Oscar Figueredo Reinaldo, Ana Álvarez Guerrero, Rogelio Carmenate - Cubadebate - Video: Canal Caribe / TV Cubana.- “¿Qué podemos hacer? ¡No podemos quedarnos callados!”. Esa fue la premisa de un grupo de amigos en un chat de Telegram. Lluvia de ideas. Nombre. Lugar. Objetivo: convocar a los jóvenes, al pueblo a defender la Revolución. Solo eso.


¡Tremenda tángana en el Trillo!

Oscar Figueredo Reinaldo, Ana Álvarez Guerrero, Rogelio Carmenate - Cubadebate - Video: Canal Caribe / TV Cubana.- “¿Qué podemos hacer? ¡No podemos quedarnos callados!”. Esa fue la premisa de un grupo de amigos en un chat de Telegram. Lluvia de ideas. Nombre. Lugar. Objetivo: convocar a los jóvenes, al pueblo a defender la Revolución. Solo eso.

Surgió la página Tángana en el Trillo y de ahí a crear, compartir, convocar.

Iramís Rosique, quien abrió el mitin-concierto justo a las cuatro de la tarde, aseguró “Ninguno de nosotros —los organizadores— es un funcionario del estado o un cuadro profesional cuyo trabajo era responder de este modo a los acontecimientos de los últimos días. El colectivo virtual en el que se imaginó y se gestó todo esto está conformado por un variado espectro ciudadano: hay estudiantes, trabajadores de empresas, de instituciones, trabajadores por cuenta propia, e incluso desempleados. Convivimos distintas profesiones, provincias, edades… No obstante, esa diversidad posee un principio unificador en, más que una sensibilidad política, una militancia política de izquierdas”.

Tras la convocatoria, espontánea, sí, varias instituciones decidieron sumarse. Apareció el audio. El colega diseñador hizo el cartel. Hubo una llamada para anunciarlo en la televisión nacional. Sorpresa. Entusiasmo. Ninguno sabía la magnitud de lo que estaban gestando. ¿Pero por qué un grupo de jóvenes, sin mediación alguna, decidió tomar esta iniciativa?

“Decidimos emprender esta acción porque los discursos articulados sobre Cuba en los últimos años por varias alternativas mediáticas e intelectuales de sensibilidad antigubernamental, pretenden expulsar —viejo tópico anticomunista— la lucha por la democracia y por la libertad del horizonte socialista abierto por la Revolución Cubana: esto se ha evidenciado dramáticamente en los sucesos de los últimos días. Nosotros reivindicamos que las luchas por la democracia y por la libertad son inherentes al proyecto socialista revolucionario, y estamos comprometidos con ellas. Lo que consideramos inaceptable es que esas luchas se empleen para lavar la indignidad de personas o colectivos que practiquen el anexionismo o el mercenarismo, los cuales atentan contra las condiciones de posibilidad de toda democracia real en Cuba”, señaló Rosique.

Hubo música. Consignas. Pero también se resaltó que “el pueblo cubano está en la calle y no admitimos injerencias”, así lo dijo Karla Santana, presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria de la Universidad de la Habana. También añadió que la profundización democrática en Cuba es y será socialista. “Vinimos aquí para que se sepa que hay juventud revolucionaria para rato. Nadie nos arrebatará la Revolución. Con ella nadie puede equivocarse”.

Quedó claro. Los muchachos lo dejaron claro. La Revolución tiene que palpitar en cada patriota y todas las causas de la justicia social y la emancipación humana tienen que caber en su proyecto socialista.

Josué Benavides, otro joven de los oradores, hizo un llamado a superar la problemática racial y los problemas del negro en Cuba. “Debe coincidir en la lucha por los derechos de la mujer, de la comunidad LGTBI y otras minorías. Somos herederos de las revoluciones del mundo, entre ellas la de Haití, de Jesús Menéndez, del cimarronaje, de las luchas de los negros en Estados Unidos. Cuando Nelson Mándela vino a Cuba le dijo a Fidel: ¡Que lejos hemos llegado los esclavos! Somos las sombras que no tiene cara, somos la sombra que no tienen nombre”.

Y llegó sin que nadie se lo esperara: Miguel Díaz-Canel Bermúdez. La algarabía. La euforia. El parque Trillo se hizo más pequeño y la Revolución más grande.

“Sentía por convicción y sentimiento que debía estar aquí. Es un encuentro de jóvenes y la Revolución siempre ha contado con ellos. Ustedes han escrito una página heroica en la lucha contra la COVID-19. Tenía que estar aquí porque yo tampoco estoy tan viejo”.

La emoción no cabía en mi pecho y tenía que venir acá, prosiguió el mandatario mientras la muchedumbre se le agolpaba. “Algunos me aconsejaban que no viniera para que no se manipulara la espontaneidad de esta manifestación”.

Ustedes saben todo lo que nos han querido montar. Nos han montado un show mediático. Y esto es un grupo de suceso que seguro se seguirá repitiendo porque los planes contra la Revolución continúan. Creían que podían destruir la Revolución antes de terminar la administración Trump, pero se quedaron y siempre se quedarán con el deseo porque los jóvenes están en las calles y el pueblo cubano está en la calle y no admitimos injerencias”.

