Cuba por Siempre
En el centro del escenario, María Elvira Salazar, la reina del «anticomunismo», la malabarista de la hipocresía y la autoproclamada mártir de los migrantes cubanos. Con su micrófono en mano y una bandera de la libertad ondeando, nos presenta su show estelar: ataques a Cuba disfrazados con compasión.
Con lágrimas de cocodrilo, lamentó el “limbo legal” de los 110,000 cubanos que llegaron a EE.UU con parole humanitario, esos «valientes que huyeron del régimen castrista». “¡Pobrecitos, atrapados por el desastre de Biden!”, sollozó en un tuit que huele solo a campaña electoral. Pero, ¡vaya, sorpresa!, al mismo tiempo se puso la camiseta de Trump y vitoreó la revocación de ese mismo parole en abril de 2025 llamándolo «la corrección del desastre migratorio», ¿se puede «salvar» a aquellos que cataloga de «error»?.
Promete proteger a los cubanos con I-220A, ese “papel de basura” que ella jura convertir en un boleto a la Ley de Ajuste Cubano, aunque también respalda el «go home» trumpista que los llama a “autodeportarse”. ¿Defensora? Más bien parece una directora de orquesta que toca el himno de la libertad mientras el barco de los migrantes se hunde. Y cuando una valla en pleno Miami la llama “traidora”, responde con un lamento digno de telenovela: “¡Este es el trabajo donde más me esfuerzo y menos me pagan!”
Por otra parte, blandiendo el bloqueo económico contra Cuba como si fuera Excalibur. “¡Es necesario para derrocar a la dictadura!”, proclama, mientras ignora señalar que ese mismo bloqueo y las cientos de sanciones aplicadas, han empujado a miles de cubanos a emigrar y no la «persecución política» como le gusta tanto balbucear. Pero aquí viene el giro: cuando los cubanos en EE.UU intentan viajar a Cuba, enviar remesas o llevar maletas de medicinas para sus familias, María Elvira frunce el ceño y sentencia: “¡Eso no se puede estar haciendo… hay límites!” ¿El problema es el gobierno o son las familias cubanas?
Es como si le dijera a un náufrago: “¡No te atrevas a nadar, que el agua le pertenece al enemigo!”. Pero no se preocupen, en la politiquería de Miami, donde el bloqueo es un dogma y las remesas un pecado, este número siempre arranca no pocos aplausos. Mientras tanto, las familias cubanas se preguntan si Salazar sabe lo que es elegir entre un «ideal» y un plato de comida.
Su propuesta de llevar Starlink a Cuba, cortesía de Elon Musk y los fondos del gobierno estadounidense como es lógico. “¡Internet libre para el pueblo cubano!”, grita, como si fuera a liberar la isla con un clic. Pero el gobierno cubano no se queda callado y denuncia este plan como una maniobra para financiar a la oposición y una violación de las normas internacionales sobre el tema. ¿Idealismo o oportunismo? Digamos que cuando ella supuestamente se «alía» con Musk, no es precisamente por amor a los memes. Es un mero golpe publicitario que la pone en los titulares y le da puntos con los votantes de Dade County.
En su «campaña anticuba», esa que le garantiza su carrera política, también destaca su cruzada contra las misiones médicas cubanas, a las que llama “esclavitud moderna”. Presentó un proyecto para “liberar” a los médicos cubanos, acusando al «régimen» de enriquecerse a su costa. Suena noble, pero el cinismo brilla: poco importan esos médicos, que de hecho cumplen sus misiones bajo su propia voluntad y según las regulaciones de la OMS, son simplemente el pretexto para atacar una de las mayores vías de ingreso de Cuba como parte de la política trumpista de máxima presión.
Mientras el telón cae, la fulana se despide con su lamento favorito: “¡Soy una traidora mal pagada!”. Pero no se dejen engañar por el victimismo. Cada ataque a Cuba –desde prohibir remesas, viajes a la isla y hasta bloquear intercambios culturales– es un cálculo político para mantener contenta a su base en Miami. Los migrantes cubanos, esos que ella dice proteger, son solo peones en su tablero, útiles para un tuit conmovedor o un discurso en Hialeah, pero prescindibles cuando Trump firma otra orden antiinmigrante.
En el circo de María Elvira Salazar, el bloqueo es sagrado, la compasión es sospechosa, y los migrantes son la piñata que golpea para ganar votos. Mientras las familias en Cuba sobreviven sin medicinas y los cubanos en EE.UU enfrentan deportaciones, ella sigue ensayando su próximo número: el de la salvadora que nunca salva y la defensora que siempre traiciona. ¡Que siga el show, pero que no nos pidan aplaudir!