Foto: Cubadebate.
Un avión robado como premio de consolación
Marco Rubio fracasa en su debut diplomático
Misión Verdad
Marco Rubio, jefe del Departamento de Estado norteamericano, se ha estrenado en el cargo en medio de presiones y dificultades. Y su primera gira como responsable de la diplomacia estadounidense ha puesto de manifiesto lo cuesta arriba que le está siendo cumplir con las expectativas —personales y políticas—.
Primeramente es oportuno señalar las características del nombramiento del cubano-estadounidense. Este funcionario es considerado un hijo promesa del aparato burocrático estadounidense y, ahora, se juega su futuro político en un contexto donde los factores MAGA —adversos a los halcones republicanos institucionales— son mucho más fuertes que en el primer gobierno de Donald Trump.
También es necesario considerar que el mandatario tiene una marcada tendencia hacia la sustitución periódica y frecuente de funcionarios claves en su gestión de gobierno, a diferencia de otros presidentes. En su primer gobierno Trump tuvo tres secretarios de Estado, seis titulares de la cartera de defensa, seis secretarios de seguridad nacional y cuatro jefes de gabinete.
Primera gira; primer fallo
El debut de Rubio como Secretario de Estado no fue el esperado. Podría decirse que su despliegue diplomático comenzó con el pie izquierdo.
Luego de su visita a Panamá donde se reunió con el presidente de ese país, José Raúl Mulino, el Departamento de Estado anunció que "los buques del gobierno de EE.UU. ahora pueden transitar por el canal de Panamá sin cobrar tasas, lo que significa un ahorro de millones de dólares al año".
Desde ese momento, el exsenador por Florida creía que había obtenido un triunfo inaugural que le garantizaría una primera felicitación de Trump en vista de que el canal, supuestamente inclinado comercial y operativamente hacia China, está entre sus temas en agenda en este momento. Era, también, una forma de equilibrar el tablero frente a Grenell, quien está acaparando la atención del republicano tras su reunión con el presidente Nicolás Maduro a finales de enero.
El subidón de adrenalina duró poco. El anunció recibió una respuesta enérgica del gobierno panameño. Mulino acusó a Estados Unidos de divulgar falsas informaciones sobre un supuesto acuerdo que permitiría a los buques estadounidenses transitar gratuitamente por el canal de Panamá.
El mandatario explicó que, el miércoles, le había dicho lo contrario al secretario de Defensa norteamericano, Pete Hegseth, a quien explicó que no se puede eximir a ningún país de las tarifas por transitar por el paso bioceánico. "Es una limitación constitucional", afirmó el Jefe de Estado panameño.
"Realmente me sorprende porque están haciendo una declaración importante, institucional, de la entidad que gobierna la política exterior de Estados Unidos sobre la base de una falsedad. Y eso es intolerable", añadió, aludiendo directamente al responsable de la política exterior de EE.UU.
Rubio replicó: "No estoy confundido sobre Panamá, tuvimos conversaciones, pensé que hubo unos firmes primeros pasos, tenemos expectativas que dejamos claras en esas conversaciones", dijo el cubano-estadounidense, luciendo claramente ridiculizado.
Ante el desastre generado por este disenso, se activó el canal one to one entre mandatarios. El panameño confirmó este jueves que conversaría directamente con Trump sobre este tema.
Por su parte, el estadounidense confirmó el contacto. "Creo que vamos a hablar con Panamá el viernes. Esencialmente, se han comprometido a ciertas cosas, pero no estoy contento con ello", aseguró.
Claramente el mandatario norteamericano desautorizó a su Secretario, al estilo de "si deseas que algo salga bien, hazlo tú mismo".
Rubio, evidentemente, falló al extralimitarse en su "presión" sobre Mulino para adjudicarse una rápida victoria diplomática. La ansiedad por despuntar y mostrarse capaz y eficiente ante Trump le ha jugado en contra, y terminó por agravar la crisis bilateral entre Ciudad de Panamá y Washington.
El magnate ha tenido que salir a recoger los vidrios en vista de que su funcionario clave en política exterior fracasó en la tarea encomendada.
Apretando la alarma de incendios: control de daños
Frente a la catástrofe solo quedaba huir hacia adelante. Como se suele decir en Venezuela: "Fingir demencia" o "hacerse el Willie Mays", refrán equivalente a hacerse el loco, cuyo origen radica en la magistral participación del heroico pelotero norteamericano en la Serie del Caribe de 1955 —jugaba para Puerto Rico—, cuando en sus últimos turnos al bate, tras fallar frecuentemente al principio, registró una racha impresionante en sus últimos turnos.
Sin embargo, a diferencia del beisbolista de Alabama, a Marco Rubio no le espera ningún Salón de la Fama al final de su carrera.
En su parada en Guatamela, Rubio trató de sobreponerse. Y, como si nada hubiera pasado, intentó vender su gira como exitosa tras la aceptación de deportados del gobierno centroamericano presidido por Bernardo Arévalo. Un innecesario ejercicio de alarde con el que, seguramente, pretendía eclipsar el paso en falso con Mulino.
No obstante, no hay nada extraordinario en que Guatemala reciba deportados. Los convenios migratorios entre el país centroamericano y Estados Unidos han estado en pleno funcionamiento y las deportaciones son rutinarias.
¿Venezuela al rescate?
La fanfarronería en Guatemala y su encuentro con el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, en el que se oficializó un acuerdo migratorio para trasladar delicuentes deportados desde EE.UU. a las cárceles del país centroamericano, no parecían ser suficientes para recuperar la idea de un debut exitoso.
Ante ello, su tema de referencia (Venezuela) le podía garantizar un mayor revuelo en la prensa.
