Ana Margarita González y Rafael Hojas Martínez - Trabajadores.- Soy un pobre rico, tengo el 90% de todo lo que necesito. Vivo en la finca agroecológica con una mujer que me sigue y unos hijos que me apoyan. Esta fuerza es mi riqueza; el poder de la persistencia, del amor, de la bondad, de la interrelación de las cosas. Es mucho más de lo que se puede comprar con el otro 10%, que es el dinero.”
José Antonio Casimiro González tiene una filosofía muy especial de la vida, y le va saliendo bien. Hace alrededor de 14 años optó por recuperar la finca de su padre, en las inmediaciones del poblado de Taguasco, en Sancti Spíritus, y con sus “inventos”, experimentos y resultados consiguió situarse a la vanguardia del movimiento agroecológico.
“Yo me aferro a la idea de que se puede hacer esta agricultura, porque depende de todo lo que hay en Cuba: viento para halar el agua y corrientes superficiales para bombearla con los arietes; el estiércol de la vaca, que nos da el fertilizante y el gas; la leña, para cocinar; los motores, que son los bueyes…
“Si viene un ciclón bombearemos agua con los arietes, comeremos pescado del estanque, yuca, malanga… y las vacas van a dar más leche. Pero si tuviera toda la finca sembrada de plátano y pasara un ciclón o una sequía muy grande, se iba a bolina. La variedad de cultivos y la cría de diferentes especies animales es la base de la sostenibilidad, esa depende de nosotros.
“Y ni hablar de los sistemas fotovoltaicos. Cuba es una potencia en sol. Vamos a suponer que no hay electricidad ni viento. Hay sistemas—pienso instalarlos—, que bombean 272 litros de agua por minuto, tienen 90 Watts de potencia, y cuando comienza a salir el sol ya están trabajando.
“Me desilusioné de la agricultura convencional apenas comencé. Me sentí como un náufrago en una isla; veía señales, pero tan lejanas que parecían nubes. Hasta que llegaron unos viejitos a mi casa, tan locos como yo, quienes también creían que la naturaleza le ofrece al hombre lo inimaginable en bienes y recursos. La agroecología me abrió el corazón.”
 
Necesario un empujón
“Esta agricultura más artesanal, que se hace fuerte al contar con la familia en la finca los 365 días del año, necesita un empujón. Las ideas han prendido, pero llegan a un tope. No hay una infraestructura de la tecnología para fabricar arietes hidráulicos, digestores de biogás, bombas vaqueras ni el arado multiuso que yo mismo inventé.
“No hay un acopio que te compre un producto ecológico, alguien que lo certifique; por ejemplo, la leche ecológica debería tener un precio por encima de la otra; yo puedo llevar al mercado el mejor plátano ecológico del mundo, más pequeño y más sabroso, pero tengo que competir con otro que pesa mucho más.
“Sueño con el rescate de oficios como los herreros, los desmochadores de palma, los que hacen yugos, y que ganen por eso. Los agricultores, buscando mejor vida para sus hijos, emigran al pueblo, pero todavía Cuba tiene gente preparada, de mi generación, que se criaron y sienten nostalgia por el campo. ¿Cómo los regresas?: dignificando el trabajo agrícola.
“Cuando vinimos para esta finca teníamos muchos problemas, y he tenido que priorizar. Mileidy —la esposa— quiere una taza sanitaria y sábanas nuevas. Le dije: ‘este va a ser un lugar modesto, bonito y limpio’, pero lo primero que dije fue ‘conmigo no cuenten para ilegalidades’, y tengo un prestigio que no lo cambio por nada material. No estoy pensando en hacerme millonario”.
Cuando Casimiro, su esposa y sus hijos Leidy, José Antonio y Chaveli optaron por la finca, las cosas se habían hecho tan mal que ya la naturaleza no admitía más descuidos. El suelo estaba degradado y estéril, abundaba el marabú y escaseaban la sombra y las frutas.
Hoy el paisaje es espléndido. Hay sosiego sobre cada palmo de tierra, que comparten el ganado, las aves, los conejos, los peces, los cultivos, los árboles, el estanque, y la casa en ciernes.
“Y no digo que voy a resolver todo lo que la agricultura convencional destruyó en el mundo, pero se precisa de esta otra: la de muchos poquitos, con la máxima eficiencia. Y si un día descubren que todo nuestro suelo son minas de oro, seguirán haciendo falta los guajiros, para cuidar de la biodiversidad”.
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