La pupila asombrada.- Un acto terrorista que estremeció a Cuba en 1992.


El crimen de Tarará

Carlos Serpa Maceira - Guayacandecuba / Bohemia

Poco antes de la medianoche, el 8 de enero de 1992, siete antisociales que intentan robar una lancha para huir a los Estados Unidos, sorprenden en la Base Náutica de Tarará a cuatro combatientes del Ministerio del Interior (MININT), a los que, luego de maniatar, balacean salvajemente.

Mueren casi inmediatamente el custodio Rafael Guevara Borges, el soldado Orosmán Dueñas Valero, y el sargento Yuri Gómez Reinoso; queda gravemente herido, con cuatro balazos en el abdomen, el sargento Rolando Pérez Quintosa…

Poco antes de la medianoche, el 8 de enero de 1992, siete antisociales que intentan robar una lancha para huir a los Estados Unidos, sorprenden en la Base Náutica de Tarará a cuatro combatientes del Ministerio del Interior (MININT), a los que, luego de maniatar, balacean salvajemente.

Mueren casi inmediatamente el custodio Rafael Guevara Borges (Santiago de Cuba, 23 de agosto de 1962), el soldado Orosmán Dueñas Valero (Guasimal, Cienfuegos, 9 de junio de 1971) y el sargento Yuri Gómez Reinoso (Guanabacoa, 5 de julio de 1972), queda gravemente herido, con cuatro balazos en el abdomen,  el sargento Rolando Pérez Quintosa (Guanabacoa, 2 de agosto de 1968).

«Corran, que hay un tiroteo en Tarará». Los agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), que se hallaban en las cercanías, partieron inmediatamente hacia el lugar indicado. Algunos de ellos se bajaron de los vehículos que los transportaban antes de llegar a la garita y avanzaron, fusil en ristre, listos para cualquier circunstancia. Ya frente a la caseta se encontraba un carro patrullero y trabajadores de la Salud atendían al sargento Rolando Pérez Quintosa.

En camilla trasladaron al herido a una ambulancia. «Fue el violador, el violador», decía el joven agente, al referirse a un sujeto que había trabajado en el lugar hasta los primeros días del último diciembre, cuando se le expulsó del centro por haber abusado sexualmente de una compañera de trabajo

Lo que aquellos curtidos combatientes del Minint vieron a continuación les quitó el sueño por días. El cristal de la entrada de la garita, hecho añicos, yacía esparcido por el suelo, junto a proyectiles procedentes de un AKM y de una pistola Makarov. Una máquina de escribir, el televisor, el radio, parecían irreales, como si no pertenecieran a tal macabra escenografía. En el sargento de la PNR, Yuri Gómez, tendido en el área de la puerta, se apreciaban nueve impactos de bala, la mayoría recibidos después del disparo mortal, en la cabeza. Amarrados, indefensos, ya cadáveres, el guardafronteras Orosmán Dueñas se hallaba sobre un buró, con una herida de arma blanca en la parte superior de la cervical, mientras que el CVP Rafael Guevara, cerca de él, había sido apuñaleado en el estómago.

Después se supo que Pérez Quintosa, al escuchar disparos, acudió en auxilio de sus compañeros. Al enfrentar a los siete asaltantes, encabezados por el violador, cayó luego de cuatro balazos. Los asesinos lo creyeron muerto. Pero no pudieron abandonar el país, tal como era su inicial intención, porque todas las embarcaciones estaban desactivadas.

«Llevábamos poca agua porque el viaje iba a ser rápido, como en las películas», dijo una de las mujeres que integraban el grupo criminal. Iban tras «el sueño americano» con la esperanza de acogerse a la Ley de Ajuste Cubano. Como no pudieron hacerse a la mar, regresaron a la garita para no dejar testigos. La acción coordinada de los combatientes del Minint y el pueblo logró la rápida captura del septeto homicida, posteriormente juzgados por los tribunales revolucionarios.

La noticia conmocionó a todo nuestro pueblo, que desde ese momento centra toda su atención en la recuperación del compatriota, a quien un equipo médico, en el hospital Luis Díaz Soto, lucha por salvarle la vida.

En este tiempo Pérez Quintosa devino ejemplo de resistencia para el pueblo cubano.

Todo el archipiélago está pendiente de los partes médicos

Pero para luchar contra los microbios, que no dan tregua, se necesita un producto farmacéutico que solo se fabrica en los Estados Unidos. Se inician las gestiones. “Si es para un paciente cubano, no”, dicen las autoridades del vecino norteño.

Llega al fin el medicamento, a través de un tercer país, gracias a amigos. Ya es tarde, la infección ha dominado casi todos los órganos vitales y aunque se controla a nivel del abdomen, está tan generalizada que no puede salvarse. Incluso después de haberse anunciado su fallecimiento, la entonces administración que regentea en Washington emite una declaración oficial en la que le sigue negando los fármacos.

El 16 de febrero de 1992 falleció Rolando Pérez Quintosa. En la despedida de duelo, Fidel resumió el sentir de todo un pueblo cuando al referirse al joven combatiente, aunque sus palabras se hicieron extensivas a sus otros tres compañeros, afirmó: «Cuando se viene a dar sepultura a una persona querida, se hace la historia de su vida. Yo me limito a decir que la historia de Rolando es la historia de nuestra magnífica juventud, es la historia de nuestra Revolución».

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