José Ángel Hernández - Blog Ogunguerrero.- Me preparaba para marchar a La Habana, a presentar mi ensayo Sentido intelectual en era de globalización mecánica, en la 21 Feria Internacional del Libro, cuando pasó por mi vista el mensaje de twitter de la acaudalada bloguera Yoani Sánchez, con la correspondiente acusación a la Seguridad del Estado de suspender el encuentro de Estado de SATS planificado para el diez de febrero; este se haría con los poetas Juan Carlos Flores, de Alamar, Cuba, y Hank Lazer, de Alabama, EEUU, junto al jazzista, también de Alabama, Andrew Raffo Dewar.


Estos detalles no estaban, por supuesto, en la información del tweet, por lo que entre el REM (Rapid Eyes Movement) y el subconsciente, apenas me dije: «¡Ahj, se ha quedado Yoani sin su única “actividad cultural”!»

Así es cada vez: lo twitea y retwitea, paso a paso, de la previa al post. Y así es siempre ella con sus “incidentes”, al punto de considerar que cualquiera la vigila o de declarar que la golpean sin conseguir mostrar siquiera un moradito en la piel. En una frase: suplanta la realidad con su deseo.

Casi de inmediato, también en esa especie de REM que obligatoriamente genera la saturación del buzón de correo electrónico, pasó por mi vista un titular, creo que de Diario de Cuba, con similar acusación y, poco después, otro con el anuncio de una Declaración de Estado de SATS que acusa a la Seguridad del Estado de la suspensión de lo anunciado, del cual se hizo eco —más no faltaba— el Nuevo Herald de Miami. Y acudí, final y tardíamente, a la Declaración, por curiosidad antes que por interés, lo confieso. Su autor es Antonio G. Rodiles, cofundador del proyecto cuya perspectiva era “establecer un espacio donde exista un debate abierto, plural, diverso y franco entre los actores de la sociedad civil cubana”. O sea, se trata de uno de esos proyectos escandalosamente minoritarios que se declaran capaces de abarcar el problema de toda la nación. Se proclaman, de inicio, fuera de la disidencia convencional, aunque su trabajo transcurre alrededor de otros grupos minoritarios, o sería mejor decir, de exigua membrecía, como las Damas de Blanco, con las cuales se escenificó una primera confrontación sin consecuencias. No obstante, en sus textos y debates no se busca, como se repite en la fraseología por ellos mismos asentada, el progreso de Cuba, sino el derrocamiento del sistema socialista y su suplantación por el de una economía de mercado. O sea, su perspectiva no difiere en casi nada de la Yoani Sánchez y de otros partidarios del mercenarismo plattista (cuyos índices demográficos debían analizar) que, curiosa y paradójicamente, adjudican a una indemostrable mayoría del pueblo cubano. Al husmear en los no pocos “debates” que suben a Youtube, hallamos una proyectiva nostalgia por la intervención violenta, una vez que saben de antemano fracasadas sus posibilidades de incidencia en la sociedad cubana y, sobre todo, en lo que llaman el derrocamiento “por vías democráticas”. El modus operandi de estos deseos lo revela el escritor cubano Raúl Antonio Capote, devenido doble agente (de la SE y de la CIA) en un capítulo de su libro, Enemigo, recientemente publicado: generar, en cínico terrorismo mediático, una ficticia crisis de gobernabilidad, producir una Declaración (a él mismo solicitada por los personeros de Prensa de la SINA) que clame, a nombre de todo el pueblo, como hace Estado de SATS, por la intervención en el país. Y así dejar listo el escenario para “justificar” la invasión militar. No es un lugar común, es un hecho que, país por país y con ligeras variantes, se comprueba en el Medio Oriente y, aun, en América Central.

La Declaración de Rodiles, por su parte, acusa una contradicción en vicio, pues en ningún momento apunta que el poeta invitado, o el músico, argumentaran presión del organismo de SE, sino “otros compromisos”. En todo caso, alude a que alguien le señaló a Lazer que visitaba Cuba para participar en un evento que conmemoraba ¡diez años! de intercambio (míos los signos de admiración) con la Universidad de San Gerónimo, cuestión que, según el párrafo siguiente, fue desmentida por el propio poeta estadounidense al comunicarle telefónicamente que tenía una actividad inesperada en su agenda, concretamente “una cena”. A mi entender, es incluso lógico que alguien, y no precisamente un miembro de la SE, probablemente un colega de docencia, le hiciera al profesor una advertencia más o menos análoga, puesto que cualquier cubano con sentido común, y un mínimo de conocimiento del proyecto (ya que la masa cubana no tiene ni la menor idea de que existe) le hubiera advertido sobre sus verdaderas intenciones subversivas, por completo fuera de la pluralidad que preconizan. Un proyecto como este solo admite la diversidad dentro del consenso de opinión de derrocar al sistema mantenido por la inmensa mayoría de los cubanos desde 1959, con errores e improcedencias, pero sin retroceso.

La Declaración define incluso que los invitados ofrecerían “desde lenguas y culturas diferentes, percepciones y aproximaciones similares” (mías las negritas). Nótese: percepciones y aproximaciones que se ubiquen en su propia dirección de pensamiento, opuesto al de la mayoría de los cubanos y plegado al consenso de la ideología hegemónica global, totalitaria y mercantilista. Un sistema en crisis que empieza, justamente, por depredar la educación y la cultura, cuyos índices en Cuba impresionan a pesar de que sin sostén económico quedó a partir del derrumbe del socialismo europeo. Y se apresura además esta Declaración a una falaz comparación entre las visitas de intercambio cultural desarrollado en los últimos años entre Cuba y los EEU, promovidas por empresarios estadounidenses y sin contrato de pago a los artistas, aunque con una fuerte presión de los sectores recalcitrantes del anticastrismo, con sus deseos de que actúen en Cuba artistas ampliamente conocidos e identificados por su proselitismo plattista y contrarrevolucionario, como Wily Chirino o Paquito D’Rivera.

Sin otra vuelta de tuerca: este proyecto asume en la primera oportunidad, no muy oportuna por cierto, el reclamo de intervención cultural en Cuba. La intervención simbólica, ya que no acaba de ocurrir la militar. La independencia y el libre pensamiento que Estado de SATS dice mantener, se reducen a algo tan obvio como la aceptación de la hegemonía global de la ideología de mercado y a domeñar la diversidad cultural con la restauración de la restringida diversidad capitalista, en cultura como en política.

Lo que ocurre con proyectos como estos es que no pueden existir, primero, sin el apoyo mediático de los monopolios informativos y sus sucedáneos, o sin el sostén financiero de las partidas presupuestarias que anualmente se erogan para la subversión en Cuba (o ambos, en la generalidad de los casos), y, segundo, y aun más importante, les resulta completamente imposible hacerse ver sin insertarse, parasitariamente, en la propia estructura cultural que el proceso revolucionario desarrolla, a pesar del deterioro de las instituciones y de las limitaciones económicas. Los fundamentos de Estado de SATS parten, incluso, de captar (también mía la apreciación) el amplio, superpoblado movimiento artístico y el considerable nivel cultural de la población cubana, para intentar revertirla contra sí misma bajo la conocida astucia de Guerra Fría de utilizar errores y desviaciones internas como piedra de toque para el pretendido fracaso del sistema de relaciones sociales. Y, para no alejarse demasiado de la contradicción en vicio, el uso del término sociedad civil que se permiten, incluido en su agenda desde su creación, se reduce a tal grado, que vale solo para aquellos pocos subversivos que al mercenarismo plattista deciden afiliarse.

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