No fueron las masacres de periodistas, de niños, o de civiles inocentes, las que han hecho abrir la boca para que asome la verdad en las oficinas de prensa en Washington, sino el trato a quien se sospecha que filtró los materiales a Wikileaks: el soldado Bradley Manning. El vocero del Departamento de Estado, Philip J. Crowley dijo, durante conferencia en una universidad: “Lo que le está sucediendo a Manning es ridículo, contraproducente y estúpido y no sé por qué lo está haciendo el Departamento de Defensa. Aun así, Manning se halla en el lugar adecuado”.
Crowley se refería a la denuncia, realizada por el abogado de Manning, sobre el trato a su defendido, que es obligado, entre otras cosas, a dormir y comparecer desnudo ante sus carceleros; algo que el presidente Barack Obama ha calificado como “dentro de los estándares”.
Poco después de sus opiniones sobre Manning, Crowley emitió una declaración en la que afirmó: “Dado el impacto de mis comentarios, por los que asumo toda responsabilidad, he presentado mi renuncia al cargo de subsecretario de Relaciones Públicas y portavoz del Departamento de Estado”.
El señor Crowley no dijo que el trato a Manning era “injusto, cruel, e inhumano”, sólo se refirió a lo “contraproducente” de tales métodos para su propio gobierno. Quizá sea el momento de recordar al ahora renunciante vocero y a sus jefes lo que declaró Philip J. Crowley hace apenas un año – en medio de una campaña mediática plagada de mentiras y atizada desde Washington- con respecto al gobierno cubano: “tiene responsabilidades fundamentales bajo la ley internacional de cuidar a sus ciudadanos, incluyendo a aquellos que se encuentren bajo custodia, y deben cumplir con sus obligaciones”.