Les ofrecemos la Mesa redonda internacional de TeleSUR sobre las reciente revelaciones de la agencia AP sobre la USAID y la subversión contra Cuba utilizando jóvenes latinoamericanos.


Sobre los jóvenes viajeros, la Usaid y la subversión en Cuba

Washington ha profundizado acciones dirigidas a generar cambios geopolíticos en el orbe según los lineamientos de la guerra no convencional

Carlos Fazio - Cubadebate.- En el marco de una crisis integral del sistema capitalista mundial, su hegemón, Estados Unidos, ha entrado en una fase de declinación irreversible de mediano o largo plazos. En ese contexto, mientras el imperio transita de manera inexorable por una pendiente resbaladiza, la élite política estadounidense —incluidos los miembros de la Casa Blanca, del Departamento de Estado y el Congreso— persiste en intensificar la diplomacia de guerra impulsada por los halcones del Pentágono, que han logrado implementar e imponer todo un sistema mental altamente militarizado, lo que ha derivado en la ampliación desmesurada de sus redes globales de Inteligencia para espiar aliados, adversarios y a sus propios ciudadanos.

Junto con la utilización de la guerra como mecanismo de disciplinamiento clasista de la población mundial, en la etapa, Washington ha profundizado una serie de acciones dirigidas a generar cambios geopolíticos en el orbe según los lineamientos de la guerra no convencional; es decir, mediante operaciones irregulares, clandestinas y encubiertas, también asimiladas a la llamada guerra de cuarta generación, que incluyen acciones propias de la guerra psicológica, cibernética y mediática, entre otras modalidades.

Cuba no escapa a los designios subversivos y desestabilizadores de Washington. Desde 1959, 11 sucesivas administraciones de la Casa Blanca, desde Dwight Eisenhower a Barack Obama —pasando por Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton y Bush Jr.—, han venido realizando acciones terroristas y de sabotaje contra objetivos cubanos, a los que se suman los intentos de magnicidio en contra de Fidel Castro. Como consecuencias de esos actos, desde el triunfo de la Revolución Cubana a la fecha han fallecido 3 478 personas y 2 099 resultaron mutiladas e incapacitadas. Los daños a la economía cubana se calculan en 121 000 millones de dólares. En contraste, nunca un ciudadano estadounidense ha sido muerto o herido, ni una sola instalación grande o pequeña ha sufrido el menor daño material en el inmenso territorio de Estados Unidos, por alguna acción procedente de Cuba.

Después de medio siglo de conflictivas relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Cuba, la llegada de Barack Obama a la Oficina Oval en enero de 2009 alentó expectativas de un cambio positivo entre ambos países, tendentes a una normalización. Sin embargo, el prometedor «nuevo comienzo» anunciado por Obama con relación a Cuba chocaría pronto con la realidad y exhibiría de manera descarnada el tradicional doble discurso de los mandatarios estadounidenses.

Recientes revelaciones periodísticas vinieron a confirmar que Obama y su primera secretaria de Estado, la hoy presidenciable demócrata Hillary Clinton, no solo persistieron sino que incrementaron con eje en las nuevas tecnologías las acciones subversivas, ilegales y encubiertas contra la Isla, en abierta violación de la soberanía nacional y de la voluntad expresa del pueblo cubano de perfeccionar su modelo económico y social, y consolidar su democracia socialista.

De acuerdo con sucesivas informaciones divulgadas este año por la agencia de noticias estadounidense Associated Press (AP), desde el comienzo de la administración Obama-Clinton, y bajo la pantalla de la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid, por sus siglas en inglés), que depende del Departamento de Estado, los servicios de Inteligencia de Estados Unidos han venido desplegando diversas acciones clandestinas dirigidas a provocar un «cambio de régimen» en Cuba.

Entre esas actividades subversivas figuraron el programa secreto ZunZuneo, una especie de Twitter o plataforma tecnológica que buscó generar una «primavera cubana» (a semejanza de las revueltas que ocurrían entonces en el norte de África y Medio Oriente) para derrocar a las autoridades de La Habana, y el programa encubierto «Jóvenes viajeros», dirigido a influir de manera negativa y manipular a la juventud cubana, para crear, previo reclutamiento y entrenamiento de activistas políticos desafectos al Gobierno, una oposición interna para destruir a la Revolución.

Según revelaciones de comienzos de agosto, mediante el programa de Jóvenes viajeros el Gobierno de Estados Unidos envió a Cuba a una docena de latinoamericanos originarios de Costa Rica, Venezuela y Perú, cuya misión —bajo la fachada de programas «cívicos» y de «prevención de salud en VIH»—, era identificar liderazgos en el sector juvenil cubano, «reclutarlos, organizarlos y convertirlos en agentes de cambio», con la finalidad de que posteriormente realizaran acciones subversivas y desestabilizadoras que desembocaran en una rebelión en la Isla.

