Víctor Angel Fernández - Blog "La pupila insomne".- Como cualquier persona sensata del mundo, me sentí muy bien el 17 de diciembre pasado, al escuchar las declaraciones de los presidentes de Cuba y Estados Unidos. Además, como cubano, tuve ese orgullo especial que, de seguro, también muchas personas han disfrutado, cuando ve que los suyos hacen bien las cosas y logran resultados en la política o en la más disímil actividad humana.


Algunos, al parecer en plan de ingenuos, han agotado las capacidades de los medios informativos, haciendo pública la idea de que ese momento, abre las posibilidades para que ambos países, “por primera vez en cincuenta años” se sienten alrededor de una mesa de negociaciones.

Utilizo la palabra ingenuos, para que nadie se sienta ofendido con un calificativo más ácido. Ambos presidentes reconocieron que ese paso era el resultado de dieciocho meses de negociaciones al más alto nivel y con la participación de varios intermediarios internacionales, también de muy alto rango. Y si queda alguna duda para los desconocedores, valgan los números, pues sucede que la reunión reciente en La Habana, fue la vigésimo octava ronda de negociaciones migratorias, sumadas a otras de intercambios técnicos en variados terrenos.

Relacionado con este acontecer cubano-estadounidense de fin de año, deseaba compartir otras opiniones, ya que me ha llamado la atención, lo sucedido alrededor de la reciente y tan publicitada reunión en La Habana, así como sus reacciones posteriores.

Siempre que viene alguien a discutir cualquier tema en Cuba, valgan las generalizaciones, tratan de convertir el tan llevado y traído tema de los derechos humanos, en el plato especial del menú del día.

Si se lee un periódico tan poco edificante como El Nuevo Herald, sólo dos titulares son repetidos: “Jacobson deja mensaje de compromiso de EEUU con derechos humanos en Cuba” y “Derechos humanos, tema de discordia entre Cuba y EEUU”. No se trató nada más. No hubo conversaciones migratorias. No existieron temas de interés mutuos.

En la intervención de la jefa de la delegación cubana, esperaba –y sucedió— el momento en que los representantes de la prensa extranjera acreditados en Cuba, pidieran la palabra, y allí verlos asumir las clásicas poses entre agilidad mental y oportunidad, para salir a realizar la pregunta de siempre: ¿y los derechos humanos qué? ¿Y la presión norteamericana sobre el tema?

Podía preguntarse sobre la fecha del restablecimiento de relaciones o para cuándo la solución de los problemas de nuestra Sección de Intereses en Washington, o también cuál sería el futuro de los intercambios comerciales. Pero sus editores, así como sus potenciales consumidores, no los tienen en La Habana, incluso a los que son del patio, para esas nimiedades, sino para “poner en aprietos” a los funcionarios isleños. La respuesta de la representante cubana fue simple y aplastante: esas palabras no se llevan a una mesa de negociación.

Es verdad que se podía hablar de derechos humanos. Es más, creo que se TIENE que hablar de derechos humanos. Pero no sería sólo hablar desde un lado de la mesa. En mi opinión sería dialogar, verbo que sólo es real cuando más de una parte expresa su opinión. Ello llevaría a intercambiar entre ambos países, sobre los derechos humanos de los inmigrantes en Estados Unidos. O los recortes en seguridad social. Sin olvidar las violaciones de larga data en la frontera con México. También de los derechos no solucionados de las víctimas del huracán Katrina. Y por qué no, de los derechos de los ciudadanos golpeados y baleados por policías estadounidenses. O de los derechos de los niños que llegan a una escuela y pudieran no regresar a sus casas por ser víctimas de un tiroteo. ¿Acaso esos no son también derechos humanos y humanos con derechos?

En ese momento, creería las palabras de El Nuevo Herald, al hablar sobre el “real” compromiso de los Estados Unidos con el tan llevado y traído tema de los derechos humanos.

Y creo que sí. En una mesa de negociaciones entre ambos países, tendrían que estar presentes las violaciones de los derechos humanos en “toda” Cuba. Y aquí tiene mucho valor el entrecomillado. ¿O es que acaso se olvida Guantánamo?

Una vez más, en estos cuestionamientos periodísticos, no lo espero de algunos de los acreditados en función de intereses de prensa extranjera. Sólo me decanto por uno de mis coterráneos, aquellos que son representantes de la prensa cubana y que, asimismo, tienen lectores esperando:

-Señora Jacobson, hablando del compromiso de Estados Unidos con la defensa de la de los derechos humanos en Cuba ¿incluye lo que a diario y desde hace más de una década, es práctica habitual en la Base de Guantánamo, obviamente territorio cubano?

Me gustaría conocer la respuesta y la repercusión de la pregunta. Esperemos a la próxima ronda.

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