Nicanor León Cotayo, especial para CubaSí.- La señora Nora Gámez Torres fue sumada al coro de voces que arremete contra el reciente Congreso del Partido Comunista de Cuba.


Lo hacen esperanzados en que montañas de prejuicios (made in USA) contra la palabra “comunista” les ayuden todavía a parecer creíbles.

Gámez Torres funge como la supuesta especialista en asuntos cubanos del Nuevo Herald, con sede en Miami.

Según ella, tal suceso quebró expectativas y despejó dudas sobre el escenario que el gobierno de Raúl Castro prevé para los próximos años.

A renglón seguido repitió la versión de Washington al escribir que la política de acercamiento de Obama crea ansiedad entre los conservadores del gobierno cubano.

Quienes hemos seguido a pies juntillas las relaciones cubano estadounidenses sabemos –y tenemos pruebas- de que a partir de 1959 La Habana hizo esfuerzos por mantener nexos civilizados con su vecino del Norte.

También de las veces que la ceguera y prepotencia de Washington lo impidió, algo igualmente demostrable.

Gámez Torres trató de contestar pronunciamientos del canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, cuando dijo el fin de semana pasado:

“Con la visita de Obama se produjo un ataque a fondo a nuestra concepción política, a nuestra historia, a nuestra cultura y a nuestros símbolos”.

De cara a la prensa, añade Gámez Torres, la Administración no ha reaccionado a los comentarios realizados por el propio Castro, sus funcionarios y espías de la red Avispa liberados en diciembre por un acuerdo bilateral.

Vale detenerse en la línea donde mi colega Nora se atreve a catalogar nuevamente de “espías” a los cinco heroicos cubanos que, infiltrados en bandas terroristas asentadas en Miami, lograron frustrar más atentados contra la isla.

De esta manera ella discrepa implícitamente del acuerdo que, con todas las evidencias en mano, suscribió meses atrás su gobierno de Washington.

Más cauto y sensato que la periodista, el vocero del Departamento de Estado, John Kirby, rehusó comentar lo sucedido en el Congreso de La Habana.

Se limitó a decir que su gobierno “continuaría trabajando con el cubano “para la normalización de las relaciones”.

¿Qué le parece a la señora Gámez? Usted escribiendo como una partidaria carnal de gorilas ultraderechistas cobijados en Miami y su Administración prometiendo llegar a mejores nexos con Cuba.

Nosotros, se animó a decir mi colega, “anticipamos el resultado de este Congreso, y todo lo que se veía venir fue lo que ocurrió”.

Hace años en la isla existió un axioma que decía: Todo lo bueno para el Diario de la Marina es malo para Cuba, y todo lo malo es bueno para esta.

Ese periódico, quizás a usted no se lo hayan explicado en Miami, festejó en el siglo XIX las muertes de dos cubanos gigantescos, José Martí y Antonio Maceo.

De ahí que ahora todo lo plausible para ustedes no conviene a La Habana, mientras, a la inversa, lo que arañan merece su beneplácito.

Un ejemplo, aunque duela a los anexionistas modernos, el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba.

Donde nunca habría un candidato presidencial como el multimillonario Donald Trump, ni se invertirían ríos de dinero en sus procesos electorales.

Asimismo, como ha tenido lugar en calles, escuelas, universidades y hasta en iglesias de Estados Unidos, jamás en Cuba resultarían asesinadas personas por el color de su piel.

Efectivamente, son dos democracias distintas.

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