Luismi Uharte - Gara.- Manuel Zelaya, ex presidente hondureño, derrocado hace 10 años por un golpe militar
apoyado por los EE.UU., lidera actualmente el partido de oposición LIBRE (Libertad y
Refundación). Nos recibe en la sede del partido, en la capital Tegucigalpa. La traumática
experiencia del golpe y los posteriores fraudes lo han radicalizado.
 


Honduras aparece hoy como uno de los países más pobres, desiguales, corruptos y autoritarios de América Latina. Sin embargo, su experiencia como presidente del 2006 al 2009 es recordada como un momento histórico de cambio para los sectores populares. ¿Cuáles fueron los grandes aportes de su gobierno?
En primer lugar, nuestro gobierno logró una de las mejores series de crecimiento económico de la historia reciente: en 2006 el PIB creció un 6,7%, en 2007 un 6,5% y en 2008, el año de la gran recesión de Wall Street, crecimos un 4,5%, muy por encima de Europa y EE.UU. Durante mi mandato tuvimos los mayores índices de crecimiento económico de todo Centroamérica.

Ese crecimiento se utilizó para mejorar las condiciones de vida de los sectores populares. Apoyamos con fuerza al pequeño campesinado (aquellos que tienen de 1 a 5 hectáreas de tierra), facilitándoles insumos básicos (semillas, fertilizantes, etc.). Aumentamos considerablemente la producción agrícola: duplicamos la producción de maíz de 10 millones de quintales a 20. Se crearon más de 100.000 empleos y subimos el salario mínimo el 60%, lo cual provocó la ira de la patronal. Bajamos el precio de los combustibles y de la energía eléctrica. Recuperamos la gratuidad de la educación pública y aumentamos el presupuesto de salud. Esto trajo como consecuencia una reducción del 20% de la pobreza extrema.

En el ámbito geopolítico también hubo un giro importante. ¿Qué destacaría? Honduras y Centroamérica somos el patio trasero de los EE.UU. Cuando yo llegué a la presidencia, EE.UU., a través de su embajador, quería nombrarme el gabinete de gobierno (como lo han hecho siempre) y no se lo permití. Además, querían obligarme a que devaluara la moneda, cuando no tenía sentido, porque esa medida solo iba a beneficiar a
unas pocas transnacionales. Como me negué, me acusaron de comunista y marxista y me declararon enemigo del sistema. Pusieron a los grandes medios en mi contra para justificar el golpe de Estado.

Yo busqué apoyo en Brasil, con Lula y en Venezuela, con Chávez y también con el resto de presidentes progresistas de la región. Nos incorporamos al ALBA y a Petrocaribe y gracias a eso pudimos traer médicos y maestros de Cuba y tener petróleo a precio más justo de Venezuela. A EE.UU. no le gustó que Honduras se articulara con los países del Sur y no pararon hasta sacarme.

No hemos mencionado otra propuesta importante de su gobierno: la Asamblea Constituyente

Efectivamente, promovimos una asamblea constituyente para redactar una nueva constitución con la participación del pueblo, pero en la víspera de la consulta popular me dieron el golpe de Estado. La actual constitución se aprobó en el año 1982 y tiene grandes contradicciones. Una de ellas era que no permitía realizar consultas populares y concretamente se prohibía elegir una Asamblea Constituyente. Por eso, yo propuse realizar una consulta y que el pueblo decidiera si quería que se pusiera en marcha un proceso constituyente que desembocará en una nueva constitución más popular y democrática. Esa fue la excusa para derrocarme.

Por otro lado, hace 10 años que se consumó contra usted el golpe de Estado en Honduras. ¿Qué enseñanzas ha extraído de aquella experiencia tan traumática? Primero, que es muy difícil cambiar el sistema, porque el sistema se protege asimismo y utiliza todos los instrumentos, principalmente el dinero y la violencia para frenar los cambios. Si estás dispuesto a luchar por el cambio tienes que asumir que puedes ser desplazado.

Segundo, que la comunidad internacional no tiene capacidad para proteger la democracia ni para restituir a presidentes legítimos que han sido desplazados a la fuerza. Después del golpe, aquí ha habido 3 fraudes electorales en las presidenciales y la comunidad internacional no ha garantizado que gobernase quien realmente había ganado las elecciones.

Tercero, que puedes ganar elecciones, pero quien realmente tiene el poder son otros actores. Los gobiernos son una fachada. Si te pliegas a los intereses de la oligarquía puedes gobernar con tranquilidad, pero si te enfrentas, los dueños de la propiedad y los dueños del poder se activan para sacarte. El verdadero poder es el del para-Estado.

Otra lección es que se necesita un pueblo organizado y fuerte para hacer política. No vale sólo con ganar elecciones. Con un pueblo organizado y unido puedes, por lo menos, obligar a los poderes fácticos a sentarse en una mesa de diálogo y buscar una vía de entendimiento.

