Para una relación de alteridad con los medios

Yinett Polanco - La Jiribilla.- El mundo vive hoy una etapa de transformaciones que remueve los cimientos de lo que durante décadas se consideró como cierto o establecido. Esta situación se hace realidad particularmente en América Latina, donde una serie de mandatarios progresistas han intentado durante los últimos años conducir a los países del continente fuera de los abismos en que los habían sumido los gobiernos neoliberales y las dictaduras precedentes. Pero si en muchos de los pueblos del Río Bravo a la Patagonia se vive hoy una revolución social, esta no siempre es expresada por los medios de comunicación dominantes dentro y fuera de los límites continentales.

Con motivo de la realización del II Taller Internacional Medios Digitales y Contexto Social: Desafíos ante el cambio, convocado por La Jiribilla y La Ventana, portal informativo de Casa de las Américas, conversamos con el teólogo e intelectual brasileño Frei Betto, quien se encuentra nuevamente en Cuba participando de la Feria Internacional del Libro. Los retos que para los llamados medios alternativos presenta esta situación, y qué armas pueden utilizarse para un acercamiento crítico al producto que venden los grandes consorcios de la información sirvieron de punto de partida para este breve encuentro.


¿Cómo pueden los medios, que se han dado en llamar alternativos, ayudar a radicalizar los procesos revolucionarios dentro de América Latina?

La izquierda muchas veces llega tarde a algunos temas, como pasa con la ecología, ahora ha avanzado más en ese tema pero con sus prejuicios, porque creía que era una cuestión de los partidos verdes, que no tenía ningún contenido revolucionario y no se ha dado cuenta de que el tema de la ecología tiene la ventaja de involucrar a todos, de todas las clases, porque los daños que se le hacen al planeta no tienen distinción, todos somos víctimas.

Eso pasa con los medios de comunicación. La izquierda muchas veces ha usado esos medios de manera equivocada para transmitir su mensaje revolucionario de una forma muy doctrinaria y muy agresiva al pueblo, no ha descubierto todavía una pedagogía de comunicación. La derecha sí, muy temprano ha descubierto esta pedagogía. Por ejemplo, la primera emisión de la televisión fue en 1939 y The New York Times publicó un editorial afirmando que “este aparato está condenado al fracaso, porque nosotros, los americanos, estamos acostumbrados a la radio, que se puede escuchar trabajando, cocinando, caminando, manejando un carro; pero pensar que vamos a abandonar todas nuestras ocupaciones para estar delante de esta cajita, eso es impensable”. No sé si The New York Times después hizo alguna autocrítica, el hecho es que la televisión ha logrado descubrir la fuente de la hipnosis colectiva.

La primera finalidad de la televisión capitalista es vender productos, no es hacer emisiones culturales ni periodísticas. La televisión ha descubierto muy temprano que si fuese solamente un instrumento de emisión de cultura, o sea, de todo aquello que añade enriquecimiento a nuestra conciencia y nuestro espíritu, sería muy aburrida. Descubrió entonces que debía emitir menos cultura y más entretenimiento. Cuando se está ante la televisión, dos de los cinco sentidos se usan de manera real: la vista y el oído, los otros son virtuales, y esa es la forma de la hipnosis colectiva, la gente mira la televisión en busca de un placer virtual, para huir de su realidad dura, cotidiana, entrar desde su casa en un mundo onírico. La izquierda no supo hacer esto, ha apostado muchas veces por los contenidos aburridos y es curioso porque en el cine logró hacer trabajos de muchísima categoría estética, como obra de arte; pero en la televisión tiene más dificultades. Hay que profundizar eso, ¿por qué esa dificultad? Quizá tenemos mucha prisa en transmitir palabras de órdenes mas se debe tomar en consideración el oyente, el espectador.

Las comunidades eclesiásticas en el continente han logrado movilizar más gente que muchos partidos de izquierda, porque tenían una pedagogía, partían de una motivación presente en la subjetividad del pueblo, su religiosidad. En Educación Popular siempre he usado un esquemita: en América Latina la puerta de la razón es el corazón, y la llave del corazón es la religión. No quiere decir que toda la izquierda tiene que utilizar la religión, no se trata de eso, porque no puede ser una trampa, tiene que ser algo sincero; pero con ello quiero demostrar que cuando hacemos una utilización de los medios dentro de una perspectiva revolucionaria, debemos partir de lo que motiva a la gente y no de las convicciones dogmáticas de nuestras ideas revolucionarias. Ese es el desafío, descubrir cómo hacer algo que interese a la gente y desde ahí desarrollar una pedagogía, sabiendo que la gente es naturalmente capitalista. Por eso, el capitalismo tiene tanto éxito porque está centrado en el egoísmo, y nosotros, como todo bebito, nacemos egoístas, autocentrados, el amor es un trabajo de desarrollo. El altruismo y la solidaridad vienen con la educación.