Las características de ese proyecto subversivo lo ubican en la Estrategia de Guerra No Convencional del Pentágono, que ha cobrado protagonismo en los últimos años. La participación de personal «no calificado» en operaciones de inteligencia tradicional está codificada en la circular de entrenamiento TC-1801 de las Fuerzas de Operaciones Especiales (FOA) y forma parte de un esfuerzo «multiagencias», donde la Usaid, dependencia del Departamento de Estado que supuestamente se dedica a financiar labores humanitarias en todo el orbe, ha tenido un papel destacado como pantalla de acciones de Inteligencia y militares encubiertas.

Ese es el caso del programa Jóvenes viajeros. Bajo la cobertura «humanitaria» de la Usaid y la contratista Creative Associates International (empresa con sede en Washington), agentes del Gobierno estadounidense a cargo de la operación emplearon métodos encubiertos propios de los servicios especiales y de espionaje, entre ellos, vías de comunicación secretas, fachadas y leyendas; el uso de un lenguaje cifrado y códigos de encriptación de la información para ocultar archivos sensibles; medidas de seguridad para intentar burlar a las autoridades, y la preparación psicológica de los emisarios ante la posible detección por la Seguridad del Estado cubano.

Entre los objetivos a alcanzar por los «agentes viajeros» figuraban la búsqueda de información de Inteligencia sobre la relación entre la sociedad cubana y su Gobierno, el estudio de vulnerabilidades estratégicas y propiciar intercambios de jóvenes cubanos reclutados («contactos estrellas»), que recibirían visas de salida para ser capacitados por agentes estadounidenses en el exterior.

En Cuba, como en el resto del mundo —Estados Unidos incluido—, es ilegal operar bajo la orden de programas para un cambio de régimen financiados desde el extranjero. No obstante, el reclutamiento de contratistas latinoamericanos con métodos similares al empleo de mercenarios centroamericanos para la ejecución de acciones terroristas contra Cuba (como los guatemaltecos y salvadoreños que a mediados de los años 90 fueron reclutados por Luis Posada Carriles para realizar atentados con bombas contra los hoteles Capri, El Nacional, Tritón, Chateau-Miramar y Copacabana, y en La Bodeguita del Medio) exhibe la reincidencia de la Usaid, así como la intención de internacionalizar la subversión contra la Isla y estimular conflictos entre el Gobierno de Raúl Castro y países de la región.

El «viajero» costarricense Fernando Murillo, reclutado por la Usaid, montó como cobertura en la Isla un taller de previsión del VIH, lo cual, según él —como aparece en un informe de seis páginas que envió a Creative Associates—, era la «excusa perfecta» para encubrir las metas políticas del programa. Sin embargo, la utilización de la epidemia del VIH-sida como pretexto para espiar e intervenir políticamente en Cuba, generó fuertes críticas entre legisladores estadounidenses, como los demócratas Barbara Lee, de California, y Patrick Laehy, senador por Vermont. Además de lo paradójico del caso, dado que Cuba tiene una de las tasas más bajas de la región en cuanto al síndrome de inmunodeficiencia adquirida, menor incluso que la de Canadá y Suiza, y solo un tercio de la que posee Estados Unidos.

El uso de programas básicos de salud para objetivos políticos y de espionaje, por la Usaid, hizo recordar los casos de Paquistán y Afganistán, donde los talibanes prohibieron vacunas contra la poliomielitis después que se revelaron informes de que Estados Unidos recogía información de Inteligencia sobre el paradero de Osama Bin Laden, a través de una falsa campaña de vacunación contra la hepatitis B. La polio resurgió en esos países y más de 60 trabajadores paquistaníes de la salud, dedicados a la vacunación contra la poliomielitis, fueron asesinados desde 2012.

La Usaid, que admitió pero no detalló el costo ni la duración exacta del programa Jóvenes viajeros (que presumiblemente llegó hasta 2012), dijo a través de su portavoz Matt Herrick que el plan no fue «secreto» ni «encubierto», solo «discreto», y que utilizó fondos aprobados por el Congreso provenientes de los contribuyentes estadounidenses. El uso del término discreto como eufemismo de una acción clandestina con fines políticos desestabilizadores exhibe una vez más la desvergüenza y la doble moral del organismo que opera bajo la fachada de la «cooperación para el desarrollo» y la «ayuda humanitaria».

