Cubainformación publica, gracias a los buenos oficios de Leonardo Mesa,  un nuevo texto confesión de Gordiano Lupi, estrecho colaborador durante años de la bloguera contrarrevolucionaria Yoani Sánchez. Sin compartir muchos de sus planteamientos, consideramos importante difundir su historia, que desnuda la condición colaboracionista y mercenaria de Sánchez.


Giordano Lupi: Confieso que me he equivocado.

Crónica nerudiana de la ruptura con Yoani, puesto que muchos me piden hechos.

13 de Mayo del 2014

Gordiano Lupi - Traducción de Leonardo Mesa, revisada por Roger Rubiera y Pilar Álvarez - Cubainformación / Tellusfolio.- El artículo (no es una carta abierta ni un desahogo, llamémosle a las cosas por su nombre) que publiqué hace pocos días en Tellius ha dado la vuelta al mundo. Jamás lo hubiera imaginado porque no era mi objetivo, pero sobre todo porque he escrito decenas de libros sobre Cuba, enfrentando dificultades que Yoani nunca ha tenido que enfrentar, y de los cuales solo se ha hablado en mi pequeño mundo underground. El artículo se proponía decir que a partir de hoy no quiero que se me mezcle con la figura de Yoani Sánchez. Muchos han sido los comentarios desconcertantes, muchas las peticiones de aclaraciones. Regreso al tema para decir que no se pueden dar explicaciones en Twitter. Yo, al menos, no estoy acostumbrado a eso, me es imposible hacer un esfuerzo de síntesis. Además, no tengo la mínima intención de procesar a Yoani Sánchez porque la bloguera no ha cometido ningún delito. La falta de educación, la poca gratitud, la escasa sensibilidad no son hechos perseguibles en sedes penales, solo en el viejo y anticuado mundo moral en el que estoy acostumbrado a tratar.

Yoani Sánchez continuará con su vida y yo con la mía. Así de simple. Algunos periodistas me piden hechos concretos, los motivos de la inesperada separación, esperando que revele grandes infamias. Quedarán decepcionados. Puedo solamente contar mi experiencia y la historia de una decepción, lo cual no será para algunos un “hecho”, pero sí suficiente para mí para cortar la relación.

Todo esto comenzó en Tellus y es correcto que termine también aquí. Fue la propia bloguera quien me contactó – hace más de siete años – escribiéndome una carta amistosa e informal, en la cual me pedía traducir su blog al italiano, ya que había visto algunas de mis traducciones en Tellusfolio, que yo hacía voluntariamente a partir del momento en que la descubrí. Entre Yoaniy yo jamás ha habido una relación de tipo económica, solo compartíamos un proyecto y una idea. Me había dado cuenta de que escribía sobre cosas que siempre había pensado, por lo que consideré adecuado dejar de lado mis pequeñas producciones para darle voz a una bloguera corajuda. Comencé entonces a recorrer Italia – a mi cargo – para dar a conocer el pensamiento de Yoani, mientras ella participaba mediante transmisiones directas desde Cuba que se traducían en directo. Estuve en Turín, Aosta, Viareggio, Pisa, Pésaro, Roma… ya no recuerdo todas las paradas de este Yoani-tour. Le conseguí también a Yoani un editor italiano: Rizzoli. Claro, no lo hice solo, sino con la importante colaboración de un conocido periodista italiano, que supongo que no quiera ser mencionado, y por lo tanto, no lo haré. Inmediatamente después de eso, La Stampa adquirió el blog de Yoani y fue entonces que nació una relación contractual entre el diario turinés y yo, en calidad de traductor. Nunca he cobrado comisiones como representante literario, porque no era el representante de Yoani. Creía ser un amigo y un importante colaborador. Un día Yoani me escribió diciéndome que “tenía que ser su traductor en cualquier publicación italiana”. Esa palabra, que habría recompensado mi compromiso con ella, no la mantuvo, ya que cuando comenzó a colaborar con Internazionale se me excluyó de la relación de trabajo, y ella no movió un solo dedo para protegerme. Este fue el primer roce, del cual traté de olvidarme, aunque era consciente de que si Yoani hubiera querido, las cosas habrían ido de otra manera. En ese momento Yoani tuvo la gran idea de firmar un contrato con una representante literaria que la representara en Italia. El hecho de que una defensora de los derechos humanos utilice una representante que proteja sus intereses económicos desentona bastante, pero dejemos eso aparte. Hasta ese momento era yo quien lo organizaba todo, de manera gratis y amistosamente, porque así había nacido nuestra relación. Pero sucede lo inevitable: su representante – Erica Berla–comienza a interferir para sacarme del juego. Así y todo la comprendo, en el fondo es su trabajo. Encontró la gallina de los huevos de oro y quiere que le sea rentable su 20% de cada contrato sin la intromisión de un aficionado como Giordano Lupi. Erica Berla hace todo lo posible para que se me excluya de las traducciones y presiona a La Stampa para que se contrate a un traductor de su confianza, es decir, uno de su mundillo. Y Yoani, por su parte, no hace nada para defenderme. Si hasta ayer he seguido traduciéndola lo he hecho solo por Mario Calabresi. También la representante de Yoani contrató con Rizzoli la reimpresión en edizione Bur de Cuba Libre y para añadir 20 páginas hizo que se contratara a su traductor, excluyéndome de una obra que yo había querido hacer. Yoani no movió un dedo para defenderme, es más, cuando se lo hago notar se manifiesta malhumorada e irritada. ¿No tenía que ser yo su traductor italiano? Quizás los tiempos ya habían cambiado… Yoani se había convertido en una máquina de hacer dinero y el único que no se daba cuenta era yo. Vayamos ahora a su viaje a Italia, que tuvo lugar hace un año. Ya conté la historia de mi suegra retenida en las escaleras esperando la respuesta de la fecha de su llegada. Todavía no he contado que, tanto mi mujer como yo, la llamamos por teléfono a Cuba al menos treinta veces para asegurarnos del día de su vuelo. Yoani se negaba siempre a responder o salía con evasivas. Por su parte su representante hacía de todo para poner trabas y obstáculos al viaje. Llegué a saber de su fecha de llegada solo dos días antes, pero no por ella, sino a través de su editor español. Resulta evidente que este comportamiento inexplicable causó molestias y fricciones con los organizadores de varios eventos. Durante los tres días de su permanencia en Italia,Yoani mantuvo una actitud fría, áspera, distante. Mientras viajábamos de Roma a Perugia, para más tarde tocar Turín, se encontraba siempre pegada al Twitter, sin ni siquiera alzar la mirada para contemplar las bellezas de una tierra que veía por primera vez. Y yo me preguntaba con tristeza: “¿Esta es la persona que tanto he idealizado?” Entre las pocas cosas que me confió estaba la gran preocupación económica de evitar exponerse mediáticamente porque su representante le había dicho que se arriesgaba así a no recibir el Premio Ischia (que al final no obtuvo). La permanencia de Yoani en Italia transcurrió alternando poses de diva, incomunicación y berrinches con la prensa, porque no quería conceder entrevistas. Recuerdo ahora el papel de mezquino que me hizo hacer en Bérgamo, poniéndome a disposición de los periodistas locales que querían hablar precisamente con ella.

