Jorge Gómez Barata.-

“Revolución es sentido del momento histórico”

De modo análogo a como ocurre en la naturaleza, en el desarrollo social predomina la evolución por medio de la cual se realiza una permanente e ininterrumpida acumulación de cambios cuantitativos y cualitativos que imperceptiblemente, sin que nadie lo auspicie, dan lugar al advenimiento de lo nuevo y de lo progresivo. En su magnifica combinación de evolución orgánica y progreso cultural, ciencia y espiritualidad, materia y conciencia, la historia humana reafirma la vigencia de tales procesos.


Para su normal desenvolvimiento, los procesos evolutivos requieren de condiciones ideales y de ambientes que permitan actuar a las leyes del desarrollo. En esas circunstancias predomina la llamada “la paz social”, etapas en las que, como ocurre en los países desarrollados, las elites dominantes, aunque no pueden evitarlas, logran administrar las contradicciones de clases y las crisis para alejar, incluso excluir las explosiones sociales y la ruptura del orden vigente.

Con todo y su magnificencia, las revoluciones sociales son sucesos extraordinarios, por cierto, sumamente escasos. Nunca hubo una revolución social en la esclavitud, jamás se desató una en África y en el Nuevo Mundo sólo Estados Unidos, México, Cuba y más recientemente Venezuela transitaron esos caminos.

Las revoluciones son grandes conmociones sociales, capaces de cambiar el perfil de una época, acelerar los ritmos del desarrollo de grandes regiones, incluso de todo la humanidad, modificar la secuencia de los procesos históricos y acelerar el progreso.

Auque hunden sus raíces en las contradicciones y necesidades económicas, las revoluciones son hechos políticos, jalones mediante los cuales las clases emergentes desplazan a los representantes del viejo orden, destruyen las estructuras que sostenían su poder e imponen las suyas.

Las revoluciones sociales son hechos positivos orientados en la dirección del progreso y, aunque son celebradas por sus protagonistas, suelen ser traumáticas y violentas, no tanto por ellas mismas como por la enconada resistencia que han de vencer. La crueldad, las venganzas, los ajustes de cuentas y el terrorismo caracterizan mejor a la contrarrevolución que a la revolución.

Por la grandeza de sus metas y propuestas, las revoluciones se abren paso con dificultad, no sólo por lo arduo que resulta destruir el viejo orden, sino por lo complejo de construir uno nuevo. Nada e más importante para la revolución que honrar sus compromisos y satisfacer las expectativas creadas por ella misma que, cuando no son resueltas, se levantan como adversarios formidables.

Con aquellas revoluciones que como la norteamericana y la francesa lograron llevar al poder a una nueva clase y concretar sus programas básicos, la historia se ha mostrado indulgente, sin echarle en cara que sus objetivos esenciales y sus tareas más universales no hayan sido todavía resueltas.

Nadie desmiente a la revolución de las 13 Colonias de Norteamérica por no haber cumplido lo preceptuado en la Declaración de Independencia y todavía se suspira por las promesas de: Igualdad, Libertad, Fraternidad de la Revolución Francesa.

El lento y zigzagueante avance de las grandes revoluciones, lejos de significar su fracaso ilustra acerca de la complejidad y trascendencia de sus tareas. La revolución norteamericana no liberó a los esclavos, no impidió el genocidio de los pueblos originarios ni emancipó a la mujer y, en cambio dio lugar al nacimiento de un imperio, rasgos negativos que no anulan su significado.

Lo que convirtió a la independencia norteamericana en una revolución e hizo de ella un paradigma, no fueron sus carencias sino la determinación y coherencia con que la vanguardia integrada por Jefferson, Adams, Hamilton, Washington y otros, iniciaron la lucha por la independencia en el Nuevo Mundo, fueron los primeros en deshacer el dominio colonial, creando además la primera república regida por leyes, con una Constitución y por una Declaración de Derechos.

La Revolución Bolchevique no fue igualmente afortunada, no porque fuera peor, sino porque desde el hondón del primitivo imperio de los zares, retó al capitalismo y se propuso tareas para la cuales probablemente la humanidad no estaba todavía lista. Tal vez fue adecuada pero prematura. Quizás el socialismo no es cosa del pasado sino del porvenir. Mañana les doy mi opinión.

Cuba
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