En Cuba rechazamos la práctica de escribir artículos prepotentes dedicados a demostrar lo equivocados que estaban los otros

Darío L. Machado Rodríguez - Rebelión.- Una colega y amiga me envió ayer un artículo publicado en Rebelión el 7 de Julio pasado, firmado por Heinz Dieterich y titulado El Partido Comunista de Cuba aprueba investigación sobre el Socialismo del Siglo XXI, con la sugerencia que lo leyera.


Después de hacerlo me costaba trabajo entender si este artículo era una queja porque a Heinz Dieterich no le habían publicado un libro aquí en Cuba, si era para identificar el futuro de la humanidad con su pensamiento, o para acusar al “poder dirigente del Estado” de no abrirse a los enfoques teóricos del “socialismo del siglo XXI”, o para acusar a los científicos sociales cubanos de falta de valor y de capacidad renovadora.


Ya en otra ocasión Dieterich se ha erigido en juez de los temas cubanos y ha hecho críticas a los científicos sociales cubanos. Ahora me decidí a escribir y no con la intención de iniciar una saga de debates con este autor que no conducirían a nada útil. Solo escribiré por esta vez, haciendo uso del derecho de respuesta.


En primer lugar, es de elemental rigor decir que en Cuba hace muchos años que se investiga sobre el socialismo y cada cierto tiempo se revisan y reformulan las prioridades. Que dentro de tal proceso y en el siglo 21 aparezca la denominación “socialismo del siglo XXI (que, dicho solo de pasada, algunos consideramos mejor hablar de “socialismo en el siglo 21”, ya que pensamos que no habrá un único socialismo, independientemente de rasgos comunes) en modo alguno significa que hemos comenzado a investigar ahora sobre el socialismo, lo hacemos hace rato y no estancados en “el socialismo histórico”, pero tampoco sobre un socialismo sin historia.


Es que el título escogido por Heinz Dieterich contiene a todas luces una intencionalidad, que luego se revela en lo que sigue, cuando este se presenta como alguien que nos informó acerca de que había que discutir sobre socialismo. Su texto dice más adelante: ”Cuando hablé hace seis años con los amigos de la vanguardia cubana sobre la teoría científica del socialismo del siglo XXI, las reacciones fueron mixtas…”. Obviemos la imprecisión del término “vanguardia cubana”, se supone que habló con personas concretas, pero lo fundamental es que según Dieterich, luego de seis años, los cubanos nos hemos dado cuenta que hay que discutir, no de socialismo, sino de lo que Heinz Dieterich denomina “socialismo del siglo XXI”, o sea, que supuestamente ahora aquí empezamos discutir de verdad sobre socialismo.


El detalle no es menor. Dieterich en su artículo, cuando se queja de que en Cuba no se ha publicado la “teoría del socialismo del siglo XXI”, se refiere a nuestro país como a la “única nación de la Patria Grande que se define como socialista.” No dice que Cuba es socialista, sino que “se define como socialista”.


Dieterich pudiera haber sido más explícito.


En Cuba el socialismo es realidad, es ideal y es experimentación, es todo eso simultáneamente. El socialismo en Cuba es realidad en la propiedad social socialista, en las prioridades de sus planes, en la justicia social, defendida aun en los duros y difíciles años del período especial, en la educación universal y gratuita, en la salud pública, en la seguridad social, en la independencia nacional, la soberanía, la solidaridad internacionalista, la cultura y particularmente la cultura política y en muchos otros terrenos; es ideal, entre otros propósitos, en el de alcanzar el nivel de eficiencia económica que el socialismo necesita y en la formación del hombre nuevo, y es experimentación también en muchos aspectos, particularmente en el de la economía, una de cuyas manifestaciones, la del perfeccionamiento empresarial, Dieterich menciona, y que es un propósito sistemático, de cuya práctica viva se estudian conclusiones teóricas, sin alharaca, como otros procesos experimentales que se hacen en Cuba, trabajando para anclar el socialismo en la base.


