Manuel Alberto Ramy - Progreso Semanal.- Cuando en Cuba se quiere catalogar de dramática la situación de alguna persona, hay una frase tan vieja como las dificultades que confrontamos los seres humanos: “Está en el pico del aura”. Aclaro: se refiere al aura tiñosa, ave carroñera, especie de buitre cubano. Edmundo García, comentarista radial, de convicciones firmes y habilidades polémicas que hace poco estrenó su programa La noche se mueve, parece que está (¿lo estará?) en el pico del aura. Sus enfoques, simpatía personal, mentalidad abierta a la diversidad, conversación novedosa que atrae a un sector importante de la sociedad de Miami, chocan con el poder prevaleciente en el medio radial. Y no solo en ese universo. Así que hay que sacarlo del aire y para ello han optado por la llave de oro: visitar y amenazar a los dueños de empresas y comercios con boicotear sus negocios si prosiguen anunciándose en dicho espacio radial.


Se trata del mismo resorte de censura que años atrás practicaron contra las emisiones de “Ayer en Miami”. Y mucho antes la censura fue con bombas y cocteles Molotov --aunque, claro, en esa ciudad no hay terroristas, solo anticastristas luchadores por la libertad.
 
La maquinaria de control montada en Miami por la extrema derecha aliada a sectores afines en Washington no puede soportar otro espacio más, que a pesar de diferencias con los dos ya existentes --Ayer en Miami y Radio Miami--, conjuntamente van cambiando los estados de opinión y erosionando el poder establecido.
 
La situación se torna más urgente para la extrema derecha cuando no solo la noche, sino también el día se mueve en ese pedacito que ha sido y es clave en las contiendas electorales. Basta echar una mirada a la reciente encuesta realizada por instituciones serias que ha mostrado una fotografía de intereses y opiniones que rompe el esquema de la homogeneidad proclamada. Y los mensajes y contenidos, que desde hace más de 40 años han prevalecido en los medios tradicionales, hoy día carecen de respuesta para los fotografiados. Nada, que no establecen sintonía.
 
Los nuevos consumidores de los medios
 
A partir de la década de 1980, las sucesivas oleadas migratorias de cubanos han alterado el componente social y muestran una visión acerca de la Isla y las relaciones con ella muy diferente a la que diariamente radian la mayoría de las emisoras, e incluso a la de algunos programas de la TV en español, que en los últimos tiempos se empeñan en un trabajo de “re-educación política” de los nuevos emigrados a fin de travestirlos en exiliados militantes.
 
No se trata de Castro o no Castro, de socialismo o capitalismo, de sucesión o transición. El punto es una relación muy profunda en los cubanos: su familia, su gente, que ha fracturado la posición tradicional. Los dos proyectos de ley, el de Flake-Rangel --amplio, que abarca al conjunto de las relaciones con La Habana-- y el más específico de Delahunt-LaHood, para los emigrados, motivan fuerte a los cubanos de Miami, donde se concentra el grueso de ellos. La ruptura de la pretendida homogeneidad amenaza al hasta hace poco eficiente engranaje que vincula poder económico local, medios de comunicación, y aparato electoral y control político.
 
En los últimos meses, personas y personalidades locales muy reconocidas por sus posiciones conservadoras y derechistas, se han ido rodando hacia el centro del espectro político tomando como pivote precisamente el tema de la familia cubana. ¿A alguien le cabe dudas de que ese ha sido el nudo gordiano a escala miamense? Vista en perspectiva, esta movida de posiciones pudiera mostrarnos coincidencias tácticas entre numerosos actores políticos y destacados comentaristas radiales, y redundaría en una mayor apertura en la pluralidad de opiniones.
 
Así pues, dividida la derecha, los extremistas no tienen más camino que hacer el máximo por frenar a las voces que desde posiciones serenas y partiendo del enfoque familiar, expanden el tema de Cuba. La decisión es que hay que cerrar los espacios alternativos de opinión.
 
En crisis el discurso tradicional
 
Cuando la guerra de Vietnam hubo un teórico muy asociado a las manifestaciones en contra de dicha intervención norteamericana, Herbert Marcuse, que publicó numerosos libros de alto contenido teórico y crítico al sistema capitalista. Aunque los marxistas ortodoxos de aquellos tiempos no simpatizaban con Marcuse, sus libros afectaban la médula del sistema económico-social.
 
