Federico Picado - Aporrea.- A partir del 1ero de enero de 1959, con el triunfo del movimiento revolucionario, encabezado por Fidel Castro, sobre la dictadura de Fulgencio Batista, y medidas adoptadas con posterioridad, se consolida la soberanía del estado cubano, sobre la riqueza nacional en manos de empresas extranjeras, especialmente norteamericanas y en todas las manifestaciones del capitalismo nacional cubano, con ligámenes de ese origen.


Las decisiones soberanas del estado cubano, amparadas a principios universalmente reconocidos por el derecho internacional público, entraron en ruta de colisión de manera irremediable con la visión intervencionista de los Estados Unidos, que desconoce, la igualdad soberana de los Estados, la libre determinación de los pueblos y la obligación de todo Estado de no intervenir en los asuntos que no sean de su propia jurisdicción interna. La hostilidad de todas las administraciones de gobierno en los Estados Unidos, desde el triunfo revolucionario de 1959 ha sido permanente, actuando siempre al margen del derecho internacional vigente. Entre republicanos y demócratas, las diferencias han sido de estilo y acento, usando todas las armas posibles, desde centenares de intentos de asesinato del Comandante Fidel Castro, pasando por agresiones armadas y sabotajes de todos los contenidos y objetivos. Antes y después de la caída de la Unión Soviética, en su carácter de principal socio comercial y estratégico de Cuba, la política hostil de la Administración hacia Cuba, ha tenido un efecto de continuidad, que nace en los albores de la historia cubana y la misma se ha orientado a la extinción de la nación cubana para transformarla en un protectorado, como una especie de continuidad territorial hacia el sur de La Florida. La desaparición de la presencia estratégica de la URSS en pleno mar Caribe y la iniciativa de Washington de crear una zona de exclusividad comercial y de inversiones en América Latina con la intención de profundizar el control sobre los recursos naturales, materiales y humanos, le ha dado un nuevo carácter a la política de hostilidad hacia Cuba, pero también ha creado condiciones novedosas en las respuestas cubanas, que además se han estimulado por cambios importantes en la geopolítica de la región, especialmente en América del Sur.

Los puntales esenciales de la política norteamericana de seguridad nacional, que trasciende sus límites geográficos, marchan en íntima relación con la defensa de los intereses económicos y capacidades de expansión de su complejo militar e industrial y en la ruta por implantar sus designios e intereses, no escatiman esfuerzos y acciones, como lo demuestra la historia contemporánea, al acudir a todos los recursos políticos, económicos y militares, bajo distintas modalidades, ya sea mediante la intervención militar directa, o crear condiciones de subversión interna, usando todas las armas posibles, de intervención indirecta. Y en ese sentido prevale el criterio que no debe existir ninguna otra potencia o grupo de potencias en el hemisferio occidental, con capacidades económicas y militares para poner en entredicho su hegemonía en su patio trasero. De la misma manera, y dentro de los mismos criterios militares y estratégicos, no debe existir potencia alguna extra-continental, capaz de poner en entredicho el dominio de los Estados Unidos sobre los mares y océanos, lo ha logrado, a finales del siglo XX e inicios del presente, mediante la orientación de sus esfuerzos militares y de ocupación, en la región balcánica en los marcos de la OTAN y de forma directa, bajo la cobertura de una supuesta acción internacional de aliados, en el oriente medio y el continente asiático, en caso específico de Irak y Afganistán.

Esa visión militar y estratégica de dominación política, que se expresa además, a lo largo del siglo XX, durante el período de la guerra fría, comienza a manifestar situaciones de crisis, a partir de los años 70 y 80 del siglo pasado, como producto de la acción de diversos factores entre los cuales podríamos destacar, el proceso de consolación de las iniciativas de integración económica y política de los países europeos, en los marcos de la Unión Europea, y la aparición de potencias emergentes, como en el caso de la República Popular China, con su presencia creciente en el mundo internacional, que transforma las reglas y flujos del comercio internacional y además, como manifestación de crisis de primer orden en la economía de los Estados Unidos, por una profunda dependencia de materias primas estratégicas, en especial del petróleo, cuyas reservas y fuentes en producción, más importantes, que le aseguren estabilidad a su demanda industrial y de servicios, se encuentra fuera de su territorio continental.

En esta amalgama de visiones estratégicas, de dominios territoriales, de consolidación de áreas de influencia, que le aseguren accesos vitales a fuentes de energía, y que le abran espacios de dominio al conglomerado de intereses económicos, industriales y de inversión de los Estados Unidos, qué representa actualmente Cuba desde el punto de vista geográfico, militar y político, en pleno mar Caribe?. Además de su ejemplo, que se puede derivar de una actitud independiente y de defensa de la soberanía nacional, lanzado por las amplias rutas de un proyecto de transformación continua, con rumbo al Socialismo, Cuba representa además una muestra de la vulnerabilidad de la política de los Estados Unidos, no solamente en el plano regional.

