Luis Alfonso Mena - telesurTV.net.- Con el intercambio de embajadores entre Caracas y Bogotá, cuyo primer paso ocurrió el lunes 29 de agosto, se inicia la ardua reconstrucción de los puentes humanos y políticos rotos.

El restablecimiento de relaciones entre la República de Colombia y la República Bolivariana de Venezuela es el triunfo de la razón y la hermandad sobre el odio y la bestialidad.


Sólo un gobierno signado por el humanismo como el del presidente Gustavo Petro podía asumir la decisión desde el primer momento, sin ambages ni cálculos.

El régimen de Iván Duque dinamitó los caminos históricos entre los dos pueblos, obnubilado por su sesgo de ultraderecha y desaforado por arrodillarse ante los intereses imperiales.

Reconoció a un títere ladrón impuesto por Donald Trump e hizo parte del cerco económico, militar, político y de toda índole contra el vecino hermano, con un afán injerencista atroz.

Convirtió a Colombia en la cueva de la conspiración contra Nicolás Maduro, el presidente constitucional de Venezuela, y participó en andanadas mercenarias desde el país.

Contribuyó a la diáspora de miles de venezolanos víctimas de la estrategia criminal gringa de generar el éxodo masivo como arma política para defenestrar a un Jefe de Estado.

Con una sarta de avivatos, ayudó a someter a millones de colombianos y venezolanos de la extensa frontera a una pavorosa crisis económica y a la violencia durante casi cuatros años.

Entregó la población a las bandas de criminales, traficantes de la peor especie, transgresores de los derechos humanos, e hizo invivible la región, sin pudor alguno.

Nueva política internacional

Con el intercambio de embajadores entre Caracas y Bogotá, cuyo primer paso ocurrió el lunes 29 de agosto, se inicia la ardua reconstrucción de los puentes humanos y políticos rotos.

Es la nueva política exterior de Colombia instalada por el presidente Petro, respetuosa de la autodeterminación de los pueblos, integradora y de respeto al derecho internacional.

Dos hechos reflejan el nuevo momento histórico, muy lejos de la oscura época de Duque, quien participó en el montaje del tristemente célebre grupo de Lima, ya abolido.

Mientras el presidente Maduro recibía a Armando Benedetti, embajador de Colombia en Caracas, el presidente Petro llamaba en Lima a la repotenciación de la CAN.

Y decía en la reunión de presidentes de la Comunidad Andina de Naciones que ésta se debe fortalecer con el retorno de Venezuela y el ingreso de Chile e, incluso, de Argentina.

¿Los fines? Enfrentar unidos los efectos del cambio climático devastador, crear una red de energías limpias y promover una cumbre latinoamericana de nueva política antidrogas.

Liderazgo del presidente Petro

Con el presidente Petro nace un nuevo liderazgo latinoamericano, que convoca a retejer los lazos de amistad, destruidos por regímenes oligárquicos en la región.

Colombia cambia su política hacia los hermanos, muy bien interpretada por el canciller Álvaro Leyva, contra quien se dirigen ahora los dardos venenosos de las élites conservadoras.

¿Por qué? Porque no se sumó en la pútrida OEA a una declaración contra el gobierno de Nicaragua, el nuevo blanco de las derechas ante el fracaso de su cerco a Venezuela.

En su tarea propagandística, los medios arremeten contra la política internacional del gobierno Petro, mientras que en el régimen de Duque fueron verdaderas celestinas.

Ni esas oligarquías que ahora piden censura contra Leyva en el Congreso, ni esa prensa abyecta dijeron nada por la represión brutal de Duque contra el pueblo en 2021.

En el levantamiento popular del año pasado, los que ahora se escandalizan con Nicaragua callaron ante más de cien asesinatos de jóvenes que protestaban en las calles colombianas.

Y justificaron, cobardemente, las violaciones masivas de derechos humanos cometidas por Duque y sus represores contra los reclamos del pueblo. Hipócritas. Fariseos.

Así, pues, el cambio ha llegado a la política internacional colombiana, de la mano de un gobierno progresista que rompe con más de 20 años de sumisión absoluta al imperio.

Ojalá se pueda reconfigurar un bloque de solidaridad latinoamericana, como el que existió en la primera década de 2000, con el trascendental aporte del presidente Petro.

La razón reemplaza al odio no solo para volver al comercio masivo, los consulados y el libre tránsito en los puentes de frontera, sino para que los vecinos se puedan volver a abrazar.

Como dijo el presidente Petro al posesionar a Benedetti el miércoles 24 de agosto: “Que nunca más a nadie se le ocurra que entre Venezuela y Colombia tiene que haber un conflicto”.

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