Johanna Puyol - La Jiribilla.- El II Seminario Internacional de Arqueología, realizado del 18 al 21 del septiembre en el Centro Histórico de La Habana Vieja, viene a poner de relieve con lo numeroso de sus ponencias, la riqueza temática y su nutrida convocatoria internacional, la madurez de la arqueología cubana y en especial el nivel alcanzado en este campo por el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, que llega este año a su XX aniversario de sostenida labor en el desarrollo de la disciplina en Cuba.

Fundado en 1987, el Gabinete ha sido indispensable para el gran proyecto que comenzó la Oficina del Historiador en La Habana Vieja, donde el trabajo arqueológico está estrechamente ligado al de restauración, pero sobre todo ha marcado su lugar en la historia de la arqueología cubana consolidando el estudio de la llamada arqueología histórica en nuestro país, en el contexto urbano, que antes de su creación ocurría esporádicamente.


En sus salas de trabajo de Mercaderes #15 y su museo adjunto de la casona de Tacón #12 se observa la profundidad de su empeño: murales, cerámicas, restos de enterramientos, planos de viviendas, diversos estilos de tejas, incluso la basura rescatada del subsuelo… todo vestigio de la vida pasada es importante para esta arqueología de ciudad que busca reconstruir la rutina de la vida diaria, los pequeños detalles que forman la imagen de una época y sus gentes.

El Seminario Internacional, además de permitir poner al día a la arqueología nacional sobre los derroteros mundiales de la ciencia a través de nuevos estudios o metodologías investigativas —han asistido figuras reconocidas como el profesor Robert L. Carneiro, una autoridad mundial de la arqueología—, tiene como uno de sus principales objetivos el intercambio entre investigadores de toda Cuba para dar a conocer los estudios que se realizan más allá de la capital. Una señal de su buena salud es que este año aumentaron los temas tratados, entre los que destacan, además de la arqueología histórica en contextos urbanos y rurales, la arqueología subacuática, la arqueología pública, la pintura mural arqueológica y los estudios bioarqueológicos, entre otros, discutidos por más de 180 participantes entre nacionales y procedentes de México, España, Argentina, Colombia, Perú, Estados Unidos, Venezuela, Chile y Honduras. Se ha puesto de manifiesto, además, que el Gabinete de Arqueología ha conseguido irradiar su trabajo en la investigación histórica a otras ciudades del país, donde en la última década ha ido surgiendo un interés desde las oficinas de los historiadores por fomentar ese tipo de investigación en sus Centros Históricos con patrimonio edificado importante, como Trinidad, Santiago, Matanzas y Cienfuegos. “Cualquier centro histórico también es un documento arqueológico, y por tanto, cualquier intervención necesita un registro, una documentación”, afirma al respecto Roger Arrazcaeta, director del Gabinete y presidente del Comité Organizador del Seminario.

La arqueología dedicada a las culturas prehispánicas tiene una larga tradición en América. Países como México, Argentina y Canadá han trabajado durante años esta línea de la arqueología. En Cuba, desde la segunda mitad del siglo XIX comenzaron las primeras investigaciones de arqueología prehispánica o aborigen. En esa época, explica Arrazcaeta, existía la Junta Nacional de Arqueología, que había hecho una labor extraordinaria por aglutinar a los arqueólogos cubanos, pero la mayoría de sus integrantes eran aficionados con diferentes profesiones. La arqueología histórica no se practicaba como tal, aunque desde el año 1937 la Comisión Nacional de Arqueología había creado una comisión para el estudio aborigen y una para el colonial, como se le llama en esa época, porque se dedicaba solo a aquel período.

“En esa época, los trabajos que verdaderamente tuvieron mayor desarrollo fueron los dedicados a la arqueología aborigen. Los de la arqueología colonial se quedaron más bien en la exploración, algunos estudios de casos —sobre todo iglesias— y, muy importante, hubo preocupación por la conservación del patrimonio edificado en algunas ciudades como La Habana, Trinidad y Santiago de Cuba, donde existieron distintos investigadores que lucharon por proteger ese patrimonio. Pudiésemos mencionar, en La Habana, al Dr. Emilio Roig de Leuchsenring y en Santiago, a Francisco Prat Puig”, esclarece Roger Arrazcaeta.

No fue hasta el triunfo de la Revolución que se organizan la práctica y teoría arqueológicas con la creación de la Academia de Ciencias de Cuba. Dentro de esta se crea un Departamento de Arqueología cuya labor fue desarrollar y divulgar la disciplina en Cuba, sobre todo las investigaciones de arqueología aborigen. Comenzaron entonces a hacerse algunos estudios en la arqueología histórica y el propio Departamento de Arqueología creó una sesión dedicada a esta rama que estuvo dirigida por el profesor Rodolfo Payarés, reconocido estudioso de la arqueología histórica, a la que dedicó toda su vida. La Academia desarrolló un gran movimiento de aficionados a través de la Sociedad Espeleológica de Cuba que ha permitido hasta hoy estudiar con mayor profundidad la arqueología cubana, en la exploración y estudio de los yacimientos arqueológicos en municipios de toda Cuba y en el descubrimiento y la evaluación de sitios arqueológicos tanto aborígenes como coloniales.

La Oficina del Historiador comienza sus trabajos en La Habana Vieja hacia el año 1967, a través de su grupo de arqueología, dirigido por el propio Eusebio Leal. Paralelamente, comienzan las investigaciones en la Casa de la Obrapía llevadas a cabo por el profesor Payarés y la Dra. Lourdes Domínguez.

“Pudieramos decir —apunta Arrazcaeta sobre la época— que esos dos trabajos son el inicio del desarrollo de la arqueología histórica en La Habana. La contribución del arqueólogo Leandro Romero Estévanez le dio un fuerte impulso los trabajos del Centro Histórico. En 1987 es creado el Gabinete de Arqueología por el Historiador de la Ciudad. Se funda precisamente para continuar el trabajo de esos pioneros, pero también para sistematizar esas investigaciones y respaldar el gran proceso de restauración y conservación que se había iniciado en la ciudad, sobre todo a partir de que La Habana Vieja y sus fortificaciones son declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982.”

Los nuevos adelantos de la arqueología cubana se traducen en innumerables investigaciones en curso y eficaces equipos multidisciplinarios que aglutinan a historiadores, biólogos, geólogos, etcétera. Algunos de sus nuevos retos son influir para hacer llegar a la educación superior y escolar toda esta información, valiosa para una verdadera comprensión del pasado, y lograr la formación académica de los arqueólogos, para lo cual se ha dado un paso gigantesco con la inclusión de la arqueología en el programa del recién inaugurado Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana. Sobre su estado actual concluye Roger Arrazcaeta:

“Creo que la arqueología en estos momentos está en muy buen estado de salud en Cuba. A nivel regional, en el caso de la arqueología histórica, Cuba está llevando un alto nivel de investigaciones que se puede comparar con el de cualquier país latinoamericano con larga tradición arqueológica.”           
 
 

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