Los Estados Unidos no pueden de ninguna manera soslayar la presencia de Cuba, no solamente por las razones de vecindad. Cuba, de alguna manera u otra, siempre está presente en la agenda de los círculos políticos, de negocios e inversiones, militares e intelectuales de los Estados Unidos, pues además de estar enclavada frente en la orilla sureste de su territorio, es además una estaca clavada en la política norteamericana por razones geopolíticas fundamentales, que tienen trascendencia no solamente hemisférica y regional, sino mundial. Desde la perspectiva de la estrategia de dominación internacional de los Estados Unidos, el ejemplo siempre cautivante de Cuba desde 1959, el desarrollo independiente y soberano que ha emprendido Venezuela, bajo la conducción del Presidente Chávez, los desarrollos alternativos de gobiernos nacionalistas, populares y revolucionarios en Bolivia y Ecuador, y las iniciativas de integración regional que van tomando cuerpo en el sur del continente, bajo el influjo del proceso revolucionario bolivariano, representan un efecto de distorsión en los planes de dominación de los Estados Unidos..

Las intervenciones militares de los Estados Unidos en los conflictos armados que se desarrollaron en Europa y Asia durante el siglo XX, se han dado en la condición de que los muertos y sacrificios inmediatos han sido de sus aliados regionales o de fuerzas mercenarias creadas al efecto. En la primera guerra mundial, cumplieron esa función Inglaterra y Francia y naciones de menor peso en Europa y durante la segunda conflagración, la alianza antifascista encabezada por la Unión Soviética, como principal gestor de los esfuerzos militares, sufrió pérdidas humanas cuantiosas y daños materiales incalculables en sus instalaciones industriales, de servicios y desarrollos urbanos, ubicados en la parte europea de la URSS y más allá del Cáucaso. Los Estados Unidos por lo general siempre han estado al margen de los grandes sacrificios, en términos materiales y humanos.

La invasión de la Alemania hitleriana a la Unión Soviética se produce en el verano de 1941 y mientras el gobierno soviético soportaba el peso de la ocupación temporal de su territorio, preparaba las condiciones materiales para emprender la liberación de la URSS de la ocupación extranjera y creaba las capacidades operativas y militares para emprender la marcha hacia el corazón de la Alemania fascista, las "fuerzas aliadas", bajo el predominio y gestión de la maquinaria militar de los Estados Unidos, abren el frente occidental en las costas francesas, hasta el verano de 1944, con la intención de encontrar en Berlín un país devastado por la guerra y un Ejército Rojo agotado por las campañas militares emprendidas a partir la reconquista de Stalingrado en el invierno de 1943, y bajo estas condiciones, imponer el nuevo orden político y económico en Europa.

Las aventuras militares de gran escala de los Estados Unidos, en Corea, a comienzos de la década de los 50, y Vietnam durante las décadas siguientes, fueron un ejemplo clásico de involucramiento militar, el primero dentro de los marcos de una coalición bajo la sombrilla de la ONU y el segundo, como fuerza militar de respaldo de un ejército títere, creado para consolidar un gobierno enteramente entregado a sus designios estratégicos en la península indochina, pero cuya inoperancia los obligó a asumir el peso de las operaciones militares y a una intervención directa, en todos los frentes de guerra, en contra del pueblo vietnamita.

La administración norteamericana siempre se esforzó por limitar al máximo sus pérdidas humanas, por el costo político interno, en base a utilizar cualquier variable posible, actuando siempre en los marcos de coaliciones coyunturales o en su defecto, por la vía de utilizar, armar, organizar y adiestrar, ejércitos aliados y/o fuerzas de mercenarios de los países en que se ha hecho presente, en la defensa de sus intereses estratégicos. Sin embargo, la invasión a Irak cuyas operaciones se desplegaron en los marcos de una coalición de dudosa integración, en donde el peso de las acciones militares lo asumieron las fuerzas armadas de Estados Unidos, perseguía objetivos de corto y mediano plazos, con la intención de apropiarse, por la vía de sus transnacionales, de las riquezas petroleras del país y a la vez transformar el balance político regional. Una operación militar, programada para desarrollarse dentro de los términos de guerra rápida, sobre la base de acciones iniciales demoledoras, generó el empantanamiento posterior de sus tropas para convertirse en un ejército de ocupación, habida cuenta de los factores políticos de oposición, que se dispararon a partir de la caída de Saldan Hussein. El derrocamiento del régimen talibán en Afganistán, como producto de las acciones combinadas de fuerzas internas, entrenadas por la CIA y de ejércitos de los países de la OTAN, no han logrado estabilizar la situación interna, por lo que el contingente de tropas de los Estados Unidos, se han convertido en un ejército de ocupación, habida cuenta de la incapacidad de fuerzas políticas internas, para crear condiciones de gobernabilidad adecuadas, para la consolidación de un orden institucional, que permita el retiro de tropas extranjeras de ocupación.