Tras el golpe a Honduras, vinieron el golpe en Paraguay, Brasil, la victoria electoral de la derecha en Argentina y el asedio contra Venezuela. ¿Estamos ante un fin de ciclo progresista o caracteriza el actual momento en otros términos? La historia no es lineal, es ondulante y lo más importante de todo, el proceso social no se detiene, los pueblos luchan para mejorar sus condiciones de vida. Es cierto que ha habido un resurgimiento del conservadurismo en América Latina. Ahí tenemos a Macri y Bolsonaro. Pero Macri ya ha perdido mucho prestigio y en poco tiempo se va a producir un retorno de los gobiernos progresistas.

Además del golpe de 2009, se han realizado dos elecciones presidenciales (2013 y 2017) y en ambas su partido LIBRE denunció fraude. Sin embargo, tanto EE.UU. como la UE reconocieron irregularidades, pero avalaron los resultados. ¿Vive Honduras un régimen post-democrático homologado por las potencias occidentales?

Lamentablemente EE.UU. y Europa, en nuestros países, no representan la democracia sino representan el capital. Quisiéramos que Europa promoviera la democracia, pero vienen aquí a defender los intereses de las empresas. No les importa que gobierne la antidemocracia y que haya autoritarismo, con tal de que no les toquen sus intereses económicos.

En las elecciones de 2017, la OEA, que a pesar de que sigue siendo el ministerio de colonias de los EE.UU., reconoció que hubo fraude y que había que repetir las elecciones. Sin embargo, la misión de la Unión Europea aseguró que no hubo fraude. Mandaron 7 observadores, mientras que la OEA tenía 60, pero no quisieron reconocer el fraude. La UE debería reducir sus niveles de injerencia en nuestros países y tratar de apoyar procesos electorales transparentes.

La UE también dijo que no iba a firmar ningún TLC si no se respetaban los derechos humanos y el Estado democrático, pero después del golpe firmaron. Hemos sufrido y seguimos sufriendo muchos asesinatos contra líderes de la resistencia y Europa no actúa. Esa doble cara de Europa tiene que terminar. Esa es mi solicitud a la Unión Europea. Debe corregir sus posiciones con respecto a Honduras.

En esta década de gobierno de Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional, ¿cuáles han sido los principales retrocesos que ha sufrido el país? En Honduras hace 10 años se rompió el orden democrático y constitucional y desde esa fecha se gobierna contra el pueblo, aplicando un modelo económico privatizador y extractivista. El país se ha convertido en un coto de caza de los oligopolios del sector privado y de las multinacionales. Este es el origen de que tengamos unos indicadores sociales y económicos tan malos hoy día.

La corrupción se disparó y el narcotráfico se duplicó después del golpe de Estado. El gobierno ha militarizado la sociedad creando una policía especial y dejando labores de orden público a los militares. Han aprobado una ley de secretos para evitar el acceso a la información. El aumento del crimen organizado y la pobreza y desigualdad crecientes han provocado un aumento de la migración y el fenómeno de las grandes caravanas.

En lo económico hay un fuerte proceso privatizador: las carreteras, los puertos… Ahora están impulsando las ZEDES (Zonas de Empleo y Desarrollo Económico), un nuevo instrumento para entregar el territorio nacional a grandes empresas, robándole la tierra a los campesinos y a los pueblos indígenas. En lo social, están intentando privatizar la salud y la educación. En este caso se ha logrado parar la reforma gracias a la lucha de la plataforma social en defensa de la educación y la salud pública y al apoyo del partido LIBRE.

En este contexto, ¿qué expectativas tienen de que en las próximas elecciones de 2021 la derecha, si la izquierda ganara de nuevo, aceptará entregar el Poder Ejecutivo? No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista. Los cambios no los van a poder detener, a no ser que utilicen una violencia extrema. El actual presidente usurpador, tiene un índice de rechazo popular del 86%. Por otra parte, después de luchar mucho hemos logrado que nos reconozcan representación en los órganos electorales, lo cual es fundamental para evitar que se vuelva a producir un fraude en las elecciones de 2021.

¿Cómo está actualmente su formación política, el partido LIBRE?
El partido está fuerte. Es un partido de masas que surgió después del golpe y que tiene mucha militancia de base. Ahora estamos haciendo un fuerte trabajo para ir formando cuadros del partido. Hemos creado una estructura operativa para hacer que se respete la voluntad electoral en las próximas presidenciales.

Parece que Xiomara Castro será de nuevo la candidata, al igual que ocurrió en 2013
Todavía no sabemos quién será nuestro candidato para las próximas elecciones. En este momento las diferentes candidaturas se están posicionando y como siempre, terminaremos celebrando unas primarias. Xiomara va a participar, pero también habrá otros aspirantes.
 

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