El 5 de agosto, la directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano, Josefina Vidal Ferreiro, exigió al Gobierno de Obama «cesar de una vez por todas» las acciones subversivas, ilegales y encubiertas contra Cuba. Resulta evidente que proyectos como la plataforma anticubana ZunZuneo y el de Jóvenes viajeros obstaculizan posibles iniciativas para mejorar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, y pueden entorpecer el proceso de normalización de las relaciones del Estado cubano con su comunidad en el exterior. Sobra decir que los cambios en la Isla son y deben ser articulados por los propios cubanos.

*Periodista uruguayo radicado en México.

Washington: encuerados sus planes contra Cuba

Ángel Guerra Cabrera - Blog "La pupila insomne".- Las operaciones desestabilizadoras contra Cuba filtradas por la agencia AP confirman que Estados Unidos ha mantenido invariable su política de cambio de régimen en la isla durante los dos términos presidenciales de Barak Obama. Así que también recae responsabilidad por ella en la ex secretaria de Estado y actual aspirante presidencial Hillary Clinton.

Esta política emana de leyes que apuntan expresamente a la destrucción de la Revolución Cubana. Entre ellas las referentes al bloqueo, que Obama ha endurecido exponencialmente por la astronómica cuantía de las multas a bancos extranjeros que realizan operaciones con Cuba. Pero también forma parte de la acentuación de la vieja práctica gringa tendente a eliminar a todo gobierno que rechace someterse a sus proyectos de saqueo de recursos, control político y empobrecimiento de su población, así sea mediante la subversión o la guerra.

Del 2002 a la fecha, solo en América Latina, hemos visto intentos de golpe de Estado en Venezuela, Bolivia y Ecuador, golpes de Estado consumados en Honduras y Paraguay y acciones de desestabilización financiera y mediática en grande contra Argentina y Brasil. Los planes estadunidenses para derrocar al gobierno de Venezuela, relanzados en febrero de este año, derrotados por la enérgica acción del chavismo pero solo pospuestos, reúnen los requisitos de la denominada guerra de cuarta generación, elemento predominante en la estrategia desestabilizadora yanqui a escala internacional.

La ofensiva de Estados Unidos contra Rusia y el cerco que está cerrando contra China son paradigmas de acciones subversivas multifacéticas de gran complejidad, insertas en el incremento de su agresividad y afanes de mantener una hegemonía que se le está deshaciendo.

Las más recientes de las filtraciones sobre Cuba nos hablan de la contratación de jóvenes costarricenses, peruanos y venezolanos para detectar posibles activistas disidentes en las universidades cubanas que en su momento actuaran como organizadores de una revolución “de terciopelo”. La AP ha dado a conocer hasta nombres y apellidos de sus operadores más importantes. Cuando se enlazan este proyecto con la misión del contratista de la Agencia para el Desarrollo Internacional Alan Gross, actualmente cumpliendo una pena de prisión en Cuba, y los denominados Zunzuneo y Piramideo –redes tipo Twitter que servirían para vincular a decenas de miles de jóvenes cubanos a acciones desestabilizadoras-, toma forma un plan articulado para en su momento provocar una rebelión en Cuba.

Ya la AP se encargó de informarnos que Alan Gross no es el judío noblote pintado por el departamento de Estado, que fue a llevarle internet a esa comunidad religiosa en Cuba. Aunque en el juicio se habían probado convincentemente sus delitos, lo relevante es que nos lo confirma la más conocida agencia de noticias de Estados Unidos: Gross fue a instalar en Cuba tecnologías de comunicación usadas por el Pentágono y la CIA, actividad que vulnera grave y groseramente la soberanía nacional y las leyes cubanas. Por cierto, es evidente que a Washington no le preocupa en lo más mínimo la suerte del contratista como hipócritamente declara puesto que después de su detención y condena continuó desarrollando a todo tren acciones subversivas contra Cuba

Ante el hecho rotundo de no haber podido crear en la isla una fuerza opositora contra la revolución, Estados Unidos parece haber apostado a una rebelión juvenil. Como mantiene vengativa e injustamente presos a tres antiterroristas cubanos evita arriesgar sus agentes en Cuba y manda a realizar la tarea a latinoamericanos subcontratistas que llegado el caso le permitan negar su involucramiento.

Víctima de su incurable incapacidad de analizar la compleja sociedad cubana Washington actúa como si la mayoría de la juventud isleña no fuera revolucionaria, patriota y decidida a enfrentar cualquier plan subversivo imperialista por crítica que pueda ser su visión sobre aspectos de la realidad política del país.

La impudicia de Estados Unidos llega al extremo de organizar un seminario para la prevención del VIH como fachada del intento de reclutar jóvenes en la Universidad de Santa Clara ¡en el país caribeño con menor incidencia del mal, inferior a la de Estados Unidos y Canadá!

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