Rubio aprovechó una conferencia de prensa en su visita a República Domincana para repetir el manido argumentario contra el país, acusándolo de colaborar con el "terrorismo".
Sin embargo, capaz un poco traicionado por su subconsciente, capaz un poco queriendo evitar un posible reclamo de Trump, el Secretario dijo: "No creo que haya un cambio en esos países de aquí a diciembre". La declaración representó un golpe anímico profundo para el ala extremista de la oposición, pues es una confirmación de que el principal sponsor del cambio de régimen está más pendiente de cuidar el cargo que de la "causa de la libertad".
Trump, de acuerdo al Financial Times, considera "unos perdedores" a la oposición. Rubio sabe que un posicionaminto abierto en apoyo a María Corina Machado y Edmundo González es inviable, pero igual no escatima esfuerzos en tratar de reorientar la cuestión venezolana hacia las preocupaciones más urgentes del presidente norteamericano.
Por otro lado, según algunos medios panameños, el excandidato de la PUD, Edmundo González, viajó desde Perú al país centroamericano, donde supuestamente se citó en secreto con Rubio "por 30 minutos". Pero, al ventilarse la reunión no confirmada, surgen nuevas incógnitas.
Una de ellas es: ¿Por qué no se anunció públicamente la reunión, si es que realmente ocurrió?
Y en caso de ser "secreta", bajo qué criterios se permitió su filtración a la prensa.
Obviamente las respuestas están en la apreciación de Trump, pero eso no despeja del todo el tema. Si la reunión efectivamente ocurrió, implicaría una desautorización y un segundo error diplomático de gran calibre para Rubio durante su gira. Ante esta posibilidad, había que continuar con el juego de apariencias.
En República Dominicana, el exsenador por la Florida anunció la confiscación —eufemismo para "robo"— de una aeronave venezolana que estaba retenida en ese país desde el año pasado. Obviamente Rubio también debe responder a las presiones que provienen desde el sector extremista, que le exigen una postura más firme y garantizar que Trump se vuelque hacia la "máxima presión" 2.0. Dado que esto no es posible, por ahora, Rubio armó un artificial golpe económico, enmarcado en las sanciones contra el país, para calmar ansiedades y, al mismo tiempo, obtener un premio de consolación ante la avanzada de Grenell y frente a los errores cometidos.
Al finalizar la gira este jueves, Trump no se ha referido positivamente al funcionario ni ha vitoreado los "logros" conseguidos. Por el contrario, será el mismo Trump el que tendrá que terminar la labor que dejó incompleta en Panamá. Adicionalmente, ha encargado a Rubio como administrador interino de la Usaid, institución que ha defendido durante años y que supone enfrentar sus propias contradicciones.
El único funcionario relevante del gobierno estadounidense que ha celebrado la gira fue el mismo Rubio.
"Creo que ha sido una visita de tanto impacto que hubo un terremoto, el primer terremoto que yo he tenido en mi vida", comentó.
Rubio ha empezado con el pie izquierdo, fracasó en su debut y está restringido para avanzar en el cambio de régimen con Venezuela, mientras está obligado a traicionar sus planteamientos de War Hawk para entrar forzosamente a la epistemología MAGA, con el objetivo de ganarse la confianza de su jefe. Parece que se avecina una posible tormenta, con el característico you are fired que a Trump le fascina pronunciar.
Marco Rubio parece estar haciendo el mismo camino que Rex Tillerson. Pronto lo sabremos.
Una gira chantajista para dividir a la Patria Grande
Patricio Montesinos
La gira latinoamericana que acaba de concluir el secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, fue una acción chantajista dirigida a dividir a las naciones de Nuestra América, región que Washington nunca ha dejado de considerar su patio trasero.
El periplo del impresentable jefe de la diplomacia de la Casa Blanca incluyó Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y República Dominicana, países en donde se empeñó especialmente en atacar a Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Más que presionar a los gobiernos en las capitales que visitó para lograr la admisión de los migrantes deportados de EE.UU., el propósito de Rubio fue intentar fraccionar a la Patria Grande, para debilitar, claro está, a importantes organizaciones unitarias y pacíficas del área como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Divide y vencerás siempre ha sido la práctica de Washington en su objetivo de mantener subyugada a la Nuestra América, que en la actualidad constituye uno de los principales blancos de la política exterior del régimen del presidente Donald Trump, obstinado en proseguir dominando el mundo multipolar de hoy.
En su recorrido, el Secretario de Estado de la Casa Blanca utilizó el chantaje y prebendas para conseguir arrodillar a las autoridades de las naciones visitadas, aunque no en todos los casos lo consiguió.
Al unísono agredió una y otra vez a Venezuela, Cuba y Nicaragua, reiterando que representan una amenaza para la humanidad, como si no fuera EE.UU. el mayor peligro para el planeta tierra.
Otra vez con su verborrea se equivocó con la mayor de las Antillas, al señalar que viajaría a La Habana cuando su Revolución sea destronada, lo cual mereció una respuesta contundente del gobierno de la isla.
Desde la presidencia y la cancillería de Cuba le contestaron con firmeza que sin duda alguna se quedaría con los deseos de visitarla porque el decano archipiélago del Caribe jamás se someterá a los designios de Washington.
Por cierto, Rubio repite como un papagayo que es de origen cubano, pero no explica por qué sus padres huyeron de la nación antillana en 1956, cuatro años antes del triunfo de la Revolución que lideró Fidel Castro del 1 de enero de 1959.
Entonces, sería bueno preguntarle al farsante ahora diplomático de la Casa Blanca si sus progenitores escaparon de la dictadura de Fulgencio Batista, respaldada por EE.UU, que en la década de los años 50 imperaba en Cuba, y que fue derrotada por Fidel y su pueblo.