Hay muchos motivos por los que un hecho es, en justicia, noticiable y ninguno se da en el caso de esta información publicada en el diario El Mundo. Para empezar, los hechos narrados no son de actualidad, pudieron ocurrir ayer o hace quince años y la noticia sería la misma. De ningún modo son excepcionales o extraordinarios, si no, que le pregunten a cualquier joven español cuántas veces ha practicado el coito en la vía pública y cuántas en un hotel. Tampoco incluye datos estadísticos ni elementos informativos en el sentido estricto del término que pudieran diferenciar el caso cubano de cualquier otro. El hecho no implica, más que vagamente, a los poderes públicos y ni siquiera puede alegarse cercanía, que es una buena forma de que lo nimio tenga valor periodístico.
Entonces ¿por qué esta noticia? Descartemos para empezar la consabida campaña de descrédito a la que los medios de comunicación nos tienen acostumbrados. Lo poco que se dice contra Cuba desentona tanto en la pieza que, probablemente, sean consideraciones añadidas por alguien en Madrid para no desaprovechar la oportunidad de darle una colleja a Castro. Pero lo cierto es que es poca cosa y poco consistente. Como la eterna cantinela del turismo sexual que se viene abajo a poco que uno piense en cuántos prostíbulos hay en nuestro país. Supongo que como nuestras putas son de importación no nos parece tan mal. Por cierto ¿cuántas veces se dice en los medios que la gente vaya a Holanda a por putas y drogas?
Entonces ¿por qué esta noticia? Pues por lo mismo que los trenes se retrasan, a los muebles de IKEA les faltan piezas o la sopa que pediste se ha enfriado antes de llegar a la mesa, porque detrás de los bienes y los servicios hay personas.
El señor que escribió la noticia no tenía nada que contar y los señores que hacen El Mundo no tenían nada con que rellenar el espacio que había dejado la publicidad. Estos últimos escribieron un correo en cadena solicitando, desesperadamente, “temas” a sus corresponsales y, finalmente, el amigo Iván dio con una solución. Obviamente yo no estaba allí para verlo, pero sé que fue así porque así suele ser. Como decía, Ivan dio con la solución, una solución que no requería información, hechos objetivos ni trabajo de campo. Iván contó un par de anécdotas que recordaba, las vistió con un poco de literatura ¡et voila! El periódico agradecido porque les ha salvado la papeleta y él con unos pocos euritos más sin haber dado golpe.
Queridos lectores, lamento deciros que quien hace los periódicos son personas con ojeras, hijos, dolores de espalda e hipotecas que pagar. A menudo intentamos, desde está sección, contrarrestar los desmanes de la prensa pero a veces no hay desmán que valga. A veces, todo es tan sencillo como que alguien no tenía otra cosa que contar.
