Aurelio Pedroso - Progreso Semanal.- Aún está en manos de los investigadores si fue en La Pinta, La Niña o la Santa María donde llegaron a la isla los primeros caraduras. Lo cierto es que por muy ignorante que sea un cubano –que hay pocos porque aquí todo el mundo sabe leer y escribir-, el término no le prestará ninguna confusión al más modesto de entendederas ni mucho menos le obligará a vérselas con un diccionario.


Caraduras los hay de izquierda, derecha, centro y de norte a sur en el comportamiento humano. No se necesita militar en ningún partido político, ni estar suscrito a ninguna tendencia religiosa, así como tampoco ser un defensor acérrimo de los perros callejeros o en medio de una borrachera matar un gato y hacerlo fricasé. Simplemente, para ser un caradura basta con tener la cara dura. Así de fácil.

Y escribo esto a la sazón de un par de noticias que he conocido.

La primera, la de aquel muchachito que, en honor a la verdad, despertó muchas simpatías al tiempo que ponía en aprietos al Presidente del Parlamento cubano cuando le obligó a decir algo así como eso de mire usted, si a cada cual le da por viajar las congestiones en el espacio aéreo provocarían tantos accidentes como siete simios al timón de igual cantidad de autobuses urbanos.

Se llama Eliécer Ávila y ya algunos medios internacionales lo han calificado como el primer disidente que logra salir legalmente del país. No a Bolivia como había manifestado para conocer donde muriera el Che Guevara, sino a la distante Suecia. De seguro que su viejo anhelo lo dejará para otro viaje ahora que puede salir a su antojo.

La segunda y no menos importante es la sra; Yoani Sánchez, que este 18 llegará al Brasil. Con todo lo que ha ganado en premios y con un salario de 2,000.00 euros como seudo corresponsal del diario español El País (“remenber” Grupo Prisa), anda pidiendo por las tuberías de internet alguna contribución para el tour. Y no cuento su salario por ocupar una de las viceprensidencias de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), salario que podría –no lo tengo certificado aún-- ascender a los 72,000 USD anuales.

Y para terminar. Tengo un paisano que cada tres meses participa conmigo en los encuentros de veteranos de guerra. Muy claro y meridiano el hombre. Cada vez que escucha alguna de esas anormalidades que suelen decirse a veces en reuniones, se levanta y exclama: “Qué barbaridad… Estamos rodeados y no de agua”. Le propondré agregar que de caraduras también.

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