Sí, Dieterich no debería vacilar en decirlo, Cuba es socialista, lo es en muchos aspectos y todavía no lo es en otros, es una sociedad que lucha por realizar el socialismo, por avanzar en esa dirección, y lo hace en medio de enormes dificultades, pero no debería olvidar algo elemental, para mejorar el socialismo, lo primero es tenerlo. De modo que, o fue una pifia porque “el que mucho escribe mucho yerra”, o no considera socialista a Cuba, en cuyo caso sería interesante que exponga científicamente sus argumentos.


En un alarde de modestia Dieterich afirma en su artículo que en Cuba se le han publicado diez obras, “posiblemente –escribe- la mayor cantidad de obras de un autor externo en el género de no ficción…”. Es difícil vincular el pensamiento científico con la cantidad de publicaciones, pero puedo asegurarle que en Cuba se han publicado bastante más de 10 obras, por ejemplo, de Marx y de Lenin, obra científica. Ahora bien, a Dieterich se le ha publicado en Cuba sobre el tema de su concepción del socialismo. En la edición mejicana de “El socialismo del siglo XXI” Ediciones de Paradigmas y Utopías, México D.F., pp. 151 -152, el propio Dieterich escribe: “Desde su primera concepción interdisciplinaria e internacional, publicada en 1998 en el libro Fin del capitalismo global. El nuevo proyecto histórico, el NPH ha avanzado rápidamente tanto en su maduración teórica como en su arraigo en los movimientos sociales. La obra ha sido publicada en Argentina, Brasil, Cuba, España…”.


Precisamente, fue invitado por nosotros, hace ya unos 6 años, siendo el que suscribe director del Centro de Estudios sobre América, para discutir sobre su trabajo con participación de académicos y de representantes del movimiento obrero cubano. Él acudió a nuestra invitación, algo que agradecimos, y durante dos días, y teniendo como sedes alternas al Centro de Estudios sobre América y a la Central de Trabajadores de Cuba, discutimos lo contenido en ese libro. Con apego a la sinceridad y al respeto hacia el autor y sus colaboradores cubanos presentes, les fueron señaladas entonces serias objeciones a su texto. En ese debate, aprendimos todos, al menos eso espero.


El proceso bolivariano es de primera importancia para Cuba y para el mundo. Aquí tratamos siempre de seguirlo y de aprender de sus valiosísimas experiencias; la revolución bolivariana, el pueblo venezolano y el Comandante Hugo Chávez despiertan en la inmensa mayoría de los cubanos, la mayor admiración y la más profunda solidaridad y hermandad y todo nuestro apoyo; precisamente por eso no es posible entender a Dieterich cuando dice en su artículo: “Estos diálogos se dieron cuatro años antes de que el Presidente Chávez adoptara el concepto del Socialismo del Siglo XXI, como bandera política de la Revolución bolivariana, cristiana y nacionalista que encabezaba, y lo lanzara públicamente en el V Foro Social Mundial en Porto Alegre. Con la continua promulgación del concepto por el líder bolivariano, todo intento de los intelectuales orgánicos estatales de frenar el progreso del debate estaba condenado al fracaso.” Cabe preguntarse ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? ¿A cuáles intelectuales orgánicos se refiere? ¿Qué pretende con tal afirmación? ¿Quién ha dicho que el debate científico se define de ese modo y no en el terreno de la ciencia? ¿Será que Dieterich ha llegado a creerse que el debate sobre el socialismo empezó cuando él escribió un libro y le dio un nombre a lo que escribió?