¿De qué modo jugar entonces con los límites y lograr cambiarle el contenido a la gente sin que se aburra o se aleje totalmente?

Ese es el desafío. Siempre digo: no hay novela de izquierda y novela de derecha; hay novelas bellas y novelas feas. Esto vale también para las telenovelas. Lo primero es que debe ser bello, tiene que tener un valor estético muy fuerte y desde ahí buscar contenidos humanizadores y no alienadores, porque lo que el capitalismo hace muy bien es usar la belleza como expresión de la alienación, de la evasión de la realidad de la vida, la desconcientización de la gente y nosotros tenemos que hacerlo al revés pero con belleza, con calidad y no pensando con ingenuidad que nuestro contenido revolucionario les interesa necesariamente a las personas. En la historia del cine, pocas cosas de concientización se han hecho con tanta calidad como lo hizo Charles Chaplin. Él hizo películas de izquierda, revolucionarias, donde los protagonistas están todos en el mundo de los oprimidos, con una calidad artística insuperable. Ese es el desafío.

¿Cuánto podría ayudar el prisma, las herramientas de la Educación Popular al acercamiento crítico y la toma de los medios de comunicación?

No veo otra manera porque el método de la Educación Popular es inductivo, parte de la gente. A través de la Educación Popular es posible lograr la educación de los ojos, delante de la televisión, delante de Internet, desarrollar en la gente una conciencia crítica. Para eso es necesario que la gente pueda librarse de la hipnosis colectiva, distanciarse un poco de la transmisión televisiva y sobre todo analizarla, qué representa, qué contenido, qué objetivo, por qué está hecho así. Eso le permite a la gente ser sujeto de la transmisión y no objeto. No veo otra salida fuera de la metodología de la Educación Popular para desarrollar en el público esta conciencia crítica con los medios, para tener con ellos una relación de alteridad y no de sumisión.

¿Cuál es su valoración en torno al panorama político y social que vive hoy América Latina?

Hay avances muy significativos por el hecho de tener hoy muchos gobiernos progresistas en América Latina. En los últimos 50 años, el continente ha conocido tres grandes ciclos políticos: las dictaduras militares, los gobiernos neoliberales mesiánicos —como Menem en Argentina, Fujimori en Perú, Rafael Caldera en Venezuela—, y ahora el pueblo por su iniciativa, por su protagonismo dentro de la democracia burguesa elige a gente que tiene extracción popular como Lula, Evo Morales, Mujica o gente que tiene una identificación con las causas populares como Correa y Chávez. Es un avance muy significativo, históricamente muy importante; pero hay que consolidar estos espacios y ahí está la dificultad. Mi temor es que la consolidación que buscan ahora es por arriba, por la integración de gobiernos y organismos múltiples y se hace poco la integración por abajo, que consiste en fortalecer los movimientos sociales. No creo que esta democracia participativa y esos gobiernos —que teóricamente la representan— puedan llegar a hacerse fuertes si no hay un fortalecimiento de los movimientos sociales, y ahí está el gran desafío.

En el más reciente Foro Social Mundial una de las grandes discusiones fue que el Foro se había constituido como un espacio de debate y no de acción y se estaba analizando la pertinencia de pasar a otra etapa. ¿Pueden espacios como estos ayudar a esa integración por abajo?

Creo que sí, pero el Foro es expresión de un movimiento que tiene que existir en cada país, y muchas veces los gobiernos progresistas no valoran suficientemente estos movimientos populares. Es una lástima y una contradicción. Ellos le dan mucha importancia a la gobernabilidad por la vía del parlamento, que es una pierna importante, pero olvidan la otra que es estar sintonizados con los movimientos populares. El ALBA, UNASUR, MERCOSUR son organismos de integración muy importantes; pero son insuficientes si no hay un trabajo de base, de organización y movilización popular. En última instancia el Foro es un evento, hay que producir otros en ese sentido, de búsqueda de una sociedad poscapitalista.

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