Varias personas hacen fila para comprar alimentos en una pequeña bodega,de La Habana (Ernesto Mastrascusa / EFE)


Convertida de forma periódica en munición electoral, la isla sigue con escepticismo las presidenciales estadounidenses.

Andy Robinson, La Habana - La Vanguardia (Barcelona)

27/09/2020 02:15 | Actualizado a 27/09/2020 16:42

Una buena prueba de hasta dónde ha llegado Donald Trump para endurecer el embargo a Cuba es ir a tomar una copa con un amigo estadounidense a la terraza del estiloso Gran Hotel Packard de La Habana.

“¿Sabes que sólo por el hecho de tomar este ron (un Santiago de Cuba añejo) en este hotel me pueden detener a la vuelta a EE.UU. y ponerme una multa de 25.000 dólares?”, me dijo durante una visita que realicé en marzo el organizador de uno de los viajes culturales para estadounidenses. Se trata de un negocio que subió como la espuma durante la apertura de los años Obama y casi ha desaparecido después de la decisión de Trump de cerrar la puerta de nuevo en el 2017.

El Gran Hotel Packard figura en la lista estadounidense de 200 “entidades restringidas” en Cuba bajo el pretexto de que están cogestionadas por las fuerzas armadas, en ese caso la empresa Gaesa, resultado de una alianza con la española Iberostar.

Fue una de la batería de medidas anti-Cuba diseñadas por el senador por Florida Marco Rubio y otros congresistas en Miami. Tomar un ron cubano que compite con la marca Bacardi, cuyos propietarios han sido lobistas poderosos en Miami y Washington desde hace medio siglo, también te expone a sanciones

El embargo reforzado de Trump ha hecho la vida muy difícil en La Habana. Se han perdido 600.000 visitantes estadounidenses anuales y las divisas correspondientes. Pero Trump tampoco ha hecho un favor a los estadounidenses que visitaban la isla en los miles de cruceros caribeños que se permitieron durante aquel efímero momento de entendimiento (entre el verano del 2015 y la primavera del 2017), u otros que llegaban en los 80 vuelos semanales desde EE.UU. Incluso antes de la pandemia, los vuelos de EE.UU. habían bajado a menos de uno al día y solo a La Habana. Ahora no llega ninguno.

No solo es ilegal alojarte en el Packard y decenas de otros hoteles. La lista negra de Marco Rubio prohíbe comprar un regalo en la Casa de Abanicos de la Habana, o en la famosa tienda de soldaditos de plomo, hechos a mano, en la calle Muralla. Ni te permite comprar una rosa en la floristería Jardín Wagner. Y desde esta semana, comprar puros habanos o ron para llevarlo a casa como regalo. Los norteamericanos tampoco pueden alojarse en establecimientos propiedad del Gobierno.

El poderoso lobby que encabezan políticos como Marco Rubio condiciona los negocios en la isla

“Cuando estaba Obama hubo un boom fantástico; todo esto estaba lleno de americanos, miles de ellos; venían de todas partes: de Misisipi, Alabama, de California; y nos decían cuánto les gustaba Cuba y cuánta vergüenza sentían por lo que hacía Trump;”, dijo un camarero en el restaurante La Cocina de Esteban, que servía ropa vieja mientras Billy Joel sonaba al fondo. Es mas: “Los americanos dejan buenas propinas; saben valorar el trabajo”, añadió.

Bajo cualquier criterio menos el ideológico, abrir Cuba al turismo estadounidense sería una mina de votos en las elecciones presidenciales, sobre todo para el nostálgico votante de Trump: en La Habana podría dar una vuelta en un Pontiac o un Buick 1954, ver un partido de béisbol y alojarse en un hotel de auténtico déco estadounidense como el Nacional. La Habana ofrece una América que ya no existe en Estados Unidos.

Pero Trump aún considera que el muy minoritario voto halcón en Miami puede ser su pasaporte para la reelección. Y su rival demócrata, Joe Biden, tampoco se atreve a alejarse mucho del guion del llamado factor Florida. Al menos hasta después de las elecciones. “Volverá Biden a la política de Obama? No creo que se pueda dar al botón de rebobinar”, dijo Juan González, asesor sobre América Latina de la campaña de Biden en una videoconferencia el lunes en el Centro Woodrow Wilson en Washington.

Aunque los votos sean pocos, el presidente Trump quiere las jugosas contribuciones de los viejos millonarios del exilio cubano y sus hijos. Personas como Mauricio Claver Carone, el nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, que en sus días de lobista en Miami se especializaba en reciclar en las campañas presidenciales y legislativas los millones de dólares de dinero federal asignados para la defensa de los derechos humanos en Cuba.