Cuba representa una realidad distinta, significa, para expresarlo de alguna manera, una espina clavada en la tráquea del sistema de poder regional de los Estados Unidos por diversas razones. El gobierno revolucionario de Cuba mantiene una enorme capacidad de movilización y motivación, como respuesta a la continua agresión económica en los marcos del bloqueo económico desplegado por los Estados Unidos y los operativos clandestinos que han abarcado, a lo largo de casi cinco décadas acciones de terrorismo y agresión, incluyendo el terrorismo biológico, especialmente sobre su agricultura.

Al margen de operaciones clandestinas limitadas que se han ejecutado contra objetivos económicos cubanos desde 1959. En 1961, utilizando un ejército mercenario, armado, entrenado y lanzado en contra de las costas cubanas por la CIA, las fuerzas armadas cubanas en algo menos de 72 horas neutralizaron la fuerza invasora, liquidando cualquier posibilidad de maniobra política del gobierno norteamericano en los marcos de la OEA, en la eventualidad que la cabeza de playa conquistada en las primeras horas de operaciones militares en Playa Girón, fuese conservada por las fuerzas contrarrevolucionarias.

El gobierno de Washington ha recurrido a todas las estrategias posibles en contra de Cuba. Desde los innumerables atentados en contra de Fidel para descabezar la dirigencia cubana, las operaciones clandestinas y las iniciativas económicas como consecuencia del bloqueo. Una hipotética invasión norteamericana, en los marcos de un amplio despliegue de operaciones militares, obligaría a atar a cientos de miles soldados y recursos en el teatro de operaciones, con la expectativa de una prolongada ocupación, sumado al riesgo de grandes pérdidas humanas y materiales, que sin duda alguna, impactarían a la opinión pública de los Estados Unidos.

Sin embargo, Cuba con una capacidad política y militar endógena, que ha sido capaz de disuadir a la mayor potencia regional e internacional de una invasión militar, no obstante el colapso de los países socialistas de Europa y la pérdida de su estructura de relaciones económicas internacionales y a la vez, mantenerse como una nación independiente y soberana, representa aún, un obstáculo para las perspectivas de dominación del gobierno de los Estados Unidos, sobre el mar Caribe y los recursos naturales que encierra.

El mar Caribe, desde los extremos de la Florida, los confines de Venezuela y todo el litoral desde el istmo de Tehuantepec hasta el Golfo de Venezuela, representa una área de singular importancia en la estrategia oceánica de los Estados Unidos, en tiempos de guerra o en tiempos de paz. La movilización hacia Europa, de mercancías, materias primas y estratégicas, combustibles y recursos bélicos en tiempo de paz y la movilización de fuerzas militares hacia el este, más allá de Europa, en tiempo de guerra, convierten al objetivo de dominio de las rutas de tránsito marítimo del Caribe, en un objetivo vital de carácter estratégico. Ninguna otra razón puede existir, más que el aseguramiento de rutas vitales, en tiempo de paz y de guerra, que en la coyuntura de tensión internacional que vive el mundo, que en el Atlántico operen más submarinos estratégicos, que en ningún otro océano del mundo.

La política norteamericana, desde los albores de la independencia de Cuba, se ha orientado históricamente a su extinción como unidad nacional, para convertirla en una estrella más de la bandera norteamericana. Esa visión política, por el peso de Cuba en la historia reciente de América, nunca perdió vigencia durante la existencia de la URSS y del campo socialista, como comunidad de naciones, y se profundiza aún más a partir de la década de los años 90, con la desaparición de los principales aliados políticos, militares y comerciales de Cuba.

Desde esta perspectiva, hay que analizar la presencia de Cuba en la nueva geografía petrolera del mundo. El Golfo de México, según las más recientes evaluaciones y exploraciones se ha convertido en una de las principales cuencas petroleras, solo después del Golfo Pérsico y la región transcaucásica, situación que altera la geografía petrolera a nivel internacional. Los llamados "hoyos de dona" en el Golfo de México, con un potencial, según estimaciones, de los cien mil millones de barriles de petróleo, se extiende en sus porciones occidentales y orientales, más allá de las zonas económicas exclusivas de México, Estados Unidos y Cuba.