El socialismo no se puede reducir a un conjunto de cálculos cibernéticos por más necesarios y exactos que sean, de los cuales emergen todas las respuestas, tampoco se pueden recetar sus pasos; el socialismo es un movimiento vivo, es un sentido de la vida, es ciencia y es arte, es teoría y práctica a la vez, socialismo implica sentimientos, valores, batalla de ideas, significa la búsqueda constante de un modelo más avanzado de bienestar y de felicidad. “El socialismo –ha dicho Fidel- es la ciencia del ejemplo”.
Para los científicos sociales cubanos el socialismo tampoco es un libro, un debate sonado, un ensayo publicado en varios idiomas, aunque, por supuesto, escribimos libros y ensayos, que no siempre cuentan con los recursos para publicarlos y, claro está, discutimos. A nosotros con el socialismo nos va la vida. Pero somos conscientes que la verdad es una construcción colectiva y, por supuesto, rechazamos la práctica de escribir artículos prepotentes dedicados a demostrar lo equivocados que estaban los otros. Hay que debatir, sí, pero no una única idea por más brillante que alguien la considere, sino todas las que resulten de interés y tengan sustento científico. En esta materia, para decirlo con José Martí, todas las manos son pocas para el afán. La urgencia de este mundo es muy grande y no hay tiempo para perderlo en pseudociencia.


Dieterich pone en duda la labor de los científicos sociales cubanos. Por supuesto que en lo tocante al desarrollo teórico somos conscientes del imperativo de estar atentos siempre a nuestras insuficiencias y deficiencias; somos los primeros aquí en reconocer que no tenemos una teoría acabada de la construcción del socialismo ni una economía política del socialismo en Cuba, pero tampoco estamos totalmente huérfanos de conocimientos y de experiencia colectiva. El Sr. Dieterich, antes de referirse a los científicos sociales cubanos, debería documentarse mejor, leer más. Quizá nuestro error ha sido que no le hemos enviado al Profesor Dieterich nuestros trabajos para que éste nos diera la calificación de la asignatura de Socialismo.


Creo que lo correcto es preguntarle a Dieterich cuántas tesis de doctorado, cuántos estudios sociológicos, cuántos resultados de investigaciones sociopolíticas y económicas longitudinales cubanas conoce, cuáles libros, cuáles ensayos, cuántas investigaciones sobre los problemas fundamentales del socialismo se ha leído para arribar a tan contundentes y lapidarias conclusiones acerca de los científicos sociales cubanos.


Hay un abismo entre la teoría y la práctica de Dieterich. Uno no puede menos que sentir la misma prepotencia eurocentrista que éste ha criticado en algunos de sus textos. Vale reafirmar aquí que a las ciencias en general y, por ende también a las ciencias sociales, les resulta imprescindible la modestia que obliga a repensar las cosas.


Finalmente, Dieterich termina así su artículo: “¿Tendrá la vanguardia intelectual cubana la capacidad renovadora y el valor de evolucionar el socialismo histórico hacia el Socialismo del Siglo XXI o permitirá que el paradigma del pasado liquide a su gran obra revolucionaria?” Aquí Heinz Dieterich se vuelve a equivocar y doblemente.


Primero, porque ya él prescribió hacia dónde hay que evolucionar, hacia “el socialismo del siglo XXI”, lo cual no sería problema alguno si él mismo no afirmara tenerlo todo resuelto, lo que se evidencia en su libro ya citado arriba “El socialismo del siglo XXI” cuando dice en la pág. 152 que “El científico alemán Arno Peters logró la hazaña que nos permite afirmar que todos los problemas teóricos estratégicos de la nueva sociedad están resueltos”, Con ello Dieterich ha dado por concluido todo debate macroteórico, ya los muros están derrumbados, ahora solo hay que clasificar los escombros y sumarse a lo que él dice. Él prescribe los pasos, las tareas, a los demás corresponde asumirlos y ejecutar.


