Nos vemos en la obligación de compartir nuestra experiencia, especialmente tras leer en la prensa española algunas informaciones que nada tienen que ver con lo que hemos visto con nuestros propios ojos.


Irene Peiró, Quim Cornelles, Elisa Vilches y Alberto Lumbreras - Tribuna abierta (eldiario.es) - Foto: EFE.- Tras vivir en primera persona los efectos del huraca?n Irma en Cuba, pai?s en el que nos encontra?bamos de vacaciones hasta el pasado mie?rcoles 13 de septiembre, queremos compartir cua?l fue nuestra percepcio?n de la reaccio?n de la sociedad cubana ante este desastre natural.

Nos vemos en la obligacio?n de compartir nuestra experiencia, especialmente tras leer en la prensa espan?ola algunas informaciones que nada tienen que ver con lo que hemos visto con nuestros propios ojos.

Asi?, por ejemplo, el diario La Vanguardia publicaba el pasado 12 septiembre el arti?culo titulado “Asi? esta?n viviendo los turistas espan?oles en Cuba el paso del huraca?n Irma”, segu?n el cual algunos turistas en la Habana —a quienes dio absoluta credibilidad— afirmaban que no encontraban nada para comer tras el paso del ciclo?n.

Rotundamente, pensamos que esta afirmacio?n no se ajusta a la verdad, o que al menos debe ser objeto de muchos matices, tal como exponemos a continuacio?n.

En primer lugar, los medios de comunicacio?n cubanos —nosotros seguimos la radio desde el mo?vil, para lo que no se requeri?a ni siquiera conexio?n a Internet— recomendaron reiteradamente a la poblacio?n que, durante los di?as previos al huraca?n, se dotaran de alimentos, pastillas de cloruro de sodio para potabilizar el agua (que todas las farmacias pusieron a disposicio?n) o que sacaran dinero de los cajeros, por si la luz y el tendido ele?ctrico se vieran afectados por el ciclo?n. De hecho, la sociedad cubana, mucho ma?s habituada que la nuestra a convivir con los huracanes, sabe perfectamente co?mo prepararse ante un feno?meno natural de estas caracteri?sticas.

En segundo lugar, tambie?n se informo? minuciosamente a la ciudadani?a minuto a minuto de la trayectoria y de los efectos previstos del huraca?n en cada parte de la isla, que azoto? especialmente a la parte oriental y central y, en menor medida, a su capital, situada en el noroeste.

Nosotros mismos nos encontra?bamos en la parte oriental de la isla, en la ciudad de Camagu?ey, dos di?as antes del paso del huraca?n por esta zona y, alertados por la radio y la televisio?n, decidimos acelerar nuestro retorno a la Habana. Muchas otras personas (residentes y turistas) fueron evacuadas por las autoridades cubanas para proteger por encima de todo a la vida humana. No en vano, el protocolo cubano para la evacuacio?n ante desastres naturales presta especial atencio?n a la poblacio?n ma?s vulnerable: embarazadas, personas mayores y menores de edad reciben un tratamiento especial por parte de las autoridades para refugiarlos en caso de alarma. Asi?, a medida que transcurri?a el tiempo, las autoridades fueron elevando el nivel de alerta por provincias y cerrando el tra?fico.

El huraca?n llego?, pues, con preaviso. A la Habana llegaron vientos de tormenta tropical de hasta 100 km/h y fuertes lluvias que provocaron inundaciones en las zonas costeras, que llegaron a su punto a?lgido el sa?bado 9 de septiembre por la noche.

En el barrio de la Habana Vieja, en el que nos encontra?bamos alojados, se fue la luz sobre las 8 de esa misma noche y no volvio? hasta 30h. despue?s, aunque nos consta que en otras partes de la ciudad tardo? algo ma?s en recuperarse el tendido ele?ctrico y el suministro de agua por culpa de las inundaciones.

Al di?a siguiente, las calles de la Habana amanecieron con pra?cticamente todos los comercios y restaurantes cerrados dado que la fase de alerta segui?a activada, con la excepcio?n de los principales hoteles, que contaban con potentes grupos electro?genos para autoabastecerse de corriente ele?ctrica.

Ciertamente, ese di?a fue difi?cil, como turistas, encontrar algu?n lugar en el que comer, aunque no imposible, porque, como comenta?bamos, los restaurantes de los hoteles permaneci?an abiertos.

Sea como sea, un di?a parece un periodo ma?s que razonable para pasar alguna “estrechez” cuando se acaban de sufrir los efectos de un huraca?n de grandes dimensiones.