Considerando el notorio y abrupto agotamiento de la reserva petrolera de Estados Unidos, como uno de los elementos centrales en su creciente proyección de poderío militar hacia el Oriente Medio, es necesario agregar el factor geoestratégico que representa la participación cubana en los recursos petroleros de la "tercera cuenca" y su impacto en la planeación militar del gobierno de Bush y en las decisiones políticas que se puedan derivar, Podríamos afirmar que el peligro de una operación de intervención contra Cuba se ha acrecentado como resultado de la nueva geografía petrolera del Golfo de México, de la desmedida ambición y codicia por el petróleo cubano y mexicano y de la peligrosa tendencia hacia las acciones unilaterales, al margen del ordenamiento internacional, de la camarilla que hoy domina las decisiones de la Oficina Oval.

Con toda seguridad que la Administración Bush en su primera versión 1990-1994, en su continua obsesión anti-cubana, pretendió dejar por fuera al gobierno de Cuba, y en las negociaciones desarrolladas en términos secretos con Salinas de Gortari se tomaron acuerdos tendientes a ignorar los derechos incuestionables cubanos sobre la Dona Oriental. Sin embargo, para consternación y preocupación de los intereses transnacionales que se articulan desde Washington, el gobierno de la isla inició acciones en forma oportuna, para atraer capacidades tecnológicas y de inversión con la finalidad de imponer sus intereses nacionales. En la presente coyuntura, no obstante las diferencias políticas abismales que separan a los gobiernos de ambos países, por primera vez desde el triunfo revolucionario de 1959, Cuba dispone de algo que necesita, en términos urgentes, la economía de los Estados Unidos.

Según fuentes responsables cubanas, Las multinacionales Repsol YPF (España), Sherrit Internacional (Canadá), Norsk Hydro (Noruega), ONGC Videsh (India), Petroliam Nasional Berhad (Malasia) y Pdvsa (Venezuela) ya han firmado contratos o han manifestado su interés por intervenir en la explotación de esta zona, que según los estudios previos, posee crudo comercialmente viable. En este mismo orden de cosas, la firma española Repsol YPF realizó estudios sísmicos y perforaciones en la zona tres años atrás, en virtud de las cuales se llegó a la conclusión de que había petróleo de buenas condiciones, pero en cantidades no comerciales, en aguas situadas a kilómetro y medio de profundidad. La misma fuente oficial cubana indica que, "el año próximo, -2008-, correspondería la perforación para comprobar y validar la existencia del petróleo. Esto implicaría dos o tres años para poder consolidar la estructura, y evaluar y desarrollar los campos que se vayan encontrando, por lo que la comercialización podría demorarse hasta 2011".

En estas circunstancias, ante el potencial petrolero cubano, las compañías petroleras estadounidenses de ninguna manera pueden quedarse con los brazos cruzados, mirando como desde la cercanía de sus costas, a pesar de las de las amenazas de la Ley Helms-Burton, sus competidores europeos, chinos y canadienses, y en forma paralela empresas latinoamericanas como Petrobrás y PDVSA, encaminan sus esfuerzos de inversión, mar adentro, en las aguas profundas de la Zona Económica Exclusiva cubana. Una propuesta legislativa que circula en los pasillos de Washington busca establecer excepciones en la maraña de legislación que fundamenta el bloqueo económico en contra de Cuba, con la intención de permitir la incorporación de compañías norteamericanas a los proyectos de exploración de hidrocarburos en aguas cubanas.

La disponibilidad de tecnología y la capacidad financiera de las empresas norteamericanas, y las nuevas y crecientes preocupaciones de Estados Unidos por su seguridad energética, son factores que deberían favorecer una relación benéfica para ambos países, no sólo en actividades de exploración y producción, sino más allá, en otras actividades como la refinación y el almacenamiento de productos petroleros o el procesamiento y distribución de gas natural, dada la ubicación geográfica clave de Cuba. En estas circunstancias, se impondrá una visión militar en defensa y extensión de intereses estratégicos, que ponga en juego la soberanía cubana, o los halcones quedarán al margen de un posible arreglo político, que facilite el entendimiento, que le abra espacios a una ruptura del bloqueo, por los menos en lo que se refiere a la participación de empresas estadounidenses en la exploración petrolera, en la Zona Económica Exclusiva cubana. Solo el tiempo lo dirá, en especial la evolución de los acontecimientos políticos y militares en Irak.

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