Barbados entre gobierno y oposición se han detenido en los últimos días. Los mensajes por parte de voceros de la administración de Donald Trump han sido, por su parte, de respaldo a Guaidó y amenaza, como lo hizo el encargado de Latinoamérica en la Casa Blanca, Claver-Carone, quien afirmó que Maduro tiene un “corto plazo” para dejar el poder.

Las cotidianeidades en Venezuela mientras tanto continúan su curso entre dificultades materiales, resistencias de trinchera, y episodios que hablan de una violencia subterránea en crecimiento en zonas de frontera y cercanías, como la ocurrida el sábado, con el asesinato de seis militantes chavistas en el estado Barinas a manos de paramilitares.

 

Foro de Sao Paulo: los desafíos de nuestra generación

Daniela Rodríguez - Misión Verdad

Un mundo asediado por los tambores de la guerra, asfixiado por la creciente desigualdad económica y social, en el que el 1% de la población ya ha alcanzado la riqueza del 99% restante.

Un mundo en el que la expoliación y el consumismo ha llevado al planeta a superar sus límites de regeneración. Hoy somos responsables de la sexta extinción más grande del planeta luego de la de los dinosaurios hace 65 millones de años, y con la posibilidad clara de desaparecer.

Nuestros movimientos de izquierda deben ser capaces no sólo de cuestionar las formas de relación y explotación entre los seres humanos, sino también de los seres humanos con la naturaleza, para dar paso a un necesario socialismo ecologista; algo que trascienda la tradicional visión instrumental de la naturaleza del materialismo histórico.

A nosotros, la izquierda de esta época, nos toca quizás el reto más grande de la historia humana: impedir que la crisis ecológica conduzca a la humanidad a un caos inimaginado. Este no puede ser el fin de la historia, sino el comienzo de una nueva, porque para salvar el planeta, hay que salir del capitalismo.

La guerra sigue siendo la estrategia de los poderosos para eliminar la sobrepoblación y hacerse de los recursos naturales que necesitan para mantener sus exorbitantes niveles de consumo.

Mientras que pueblos enteros deben abandonar su tierra y ver desvanecer su historia, su cultura y su identidad, frente a la mirada inmóvil e inconmovible de sus congéneres.

La evolución de las tecnologías de la comunicación e información, que deberían contribuir con la emancipación a liberar, en muchos casos se ha traducido en nuevas formas de opresión social, en el que los dueños de las grandes plataformas de Big Data y redes sociales utilizan el poder derivado del manejo de la información de sus usuarios, para brindar herramientas al establishment político y corporativo que les permita manipular grandes masas de población pobremente informada, y neutralizar su capacidad de generar revoluciones sociales.

En un mundo en el que la razón tecnológica se ha vuelto una razón política, siguen vigentes las alertas que nos hacía el filósofo de la Escuela de Frankfurt Herbert Marcuse sobre este tema:

"Ante las características totalitarias de esta sociedad no puede sostenerse la noción tradicional de la neutralidad de la tecnología. La tecnología como tal no puede ser separada del empleo que se hace de ella; la sociedad tecnológica es un sistema de dominación que opera ya en el concepto y la construcción de técnicas".

Por su parte, la lógica del capital, expresada en la industria del armamentismo mundial, pone toda la evolución tecnológica en materia aeroespacial al servicio de una carrera armamentista en el espacio ultraterrestre, que puede significar la destrucción del planeta en pedazos como consecuencia de la colocación de armas -incluso nucleares- en los sistemas satelitales, sin que los pueblos puedan siquiera opinar.

Todo esto está pasando en el mundo de hoy. Se trata de realidades tan cercanas y determinantes para nosotros como ir a comprar pan. El problema es que se encuentran totalmente invisibilizadas por la agenda hegemónica del capital; y es precisamente desde estos espacios que debemos abrir el debate y despertar la conciencia de nuestros pueblos, a través de la articulación de una izquierda continental y global que pueda hacer frente a estos desafíos.

La lucha que hoy nos convoca es una de todos los lugares y todos los tiempos

Otro reto que tenemos como izquierda global es corregir el desbalance existente en los procesos de producción, distribución y legitimación del conocimiento. La historia de los pueblos, de los trabajadores, de los sectores históricamente oprimidos, es una historia legítima que debe ser contada, estudiada y reconocida como tal.

Debemos revertir los desequilibrios del orden existente en el que los países capitalistas son los que producen el 95% del conocimiento a nivel mundial, y por ende, condicionan el curso del pensamiento y la acción, garantizando un orden político, económico y social que les favorece. Decía el Banco Mundial que no era necesario para los países en desarrollo "reinventar la rueda del conocimiento", sino que debían limitarse a ser consumidores de un conocimiento generado en otras latitudes.

Nosotros como pueblo decimos que sí, es necesario reinventar la rueda, porque hay que cambiar la lógica de la desigualdad y de la opresión que la caracteriza. Necesario es recordar nuevamente a Marcuse cuando nos decía que "la forma más efectiva y duradera de la guerra contra la liberación, es la implantación de necesidades intelectuales que perpetúan formas anticuadas de la lucha por la existencia".

En la construcción de alternativas al capitalismo no podemos permitir que los centros de pensamiento capitalistas sean quienes controlen nuestros discursos y nos impongan las agendas de discusión.

El debate de la izquierda no sólo en Venezuela sino a nivel mundial tiene como primer deber visibilizar los riesgos que deben enfrentar nuestros pueblos, no solo para alertarnos sino también para fortalecer los cursos alternativos de acción, de una forma sistemática y articulada, desde la universalidad abstracta hasta la materialidad concreta.

Desde el trabajador en el campo petrolero que es consciente de que esa es su tierra, su pequeño lugar en el mundo, que nadie le puede arrebatar, que tiene una función insustituible, hasta el más "ilustrado" estadista, cuya misión pedagógica es conducir sabiamente el actuar de generaciones enteras. Ambos tienen una labor entrañable e insustituible.

Asimismo, el reconocimiento de las similitudes de un Sur metafórico más que geográfico, un Sur antiimperial, anticapitalista y contrahegemónico, en el que nos encontramos todas las clases y grupos sociales que hemos sufrido la destrucción, opresión y discriminación generada por el capitalismo, el colonialismo y cualquier orden político sustentado en el ejercicio de la desigualdad.

El fortalecimiento del papel de nuestros pueblos en la historia, en esta lucha existencial entre opresores y oprimidos, entre modelos emancipadores y aquellos que pretenden perpetuar la dominación; es fundamental para alcanzar el triunfo definitivo de la izquierda a nivel global.

La superación de enfoques político-partidistas y de nacionalismos excluyentes, que dan por resultado una izquierda segmentada, para situar nuestra lucha política en el plano espiritual, como requisito fundamental para garantizar el éxito de esta batalla existencial.

Solo la conciencia de que todos somos necesarios es lo que nos podrá garantizar la victoria, en un ejercicio de transformación crítica que comienza desde el plano local, hasta impactar en la dinámica global. Todos tenemos al alcance de nuestras posibilidades una realidad que transformar.

Para finalizar, es importante recordar que la lucha que hoy nos convoca es una lucha de todos los lugares y todos los tiempos, y no es una idea delirante en las mentes de alguna minoría rebelada. Es el clamor de una naturaleza entera, que se ha visto perjudicada y explotada; y queda de nosotros superar esa amnesia intravenosa de "la comodidad y el confort", de la despolitización progresiva a la que el sistema nos quiere inducir, para sumar cada vez más pueblos a esta batalla.

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