En ese sentido, la legislación cubana controla las salidas temporales o definitivas de sus profesionales. Para salir definitivamente deben prestar sus servicios al pueblo que los formó (con enormes sacrificios y un bloqueo criminal) durante un determinado número de años. Que España trate de impedir la fuga de cerebros es correcto, pero si técnicos cubanos abandonan ilegalmente su país, se debe a la “represión”. Los países pobres que pierden maestros, médicos o científicos, se vuelven más dependientes del exterior y están abocados a la desintegración; por tanto son imperativas unas medidas de control.
Al hilo de la cuestión, el rotativo El País publicó, el pasado mes de abril, un artículo titulado “La fuga de cerebros, un gran problema para luchar contra la pobreza” que recogía las declaraciones de Felipe Pétriz, Secretario de Estado de Investigación, quien en la conferencia “Ciencia contra la Pobreza”, celebrada en Segovia, recordaba "la necesidad de detener la fuga de cerebros desde los países en desarrollo hacia los más avanzados”. Como podemos ver, ellos mismos nos dan la razón, y después se contradicen, descaradamente, cuando Cuba anda por medio.
Fuente: J.M. Álvarez blog
