Enrique Ubieta Gómez - La isla desconocida.- ¿Será cierto que los histéricos cobradores del dinero destinado a la subversión se han creído las tonterías que escriben? Una cosa es suscribir mentirillas y panfletillos contrarrevolucionarios en El Nuevo Herald , El País o Penúltimos días para cobrar honorarios indignos, y otra que el efecto que esperan producir en los lectores se revierta en ellos. Son patéticos los videos que cuelgan entusiasmados los provocadores desde Miami y Madrid: sin la menor intención de desembarcar en las playas cubanas -imagínense, a unos días del 50 aniversario de la victoria de Girón-, quieren echarnos a pelear entre nosotros.



Hay españoles y cubanos -franquistas, aznaristas y bushistas, que son lo mismo-, dispuestos a vestir nuevamente el uniforme rayado de los "voluntarios", ese cuerpo militar que los colonialistas emplearon en Cuba para reprimir a los independentistas, aunque sólo sea para salir en televisión o en videos difundidos en Internet (la guerra, la única para la que tendrían "pelotas" estos señoritos, es virtual). Yo soy más español que todos ellos -aunque no haya nacido en España, ni considere por un instante la posibilidad de obtener la ciudadanía de un país que traiciona a sus hijos (como se evidenció en el caso del periodista José Couso)-, y estaría dispuesto a morir por la República, por la que pelearon y murieron alrededor de mil cubanos apenas unas décadas después de expulsar a los "voluntarios" de entonces. Como aquéllos, los de ahora prefieren vendernos a Estados Unidos antes que vernos libres. Soy más catalán -aunque mi apellido sea vasco-, que Joan Antoni Guerrero, que ante la carencia de un trabajo digno en el periodismo español con el que ganarse la vida, ha optado por hacerlo a costa de Cuba en Radio y TV Martí, espacios estatales estadounidenses, como fiel oficialista del imperialismo. Pero sobre todo soy más cubano que su amigo Hernández Busto -y no divido a los cubanos por "simples" diferencias políticas-, porque aboga por el bloqueo, y sueña con la invasión armada del imperialismo contra su país. Todo -invasiones y derramamientos de sangre-, mientras él espera en Barcelona la orden para arribar "victorioso" en un portaaviones estadounidense.

No soy vocero de nada -hasta el momento no me han nombrado en ese honroso cargo-, ni necesito orden alguna para defender a mi Patria, que es el lugar de mis amores y el proyecto de justicia que inspira mi vida y la de la mayoría de los cubanos. Entonces, ¿creen de verdad estos mercenarios que los cubanos quieren derrocar a la Revolución y entregar el país a los monopolios estadounidenses? Yoani, desesperada, reitera la pregunta que los lectores sensatos tendrán que hacerse: si todos los días El País dice que el cielo está a punto de desplomarse en Cuba -y son ya muchos años con la misma historia-, ¿por qué el cielo se desploma en otros lugares, sobre los que PRISA nunca había publicado nada, y no en la isla rebelde?, ¿por qué en Cuba no ocurre algo así? O son muy malos analistas o son muy mentirosos estos defensores del imperio, que ahora quieren mediatizar la revuelta popular árabe: el pueblo egipcio -y ellos lo saben-, también pelea contra ellos.

 

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