Y hay en este final un segundo error. Los científicos sociales cubanos, al menos la inmensa mayoría, no padecemos la enfermedad del elitismo. La gran obra de la revolución cubana no depende de una “vanguardia intelectual cubana” sino de todo el pueblo, en el cual, estamos incluidos los científicos sociales. Para nosotros la experiencia socialista no es el pensamiento teórico solamente, es la vida misma, es la cotidianidad, con sus grandes virtudes y sus grandes defectos, con sus grandes logros y sus grandes deficiencias, con su teoría y con su práctica. En Cuba todos hemos tenido el valor de defender el ideal socialista, también los científicos sociales cubanos quienes contribuimos desde nuestra actividad específica a la obra de la revolución, pero no nos auto - reconocemos como el ombligo del mundo. La obra de la Revolución es de todos y no de una intelectualidad esclarecida y salvadora a la cual los demás tienen que seguir. El pueblo es el gran maestro de los revolucionarios. Pero eso, difícilmente lo entienda Heinz Dieterich.


Texto relacionado:
El Partido Comunista de Cuba aprueba investigación sobre el Socialismo del Siglo XXI


Heinz Dieterich (07-07-2007) - Rebelión.- Recientemente, el Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) decidió que entre las prioridades de investigación en las Ciencias Sociales y Humanidades para el periodo 2007/2010 se integrara el "Socialismo del Siglo XXI". Esta es una noticia de alegría ya que, de convertirse en realidad, reintegraría la Revolución Cubana a uno de los debates teóricos más importantes para el futuro de la humanidad.

Cuando hablé hace seis años con los amigos de la vanguardia cubana sobre la teoría científica del socialismo del siglo XXI, las reacciones fueron mixtas. Algunos decían que el socialismo era "uno solo" y que no era necesario ni conveniente usar la categoría del socialismo del siglo XXI. Otros tuvieron una posición más abierta y convocaron a sus trabajadores para debatir la nueva teoría. En una de estas ocasiones, reunido con setenta directivos de la institución, esperabamos al Comandante Fidel Castro, pero en el último momento no pudo asistir.

La posición de los revolucionarios que decían, "hay un solo socialismo" y que no hay que hablar del "socialismo del siglo XXI", me parecía insostenible, porque representaba la posición de los obispos católicos ante la nueva cosmovisión científica de Galileo Galileí: negar lo obvio e innegable. Recuerdo una conversación con un muy querido amigo de la Revolución, quien estuvo en Africa con el Ché, a quién expresé mi convicción de la siguiente manera: "Cuba tiene dos alternativas: o se integra al naciente debate mundial sobre el Socialismo del Siglo XXI o se quedará aislado de esta torrente mundial, con un alto costo teórico y político para la Revolución. Y la idea, de poder impedir el debate, es ilusoria."

Estos diálogos se dieron cuatro años antes de que el Presidente Chávez adoptara el concepto del Socialismo del Siglo XXI, como bandera política de la Revolución bolivariana, cristiana y nacionalista que encabezaba, y lo lanzara públicamente en el V Foro Social Mundial en Porto Alegre. Con la continua promulgación del concepto por el líder bolivariano, todo intento de los intelectuales orgánicos estatales de frenar el progreso del debate estaba condenado al fracaso.

El avance teórico y el impacto práctico de los trabajos de la Escuela de Escocia, con Paul Cockshott y Allin Cotttrell, proveniente de Robert Owen y de la informática; y de la Escuela de Bremen, emergente del inventor de la computadora, Konrad Zuse y del genio universal Arno Peters, fueron un segundo factor que hicieron irreal el intento de conceptualizar al socialismo como un fenómeno sin evolución.

Acabamos de traducir al castellano y publicar en Venezuela la obra de Paul y Allin, y la bautizamos junto con Paul Cockshott y con nuestra edición ampliada de Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI y el Breviario del Socialismo del Siglo XXI, en Caracas y Barquisimeto, con el apoyo del Bloque Regional de Poder Popular (BRPP), Sección Venezuela. Una semana antes presentamos mi obra en el Teatro Teresa Carreño, en Caracas con el Ministro de Defensa, General en Jefe Raúl Isaías Baduel; el Presidente alterno del Parlamento Latinoamericano, Amilkar Figueroa y el Presidente de la Comisión Permanente de Política Exterior de la Asamblea Nacional, Carlos Escarrá. Este año todavía saldrá publicado en la India el libro de Paul y Allin, y el mío, en Turquía. La nueva teoría se abre paso y su avance es imparable.