Trump lleva una ventaja de 38 puntos en el segmento de cubanoamericanos en Miami, calificados como conservadores, según un sondeo del Miami Herald . Con esos votantes, no conviene medir las palabras. “Joe Biden es poco mas que un títere del castrochavismo”, se afirma en un comunicado que la campaña electoral de Trump acaba de mandar a los medios de Miami.

El embargo con esteroides de Trump hizo mella en el turismo mucho antes que la pandemia de la Covid-19, gestionada con eficacia en Cuba con 5.000 contagiados y 109 muertos en un país de 11,5 millones (en la cercana República Dominicana, con 11 millones de habitantes, se han registrado 106.000 contagios y 2.000 muertos). Las medidas de Rubio han provocado desabastecimiento de combustible al sancionar los buques que traen suministro desde Venezuela y otros países. Las remesas enviadas desde EE.UU. ya no pueden rebasar los 1.000 dólares trimestrales, y el banco Western Union no puede transferir dinero desde terceros países.

La Casa Blanca ha prohibido importar puros habanos, ron o alojarse en hoteles propiedad del Gobierno

La reactivación del titulo tres de la ley Helms Burton –que facilita demandas judiciales contra empresas extranjeras que “trafican” con bienes expropiados tras la revolución– ha creado inseguridad jurídica y paralizado las inversiones. Bancos en países como España se han asustado y ya condicionan sus créditos a las exigencias de la ley estadounidense, según aseguraron personas que asesoran a inversores.

“Cuba siempre es un asunto electoral en Estados Unidos, no solo desde la revolución sino desde 1823, cuando Quincy Adams elaboró la teoría de la fruta madura” , dijo la viceministra de Economía Johana Odriozola, en referencia al plan del sexto presidente de Estados Unidos de hacerse con Cuba en cuanto España la abandonara. Doscientos años después, la fruta todavía no ha caído, pero Cuba sigue siendo un tema electoral imprescindible. “Hasta en las primarias demócratas no pararon de hablar de Cuba”, ironizó Odriozola.

El doble golpe de las sanciones y la pandemia ha agravado la crisis económica cubana y se teme que el desabastecimiento –ya visible en colas delante de tiendas y gasolineras en marzo– puede empeorar. Pero el Gobierno cubano ha respondido con medidas para reforzar las exportaciones y captar más inversiones en el sector turístico. Un anuncio muy importante el mes pasado fue la depreciación del peso y la creación de una sola tasa de cambio. “Tenemos una necesidad imperiosa de ampliar las exportaciones porque si no nos dan crédito tenemos que generar nuestros propias divisas”, dijo Odriozola en una entrevista realizada en La Habana en marzo.

La exportación de servicios sanitarios –que genera divisas por millones de dólares– ha sido reforzada por el éxito de las brigadas internacionales de médicos en la pandemia, un servicio elogiado por la Organización Mundial de la Salud. Asimismo, se espera que el sector de la biotecnología (Cuba ya realiza pruebas para una vacuna de elaboración propia) salga reforzado de la actual pandemia.

Se espera también que el éxito cubano a la hora de controlar el virus genere ventaja comparativa para el turismo frente a sus rivales caribeños e incluso la propia Florida, que ha resultado muy castigada por la pandemia. Los primeros turistas canadienses desde el inicio de la pandemia llegaron la semana pasada.

Una victoria de Trump el próximo 3 de noviembre se contempla con resignación estoica en La Habana. “Trump nos ha hecho de todo y si vuelve, hay aún más que nos puede hacer”, comentó un peluquero mientras cortaba el pelo al estilo de Miami, con el cliente de espaldas al espejo para poder ver el béisbol en la televisión.

Las posibilidadesde que una victoria de Joe Biden traiga el deshielo no convence a todos

Dada la apuesta por el voto del exilio más conservador, “no se puede descartar que la Administración anuncie más sanciones incluso antes de las elecciones”, dijo Peter Kornbluh, director del National Security Archive en Washington, que visita Cuba con frecuencia.

Pese a las declaraciones del equipo de Biden, Kornbluh confía en que Biden volverá a la estrategia de Obama si se impone en las elecciones. “Como vicepresidente, Biden fue uno de los pocos enterados de la diplomacia secreta que Obama hizo con Raúl Castro. Creo que adoptará la misma política que Obama”, sostiene.

Pero en Cuba pocos se fían de ello. A fin de cuentas, quien dio la luz verde al primer endurecimiento del embargo en 1994 fue Bill Clinton a cambio del apoyo a su campaña de grupos como Bacardí, cuyos abogados redactaron la ley Helms Burton. “Unos meses antes de que Clinton saliera presidente, había una sensación aquí de que daría los primeros pasos para levantar el bloqueo pero hizo todo lo contrario”, dijo Juan Triani Cordovi, economista de la Universidad de La Habana. “Clinton sentó las bases para lo que Trump está haciendo hoy”.

Contra Cuba
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