Misión Verdad.- El acercamiento del gobierno estadounidense con Venezuela trae a colación un tema que está en el centro de la coyuntura global: el petróleo, una vez más. Y son varias las aristas con las que se puede analizar dicho foco.


Revisemos los principales factores implicados en una crisis petrolera sin precedentes en Estados Unidos que han provocado un cierto giro en la posición de la Casa Blanca respecto al gobierno del presidente Nicolás Maduro.

Petróleo estadounidense en crisis

Son múltiples los reportes este año que indican la negativa de los productores petroleros de Estados Unidos a aumentar las perforaciones de crudo. Esto a pesar de que la extracción podría ser más que rentable debido a los altos precios energéticos en el mercado.

Una encuesta de marzo reciente hecha por el Banco de la Reserva Federal de Dallas a ejecutivos de empresas de petróleo y gas que cotizan en bolsa muestra que el 29% de los ejecutivos dijo que sus planes de expansión no dependían del precio.

Un 9% refiere que podría las empresas podrían aumentar la producción si el precio del West Texas Intermediate (WTI) supera los 120 dólares el barril.

En la encuesta citan a Paul Ashworth, economista jefe de América del Norte para Capital Economics, quien afirma que "el cuarenta por ciento de los encuestados no cree que un precio de 120 dólares por barril, que es muy rentable por lo que sabemos sobre el costo marginal de la producción de esquisto, sea suficiente para aumentar la producción".

La respuesta a por qué las empresas energéticas estadounidenses no estaban perforando más, los ejecutivos petroleros culparon a Wall Street: casi el 60% citó la "presión de los inversores para mantener la disciplina de capital" como la razón principal por la que las compañías petroleras no estaban perforando más a pesar de los precios en alza, según la encuesta.

Los inversores de Wall Street están demandando ganancias a las compañías. El mismo Ashworth dice que "los inversores en acciones de energía se han sentido un poco desanimados por la volatilidad, por lo que buscan más que las empresas de energía paguen su deuda o devuelvan dinero a los accionistas, en lugar de ir e invertir en nuevos pozos, incluso si esos nuevos pozos serían rentables".

Otro dijo encuestado dijo que "la disciplina sigue dominando la industria. Los accionistas y los prestamistas continúan exigiendo un rendimiento del capital, y hasta que sea inevitablemente obvio que los altos precios de la energía se mantendrán, no habrá gastos de exploración".

En un artículo de febrero pasado, Bloomberg recopila una serie de comentarios por parte de directores ejecutivos de empresas petroleras como Pioneer Natural Resources, Devon Energy and Continental Resources y ExxonMobil que enfatizan el enfoque corporativo en la rentabilidad sobre el volumen de petróleo producido y por producir. Una perspectiva que solo beneficia a los mandamases del capital financiero de Wall Street.

Las ganancias de capital en Estados Unidos, entonces, son el principal motivo por el que no hay mayor producción petrolera por parte de las compañías, aun cuando existe se avizora una crisis de escasez de combustible en el país norteamericano.

Un reporte del 19 de mayo de Oil Price señala que los inventarios de productos petroleros en Estados Unidos son "muy bajos" y la capacidad de refinación enfrenta un escenario de escasez, lo que sienta las bases "para una crisis de escasez de petróleo en Estados Unidos este verano, dijo Paul Sankey, analista principal de Sankey Research".

Sankey indica que no hay infraestructura refinadora en Estados Unidos que alivie la escasez de gasolina y diésel: "Simplemente no creo que haya nada que la administración [de Joe Biden] pueda hacer al respecto", y enfatiza que "Estamos al borde de una crisis petrolera en Estados Unidos".

Con la temporada de huracanes que se avista en los próximos meses, "podríamos tener una crisis este verano, te lo digo", dijo Sankey.

Oil Price recuerda que, a principios de mayo, el ministro de Energía de Arabia Saudita, el príncipe Abdulaziz bin Salman, dijo que la inversión insuficiente en la capacidad de refinación global es uno de los impulsores clave del repunte mundial de los precios de la gasolina, el diésel y el combustible para aviones.