Se presenta, entonces, la paradójica situación de que la teoría del socialismo del siglo XXI ha sido publicada en chino, en ruso, en alemán, en turco, en inglés, en castellano, en checo y en catalán, y prácticamente en todos los países de América Latina, pero no en Cuba, única nación de la Patria Grande que se define como socialista.

En noviembre de 2005, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Director General de la Editora Política y Agencia Literaria del Comité Central del Partido Communista de Cuba, el amigo Santiago Dórquez, me pidió un libro para la publicación en la isla. Habiéndose publicado diez obras mías en Cuba, posiblemente la mayor cantidad de obras de un autor externo en el genero de no-ficción en la isla, le di El Socialismo del Siglo XXI. Y le advertí con escepticismo que no creía que iba a lograr la publicación.

En noviembre del 2006 nos encontramos de nuevo en la FIL de Guadalajara y, efectivamente, no había publicado el libro. Las razones que me dio fueron varias, que no había papel, que se tenía que imprimir para terceros países, etc., pero que no se trataba de un problema político. ¿Qué me dirá en noviembre de este año, cuando lo veré otra vez en Guadalajara?

La última discusión macroteórica sobre la economía socialista se dio en Cuba a inicios de los años sesenta, personificado en Che Guevara y Charles Bettelheim, y recordado a veces como el "Gran Debate". Los argumentos de ambos campos muestran las limitaciones características de su tiempo que impedían enfocar el socialismo del siglo XXI como un problema cibernético ---la sustitución del precio de mercado por una institución cibernética socialista--- que es la única forma de solucionarlo.

La propuesta del Che, inspirada en el paradigma organizativo de las grandes empresas transnacionales, era idealista a la luz de las condiciones objetivas de la Revolución cubana y, por lo mismo, irrealizable. La posición de Bettelheim et al, cercana al modelo soviético, a su vez no podía trascender los límites de una economía estatal no-crematística, basada en el mecanismo informático de los precios del mercado mundial. Con la salida del Ché a otros mundos que requerían su empeño revolucionario, en 1965, el "gran debate" terminó y la pregunta del guerrillero heroico, "¿Por qué pretender buscar en las formas congeladas del realismo socialista la única receta válida?", quedó en el aire.

A partir de 1986, Raúl Castro rescata gradualmente para las empresas de las Fuerzas Armadas la racionalidad económica del modelo soviético; en el V Congreso del PCC en 1997 el partido acepta esa experiencia y la generaliza en 1998 por la Ley No. 187; pero el debate teórico nunca volvió a la altura que requerían los problemas del sistema cubano y del socialismo mundial. A tal grado, que tres años después, la gran científica y Directora del Ministerio de Ciencia y Tecnología, Rosa Elena Simeone, expresaba con preocupación que faltaba rigor en los trabajos de las ciencias sociales en Cuba y que era necesario recuperar "el método científico" y la investigación teórica en esas ciencias (sic).

Sin embargo, cuando aparecieron los nuevos enfoques teóricos del Socialismo del Siglo XXI, el poder dirigente del Estado no instrumentó la apertura necesaria hacia ellos. En consecuencia, la intelligentsia siguió su dinámica inherente, de no moverse sin luz verde de la vanguardia política.

Con la resolución mencionada el Comité Central del Partido ha dado un muy cauteloso paso hacia la recuperación del debate macroteórico. Si este paso logrará sacudir las estructuras burocráticas del aparato académico en las ciencias sociales y el rescate del método científico, queda por verse.

La pregunta central es esta: ¿Tendrá la vanguardia intelectual cubana la capacidad renovadora y el valor de evolucionar el socialismo histórico hacia el Socialismo del Siglo XXI o permitirá que el paradigma del pasado liquide a su gran obra revolucionaria?

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