Hasta este momento no he hablado de los “hechos” que muchos periodistas me han pedido que cuente, sino de mis opiniones. Es cierto, pero bastan y sobran para comprometer una relación de confianza. Un “hecho”, sin embargo, sí quiero escribirlo. Se trata del email que circuló en la red hace un año, en el cual la bloguera le escribía a su representante para decir que no regresaría a Italia para dar conferencias pagadas “solamente a 5000 euros”. Yoani me escribió entonces afirmando que ese email era falso, y encima decía que estaba asombrada de cómo me podía creer yo la semejante trampa que le habían tendido. Pues bien, en aquel entonces sostuve públicamente la versión del email falso, pero siempre he estado convencido de lo contrario. Ese email era auténtico y alguien lo introdujo en la red para obligar a Yoani a dar las conferencias. Yoani regresó a Roma, pero los que han estado más atentos recordarán que no fui a recibirla. Muchos amigos y los pocos que se preocupan por lo que escribe Giordano Lupi, se habían dado cuenta que desde hacía un año mi relación con Yoani se había enfriado. Me callaba para estar tranquilo y porque tenía que respetar el contrato con La Stampa. En el fondo, si hubiera abandonado le habría hecho el juego a su representante, pero creedme, he estado un año traduciendo a Yoani de mala gana. Ahora puedo “soltar lastre” y “liberarme de un peso”, porque Yoani – como última bajeza – ha cancelado el contrato con La Stampa, porque no valía la pena, pagaban muy poco. Pero la descortesía más grande fue que a mí – su traductor italiano, ese que tendría que haberle traducido siempre - no me ha dicho nada de terminar la colaboración con el diario turinés. Pienso que esto es suficiente para declararme decepcionado y desengañado de Yoani Sánchez, quien ha demostrado estar más apegada a las relaciones económicas que a las amistosas, a los contratos millonarios más que a las ideas, a los premios sustanciosos más que a la difusión del pensamiento libre. He sido uno de los principales responsables de que se conozca a Yoani Sánchez en Italia, he contribuido a difundir su imagen escribiendo libros sobre ella (¡gratis!). En cambio he recibido la ingratitud de la bloguera y la represión del gobierno cubano, que me prohíbe a mí y a mi mujer poner un pie en la isla, mientras a Yoani le permite ir y venir a Miami o a España.

Confieso que me he equivocado. ¿Qué otra cosa puedo hacer?

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