A propósito de la actuación del artista vasco en la Tribuna Anti Imperialista de La Habana

Músico, urbanita, genial útil radikal, único:  'zorionak' amigo

Carlos Tena - Insurgente.- Maldigo el momento en que una inesperada neumonía me ató al lecho del dolor y de la tos enfebrecida por espacio de dos semanas, días en los que no tuve huevos para saltarme a la torera la prescripción facultativa y lanzarme a la calle en pleno mes de mayo, primavera en pleno apogeo, para llegar hasta la cervecería habanera La Tropical, en la que Fermín Muguruza y su grupo iban a dar un primer concierto para la gente de la ciudad, espectáculo que disfrutaron casi dos mil personas, para al día siguiente, en el escenario de la singular y combativa Tribuna Anti Imperialista del Malecón, hacer lo propio junto a otras bandas de la isla más sana del mundo, esta vez ante miles de entusiasmados espectadores de todas las edades.


En ambos conciertos, el músico fundador de Kortatu y Negu Gorriak, presentaba su más reciente trabajo, un material íntegramente registrado en estudios jamaicanos, editado hace unos meses, con el título de Euskal Herria Jamaika Clash, al que acompaña un fresquísimo DVD que recoge los avatares, anécdotas y ambientes singulares que se vivieron en Kingston durante las semanas de grabación. En mi casa habanera he gozado varias veces del visionado de esas imágenes tan curiosas, y del video clip que se ha elegido del álbum, un dechado de ingeniería e imaginación en el que se nota que lo que rodea a Muguruza es una atmósfera diseñada por los cuatro puntos cardinales, plagada de amigos, naturalidad, coincidencia en objetivos, enorme armonía, satisfacción, ganas de lucha y alegría contagiosa. Tal vez por eso, desde los poderes políticos, central, autonómico y municipal (salvo las honrosas excepciones que muchos sabemos), se ha tratado y se intenta bombardear al personal para que el nombre de Murguruza sea borrado del mapa musical. Vano intento. Y los Cebrianes, Polancos, Pedros Jotas y demás rufianes se preguntan: ¿Cómo se puede ser políticamente incorrecto, cantar en euskera y arrastrar a tanta gente sólo con la guitarra, su inmenso grupo y una enorme sonrisa?

En medio mundo, desde Tokio a San Francisco, pasando por Berlín o México, Fermín brinca por encima de una enorme barrera, la de la lengua, demostrando que cuando hay transparencia escénica, descarga rítmica y canciones trabajadas, no hay quien se salve de caer en la red de este músico que en plena madurez nos obsequia con un disco que pocos imaginábamos. Cuando en 1980 le dije que era más importante que Joe Strummer (al que acababa de ver en directo en Malmoe con su inolvidable Clash), no me imaginaba ni por asomo, que veintiséis años más tarde tendría en mis manos este disco, espléndida muestra de la coherencia  de Muguruza, que no ha renunciado a la “marcha”, el “buen rollo”, el “toque” sensual del ska, el calypso y el reggae, aunque no pierdo la esperanza de llevarle a la Isla de la Juventud (no es sátira ni indirecta volteriana) para que nos tomemos unos rones guajiros al ritmo del sucu sucu.

Unas horas antes de marchar a Euskadi,  tuve el placer de almorzar con él y sus músicos, en un restaurante del barrio chino habanero, “Los Tres Chinitos”, donde al calor de los arroces, el pollo y cerdo agridulce, los rollos imperiales y demás viandas típicas, hablamos del disco, de los conciertos y de la extensa gira que le aguarda este verano. La incómoda resaca de la noche anterior, fue sabiamente derrotada con varias cervezas Bucanero, una de las glorias del rubio brebaje aquí en Cuba. Pero la penicilina que llevaba mi cuerpo encima no quiso copular con el lúpulo, así me tuve que conformar con unos buenos tragos de agua del manantial de Ciego Montero para brindar por el feliz regreso a casa.de Fermín y los catorce músicos que le acompañan.
                        
