Marta Denis Valle – Prensa Latina.- El anacronismo histórico de la actual política estadounidense contra Cuba tiene su origen en fallidos intentos de atrasar el reloj del tiempo una centuria, a la época intervencionista de la Enmienda Platt.

La injerencia político-militar de la Casa Blanca en otros estados, actualmente en peligrosa escalada mundial, constituyó en el pasado siglo XX una práctica frecuente en América Latina, luego de su guerra relámpago contra España, en 1898.


Al concluir la tercera de sus guerras independentistas (1895-1898), los cubanos se vieron privados de su independencia y soberanía, y padecieron luego amenazas de desembarco de marines yanquis por cualquier circunstancia.

Estados Unidos se apoderó de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y otras posesiones españolas menores, pero en el caso del Archipiélago Cubano le fue imposible prolongar su ocupación, iniciada oficialmente el primero de enero de 1899.

La nueva República de Cuba nació en 1902 configurada en la misma atmósfera injerencista, con sello de estatuto neocolonial.

Washington aseguró su influencia y control, mediante las cláusulas de la llamada Enmienda Platt, adoptada por su Congreso, e impuesta a la primera Constitución Cubana en 1901, bajo la amenaza de mantener la ocupación militar, y así garantizó que en el futuro nada ni nadie perturbara su presencia neocolonial.

Ese texto de amarga recordación en la Historia de Cuba fue introducido a discusión de los congresistas, el 26 de febrero de 1901, por el senador Orville H. Platt como enmienda al proyecto de créditos para el ejército en el año fiscal siguiente.

Recibió la aprobación del Senado (43 a 20 votos) y de la Cámara de Representantes (159 a 134) y la sancionó el entonces Presidente de Estados Unidos William McKinley, el primero de marzo de 1901, convirtiéndose en ley hace 110 años.

De acuerdo al sentir popular, la Enmienda Platt tuvo carácter de coyunda - como la correa de atar los bueyes al yugo-, pues en sus ocho artículos, de manera clara, fijaba mediante un tratado permanente el derecho estadounidense a la intervención y a establecer bases militares.

Entre los principales opositores estuvieron los patriotas cubanos Salvador Cisneros Betancourt, con un voto particular ante la Constituyente, el 15 de marzo, para que la Convención la rechazara, y Juan Gualberto Gómez, quien redactó la enérgica respuesta pronunciada el 26 de marzo de 1901.

"No se le deja elección a los cubanos para nada, supuesto que tienen que aceptar las conclusiones propuestas...", ya convertidas en Ley, afirmó Cisneros, presidente de la República de Cuba en Armas, en dos ocasiones (Guerras de 1868 y 1895).

Fracasaron los enviados a Washington del 20 de abril al 6 de mayo y Estados Unidos rechazó todas las modificaciones propuestas por los cubanos en la primera votación el 5 de junio de 1901, en que fue aprobada, con aclaraciones y explicaciones, por estrecho margen (15 a favor, 14 en contra).

Se aprobó finalmente, sin adiciones ni debates, por 16 votos a favor y 11 en contra, en la sesión del 12 de junio, con la ausencia de cuatro constituyentes y la aclaración de algunos votos favorables emitidos solo para que se marcharan los norteamericanos.

Aunque hubo rechazo popular y los constituyentes cubanos trataron de oponerse, la Enmienda Platt -incorporada al Tratado permanente Cuba Estados Unidos- signó largo tiempo el destino del país.

A tenor de la misma y con similar objetivo otros documentos impuestos a La Habana (1903-1904) completaban la formula de la sumisión: el convenio sobre el establecimiento de la base naval de Guantánamo, el Tratado permanente Cuba-Estados Unidos y el llamado Tratado de Reciprocidad Comercial, que monopolizaba el comercio interno y exterior de Cuba

En realidad para el pueblo cubano no se trataba sólo de una amenaza sino de un peligro real, como mostró en 1906 el desembarco de fuerzas navales y militares ante la sublevación de opositores al gobierno de Tomás Estrada Palma, quien llegó a la presidencia en 1902 con el apoyo del gobernador estadounidense Leonardo Wood.

Estados Unidos estableció su segundo gobierno de ocupación en este país desde 1906 hasta 1909 y antes de retirarse dejó claro que ningún gobierno tenía futuro sin apoyo de Washington.

En 1934, en el nuevo Tratado permanente Cuba-Estados Unidos, la Enmienda Platt quedó sustituida por una forma de dominación más sutil aunque su espíritu se mantuvo vivo en las relaciones bilaterales durante las décadas siguientes, hasta el triunfo revolucionario del 1 de enero de 1959.

Desde entonces, el hostigamiento estadounidense a la Revolución Cubana mantiene sus raíces en aquel trasnochado plattismo y en la ceguera de sus desmemoriados ejecutores, derrotados militarmente por primera vez en la batalla de Playa Girón (Bahía de Cochinos), en 1961.

(*) La autora es historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina

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