Esto causa alarmas para la economía estadounidense, que ve muy cerca las puertas de una recesión más profunda que la experimentada durante la pandemia del covid en ese país. Un golpe que sufrirían sobre todo las clases empobrecidas de Estados Unidos.

La referida web de noticias y análisis sobre energía lanza los siguientes datos:

  • Alrededor de 1 millón de barriles por día (bpd) de capacidad de refinería en Estados Unidos se ha cerrado permanentemente desde el inicio de la pandemia.
  • En Estados Unidos, la capacidad operativa de las refinerías fue de poco más de 18 millones de bpd en 2021, la más baja desde 2015, según datos de la EIA.
  • El aumento de la demanda desde que se reabrieron las economías y la gente volvió a viajar, combinado con una menor capacidad de refinación y mercados de destilados muy ajustados, ha reducido los inventarios de productos de Estados Unidos por debajo de los promedios estacionales y en mínimos de varios años, con inventarios récord en la Costa Este.

Hay que adherir a esos datos el hecho de que las refinerías estadounidenses de la costa del Golfo de México gastaron miles de millones de dólares en los últimos 20 años en plantas destinadas específicamente al procesamiento de crudo pesado y extrapesado de Venezuela. La dieta de esos complejos, desde 2017, debido al embargo petrolero progresivo de la administración de Donald Trump, han tenido que adaptarse al crudo liviano norteamericano, un escenario no ideal para la industria estadounidense.

Un posible (aunque improbable, por los momentos) escenario de importación de petróleo venezolano por parte de Estados Unidos sería un alivio para la misma industria y, por ende, para la economía en crisis de ese país.

De esta manera, tanto la producción como la capacidad refinadora de petróleo en Estados Unidos causan los precios récord de combustible (entre 5 y 6 dólares el galón), que impacta directamente en los bolsillos de los consumidores más pobres y genera vértigo en los empleos y negocios.

Los costes de transporte y flete han aumentado debido a la subida de precios del combustible, lo que ayuda a impulsar la crisis energética en Norteamérica.

Preocupaciones en torno al mercado y los precios

Debemos resaltar que, a partir de las medidas económicas, financieras y comerciales estadounidenses contra la Federación Rusa, los precios petroleros han subido considerablemente.

La disminución de la capacidad de abastecimiento libre a nivel global, junto con la producción mensual de la OPEP+, está presionando a un mercado ya apretado y exponiéndolo a interrupciones en el suministro. La combinación de factores produce unos altos precios del crudo.

El Instituto Estadounidense del Petróleo (API, sus siglas en inglés) anunció en febrero su estimación de un aumento de más de 5,98 millones de barriles en los inventarios de crudo de Estados Unidos en relación con la expectativa del mercado de un aumento de 767 mil barriles. Un reporte del reportero y analista John Kemp, de Reuters, afirma que en mayo se llegó a los 8 millones de barriles en reservas.

Esta medida quería ejercer una presión a la baja sobre los precios del petróleo, pero no ha resultado.

Por un lado, los altos precios del mercado petrolero producen una depresión económica en Estados Unidos debido a su situación crítica en el sector, como ya vimos.

Por el otro, genera preocupaciones geopolíticas y geoeconómicas a Washington debido a que Rusia y otros países exportadores de petróleo, enfrentados a la hegemonía en decadencia de Estados Unidos, se benefician de las ganancias extraordinarias por la coyuntura.

El hecho de que el rublo haya llegado a su valor máximo en cuatro años respecto al dólar estadounidense, debido a la alta demanda energética valorada en la moneda rusa, es un factor que muestra claramente el fracaso de la política sancionatoria de la Casa Blanca contra la Federación Rusa.

El mercado de las materias primas, la cual el petróleo es una de las más evidentemente importantes, supone un tercio de la economía global. La tendencia alcista de los precios energéticos está poniendo los pelos de punta a los planificadores económicos estadounidenses.