Fermín está pletórico. El largo y complicado (además de costoso hasta lo impensable) viaje y estancia en Kingston, han valido la pena. Los estudios Tuff Gong siguen dejando en el aire el suave aroma de los miles de canutos made in Marley and Famiily, mezclados con otras sustancias de más difícil identificación, además del whisky, ron y otros alcoholes de la zona. No quedan atrás, en sencillez técnica y genialidad personal, los Big Yard, donde la pandilla de Shaggy hacía las delicias del colectivo rasta.

En ambos lugares, Fermín, Xabi Pery y el mítico Clive Hunt, vivieron unas semanas de intensísimo trabajo, dulcificado por el ánimo y la perenne sonrisa de músicos indígenas como el teclista Franklin “Bubbler” Thompson, los percusionistas Uzziah “Sticky” Thompson y Wayne “C” Clark, los guitarristas Daniel “Axe Man” Thompson (bajo) y Wayne Armond, las voces y la gracia de Rita Marley, Marcia Griffith y Judy Mowatt, los metales de David Madden y Dean Fraser, animados por sus colegas Xabi Pery, Jon Elizalde, Xabi Solano y el propio Fermín, en fin, una pléyade de profesionales con alma amateur, que siempre andaban bromeando, disfrutando de la insólita experiencia de comenzar una canción no con el consabido “One, two, three…”, sino con el más humilde “Bat, bi, hiru…” que a la postre es tan útil como aquel.
            
Los doce temas del CD contienen toda una declaración abierta acerca de lo que atrae, motiva e inspira a Muguruza, a la hora de componer sus latigazos bailables y reivindicativos. Irún se cuela en Kingston y el Día de Mercado (Azoka Eguna) de ambas capitales, contiene las mismas esencias populares de dos comunidades aparentemente distanciadas, pero con problemáticas similares, con violencia policial en las calles, con inseguridad y una terrible ansia de llegar a una verdadera independencia. Una, la isla, aún sometida a controles sociales y políticos por parte del gobierno de su nada graciosa majestad británica, que da su mano al yanqui amenazando ante cualquier veleidad de regresar al socialismo de los años setenta. La otra, aislada, sometida a la constante presión de su nada graciosa majestad borbónica.

“Euskal Herría Jamaika Clash” es un estallido de concordia, una llamada armónica en la que la música, el ritmo, es tan importante como los textos, variopintos e inspiradísimos, de este necesario músico vasco. Una primera piedra en el edificio que podría conocerse como Bass Culture & Basque Culture.

Los sueños de Fermín van cumpliéndose de forma paulatina, rindiendo homenajes a la gente que canta, baila, toca y se divierte, sin perder de vista su condición de ciudadano de un mundo dominado por la más salvaje hipocresía, por el belicismo esquizofrénico de iletrados elegidos fraudulentamente en urnas preparadas para la trampa. El Pavo Frió (más que pavo, mono) de Lennon se convierte en el Plastic Turkey de Muguruza, cuya letra es más que densa, terrible y cierta, a la que sigue una llamada a la libertad para utilizarla, un aldabonazo a la conciencia responsable de quien se niega a seguir el camino del rebaño.

Y, en una esquina, aparece, cuando menos lo esperas, pero cuando más lo necesitas, esa Fille Du Quartier Populair (por algo se nota que aún se chamulla el patois en las calles de Kingston), que es capaz de poner caliente con su meneo caribeño, a un sesentón cualquiera, ejem, ejem…

Pero aún queda más espacio para la solidaridad (Vamos a Ramala) o la recuperación de La Línea del Frente, que Kortatu editara hace más de veinte años, para terminar con el retrato del Samurai Vasco y el merecido recuerdo permanente a Bob Beamon y a su salto increíble, a Malcolm X o Luther King, que jamás imaginaron que de las entrañas de su raza surgiera una asesina legal como Condoleezza Rice. “Black is Beautiful… but sometimes it’s wrong, fellow”.

Un disco honesto, que huele a tierra necesaria, importante, desprotegido de los poderes mediáticos más poderosos, silenciado desde los poderes públicos.

Lo artificial, sensiblero y parido únicamente por las posibles ventas millonarias, protegido en las esferas gubernamentales, se lo dejamos a los productores y mentores de Serrat y Sabina, maestros en el arte del disimulo, las campañas de publicidad y la penetración mediática, aunque sea por vía monárquica.
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