Algunos cubanos y cubanas nos contaban que, al no tener luz, se dedicaban a cocinar todo lo que habi?an acumulado en el congelador, para que no se echara a perder, en muchos casos grandes cantidades de un mismo alimento. Por eso, algunos de ellos bromeaban con el hecho de no haber contado con una alimentacio?n demasiado variada: habi?an comido pollo para comer, pollo para cenar... Eso si?, la gran mayori?a de ellos no habi?an tenido que saltarse ninguna de las tres comidas diarias.

Si? que tuvieron ma?s dificultades para comprar productos perecederos o conservas por su escasez en las estanteri?as de los supermercados y por su elevado precio. En este punto, conviene aclarar que las dificultades de la sociedad cubana para acceder a este tipo de productos nada tiene que ver con el huraca?n, si bien e?ste pudo haberlas incrementado, al impedir la entrada de vi?veres a la isla durante algunos di?as.

Independientemente de la opinio?n de cada cual sobre el sistema poli?tico cubano, es un hecho objetivo que el pai?s sufre un bloqueo econo?mico y comercial por parte de los Estados Unidos, que se remonta a hace ma?s de 50 an?os y que no so?lo afecta a las empresas norteamericanas sino tambie?n a las empresas internacionales que tengan relaciones comerciales con EE.UU. De hecho, el propio presidente norteamericano anuncio? la semana pasada que prolongaba el bloqueo a Cuba al menos un an?o ma?s.

Durante nuestra estancia en la isla, pudimos comprobar que, al llegar un cargamento por vi?a mari?tima, los estantes de los supermercados apareci?an repletos de montones de unidades de un mismo producto, diferente segu?n de que? di?a se tratase y a un precio elevado por el sobrecoste que paga la isla al asumir la multa que impone EE UU a los pai?ses que comercien con ella (Ley norteamericana Helms-Burton, 1996).

Por otra parte, el bloqueo tambie?n es uno de los principales factores que esta? asfixiando las finanzas cubanas y que ha devaluado enormemente su moneda, los pesos nacionales (CUP) (un euro equivale a cerca de 30 CUP). Para competir en el mercado internacional de divisas, Cuba cuenta tambie?n con una segunda moneda, los pesos convertibles (o CUC), que si? son equiparables al do?lar o al euro, pero a los que no tiene acceso la mayori?a de la poblacio?n, con la excepcio?n de quienes trabajan para un sector turi?stico al alza. Por ello, se esta?n acrecentando las desigualdades sociales entre quienes cobran su salario en la de?bil moneda nacional y quienes acceden a los pesos convertibles, ante lo que el gobierno cubano tampoco alcanza a dar soluciones hasta el momento.

Sea como sea, y a pesar de todas las dificultades socioecono?micas del pai?s, los cubanos se las arreglan (o como ellos mismos dicen, “resuelven”) con o sin huraca?n. Tambie?n dan enormes muestras de solidaridad mutua, presta?ndose alimentos o productos ba?sicos mutuamente, o abriendo las puertas de las casas ma?s seguras a las vecinas y vecinos con viviendas ma?s precarias durante el paso del huraca?n.

Los turistas tambie?n vimos a la poblacio?n salir a la calle tras el huraca?n para apartar los a?rboles o las farolas cai?das debido a los fuertes vientos, colaborando con las autoridades y cuerpos de emergencia. Asi?, fuimos asistiendo progresivamente a la recuperacio?n paulatina de la ciudad, mientras espera?bamos ansiosamente nuestro vuelo de vuelta que, en nuestro caso, se retraso? dos di?as.

Dicho sea de paso, la respuesta de las aeroli?neas disto? mucho de estar a la altura. El primer lunes despue?s del huraca?n, el 11 de septiembre, centenares de turistas se amontonaban ante la sede de las compan?i?as ae?reas en la Habana, haciendo colas que, en nuestro caso, llegaron a 6 horas. El resultado: ser citados al di?a siguiente e invertir 4 horas ma?s para acabar logrando una vuelta con dos escalas de 20 horas de duracio?n hasta Barcelona y sin saber au?n si nos cubrira?n los costes de alojamiento y manutencio?n que supuso nuestro tiempo extra en la isla, para lo que debemos hacer ahora una reclamacio?n. An?adir tambie?n que contactamos con la Embajada Espan?ola telefo?nicamente y ni siquiera nos facilitaron el tele?fono y direccio?n de nuestra aeroli?nea en la Habana, que tuvimos que buscar por Internet cuando logramos tener conexio?n. Sin duda, en nuestro caso, esta fue la parte ma?s decepcionante del viaje.

A pesar de todo, nos queda un bonito recuerdo de Cuba y de sus gentes, que hemos tratado de valorar con unos ojos no demasiado euroce?ntricos u occidentales, siendo comprensivos con un pai?s que acababa de ser azotado por un huraca?n de fuerza 5 y que, con todas sus dificultades, ha tratado de estar a la altura, poniendo la salvaguarda de la vida humana por encima de todo.

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