Un chat de Telegram produjo un acto inaudito: movilizó a las instituciones cuando por lo general, el proceso es a la inversa. La Tángana fue emotiva, demostró que las convicciones están y se defienden, más aún que los jóvenes son entes activos en la construcción del socialismo en Cuba.

Un Trillo que hace tiempo es camino

Yuris Nórido/ CubaSí

No los convocó el gobierno. No los convocaron las organizaciones de masas o políticas. No llegaron por mandato de las administraciones o los consejos de dirección. Vinieron porque quisieron, porque vieron la convocatoria en las redes y creyeron que debían estar ahí, porque creen en la Revolución y en sus legítimas maneras de renovarse.

“Son momentos cruciales los de ahora mismo —dice Lisandra, nasobuco azul y pelo recogido en una cola de caballo—; hay que saber muy bien qué es lo que está en juego. Yo estoy aquí porque esta, con todos sus defectos, es la Revolución que mis padres me enseñaron a querer. Y me enseñaron también a criticarla, desde la lealtad. Yo no creo que la Revolución sea una cosa abstracta, la Revolución somos tú y yo, porque tú y yo la hacemos todos los días”.

Hay que esforzarse para escuchar sus palabras porque hay música y aplausos, porque la gente corea consignas y canciones. Son cientos, varios cientos en el parque Trillo, a los pies del monumento al irredento Quintín Banderas, en La Habana profunda y popularísima. “Me encanta que sea un acto espontáneo —añade una amiga de Lisandra, de la que no alcanzo a saber el nombre—; uno viene porque se siente parte de algo. Supongo que algunos vendrán sencillamente por pura curiosidad, para ver qué es lo que pasa, para ir llevando carta; pero la mayoría de la gente vino aquí a apoyar a la Revolución. Eso es fácil de comprobar”.

Sí, se puede comprobar. Los oradores reciben muestras de aprobación. No hay, lo que se dice, doctos y elaboradísimos discursos. Hay proclamas encendidas. Hay reflexiones sobre una realidad compleja. Hay propuestas para un futuro mejor. Son jóvenes y quieren romper con la idea de que a los jóvenes cubanos no les interesa la política, que no pueden o no quieren movilizarse por sí solos, que hay que empujarlos.

Pero no son solo jóvenes. Rosa (pelo cano, ojos azules, nasobuco floreado) le gusta verse rodeada de tanta energía, aunque esté un poco apartada (“Yo soy personal de riesgo, tengo que cuidarme”); cuenta que en los primeros años de la Revolución ella se fue al campo a alfabetizar, y después estuvo recogiendo café en la Sierra, y después fue miliciana, y vio muchas veces a Fidel en la Plaza. “Fidel, estoy segurísima, vendría aquí, vendría a darles su apoyo a estos muchachos. Y Díaz-Canel a lo mejor se aparece, porque Díaz-Canel es el alumno de Fidel. Ojalá que venga”.

Unos momentos después, como si respondiera a esa convocatoria, apareció el presidente Díaz-Canel. Algunos no se lo creían. Hasta los organizadores reaccionaron sorprendidos. Vino vestido de manera informal. Vino, en contra de la opinión de su propio hijo, porque se emocionó con lo que estaba pasando, con lo que se estaba diciendo, porque sintió que debía mostrar su apoyo sin que mediaran protocolos y porque él —asegura— se sigue sintiendo joven.

No quería desvirtuar el acto con su presencia (y muchos de los asistentes le corearon que no, que no lo desvirtuaba). "La emoción no cabía en mi pecho y tenía que venir acá. Algunos me aconsejaban que no viniera para que no se manipulara la espontaneidad de esta manifestación”.

Se fue pronto, pero antes habló  con la convicción plena de que el pueblo no dejará morir el sueño de tantos: “Creían que podían destruir la Revolución antes de terminar la administración Trump, pero se quedaron y siempre se quedarán con las ganas. Diálogo para mejorar y perfeccionar el socialismo siempre".

Terminó pidiendo a la concurrencia que cantara, todos como una sola voz, la canción de Silvio Rodríguez que prefiere: Pequeña serenata diurna. Y todos cantaron: Vivo en un país libre/ Cual solamente puede ser libre/ En esta tierra, en este instante/ Y soy feliz porque soy gigante./ Amo a una mujer clara/ Que amo y me ama/ Sin pedir nada/ -o casi nada,/ Que no es lo mismo/ Pero es igual-. // Y si esto fuera poco,/ Tengo mis cantos/ Que poco a poco/ Muelo y rehago/ Habitando el tiempo,/ Como le cuadra/ A un hombre despierto./ Soy feliz,/ Soy un hombre feliz,/ Y quiero que me perdonen/ Por este día/ Los muertos de mi felicidad.     

“¿Tú crees que es casual que él pida cantar esa canción? —me pregunta un amigo—. Escucha esa letra, escucha cómo termina. Él es un hombre inteligente”.

Se fue Díaz-Canel y la gente se quedó un rato más, escuchando canciones, saludando a amigos y compañeros, ondeando banderas. No los convocó el gobierno. No los convocaron las organizaciones de masas o políticas. No llegaron por mandato de las administraciones o los consejos de dirección. Vinieron porque quisieron. “Y esa es una verdad que pretenden ignorar algunos —dice mi amigo—: la Revolución tiene mucha gente que la defiende, porque defenderla es defenderse a ellos mismos. Esta es una lección”.

Este domingo, en el parque Trillo, se hizo camino.

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