Si ustedes siguen los acontecimientos de estos días con grandes manifestaciones en las principales capitales brasileñas verán como siempre aparece un logo de este imperio por alguna esquina. En ocasiones parece un monopolio. Si salen los manifestantes en O Globo, si se distribuyen por sus agencias es porque desgasta al actual gobierno brasileño.
Es más, si de la selección de las horas grabadas, en nuestras pantallas aparecen casi en exclusiva las acciones violentas, es que la manipulación es manifiesta. En los primeros días, cuando explotó la situación en la inauguración de la Copa Confederaciones de Fútbol, se les escaparon algunos momentos de una violencia policial auténticamente salvaje. Policías en moto atropellando a manifestantes. Después de las denuncias de esa violencia policial, nos han inundado de coches, contenedores quemados, supuestos asaltos a edificios institucionales y por último manifestantes subidos al tejado del parlamento en Brasilia.
Los textos de apoyo a estas imágenes confunden. Parece que todo se debe a una subida del precio del transporte público. Es una de las mil causas, entre otras cosas porque el transporte público es deficiente, especialmente en Brasilia, la capital. La indignación es por la duda pública, la subida del coste de la vida, los casos de corrupción, el gasto desmesurado en organización de eventos deportivos. Tras la Copa de Confederaciones, el año próximo el Mundial de Fútbol y en 2016, las Olimpiadas. Es decir, un desgaste total, una marcha hacia el desastre económico de la población.
La situación política y económica es tan complicada que hasta dos importantes exjugadores de fútbol, Rivaldo, y sobre todo Romario, éste diputado en el parlamento están haciendo campaña en contra de estos gastos desmesurados. Lo evidente, es que la represión policial es global, las mismas técnicas, los mismos despliegues, las mismos métodos violentos con los mismos aparatos. Para pensar. Los manifestantes silenciosos turcos me despiertan solidaridad.