Tanto así que los campeones del neoliberalismo y el supuesto “libre mercado” de la administración Biden no han descartado el uso de restricciones a la exportación para aliviar los precios récord del combustible, de acuerdo a la secretaria de Energía, Jennifer Granholm.

Una subida en la producción de petróleo en Venezuela, con la inyección prevista de Chevron, según un reporte de Bloomberg, implicaría una adición de 200 mil barriles diarios en el mercado, un aumento del 33% del mercado exportador venezolano.

Pero todo depende de las negociaciones, hacia dónde quiere apuntar Estados Unidos con su acercamiento diplomático a Miraflores y el grado de importancia que le estén dando en la Casa Blanca a los precios de la energía en su país y a escala global.

Indudable es el hecho de que su política sancionatoria no ha hecho sino socavar su propio poderío económico y financiero. Los casos contra Venezuela y, sobre todo, contra Rusia son testimonio de ello. A las pruebas nos remitimos.

Venezuela e Irán, una alianza estratégica-energética

Un factor que, por demás, está poniendo nervioso al establishment estadounidense, es la alianza petrolera que profundizan Venezuela e Irán.

En medio de las negociaciones en Viena en torno al acuerdo nuclear iraní, Estados Unidos podría impulsar los precios petroleros hacia arriba otra vez si decide no aceptar las condiciones de la República Islámica respecto al bloqueo económico, financiero y comercial que impone Washington contra el país pérsico.

Pero además la arista geopolítica y geoeconómica preocupan en el Norte de América. Pues las empresas estatales iraníes han comenzado los preparativos para la recuperación del Centro de Refinación de Paraguaná (CRP), la mayor planta de refinación de petróleo de Venezuela, de acuerdo a un reporte de Reuters el 23 de mayo.

De acuerdo a funcionarios citados por la agencia británica, Teherán y Caracas firmaron un contrato para renovar la refinería más pequeña de El Palito, antes de que comiencen los trabajos en el CRP, que tiene una capacidad de 955 mil barriles por día (bpd).

A principios del mes de mayo, Venezuela recibió comenzó recientemente a importar crudo pesado iraní para ayudar a aumentar la producción de petróleo, según documentos oficiales revelados el 10 de mayo.

Unos 200 mil barriles de crudo fueron entregados a mediados de abril a la refinería de Cardón, de 310 mil bpd, la segunda más grande de la nación latinoamericana.

A principios de este mes, se informó que otros 400 mil barriles de petróleo iraní fueron descargados del petrolero Dino I en el puerto del Complejo Jose en el estado Anzoátegui.

Los acuerdos energéticos entre Irán y Venezuela se ampliaron tras la visita del ministro de Petróleo persa, Javal Owji, quien viajó a Caracas el 3 de mayo y se reunió con el presidente Nicolás Maduro y el ministro de Petróleo, Tareck el Aissami.

El año pasado, la petrolera estatal venezolana PDVSA acordó importar condensado iraní, con el objetivo de diluirlo en su petróleo crudo extrapesado.

PDVSA también reveló recientemente que los petroleros iraníes y venezolanos han estado realizando transferencias de barco a barco en mar abierto, en el marco de "la construcción de rutas y mecanismos para superar las medidas coercitivas unilaterales impuestas por el gobierno de Estados Unidos y países aliados".

Desde su toma de posesión el año pasado, el presidente iraní Ibrahim Raisi ha impulsado una política de cooperación con los vecinos y naciones aliadas de Irán, entre ellas Venezuela.

Esta es una relación que Estados Unidos no quiere ver consolidada, mucho menos en el aspecto energético, área en la que se desarrolla una crisis sin precedentes. Las estimaciones de una subida en la producción y capacidad de refinación venezolana con ayuda iraní son alentadoras, y que se logre en el marco de las campañas continuadas de Occidente contra los dos países para intentar gestionar un cambio de régimen.

Por último, la alianza estratégica entre Irán y Venezuela supone un golpe geopolítico a la influencia de Washington en la región latinocaribeña, donde su hegemonía está en disputa tanto por la aproximación persa en el Caribe como por la ascendencia de China y Rusia en la política exterior de algunos países en el continente.

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