No pocas personas, e intelectuales inclusive, han mostrado este hecho como una muestra de la libertad prevaleciente en Estados Unidos. Yo opino que es ejemplo de cómo se maneja dicha libertad.
 
Supongamos que de Eros y Civilización, o de cualquier otro de los libros escritos por Marcuse, se imprimieron 300 mil ejemplares. De esa cantidad, ¿cuántos se vendieron? De los que se vendieron, ¿cuantas personas lo leyeron completo? De los que lo leyeron completo, ¿cuántos entendieron el contenido? De los que entendieron el contenido, ¿cuántos concordaron con el mismo? Y de los que concordaron, ¿cuántos actuaron en consecuencia?
 
La matemática no falla. Publicar a Marcuse era negocio económico (porque se vendió), y político, porque evidenciaba la libertad de expresión. Y también porque en aquel entonces EEUU tenía muy bien incorporado los valores resultantes de sus estructuras económicas. ¿Será hoy así? No sé. Volvamos a Miami.
 
Si el control de la extrema derecha en Miami se correspondiera con la realidad material y espiritual de sus habitantes cubano-americanos, si se correspondiera con sus apetencias y expectativas, ¿qué importarían Edmundo García, Francisco Aruca o Max Lesnik? La solidez de los “valores” establecidos, como en el caso Marcuse, estaría en capacidad de absorberlos, procesarlos y además mostrarlos como ejemplo de la existencia de una sana diversidad de opiniones, libertad de prensa, etc. Y también un buen negocio para los anunciantes, porque esos programas tienen gran audiencia.
 
Más aún, tanta es la crisis que un artículo escrito por Vicky Huddleston y Carlos Pascual, publicado en The Miami Herald el domingo 22 de abril, no fue publicado por El Nuevo Herald.
 
Vicky Huddleston fue Jefa de la Sección de Intereses de EEUU en La Habana de 1999 a 2002. Sus posiciones y declaraciones en esa época fueron comentadas elogiosamente por todos los medios locales, incluyendo a los dos Herald. ¿Por qué la silencian ahora? (Anoto que solo el hoy perseguido Edmundo García la entrevistó en su programa).
 
La Huddleston y Pascual, resumidamente, dicen que:
 
Modifiquemos nuestras políticas aislacionistas y permitamos las visitas familiares y de pueblo a pueblo. Éstas reducirán las tensiones sociales, permitiendo algunas reformas durantes los inciertos años de transición.
 
Renovemos la cooperación bilateral en relación a las drogas, el crimen, la inmigración y la protección del medio ambiente. Esos objetivos nos beneficiarán tanto a nosotros como a Cuba.
 
Ofrezcamos incentivos para la reforma interna, tales como permitir enlaces directos de comunicación y vender a Cuba equipo de comunicaciones.
 
Alentemos a la Organización de Estados Americanos a que inicie un diálogo con el gobierno de Cuba sobre las reformas políticas y económicas que Cuba debe cumplir para volver a ser un miembro activo de la OEA.
 
Tal vez alguna de las emisoras tradicionales, sin brindar la información, la atacaron por este “bandazo”. Pero no se preguntan el por qué de esas opiniones que provienen de una persona que ha tocado, vivido, la realidad cubana y que, por demás, está fuera de toda duda. ¿O habrá que ponerla junto a García, Aruca o Max Lesnik?
 
Dejémonos de cuentos. La radio tradicional de Miami tiene el pronóstico de vida del grupo de edad de sus oyentes, que por factores ajenos a su voluntad van dejando este mundillo revuelto, convulso y apasionante. Ellos son los que están en el pico, por cierto mellado, del aura. La capacidad de reposición está en las voces de los otros, de esos que como Edmundo García, con quien puedo discrepar mañana, los quieren sacar del aire de distintas maneras.
 
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Manuel Alberto Ramy es jefe de la corresponsalía de Radio Progreso Alternativa en la Habana y editor de la versión en español de Progreso Weekly/Semanal

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